La brisa nocturna se colaba entre su pelaje, mientras corría en aquellos floridos campos bañados por la luz de la luna llena que resplandecía como la plata en lo alto.
Un heredero.
El lobo gris aullaba con dolor hacia la luna, mientras sentía el aroma de aquel cachorro perdido, aquel que llevaba su sangre y que en sus hombros llevaría el peso de aquella manada, el mismo que el llevaba ahora mismo, y que debía de dejar en buenas manos.
Una mujer.
Aquel vientre femenino que guardaba celosamente aquello que el añoraba, y le miraba con desprecio. Un rostro ensombrecido de facciones difusas que no alcanzaba a apreciar, pero que aquel aroma lo hacía desearla como nunca antes había deseado nada en su vida.
La marca.
Aquella marca que había dejado en la única mujer que él había amado y deseado, podía divisarla completa en la espalda de la hembra que e su vientre cargaba a su cachorro, y la desesperación del lobo, corría en sus venas enloqueciéndole.
Sudoroso, con el corazón palpitando tan fuerte que parecía estallarle dentro el pecho, Ares Fenrir se sentía nuevamente angustiado. Sus sueños lo mantenían perturbado, impidiéndole dormir plácidamente. No había explicación alguna para ello.
Levantándose de la cama, el lobo gris caminaba hacia su pequeño bar privado para servirse algo de vino, sin embargo, al recordar lo que el alcohol lo había hecho cometer aquella última vez que decidió embriagarse para olvidar sus penas, había terminado en la cama con una mujer a la que jamás habría tocado de estar sobrio. Arrojando aquella copa contra el suelo, tan solo vio como el vino quedaba desparramado junto a los muchos trozos de cristal sobre su alfombra.
Había sido un completo estúpido.
Aquellos sueños, además, lo mantenían perturbado. Aquella mujer humana no podía haberse quedado embarazada, de ninguna manera… ¿O sí?
En Londres la noche ya había caído. El cambio de horario la hacía sentirse cansada, y esperaba llegar rápido con aquel conocido de Noah para poder tumbarse sobre alguna cómoda cama a dormir todo lo que le restaba del embarazo.
Elijah Bennet.
Ese era el nombre de su benefactor y quien amablemente los recibiría en Inglaterra en el viejo pueblo de Canterbury, un poblado de ex cazadores que por diversas razones se habían retirado de su “consagrada labor” que consistía en liberar al mundo del “mal” que representaban los lobos y los vampiros. Aun cuando estar entre humanos que habían contribuido al exterminio de una de las mitades de su raza no la hacia sentirse cómoda, si que era el lugar más seguro para estar lejos de las garras de los Fenrir y mantener a su bebé por nacer completamente a salvo.
—Elijah es un joven muy amable, te lo aseguro. Tiene apenas 46 años, es soltero y de buena familia, su clan es uno de los mas antiguos que existen, y créeme, cuando lo veas, veras que se ve como alguien de tu misma edad, pues su familia desciende de una de las doce tribus originales, quienes poseen una longevidad extraordinaria, su compañía te resultara muy grata, ya lo veras — aseguro Noah.
Eufemia rio un poco.
—¿No estas pensando en hacer de casamentera verdad? Te aseguro que yo no tengo ojos para nadie, y menos aún en estas circunstancias que estoy atravesando —
Noah se carcajeo. — Bueno, el intento se hizo, pero ten por seguro, que te mantendremos a salvo a ti y tu hijo, es lo menos que le debemos a tu padre después de todo — dijo con melancolía.
Eufemia entristeció. Desde el destierro que había sufrido, no había vuelto a ver a su padre, y lo extrañaba cada día desde entonces. Ahora, estaba embarazada y él no lo sabía…ni quiera creía que lo llegase a saber pronto.
—Vamos creo que tu longevo amigo nos esta esperando — dijo Eufemia saliendo de sus pensamientos, y no deseando hablar más de ese tema.
Caminando fuera del aeropuerto, un hombre ya los estaba esperando junto a un elegante coche. Su rostro era estoico, su barba de candado estaba perfectamente recortada y sus ojos verdes parecían dos gemas preciosas que resaltaba en aquella piel demasiado blanca. Su cabello era rojo como las brasas de un fuego ardiente, un hombre bastante atractivo en realidad, pero que no parecía ser demasiado amable.
—Ah Elijah, es un gusto volver a verte al fin — saludaba Noah, sin embargo, la mirada de aquel hombre se había quedado clavada en la hermosura de Eufemia.
—Entonces, ¿Esta chica es la hija de Lenore y Félix? De eso no me queda ninguna duda, ella es idéntica a Lenore, tan hermosa como ella —
Eufemia se quedó paralizada con aquel comentario. ¿Aquel hombre conocía a su madre?
—Usted, ¿Conoce a mi madre? — cuestionó y el hombre asintió.
—Así es, la conocí, ella y yo alguna vez fuimos cercanos, sin embargo, ella se marchó después de darte a luz y dejarte con tu padre, ya nunca volví a verla — aseguro.
