La luz de la luna llena brillaba en lo alto, el viento soplaba fuerte, casi como si presagiara una tormenta. Los aullidos de los lobos se escuchaban en la lejanía de los bosques, dejándole saber que se hallaba lejos de la ciudad…de cualquier poblado humano.Mirando por la pequeña ventana de aquel lugar en el que la habían encerrado, Eufemia sonrió débilmente al mirar aquel viejo roble en la lejanía, el mismo en donde muchas veces pasó horas y horas trepando cuando era tan solo una niña. No tenia duda alguna, aquellas eran las tierras Fenrir. ¿Quién lo diría? Había vuelto a las bellas praderas y frondosas montañas de las que había sido cruelmente expulsada y exiliada como una criminal por e imperdonable pecado de haber quedado enamorada del hijo del Alfa.Tapándose los oídos ante el temor de escuchar aquellas humillaciones por la sangre “impura” que corría en sus venas, se sentía miserable. Su único consuelo en aquella oscuridad, era el saber que había evitado un derramamiento de sangr
El frío viento golpeaba los ventanales de aquella enorme habitación que en penumbras se encontraba, invitando a la peor imaginación a emerger desde una mente perturbada. El silencio se hacía presente en cada recoveco de aquellas desoladas tierras a las que nunca habría querido regresar. Las lágrimas emergían desde sus ojos grises, derramándose sin control mientras aquel nudo doloroso le estrujaba la garganta, y los poderosos brazos de aquel Alfa la aferraban a su enorme cuerpo pegándola contra si al mismo tiempo que sus grandes manos le calentaban el aun pequeño vientre. Eufemia aun no lograba dar crédito a lo que había ocurrido, y como repentinamente, en un segundo, su vida se había vuelto a destruir como una pila de naipes que se derrumbaba ante el cruel viento.Ares dormía placida y profundamente, sin remordimiento alguno de lo que acababa de hacerle. La había llevado a las tierras de los Fenrir, las mismas de las que su padre la había expulsado sin piedad alguna mientras el tan so
—Quiero que preparen uno de los baños principales para el uso exclusivo de la mujer que he traído, tambien, preparen un desayuno abundante y asegúrense de que lo tome ——Si señor —Aquella mañana era diferente en la vieja mansión Fenrir. La servidumbre cuchicheaba por lo bajo, mientras la expectativa se mantenía en medio de a gran incertidumbre que todos estaban sintiendo.Había una humana, y, se decía, estaba embarazada.Los murmullos no se habían hecho esperar, y rápidamente una serie de rumores se habían extendido en toda la región. ¿Aquel supuesto cachorro en el vientre de la humana era del Alfa Ares? La respuesta era en realidad sencilla de responder, pero difícil de creer. La sangre sucia de un mestizo nacido de una humana y un Alfa, era un tabú que durante siglos había sido prohibido en la manada Fenrir, y aun cuando el Alfa Ares había prohibido terminantemente cualquier tipo de desprecio a los humanos o los mestizos, una gran fracción de la manada no estaba de acuerdo, ya que
Los ojos de Eufemia se habían abierto como platos por la impresión que había sentido al escuchar la voz de Ares Fenrir detrás de ella. La luz del sol entraba apenas por las ventanas de enorme baño a donde la habían llevado para ducharse, y su visibilidad no era la mejor entre los matices claros y oscuros que tenía el lugar. —¿Qué demonios haces aquí? — la rubia volvió a preguntar sin atreverse a girarse para ver al hombre que había sentido completamente desnudo tras de ella.—¿Qué eres sorda? Ya te lo he dicho, nos bañaremos juntos — respondió Ares como si fuera nada.Las mejillas de Eufemia ardieron, aunque no supo exactamente porque razón. ¿Era por rabia? ¿Vergüenza? ¿Desconcierto? No tenía ni idea, pero no quería a ese hombre con ella desnuda allí. —¿Qué no tienes otro baño? Esta casa es enorme, estoy segura de que hay más de un solo maldito baño aquí, ¿Por qué razón es que quieres bañarte conmigo? ¡Eres un pervertido! — gritó histérica la hermosa rubia, y se apresuró
