El sonido de un incesante goteo, hacía eco en aquella oculta caverna bajo el cementerio en donde los restos de todos los Fenrir encontraban el final de sus días para perderse en la nada. El olor a humedad se mezclaba con aquel a viejo, a encerrado, volviendo aquel aire tan difícil de respirar, que parecía estrujar con violencia los agitados pulmones. A la luz de una linterna, a duras penas se lograba avanzar por el estrecho pasadizo que los guiaba hasta el ataúd de aquel ser al que ambos deseaban despertar su largo sueño. Elijah Bennet se mantenía en silencio, logrando solo escuchar la agitada y forzada respiración del lobo que caminaba delante de él que parecía no tener realmente el deseo de seguir avanzando.Mirando la espalda de Soromir Fenrir, así como la luz de la linterna, parecía que está, a momentos, se tambaleaba producto de la mano temblorosa que la sostenía y que parecía a todo momento dudar de seguir iluminando lo que tenía delante. Era más que obvio que aquel lobo sangre
—¿E-En donde…estoy? — musitó casi imperceptiblemente para si misma.Eufemia sentía su cabeza dolerse. Intentando tocarla, notaba que tanto sus manos y pies estaban atados, y se hallaba sobre una blanca cama de pieles. Alarmada, miró lo mejor que pudo a su alrededor para intentar comprender en donde era que se hallaba, sin embargo, le quedaba claro que aquel sitio era una cueva. La tintineante luz de una antorcha iluminaba a medias aquel lugar, y el calor de una fogata cercana la había mantenido caliente. Asustada, intento zafar aquel amarre en sus manos buscando liberarse. Pasos pesados se escucharon repentinamente, alertando que alguien se acercaba.—¡No te acerques! ¡O juro por la madre Luna que te matare! — gritó la hermosa rubia liberando su fuerza de cazador, sin embargo, aquellos pasos no se detuvieron. — ¡Esto no es una advertencia, es una amenaza! —Aquellas cuerdas, sin embargo, no cedían ante su poder. Era casi como si un hechizo las mantuviera atadas sin zafarse siquiera un
—No será hoy, vampiro, me encargare de liquidarte, no me importa quien seas —Elijah Bennet se había lanzado sobre aquel temible vampiro que lo miraba con tanto odio y desprecio, que lograba helarle la sangre. Dragos sentía aquel terrible impulso por arrebatar con sus propias manos la vida de aquel miserable.—Incluso tu voz…es la misma… ¿Cómo es posible que puedas aferrarte tanto? Maldito Antonescu…sigues apareciendo en mi camino a pesar de todo… —Elijah no comprendía que era lo que aquel miserable ser le estaba diciendo.—¿De qué demonios hablas? Vampiro, yo jamás te había visto, y yo soy un Bennet, no un maldito Antonescu — aseguró.Dragos mostró una sonrisa rota. Sus colmillos castañearon con rabia y rencor al recordar a aquel primero cuyo rostro volvía a nacer una y otra vez.—Tu, eres…Emmeran Antonescu…aquel maldito cazador que una vez me arrebató lo más amado —Arrojándolo lejos, no deseo seguir contemplando aquel rostro confuso que le heria profundamente lo que le quedaba de
—Lo lamento, Alfa Fenrir, pero esto es todo lo que les permitiré avanzar —Ares miró a aquel maldito vampiro.—¿Qué haces aquí? ¡¿No eras nuestro aliado?! — gritó con una mescla de confusión y de rabia mientras aquel ser le mostraba una sonrisa burlona dejando ver sus afilados colmillos.—Oh no Alfa Fenrir, yo nunca dije que era su aliado, tan solo protegí a esa mujer por petición de mi querido Noah García…pero resultó muy conveniente intervenir en este conflicto tan patético ——¿Qué quieres decir? — cuestionó Félix.Dragos miró a ambo Alfas; lo habían dado todo por proteger a esa mestiza sin importar pagar con sus vidas por ello, era realmente algo trágico que las cosas no resultaran como ellos deseaban, por ello era que el amor era el acto más estúpido e insensato que cualquiera pudiese cometer…incluido el mismo.—Eufemia Farbauti, y lo que crece en su vientre, es todo lo único que realmente necesito para obtener lo que quiero…y por volver a verla, hare todo lo que sea necesario, as
