Una suave melodía se escuchaba de fondo en aquel elegante recinto. Una torre de finas copas de cristal, capturaba la atención de los elegantes invitados que asistían a tan sofisticada reunión cargada de elegancia y distinción. Las tonalidades beige y dorado le daban al sitio un toque distintivo que evocaba a la calma y la prudencia. Los aperitivos eran adecuados, y todos hablaban del más reciente éxito de Eufemia García, mejor conocida como “Luna olvidada”, quien destacaba por su enorme potencial creativo y era una verdadera celebridad admirada y respetada.
Eufemia García era una mujer hermosa, recatada e inteligente. Una pareja ideal para un respetable caballero que estuviese dispuesto a compartir el mundo con ella. Sin embargo, la escritora permanecía soltera, y, según se decía, ella se negaba a salir con alguien, incluso se rumoraba que ella gustaba de las mujeres, aunque, al final de todo, todo ello eran solo rumores.
Eso era lo que Ares Fenrir había estado escuchando durante la noche. La casualidad lo había guiado directamente a una Eufemia, pero, escuchando todo aquello, no tenia esperanza alguna de que la mujer fuera su Eufemia, aunque, ciertamente, le había resultado llamativo todo lo que se decía de la escritora, y realmente quería conocerla.
—Ya llego, dios mío, luce tan hermosa —
Ares se había girado para mirar a la escritora que recién llegaba y era a quien estaban celebrando en aquel aburrido cotilleo.
Llevaba un vestido rojo que resaltaba como un pecado en medio de tanta pulcritud, pegado a su cuerpo de diosa, perfecto en sus curvas que poco dejaban a la imaginación e invitaban a la tentación. Cabellos dorados cual rayos de sol, que caían como una cascada de caireles sobre sus hombros descubiertos y perfectos. Labios rojos, carnosos y tentadores, pequeños y delicados, que invitaban a besarlos con pasión desenfrenada sin pudor alguno, sin embargo, sus ojos no eran fácilmente visibles, al igual que los delicados rasgos que se alcanzaban a apreciar, pero que permanecían ocultos en aquella media mascara que mantenía la identidad de la hermosa dama completamente a salvo.
Una ovación se dejaba escuchar, y repentinamente, la hermosa dama se veía rodeada de las mismas personas que habían estado rumoreando de ella con aquella falsedad típica de los humanos. Ares no podía despegarle la vista de encima, era realmente tan bella como decían, aunque ella no era la Luna perdida que había estado buscando, pues no lograba sentir la conexión de la marca en aquella humana tan hermosa.
Eufemia se había cansado de recibir felicitaciones, y acercándose a la barra, pedía una copa de Champán para calmar aquella creciente ansiedad que crecía para sus adentros. No importaba lo muchos halagos que le dieran, las mil invitaciones que recibían, no lograba sentirse atraída por nadie en aquel sitio. Odiaba aquella marca que ocultaba tras ese vestido, odiaba a Ares Fenrir…odiaba a los lobos.
Una copa se había convertido en dos, en tres, en cuatro, y así hasta perder la cuenta. Ares y Eufemia estaban ebrios, frustrados por aquel pasado que los unía. Ella deseaba ser libre para volver a enamorarse, y el, deseaba encontrarla para volver a amarla como el primer día. La soledad se había apoderado de sus amargos corazones eternamente lastimados aquel trágico día que marcó sus destinos.
Sin darse cuenta, se hallaban sentados uno al lado del otro, pensando en aquello perdido años atrás que a ambos seguía lastimando. Ares admiró a la hermosa escritora que resaltaba entre todos con aquel seductor vestido rojo que dejaba ver su perfecta figura. Eufemia se perdió en aquellos ojos zafiro que le recordaban al hombre que la había traicionado y olvidado.
—Hola —
Aquella palabra salida de ambos al unisonó, los había hecho reír lo suficiente para aliviar la tensión inicial de una charla. Las risas se habían hecho presentes, y las pláticas triviales junto a una mala presentación, habían logrado que ambos se olvidaran del resto del mundo. De a poco, los invitados a aquella celebración se habían ido, dejando solo a la curiosa pareja sentada en el bar que, bebida tras bebida, iban aumentando el calor de su charla.
Ella quería perder su virginidad, no le importaba si era con un completo desconocido, tan solo quería demostrarse a sí misma que aquella marca en su espalda no decidía su destino. El sentía aquel delicado aroma a rosas silvestres emanando de aquella hermosa mujer, un perfume nostálgico que le traía memorias de aquella mestiza a la que amaría toda su vida.
Sin esperarlo, sin realmente planearlo, prontamente ambos subían por aquel elevador, hasta el privado penthouse mientras se iban despojando de sus ropas, al calor de las copas, y los apasionados besos que parecían devorar al otro con un hambre atroz que habían reprimido durante toda su vida.
Ninguno pensaba, tan solo, sentían. Ambos llevando en su mente el recuerdo de aquel amor que no pudo ser. Sin quitarse las máscaras para no perder aquella ilusión, aquel sentimiento de entregarse por vez primera a su ser amado, ambos se besaban mientras inconscientemente decían el nombre del otro.