El inquietante sonido de un mar de murmullos casi silenciosos, llenaban aquel enorme salón en donde se habían reunido los lobos más antiguos de la manada Fenrir. El ambiente se respiraba tenso, y la expectativa no se había hecho esperar después de haber sido convocados repentinamente. Adara, miraba a los ancianos hablando, con aquella expresión de enorme molestia plasmada en sus rostros. No se necesitaba ser un genio para adivinar lo que estaba ocurriendo allí; se habían reunido a espaldas del Alfa Ares para conspirar en contra suya, nadie estaba conforme con los últimos acontecimientos que habían tenido a lugar en aquellas tierras.El silencio, se había hecho presente de un momento a otro, y desde la elegante escalera principal, su padre, el Beta Garou Daez, descendía con una expresión solemne rodeado de sus hijos varones. Para nadie era una sorpresa que el Beta Garou, no quisiera al Alfa Fenrir como el líder de la manada. Después de todo, Ares ya había mostrado una particular fijaci
Las risas animadas y los murmullos alegres que exaltaban la sorpresa y admiración, se escuchaban en aquella plazoleta que se hallaba en el centro del pueblo. La alegría de los turistas era enfermiza, casi una burla para lo que aquel pueblo había sido antaño. Los niños corrían para juguetear en las fuentes, y poco a poco la noche comenzaba a caer sobre lugar que al poco tiempo se iba llenando de parejas que buscaban su pequeño rato de amor.Elijah Bennet miraba con rencor todo aquello. Canterbury había sido un pueblo glorioso siglos atrás; el lugar legendario de los cazadores. En aquellos tiempos, los hombres como el cantaban sus juramentos a Dios, jurando sobre su nombre el acabar con todas aquellas criaturas que no obedecían el orden natural, y que desafiaban a Cristo y su iglesia con su adoración a los dioses antiguos. Su familia siempre había sido fiel a aquellos preceptos, siempre habían honrado sus juramentos, y siempre cumplían con la sagrada labor para la que habían nacido.Sin
Un beso. Un beso era algo intimo entre dos, y había muchas variables de ellos. Había besos fraternales, que con cariño se daban o recibían de nuestros seres queridos, siendo completamente inocentes y llenos de afecto. Había besos apasionados, de esos que sin palabras hablan de deseos prohibidos o francamente reprimidos, haciéndole saber al otro lo mucho que se le deseaba y pasando a aquellos nada inocentes juegos en donde la pasión desenfrenada tenia a lugar. Había besos que mostraban respeto, como una manera de reconocer al otro besando su mano, como un saludo, o una disculpa por un error cometido. Si embargo, había un tipo de beso que era aún más especial. Aquel beso casto y sincero que no ocultaba una intención detrás. Aquel beso que nacía desde lo más profundo del alma y se daba sin pensar. Aquel beso que era capaz de derribar barreras que no permitían avanzar más allá. Y ese tipo de beso, era el que Ares y Eufemia habían compartido. El sereno de la madrugada hacía que se sint
La luz de un nuevo amanecer hacía que el rio de aquel pueblo brillase como si fuese de diamantes. De a poco, las empedradas calles se iban llenando de gente que deseaba recorres sus viejos caminos o escuchar sus viejas leyendas. El trajín de los locatarios y el cantar de las bellas ves del lugar, hacían que aquel sitio se sintiera como en un cuento. Sin embargo, en una vieja y solitaria casona, el sonido de un látigo contra la carne expuesta rompía el silencio que casi aterradoramente se había apoderado del lugar.Hilillos de sangre corrían calientes sobre aquella ancha espalda varonil, y aquella mirada se mantenía fija en el frente. Aquel instrumento era maniobrado una y otra vez sin detenerse, hiriendo a su portador sin piedad alguna. Elijah no se quejaba, y manteniendo la vista hacia el frente, miraba aquella imagen de su Cristo mientras se autoflagelaba intentando apartar los malos pensamientos de su mente eternamente perturbada. Lenore, su bella Lenore, aquella mujer a la que hab