Hadriel la miró, y aunque su expresión seguía siendo controlada, sus ojos reflejaban un alivio genuino. Sin decir una palabra, se acercó a Hellen y la envolvió en un abrazo, siendo este uno de esos raros momentos en los que dejaba que sus emociones se mostraran, aunque fuera en silencio.—Eso es maravilloso, Hellen —dijo en un tono bajo, pero lleno de sinceridad—. Sabía que lo lograría.Los dos dejaron a los bebés en las cunas y se dieron un fuerte abrazo, en el cada uno pudo sentirse en paz y en tranquilidad.El ambiente en la casa cambió casi de inmediato. La noticia de la remisión de Dahlia fue como una ráfaga de aire fresco que barrió con la tristeza que había pesado sobre ellos durante tanto tiempo. Hellen sentía que podía respirar de nuevo, sin la constante preocupación por la salud de su madre nublando cada momento de felicidad.Cuando los médicos le dieron la noticia de que su madre había vencido al cáncer, Hellen sintió una oleada de alivio y gratitud tan intensa que casi no
Dahlia se acercó a Hadriel con los gemelos, ofreciéndole uno de ellos para que lo sostuviera. Cuando Hadriel tomó a su hijo en brazos, sintió una oleada de ternura mezclada con un profundo sentido de responsabilidad. Estos niños, que ahora se acurrucaban contra su pecho, eran el futuro, la continuación de un legado que su padre le había dejado. Mientras acariciaba suavemente la cabecita de su hijo, Hadriel se prometió a sí mismo que haría todo lo posible por ser un buen padre, por guiarlos y protegerlos de una manera cercana y comprensiva.La presencia de Hellan y Howard, aunque discreta, también le brindaba un apoyo que Hadriel no sabía que necesitaba. En ellos veía a los hermanos que nunca tuvo, y aunque no lo admitiera abiertamente, su compañía le daba un cierto consuelo. Sabía que podía contar con ellos, y eso le proporcionaba una sensación de seguridad en medio de su dolor.Al final de la visita, mientras el grupo se preparaba para irse, Hadriel se quedó unos momentos más junto a
La rutina diaria se convirtió en una fuente de alegría para Hellen. Los sonidos de sus hijos, las conversaciones con sus hermanos y las tardes tranquilas en compañía de su madre y Hadriel le daban un sentido de pertenencia y felicidad que no había experimentado en mucho tiempo. Aunque el dolor de la reciente pérdida de su suegro aún estaba presente, la vida seguía adelante, y Hellen se sentía agradecida por tener una familia tan amorosa y unida a su lado.Cada noche, al acostarse, Hellen reflexionaba sobre lo lejos que había llegado y lo afortunada que era. La vida, que le había dado tantas pruebas, ahora le estaba devolviendo en forma de amor y compañía todo lo que había sacrificado. Mientras sus hijos dormían pacíficamente, rodeados por las personas que más los amaban, Hellen se permitía soñar con un futuro lleno de felicidad, en el que pudiera compartir con Hadriel algo más profundo y verdadero. Aunque no sabía lo que el destino le depararía, estaba segura de una cosa: estaba exact
En una ocasión, el incidente ocurrió tan rápido que Hadriel apenas tuvo tiempo de reaccionar. Mientras Hellen intentaba completar un ejercicio de equilibrio, su pie resbaló, y antes de que pudiera evitarlo, Hadriel se lanzó hacia adelante para atraparla. Pero en su intento por evitar la caída, ambos perdieron el equilibrio, y él terminó cayendo encima de ella.El impacto fue suave, pero la situación los dejó en una posición inesperadamente íntima. Hadriel se encontró cara a cara con Hellen, sus cuerpos apenas separados por el delgado tejido de sus ropas deportivas. Podía sentir el calor que emanaba de ella, mezclado con el sudor que hacía que su piel brillara bajo la tenue luz del gimnasio. El latido de su corazón se aceleró al instante, resonando en sus oídos como un tambor que marcaba un ritmo frenético e imparable.El rostro de Hellen, a escasos centímetros del suyo, se veía más hermoso que nunca. Su cabello castaño, cortado con ese distintivo estilo de hongo que tanto le gustaba a
Mientras Hadriel se inclinaba sobre Hellen, su rostro comenzó a acercarse al de ella sin que lo notara. Era como si una fuerza invisible lo empujara, atraído por el imán que ella representaba. Sus ojos no se apartaban de los suyos, y cada centímetro que los separaba parecía desvanecerse en un suspiro. Podía sentir su respiración, cálida y suave, mezclándose con la suya. Todo su ser clamaba por ella, por sentirla aún más cerca, por dejarse llevar por ese impulso tan poderoso como incontrolable.Su corazón latía con una intensidad tan feroz que sentía que iba a romperse en mil pedazos. Cada pensamiento racional era arrasado por la marea de emociones que lo inundaba. "Solo un poco más...", se dijo, su mente nublada por el deseo, por la necesidad de estar aún más cerca de Hellen. Sus labios, temblorosos, casi rozaron los de ella cuando, de repente, un destello de conciencia lo atravesó como un rayo.De manera abrupta, Hadriel se detuvo, como si hubiera sido jalado de vuelta a la realidad.