Eufemia sonrió tristemente, sin duda, aquella historia concordaba con la que ella ya conocía. Su madre la había abandonado con su padre, y luego se había marchado para nunca más volver, su padre ni siquiera sabía a donde se había ido ella.
—Ya veo, es un placer conocerlo señor Bennet, soy Eufemia —
—El placer es todo mío, señorita, he leído algunos de sus libros y me parecen muy buenos, será un honor tenerla como invitada en mi humilde casa —
Eufemia sonrió, al menos, se sentía bien recibida.
Luego de un viaje de varias horas en aquel lujoso automóvil, finalmente llegaban al pintoresco pueblo de cazadores. Todos parecían mirarla meticulosamente, y ella suponía que se debía a que podían sentir que la mitad de su sangre era la de un lobo. Finalmente, llegaban a la nada humilde propiedad del señor Bennet que no era otra cosa más que una enorme y demasiado hermosa mansión antigua que le recordaba a los retratos de la era victoriana. La propiedad tenía un jardín enorme que parecía tener muchas flores y arboles frutales, era sin duda como un sueño.
Elijah no podía dejar de mirar a la hermosa señorita. Eufemia era en verdad idéntica a su madre, tan bella como las flores en primavera. Quizás, el que ella llegase a su casa no era solo una casualidad, y el destino lo había bendecido.
—Señor, ¿Me ha mandado llamar? —
Ares miró a su beta seriamente después de despertar de otro sueño que le advertía algo que ya no podía seguir tomando a la ligera.
—Soromir, necesito que vayas a Salem, creo que aquella humana con la que he dormido, se ha quedado con algo más que mi anillo…creo que ella, esta preñada con mi cachorro, y si es así, la quiero conmigo hasta que mi heredero nazca, entonces, la acabare —
El día daba comienzo, y aquella mestiza admiraba el hermoso río que atravesaba el pueblo que la había recibido. ¿Qué era lo que ella haría a partir de ese momento? Aun cuando estaba segura en aquel lugar, y su hijo o hija tambien lo estarían, no deseaba vivir en cautiverio, temerosa de lo que Ares seria capaz de hacer…o de morir en las manos de su cruel padre por llevar en su vientre a un cachorro que, al igual que ella, seria impuro.Los lobos que se consideraban pura sangre, se volvían realmente crueles con los que eran como ella, nada más que mestizos con poca o nula habilidad por llevar en sus venas la sangre de un ser humano. Toda su temprana juventud desde su nacimiento, había sido criada como un lobo, completamente apartada del mundo humano, a quien la manada Fenrir consideraba inferiores, sin embargo, luego de ser exiliada, había aprendido que los humanos y los lobos, no eran tan diferentes entre sí.Las hojas caían de los árboles sobre el rio, que las arrastraba a su voluntad
Buscando entre la nieve, un dulce pajarillo que se aferraba a la primavera, volaba casi en el suelo deseando encontrar el ultimo brote de la rosa. Ares observaba aquel ridículo documental en la televisión, sintiendo aquella terrible ansiedad consumiendo su alma. No tenia noticias de aquella mujer que llevaba a su cachorro dentro de su vientre, y la desesperación que le ocasionaba el no encontrarla, lo hacía sentir una frustración tal como nunca antes había sentido.Esa mujer se había llevado dos cosas demasiado valiosas con ella, una era su cachorro, y el otro era aquel anillo…ambos, debían de pertenecerle solo a su Eufemia. ¿Qué tan estúpido había sido? El mayor de ellos, un completo imbécil que, en primer lugar, había sido un cobarde que no se había atrevido a enfrentar a su padre por defender a aquella a la que juró amar eternamente. Se había vuelto amargado, receloso de la vida después de perderla.Aun recordaba su aroma, aquel delicado aroma a flores silvestres y agua de rio tan
Sangre. Aquel olor tan terrible penetraba cruelmente en sus fosas nasales, haciéndole retroceder dos pasos atrás ante aquel espectáculo del horror que sus ojos incrédulos miraban casi saliendo de sus cuencas.Su padre, su querido Noah, la aldea entera, todos ellos estaban tirados sobre el suelo, con la sangre brotando de sus cuerpos inertes que sin vida yacían ante ella. —¡No! ¡No! ¡No! —Gritaba desconsoladamente al entender que era lo que estaba ocurriendo. Entonces, un terrible dolor la hacía caer, mientras sentía sus entrañas ardiendo y su sangre brotaba a borbotones desde su crecido vientre de embarazo. Alzando sus ojos antes de cerrarlos para siempre, miraba a Ares Fenrir mirándola con odio…mirándola con desprecio.—¿Por qué me has hecho esto? — y sin recibir respuesta alguna del único hombre al que ella había amado, cerraba sus ojos tan solo para volverlos a abrir unos segundos después.Un aliento ahogado salía de ella, y sintiendo el refrescante viento que se colaba por su ve
