Capítulo 6: El sueño

La brisa nocturna se colaba entre su pelaje, mientras corría en aquellos floridos campos bañados por la luz de la luna llena que resplandecía como la plata en lo alto.

Un heredero.

El lobo gris aullaba con dolor hacia la luna, mientras sentía el aroma de aquel cachorro perdido, aquel que llevaba su sangre y que en sus hombros llevaría el peso de aquella manada, el mismo que el llevaba ahora mismo, y que debía de dejar en buenas manos.

Una mujer.

Aquel vientre femenino que guardaba celosamente aquello que el añoraba, y le miraba con desprecio. Un rostro ensombrecido de facciones difusas que no alcanzaba a apreciar, pero que aquel aroma lo hacía desearla como nunca antes había deseado nada en su vida.

La marca.

Aquella marca que había dejado en la única mujer que él había amado y deseado, podía divisarla completa en la espalda de la hembra que e su vientre cargaba a su cachorro, y la desesperación del lobo, corría en sus venas enloqueciéndole.

Sudoroso, con el corazón palpitando tan fuerte que parecía estallarle dentro el pecho, Ares Fenrir se sentía nuevamente angustiado. Sus sueños lo mantenían perturbado, impidiéndole dormir plácidamente. No había explicación alguna para ello.

Levantándose de la cama, el lobo gris caminaba hacia su pequeño bar privado para servirse algo de vino, sin embargo, al recordar lo que el alcohol lo había hecho cometer aquella última vez que decidió embriagarse para olvidar sus penas, había terminado en la cama con una mujer a la que jamás habría tocado de estar sobrio. Arrojando aquella copa contra el suelo, tan solo vio como el vino quedaba desparramado junto a los muchos trozos de cristal sobre su alfombra.

Había sido un completo estúpido.

Aquellos sueños, además, lo mantenían perturbado. Aquella mujer humana no podía haberse quedado embarazada, de ninguna manera… ¿O sí?

En Londres la noche ya había caído. El cambio de horario la hacía sentirse cansada, y esperaba llegar rápido con aquel conocido de Noah para poder tumbarse sobre alguna cómoda cama a dormir todo lo que le restaba del embarazo.

Elijah Bennet.

Ese era el nombre de su benefactor y quien amablemente los recibiría en Inglaterra en el viejo pueblo de Canterbury, un poblado de ex cazadores que por diversas razones se habían retirado de su “consagrada labor” que consistía en liberar al mundo del “mal” que representaban los lobos y los vampiros. Aun cuando estar entre humanos que habían contribuido al exterminio de una de las mitades de su raza no la hacia sentirse cómoda, si que era el lugar más seguro para estar lejos de las garras de los Fenrir y mantener a su bebé por nacer completamente a salvo.

—Elijah es un joven muy amable, te lo aseguro. Tiene apenas 46 años, es soltero y de buena familia, su clan es uno de los mas antiguos que existen, y créeme, cuando lo veas, veras que se ve como alguien de tu misma edad, pues su familia desciende de una de las doce tribus originales, quienes poseen una longevidad extraordinaria, su compañía te resultara muy grata, ya lo veras — aseguro Noah.

Eufemia rio un poco.

—¿No estas pensando en hacer de casamentera verdad? Te aseguro que yo no tengo ojos para nadie, y menos aún en estas circunstancias que estoy atravesando —

Noah se carcajeo. — Bueno, el intento se hizo, pero ten por seguro, que te mantendremos a salvo a ti y tu hijo, es lo menos que le debemos a tu padre después de todo — dijo con melancolía.

Eufemia entristeció. Desde el destierro que había sufrido, no había vuelto a ver a su padre, y lo extrañaba cada día desde entonces. Ahora, estaba embarazada y él no lo sabía…ni quiera creía que lo llegase a saber pronto.

—Vamos creo que tu longevo amigo nos esta esperando — dijo Eufemia saliendo de sus pensamientos, y no deseando hablar más de ese tema.

Caminando fuera del aeropuerto, un hombre ya los estaba esperando junto a un elegante coche. Su rostro era estoico, su barba de candado estaba perfectamente recortada y sus ojos verdes parecían dos gemas preciosas que resaltaba en aquella piel demasiado blanca. Su cabello era rojo como las brasas de un fuego ardiente, un hombre bastante atractivo en realidad, pero que no parecía ser demasiado amable.

—Ah Elijah, es un gusto volver a verte al fin — saludaba Noah, sin embargo, la mirada de aquel hombre se había quedado clavada en la hermosura de Eufemia.

—Entonces, ¿Esta chica es la hija de Lenore y Félix? De eso no me queda ninguna duda, ella es idéntica a Lenore, tan hermosa como ella —

Eufemia se quedó paralizada con aquel comentario. ¿Aquel hombre conocía a su madre?

—Usted, ¿Conoce a mi madre? — cuestionó y el hombre asintió.

—Así es, la conocí, ella y yo alguna vez fuimos cercanos, sin embargo, ella se marchó después de darte a luz y dejarte con tu padre, ya nunca volví a verla — aseguro.

Eufemia sonrió tristemente, sin duda, aquella historia concordaba con la que ella ya conocía. Su madre la había abandonado con su padre, y luego se había marchado para nunca más volver, su padre ni siquiera sabía a donde se había ido ella.

—Ya veo, es un placer conocerlo señor Bennet, soy Eufemia —

—El placer es todo mío, señorita, he leído algunos de sus libros y me parecen muy buenos, será un honor tenerla como invitada en mi humilde casa —

Eufemia sonrió, al menos, se sentía bien recibida.

Luego de un viaje de varias horas en aquel lujoso automóvil, finalmente llegaban al pintoresco pueblo de cazadores. Todos parecían mirarla meticulosamente, y ella suponía que se debía a que podían sentir que la mitad de su sangre era la de un lobo. Finalmente, llegaban a la nada humilde propiedad del señor Bennet que no era otra cosa más que una enorme y demasiado hermosa mansión antigua que le recordaba a los retratos de la era victoriana. La propiedad tenía un jardín enorme que parecía tener muchas flores y arboles frutales, era sin duda como un sueño.

Elijah no podía dejar de mirar a la hermosa señorita. Eufemia era en verdad idéntica a su madre, tan bella como las flores en primavera. Quizás, el que ella llegase a su casa no era solo una casualidad, y el destino lo había bendecido.

—Señor, ¿Me ha mandado llamar? —

Ares miró a su beta seriamente después de despertar de otro sueño que le advertía algo que ya no podía seguir tomando a la ligera.

—Soromir, necesito que vayas a Salem, creo que aquella humana con la que he dormido, se ha quedado con algo más que mi anillo…creo que ella, esta preñada con mi cachorro, y si es así, la quiero conmigo hasta que mi heredero nazca, entonces, la acabare —

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