La vida y la muerte, dos lados de una misma moneda: la existencia. El alma de todo ser, un día, transmuta en algo diferente, en algo que se vuelve hermoso y eterno. El amor era la base de toda emoción que existía, incluso el odio mismo, nacía de él indudablemente. Desde que el mundo era mundo, desde que el tiempo era tiempo, miles de criaturas habían nacido y perecido, y miles de amores se habían formado. El amor era leyenda, el amor, era el fuego que mantenía viva el alma en la vida y tambien en la muerte. Y era el amor, precisamente, lo que daba comienzo a toda bella historia. Eufemia Farbauti amaba a Ares Fenrir, lo amó desde el momento mismo en que lo vio por vez primera, y Ares, tambien la había amado en el instante en que sus ojos se cruzaron aquella noche. Pocos eran los amores que perduraban ante el paso del tiempo, ante la crueldad del dolor y a los muchos sufrimientos. Solo un amor profundo y verdadero, desafiaba al destino en aquella lucha incansable por el derecho a ser fe
Una batalla se había desatado; aquellos cazadores que apoyaban la infame causa de Elijah Bennet, peleaban contra aquellos que se le oponían, y los lobos, puros o mestizos, peleaban contra los esbirros que aún quedaban.Ares esquivaba aquellos poderosos ataques de Soromir, quien derramaba lágrimas de dolor y frustración. Todas aquellas memorias de su tierna infancia llegaban hasta el, recordando con pesar aquel tiempo en que las tierras de los Fenrir no estaban malditas. Los verdes pastizales se mecían con el viento, y el aroma de las flores silvestres que crecían en los campos, llegaba hasta la mansión que era su hogar, Ares y el recorrían aquellos valles en primavera, buscando ranas, algún insecto, o una nueva aventura de exploración para compartir juntos. La figura de su madre y padre, tambien se dibujaban en su mente sentados a calor de la chimenea cuando el crudo invierno asolaba, y se refugiaban en la ancestral mansión entre las montañas. El ya no era un niño, Ares, tampoco lo er
—¡Eufemia! —Gritaron con desesperación y dolor Ares y Félix. Aquella hermosa mestiza, se había atravesado para recibir aquella puñalada, en lugar de Ares. Cayendo herida entre los brazos del único hombre al que había amado, aquel Alfa del que se enamoró a primera vista y que representaba toda aquella felicidad que había añorado, acaricio su rostro, aquella mujer, sonreía. Al final, sus sueños, no los vería cumplidos.—Lo lamento…Ares — se disculpó la hermosa rubia.Las lágrimas de Ares se escapaban como cascadas desde sus ojos de zafiro. Sosteniendo la delicada mano de Eufemia, notó en ella aquel anillo. Era el anillo de su madre, el que le dio aquella noche en donde ebrios, sin saber quién era el otro, yacieron juntos por primera vez.—No, no, tú no puedes dejarme…eres mía, mi tonta escritora, mi hermosa mestiza…tu no poder irte sin mi permiso, ¡Tú no puedes irte a ningún maldito lado sin mi permiso!...yo, no sé vivir sin ti…no puedo vivir sin ti — sollozo Ares aferrándose a aquella
Llantos infantiles llenaron aquel hospital, y aquella daga que estuvo a punto de ser clavada en el pecho de Ares, se había detenido. El hermoso Alfa de cabellos negros, derramo lágrimas, y abriendo sus ojos completamente, escuchó el llanto de sus hijos.Tirando aquella daga maldita, Ares abrió aquellas puertas de la sala de operación. ¿Por qué estuvo a punto de cometer aquella estupidez? Aquellos niños, eran el regalo más bello, que su hermosa Eufemia Farbauti le había dejado…y era su deber, protegerlos.Los ojos de Ares se abrieron con asombro, y las lágrimas nuevamente se resbalaron de sus ojos de zafiro al ver aquello que le había devuelto la vida y la calma a su alma y corazón. En aquella cama de hospital, yacía Eufemia despierta, con un par de cachorros en sus brazos.Un varón y una hembra.—Ares…acércate, ven a conocer a Bader y a Seirén…ellos son, los herederos del Alfa —Acercándose a su hermosa familia con las piernas temblorosas, Ares se abrazó de Eufemia.—Estás aquí…mi Euf