Las cosas entre Hellen y Hadriel se volvieron tensas, aunque no de la manera que ella hubiera esperado. Cada vez que estaban juntos, una corriente de energía parecía recorrer el espacio entre ellos, haciéndolo vibrar con una intensidad que ninguno de los dos podía ignorar. Hellen notaba cómo ambos evitaban encontrarse a solas, cómo sus conversaciones se volvían más formales, y cómo ninguno de los dos se atrevía a sostener la mirada del otro por mucho tiempo. Era como si ambos hubieran llegado a un acuerdo tácito de no cruzar una línea que ambos sabían existía, pero que ninguno deseaba nombrar.En su mente, Hellen repasaba una y otra vez lo que había sucedido, lo que casi había sucedido, y lo que probablemente nunca sucedería. Aunque intentaba convencerse de que esta distancia era lo mejor, no podía evitar sentirse atrapada entre dos deseos opuestos: el anhelo de estar cerca de Hadriel, de sentir la calidez de su presencia, y el miedo a lo que podría significar si ese anhelo se convert
En otro momento, Hadriel abrió la puerta del cuarto con prisa, buscando su tableta tecnológica para revisar algunos informes urgentes. Sin embargo, al entrar, lo que encontró lo dejó inmóvil, como si el tiempo se hubiese detenido de repente. Allí estaba Hellen, de pie, recién salida de la ducha, con solo su ropa interior cubriendo su cuerpo. Su piel aún húmeda brillaba bajo la suave luz del cuarto, y su cabello castaño, algo húmedo, caía en suaves ondas sobre sus hombros.Por un instante, Hadriel quedó completamente embelesado. La imagen de Hellen, tan natural y desprovista de cualquier pretensión, se grabó en su retina con una intensidad que nunca había experimentado. Su corazón comenzó a latir más rápido, como si intentara compensar el repentino silencio que había caído sobre él.En su mente, intentaba reunir la compostura, recordar que su relación con Hellen era meramente contractual, pero esa lógica parecía desvanecerse ante la visión que tenía frente a él. Cada curva de su cuerpo
Hadriel sabía que debía mantener el control, que no podía dejarse llevar por esas emociones. Pero, a medida que se alejaba, cada paso lo llevaba más lejos de la tranquilidad que había conocido antes de conocer a Hellen. Era como si ella, con su sola existencia, hubiera desatado algo dentro de él, algo que no sabía cómo manejar. Y lo que más lo perturbaba era la certeza de que, por más que intentara resistir, cada día se sentía más atraído hacia ella, incapaz de evitarlo, incapaz de luchar contra ello.En el fondo, Hadriel sabía que su vida nunca volvería a ser la misma. Hellen había dejado una huella en él, una que no desaparecería con el tiempo, sino que probablemente se haría más profunda. Y aunque la razón le decía que debía mantenerse distante, su corazón y su cuerpo comenzaban a traicionarlo, acercándolo cada vez más a la mujer que, irónicamente, lo hacía sentir más vulnerable que nunca.Al dormir, los dos lo hacían en la misma cama con los bebés en sus cunas en el cuarto contigu