Al ver a Hadriel entrar nuevamente en la sala, Hellen sintió que su corazón se detenía por un segundo. Había esperado, contando los minutos con ansiedad y preocupación, temiendo lo peor. Al escuchar su nombre susurrado con tanta ternura por Hadriel, su alma se estremeció. Su mirada buscó en la de él alguna señal, alguna pista de lo que había sucedido, y en ese instante, pudo ver el inmenso peso que cargaba en su interior.Cuando Hadriel habló, su voz temblorosa y quebrada rompió el frágil silencio que había entre ellos. Hellen sintió un nudo formarse en su garganta, una mezcla de alivio y dolor que la abrumaba. Sus bebés estaban bien, sí, pero algo en la expresión de Hadriel le decía que el precio de ese bienestar había sido alto.Las emociones de Hellen chocaban unas con otras: la alegría de saber que sus hijos estaban a salvo, el dolor por lo que Hadriel acababa de enfrentar, y la impotencia de no poder aliviar su sufrimiento. Quería abrazarlo, sostenerlo, decirle que todo estaría b
Hadriel recordaba las últimas palabras de su padre, el peso de su mano en la suya, la mirada fatigada pero llena de amor. Ese hombre, que siempre había sido una roca inquebrantable en su vida, ahora se había ido, se sentía desamparado, como si una parte de sí mismo hubiera muerto también en ese momento. El dolor era insoportable, pero no podía permitirse colapsar por completo, no con Hellen y los gemelos tan cerca.Se obligó a alzar la mirada hacia ellos, hacia esos pequeños seres que representaban el futuro, su futuro. Era un contraste cruel: mientras una vida se apagaba, otros dos comenzaban a brillar con fuerza. Su corazón, aunque roto, se aferraba a esa esperanza, al amor que sentía por sus hijos ya la necesidad de ser fuerte por ellos. Pero en ese instante, todo lo que podía hacer era llorar, permitiéndose, por una vez, ser vulnerable frente a Hellen.La realidad era abrumadora: su padre ya no estaba, y esa pérdida lo golpeaba con la fuerza de una ola implacable, arrastrándolo ha
El sacerdote hizo una pausa, permitiendo que sus palabras calaran en los corazones de los presentes.—Aunque el dolor de la pérdida es profundo, debemos recordar que Harvey vivió plenamente, y que su espíritu ahora descansa en paz. Que su memoria sea un faro de luz en los momentos de oscuridad, y que su ejemplo continúe guiando a su familia ya todos los que tuvieron el privilegio de conocerlo.A medida que el sacerdote pronunciaba estas palabras, el ataque comenzó a descender lentamente en la tumba. El sonido del mecanismo que bajaba el ataque resonaba con un eco sordo, como un último adiós al hombre que tanto significaba para ellos. Las primeras paladas de tierra cayeron sobre la tapa de madera, y el sonido seco hizo que Hellen se estremeciera, abrazando más fuerte al pequeño en sus brazos. Hadriel, inexpresivo pero con una pena visible en sus ojos, miraba fijamente el ataque de su padre, sintiendo un vacío profundo en su interior.El cielo parecía llorar junto a ellos, amenazando co
Hadriel la miró, y aunque su expresión seguía siendo controlada, sus ojos reflejaban un alivio genuino. Sin decir una palabra, se acercó a Hellen y la envolvió en un abrazo, siendo este uno de esos raros momentos en los que dejaba que sus emociones se mostraran, aunque fuera en silencio.—Eso es maravilloso, Hellen —dijo en un tono bajo, pero lleno de sinceridad—. Sabía que lo lograría.Los dos dejaron a los bebés en las cunas y se dieron un fuerte abrazo, en el cada uno pudo sentirse en paz y en tranquilidad.El ambiente en la casa cambió casi de inmediato. La noticia de la remisión de Dahlia fue como una ráfaga de aire fresco que barrió con la tristeza que había pesado sobre ellos durante tanto tiempo. Hellen sentía que podía respirar de nuevo, sin la constante preocupación por la salud de su madre nublando cada momento de felicidad.Cuando los médicos le dieron la noticia de que su madre había vencido al cáncer, Hellen sintió una oleada de alivio y gratitud tan intensa que casi no