El exploraba todo su hermoso cuerpo, ella sentía aquella excitación por primera vez, y ambos se deseaban con locura, desatando todas aquellas pasiones dormidas que guardaban muy adentro.
—¿Estás lista? — preguntaba el al sentir aquella barrera. Una virgen, una hermosa humana virgen que tomaba su propia virginidad para ella. Quitándose aquel anillo que llevaba en su dedo, se lo colocaba a ella sin saber muy bien por qué.
—Si — respondía ella sin dejar de mirar a aquellos ojos que la ebriedad le hacía ver idénticos a los del lobo que la traiciono…y que ella nunca olvido.
De un solo movimiento, Ares se llevaba aquella pureza de Eufemia, y ella, quejándose de aquel punzante dolor, sentía como él le acariciaba el cabello con ternura, comenzando aquella danza del amor que ambos experimentaban por primera vez. Besándose, ambos se entregaban realmente enamorados, imaginando al otro sin saber quiénes eran ellos en realidad.
Aquella noche apasionada, Ares y Eufemia habían hecho el amor, sin saber las consecuencias que ello traería a sus vidas permanentemente marcadas por un mismo destino.
Cuando los rayos del sol entraban por aquellos enormes ventanales, Eufemia sentía todo su cuerpo punzando dolorosamente. Su cabeza dolía, y mirando hacia el costado, pudo ver que las máscaras yacían tiradas sobre el suelo.
Había tenido sexo con un desconocido.
Tomando su vestido, sus zapatos y demás, se sintió arrepentida del acto de estupidez que había cometido, pero deseando conocer el rostro del hombre al que le había entregado su virginidad, se acercó a ver al bello durmiente que yacía sobre la enorme cama de aquel lujoso penthouse.
Su bolso había caído al suelo, sus labios se habían retorcido en una mueca de sorpresa y sus ojos se habían abierto tanto que parecía que saltarían de sus cuencas.
Allí, durmiendo con la inocencia de un bebé, yacía Ares Fenrir, aquel al que ella amaba…y tambien odiaba.
Era el.Su respiración estaba agitada, y el viento le volaba el cabello dificultando su vista mientras se heria los pies descalzos con las piedrecillas del pavimento.¿Cómo había sido tan estúpida?Las lágrimas se le escapaban de los ojos grises, mientras apresuradamente se sacaba las llaves del auto buscando desesperadamente en su bolso, rogando que estuvieran allí y no se hubiesen tirado en algún sitio.Era Ares Fenrir.Aquel hombre con el que había dormido descuidadamente después de tomar la peor decisión de su vida, había resultado ser aquel que la había traicionado y olvidado, forzándola a vivir una vida distinta a todo lo que ella alguna vez había imaginado.¿Qué había hecho?Como una mala broma del destino, se había entregado a Ares sin saberlo y sin lograr reconocerlo en medio del mareo del alcohol, su marca punzaba, dolía como si fuera aquel horrible día en que fue marcada en contra de su voluntad, y condenada a vivir en el exilio alejada de su padre y de todos los que una ve
La vida es una canción de la que te enamoras.Doblando con cuidado cada prenda, la acomodaba en la maleta con un sentimiento de tristeza que lograba sobrecogerla. Acariciando cada pared en su habitación, Eufemia se despedía del sitio al que había llamado su hogar durante demasiado tiempo, sintiendo un terrible vacío dentro de ella misma, y, al mismo tiempo, creyendo que dejar todo atrás y emigrar a otras tierras, era la única manera posible de mantenerse a salvo.—Ya tengo los boletos de avión, viajaremos en primera clase, luego de llegar enviare a alguien a recoger discretamente todas tus cosas, por ahora, debemos irnos —Noah estaba tan preocupado como ella, y es que una locura de una noche y su deseo por no sucumbir ante la soledad de la marca, la había llevado a cometer el peor error de su vida.—Estoy lista, solo llevo lo necesario — respondía la hermosa mestiza cerrando aquella maleta que la acompañaría en aquella nueva travesía que debía recorrer y solo por haber sido tan estúp
La brisa nocturna se colaba entre su pelaje, mientras corría en aquellos floridos campos bañados por la luz de la luna llena que resplandecía como la plata en lo alto.Un heredero.El lobo gris aullaba con dolor hacia la luna, mientras sentía el aroma de aquel cachorro perdido, aquel que llevaba su sangre y que en sus hombros llevaría el peso de aquella manada, el mismo que el llevaba ahora mismo, y que debía de dejar en buenas manos.Una mujer.Aquel vientre femenino que guardaba celosamente aquello que el añoraba, y le miraba con desprecio. Un rostro ensombrecido de facciones difusas que no alcanzaba a apreciar, pero que aquel aroma lo hacía desearla como nunca antes había deseado nada en su vida.La marca.Aquella marca que había dejado en la única mujer que él había amado y deseado, podía divisarla completa en la espalda de la hembra que e su vientre cargaba a su cachorro, y la desesperación del lobo, corría en sus venas enloqueciéndole.Sudoroso, con el corazón palpitando tan fue