Los campos de rosas blancas, se habían teñido de rojo. El cielo, había perdido su color celeste, tiñéndose de carmesí en aquella tarde en que la esperanza se había perdido. El llanto de un niño se escuchaba a lo lejos, y los cuervos comenzaban a volar en círculos, esperando descender para unirse en el banquete infernal de los caídos. Abriendo los ojos, Ares Fenrir despertaba sintiendo aquellas emociones a flor de piel, que aquellos dolorosos recuerdos de hacia varias décadas llegaban hasta él. Mirando hacia afuera mientras el vehículo avanzaba, notaba que los caminos habían cambiado con el paso de los años, y que la modernidad humana había hecho lo propio desplazando a la belleza de la naturaleza en aquella incontrolable ambición que la humanidad siempre había tenido. Los humanos eran tan fascinantes como temibles, y aún cuando su padre los despreciaba tanto por aquello tan valioso que le había sido arrebatado considerándolos salvajes e inferiores, él nunca había sido tan estúpido pa
Terror.Eufemia retrocedía dos pasos como había hecho en aquella pesadilla que repentinamente sentía se volvería una realidad. Ares, miraba a aquella humana. Estaba asustada de él, y aquella mirada de horror, juraba que la había visto antes…—¿Quién eres? — cuestionó Elijah sintiendo aquella poderosa presencia. Aquel, era un ser sobrenatural.Ares no despegaba su vista de aquella humana que parecía tenerle un genuino miedo, ignorado al cazador Bennet, toda su atención se había centrad solo en ella. El viento soplaba delicadamente meciendo su hermoso cabello dorado en él, acentuando así aún más aquel delicado aroma a rosas salvajes que lo enloquecía, sin embargo, que la definía como una humana…y nada más. El aroma de aquellas rosas, tambien estaba cargado con el inconfundible aroma de sus sangres entremezcladas en aquel ser que, definitivamente, estaba creciendo dentro de su vientre.Su ira se incrementaba con paso que el daba y que ella retrocedía huyendo de él, ella en verdad no dese
La luz de la luna llena brillaba en lo alto, el viento soplaba fuerte, casi como si presagiara una tormenta. Los aullidos de los lobos se escuchaban en la lejanía de los bosques, dejándole saber que se hallaba lejos de la ciudad…de cualquier poblado humano.Mirando por la pequeña ventana de aquel lugar en el que la habían encerrado, Eufemia sonrió débilmente al mirar aquel viejo roble en la lejanía, el mismo en donde muchas veces pasó horas y horas trepando cuando era tan solo una niña. No tenia duda alguna, aquellas eran las tierras Fenrir. ¿Quién lo diría? Había vuelto a las bellas praderas y frondosas montañas de las que había sido cruelmente expulsada y exiliada como una criminal por e imperdonable pecado de haber quedado enamorada del hijo del Alfa.Tapándose los oídos ante el temor de escuchar aquellas humillaciones por la sangre “impura” que corría en sus venas, se sentía miserable. Su único consuelo en aquella oscuridad, era el saber que había evitado un derramamiento de sangr
El frío viento golpeaba los ventanales de aquella enorme habitación que en penumbras se encontraba, invitando a la peor imaginación a emerger desde una mente perturbada. El silencio se hacía presente en cada recoveco de aquellas desoladas tierras a las que nunca habría querido regresar. Las lágrimas emergían desde sus ojos grises, derramándose sin control mientras aquel nudo doloroso le estrujaba la garganta, y los poderosos brazos de aquel Alfa la aferraban a su enorme cuerpo pegándola contra si al mismo tiempo que sus grandes manos le calentaban el aun pequeño vientre. Eufemia aun no lograba dar crédito a lo que había ocurrido, y como repentinamente, en un segundo, su vida se había vuelto a destruir como una pila de naipes que se derrumbaba ante el cruel viento.Ares dormía placida y profundamente, sin remordimiento alguno de lo que acababa de hacerle. La había llevado a las tierras de los Fenrir, las mismas de las que su padre la había expulsado sin piedad alguna mientras el tan so
—Quiero que preparen uno de los baños principales para el uso exclusivo de la mujer que he traído, tambien, preparen un desayuno abundante y asegúrense de que lo tome ——Si señor —Aquella mañana era diferente en la vieja mansión Fenrir. La servidumbre cuchicheaba por lo bajo, mientras la expectativa se mantenía en medio de a gran incertidumbre que todos estaban sintiendo.Había una humana, y, se decía, estaba embarazada.Los murmullos no se habían hecho esperar, y rápidamente una serie de rumores se habían extendido en toda la región. ¿Aquel supuesto cachorro en el vientre de la humana era del Alfa Ares? La respuesta era en realidad sencilla de responder, pero difícil de creer. La sangre sucia de un mestizo nacido de una humana y un Alfa, era un tabú que durante siglos había sido prohibido en la manada Fenrir, y aun cuando el Alfa Ares había prohibido terminantemente cualquier tipo de desprecio a los humanos o los mestizos, una gran fracción de la manada no estaba de acuerdo, ya que