Dahlia se acercó a Hadriel con los gemelos, ofreciéndole uno de ellos para que lo sostuviera. Cuando Hadriel tomó a su hijo en brazos, sintió una oleada de ternura mezclada con un profundo sentido de responsabilidad. Estos niños, que ahora se acurrucaban contra su pecho, eran el futuro, la continuación de un legado que su padre le había dejado. Mientras acariciaba suavemente la cabecita de su hijo, Hadriel se prometió a sí mismo que haría todo lo posible por ser un buen padre, por guiarlos y protegerlos de una manera cercana y comprensiva.La presencia de Hellan y Howard, aunque discreta, también le brindaba un apoyo que Hadriel no sabía que necesitaba. En ellos veía a los hermanos que nunca tuvo, y aunque no lo admitiera abiertamente, su compañía le daba un cierto consuelo. Sabía que podía contar con ellos, y eso le proporcionaba una sensación de seguridad en medio de su dolor.Al final de la visita, mientras el grupo se preparaba para irse, Hadriel se quedó unos momentos más junto a
La rutina diaria se convirtió en una fuente de alegría para Hellen. Los sonidos de sus hijos, las conversaciones con sus hermanos y las tardes tranquilas en compañía de su madre y Hadriel le daban un sentido de pertenencia y felicidad que no había experimentado en mucho tiempo. Aunque el dolor de la reciente pérdida de su suegro aún estaba presente, la vida seguía adelante, y Hellen se sentía agradecida por tener una familia tan amorosa y unida a su lado.Cada noche, al acostarse, Hellen reflexionaba sobre lo lejos que había llegado y lo afortunada que era. La vida, que le había dado tantas pruebas, ahora le estaba devolviendo en forma de amor y compañía todo lo que había sacrificado. Mientras sus hijos dormían pacíficamente, rodeados por las personas que más los amaban, Hellen se permitía soñar con un futuro lleno de felicidad, en el que pudiera compartir con Hadriel algo más profundo y verdadero. Aunque no sabía lo que el destino le depararía, estaba segura de una cosa: estaba exact
En una ocasión, el incidente ocurrió tan rápido que Hadriel apenas tuvo tiempo de reaccionar. Mientras Hellen intentaba completar un ejercicio de equilibrio, su pie resbaló, y antes de que pudiera evitarlo, Hadriel se lanzó hacia adelante para atraparla. Pero en su intento por evitar la caída, ambos perdieron el equilibrio, y él terminó cayendo encima de ella.El impacto fue suave, pero la situación los dejó en una posición inesperadamente íntima. Hadriel se encontró cara a cara con Hellen, sus cuerpos apenas separados por el delgado tejido de sus ropas deportivas. Podía sentir el calor que emanaba de ella, mezclado con el sudor que hacía que su piel brillara bajo la tenue luz del gimnasio. El latido de su corazón se aceleró al instante, resonando en sus oídos como un tambor que marcaba un ritmo frenético e imparable.El rostro de Hellen, a escasos centímetros del suyo, se veía más hermoso que nunca. Su cabello castaño, cortado con ese distintivo estilo de hongo que tanto le gustaba a
Mientras Hadriel se inclinaba sobre Hellen, su rostro comenzó a acercarse al de ella sin que lo notara. Era como si una fuerza invisible lo empujara, atraído por el imán que ella representaba. Sus ojos no se apartaban de los suyos, y cada centímetro que los separaba parecía desvanecerse en un suspiro. Podía sentir su respiración, cálida y suave, mezclándose con la suya. Todo su ser clamaba por ella, por sentirla aún más cerca, por dejarse llevar por ese impulso tan poderoso como incontrolable.Su corazón latía con una intensidad tan feroz que sentía que iba a romperse en mil pedazos. Cada pensamiento racional era arrasado por la marea de emociones que lo inundaba. "Solo un poco más...", se dijo, su mente nublada por el deseo, por la necesidad de estar aún más cerca de Hellen. Sus labios, temblorosos, casi rozaron los de ella cuando, de repente, un destello de conciencia lo atravesó como un rayo.De manera abrupta, Hadriel se detuvo, como si hubiera sido jalado de vuelta a la realidad.