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Capítulo 3: Un error del destino

Una suave melodía se escuchaba de fondo en aquel elegante recinto. Una torre de finas copas de cristal, capturaba la atención de los elegantes invitados que asistían a tan sofisticada reunión cargada de elegancia y distinción. Las tonalidades beige y dorado le daban al sitio un toque distintivo que evocaba a la calma y la prudencia. Los aperitivos eran adecuados, y todos hablaban del más reciente éxito de Eufemia García, mejor conocida como “Luna olvidada”, quien destacaba por su enorme potencial creativo y era una verdadera celebridad admirada y respetada.

Eufemia García era una mujer hermosa, recatada e inteligente. Una pareja ideal para un respetable caballero que estuviese dispuesto a compartir el mundo con ella. Sin embargo, la escritora permanecía soltera, y, según se decía, ella se negaba a salir con alguien, incluso se rumoraba que ella gustaba de las mujeres, aunque, al final de todo, todo ello eran solo rumores.

Eso era lo que Ares Fenrir había estado escuchando durante la noche. La casualidad lo había guiado directamente a una Eufemia, pero, escuchando todo aquello, no tenia esperanza alguna de que la mujer fuera su Eufemia, aunque, ciertamente, le había resultado llamativo todo lo que se decía de la escritora, y realmente quería conocerla.

—Ya llego, dios mío, luce tan hermosa —

Ares se había girado para mirar a la escritora que recién llegaba y era a quien estaban celebrando en aquel aburrido cotilleo.

Llevaba un vestido rojo que resaltaba como un pecado en medio de tanta pulcritud, pegado a su cuerpo de diosa, perfecto en sus curvas que poco dejaban a la imaginación e invitaban a la tentación. Cabellos dorados cual rayos de sol, que caían como una cascada de caireles sobre sus hombros descubiertos y perfectos. Labios rojos, carnosos y tentadores, pequeños y delicados, que invitaban a besarlos con pasión desenfrenada sin pudor alguno, sin embargo, sus ojos no eran fácilmente visibles, al igual que los delicados rasgos que se alcanzaban a apreciar, pero que permanecían ocultos en aquella media mascara que mantenía la identidad de la hermosa dama completamente a salvo.

Una ovación se dejaba escuchar, y repentinamente, la hermosa dama se veía rodeada de las mismas personas que habían estado rumoreando de ella con aquella falsedad típica de los humanos. Ares no podía despegarle la vista de encima, era realmente tan bella como decían, aunque ella no era la Luna perdida que había estado buscando, pues no lograba sentir la conexión de la marca en aquella humana tan hermosa.

Eufemia se había cansado de recibir felicitaciones, y acercándose a la barra, pedía una copa de Champán para calmar aquella creciente ansiedad que crecía para sus adentros. No importaba lo muchos halagos que le dieran, las mil invitaciones que recibían, no lograba sentirse atraída por nadie en aquel sitio. Odiaba aquella marca que ocultaba tras ese vestido, odiaba a Ares Fenrir…odiaba a los lobos.

Una copa se había convertido en dos, en tres, en cuatro, y así hasta perder la cuenta. Ares y Eufemia estaban ebrios, frustrados por aquel pasado que los unía. Ella deseaba ser libre para volver a enamorarse, y el, deseaba encontrarla para volver a amarla como el primer día. La soledad se había apoderado de sus amargos corazones eternamente lastimados aquel trágico día que marcó sus destinos.

Sin darse cuenta, se hallaban sentados uno al lado del otro, pensando en aquello perdido años atrás que a ambos seguía lastimando. Ares admiró a la hermosa escritora que resaltaba entre todos con aquel seductor vestido rojo que dejaba ver su perfecta figura. Eufemia se perdió en aquellos ojos zafiro que le recordaban al hombre que la había traicionado y olvidado.

—Hola —

Aquella palabra salida de ambos al unisonó, los había hecho reír lo suficiente para aliviar la tensión inicial de una charla. Las risas se habían hecho presentes, y las pláticas triviales junto a una mala presentación, habían logrado que ambos se olvidaran del resto del mundo. De a poco, los invitados a aquella celebración se habían ido, dejando solo a la curiosa pareja sentada en el bar que, bebida tras bebida, iban aumentando el calor de su charla.

Ella quería perder su virginidad, no le importaba si era con un completo desconocido, tan solo quería demostrarse a sí misma que aquella marca en su espalda no decidía su destino. El sentía aquel delicado aroma a rosas silvestres emanando de aquella hermosa mujer, un perfume nostálgico que le traía memorias de aquella mestiza a la que amaría toda su vida.

Sin esperarlo, sin realmente planearlo, prontamente ambos subían por aquel elevador, hasta el privado penthouse mientras se iban despojando de sus ropas, al calor de las copas, y los apasionados besos que parecían devorar al otro con un hambre atroz que habían reprimido durante toda su vida.

Ninguno pensaba, tan solo, sentían. Ambos llevando en su mente el recuerdo de aquel amor que no pudo ser. Sin quitarse las máscaras para no perder aquella ilusión, aquel sentimiento de entregarse por vez primera a su ser amado, ambos se besaban mientras inconscientemente decían el nombre del otro.

El exploraba todo su hermoso cuerpo, ella sentía aquella excitación por primera vez, y ambos se deseaban con locura, desatando todas aquellas pasiones dormidas que guardaban muy adentro.

—¿Estás lista? — preguntaba el al sentir aquella barrera. Una virgen, una hermosa humana virgen que tomaba su propia virginidad para ella. Quitándose aquel anillo que llevaba en su dedo, se lo colocaba a ella sin saber muy bien por qué. 

—Si — respondía ella sin dejar de mirar a aquellos ojos que la ebriedad le hacía ver idénticos a los del lobo que la traiciono…y que ella nunca olvido.

De un solo movimiento, Ares se llevaba aquella pureza de Eufemia, y ella, quejándose de aquel punzante dolor, sentía como él le acariciaba el cabello con ternura, comenzando aquella danza del amor que ambos experimentaban por primera vez. Besándose, ambos se entregaban realmente enamorados, imaginando al otro sin saber quiénes eran ellos en realidad.

Aquella noche apasionada, Ares y Eufemia habían hecho el amor, sin saber las consecuencias que ello traería a sus vidas permanentemente marcadas por un mismo destino.

Cuando los rayos del sol entraban por aquellos enormes ventanales, Eufemia sentía todo su cuerpo punzando dolorosamente. Su cabeza dolía, y mirando hacia el costado, pudo ver que las máscaras yacían tiradas sobre el suelo.

Había tenido sexo con un desconocido.

Tomando su vestido, sus zapatos y demás, se sintió arrepentida del acto de estupidez que había cometido, pero deseando conocer el rostro del hombre al que le había entregado su virginidad, se acercó a ver al bello durmiente que yacía sobre la enorme cama de aquel lujoso penthouse.

Su bolso había caído al suelo, sus labios se habían retorcido en una mueca de sorpresa y sus ojos se habían abierto tanto que parecía que saltarían de sus cuencas.

Allí, durmiendo con la inocencia de un bebé, yacía Ares Fenrir, aquel al que ella amaba…y tambien odiaba.

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