El día daba comienzo, y aquella mestiza admiraba el hermoso río que atravesaba el pueblo que la había recibido. ¿Qué era lo que ella haría a partir de ese momento? Aun cuando estaba segura en aquel lugar, y su hijo o hija tambien lo estarían, no deseaba vivir en cautiverio, temerosa de lo que Ares seria capaz de hacer…o de morir en las manos de su cruel padre por llevar en su vientre a un cachorro que, al igual que ella, seria impuro.Los lobos que se consideraban pura sangre, se volvían realmente crueles con los que eran como ella, nada más que mestizos con poca o nula habilidad por llevar en sus venas la sangre de un ser humano. Toda su temprana juventud desde su nacimiento, había sido criada como un lobo, completamente apartada del mundo humano, a quien la manada Fenrir consideraba inferiores, sin embargo, luego de ser exiliada, había aprendido que los humanos y los lobos, no eran tan diferentes entre sí.Las hojas caían de los árboles sobre el rio, que las arrastraba a su voluntad
Buscando entre la nieve, un dulce pajarillo que se aferraba a la primavera, volaba casi en el suelo deseando encontrar el ultimo brote de la rosa. Ares observaba aquel ridículo documental en la televisión, sintiendo aquella terrible ansiedad consumiendo su alma. No tenia noticias de aquella mujer que llevaba a su cachorro dentro de su vientre, y la desesperación que le ocasionaba el no encontrarla, lo hacía sentir una frustración tal como nunca antes había sentido.Esa mujer se había llevado dos cosas demasiado valiosas con ella, una era su cachorro, y el otro era aquel anillo…ambos, debían de pertenecerle solo a su Eufemia. ¿Qué tan estúpido había sido? El mayor de ellos, un completo imbécil que, en primer lugar, había sido un cobarde que no se había atrevido a enfrentar a su padre por defender a aquella a la que juró amar eternamente. Se había vuelto amargado, receloso de la vida después de perderla.Aun recordaba su aroma, aquel delicado aroma a flores silvestres y agua de rio tan
Sangre. Aquel olor tan terrible penetraba cruelmente en sus fosas nasales, haciéndole retroceder dos pasos atrás ante aquel espectáculo del horror que sus ojos incrédulos miraban casi saliendo de sus cuencas.Su padre, su querido Noah, la aldea entera, todos ellos estaban tirados sobre el suelo, con la sangre brotando de sus cuerpos inertes que sin vida yacían ante ella. —¡No! ¡No! ¡No! —Gritaba desconsoladamente al entender que era lo que estaba ocurriendo. Entonces, un terrible dolor la hacía caer, mientras sentía sus entrañas ardiendo y su sangre brotaba a borbotones desde su crecido vientre de embarazo. Alzando sus ojos antes de cerrarlos para siempre, miraba a Ares Fenrir mirándola con odio…mirándola con desprecio.—¿Por qué me has hecho esto? — y sin recibir respuesta alguna del único hombre al que ella había amado, cerraba sus ojos tan solo para volverlos a abrir unos segundos después.Un aliento ahogado salía de ella, y sintiendo el refrescante viento que se colaba por su ve
Los campos de rosas blancas, se habían teñido de rojo. El cielo, había perdido su color celeste, tiñéndose de carmesí en aquella tarde en que la esperanza se había perdido. El llanto de un niño se escuchaba a lo lejos, y los cuervos comenzaban a volar en círculos, esperando descender para unirse en el banquete infernal de los caídos. Abriendo los ojos, Ares Fenrir despertaba sintiendo aquellas emociones a flor de piel, que aquellos dolorosos recuerdos de hacia varias décadas llegaban hasta él. Mirando hacia afuera mientras el vehículo avanzaba, notaba que los caminos habían cambiado con el paso de los años, y que la modernidad humana había hecho lo propio desplazando a la belleza de la naturaleza en aquella incontrolable ambición que la humanidad siempre había tenido. Los humanos eran tan fascinantes como temibles, y aún cuando su padre los despreciaba tanto por aquello tan valioso que le había sido arrebatado considerándolos salvajes e inferiores, él nunca había sido tan estúpido pa
Terror.Eufemia retrocedía dos pasos como había hecho en aquella pesadilla que repentinamente sentía se volvería una realidad. Ares, miraba a aquella humana. Estaba asustada de él, y aquella mirada de horror, juraba que la había visto antes…—¿Quién eres? — cuestionó Elijah sintiendo aquella poderosa presencia. Aquel, era un ser sobrenatural.Ares no despegaba su vista de aquella humana que parecía tenerle un genuino miedo, ignorado al cazador Bennet, toda su atención se había centrad solo en ella. El viento soplaba delicadamente meciendo su hermoso cabello dorado en él, acentuando así aún más aquel delicado aroma a rosas salvajes que lo enloquecía, sin embargo, que la definía como una humana…y nada más. El aroma de aquellas rosas, tambien estaba cargado con el inconfundible aroma de sus sangres entremezcladas en aquel ser que, definitivamente, estaba creciendo dentro de su vientre.Su ira se incrementaba con paso que el daba y que ella retrocedía huyendo de él, ella en verdad no dese