El inquietante sonido de un mar de murmullos casi silenciosos, llenaban aquel enorme salón en donde se habían reunido los lobos más antiguos de la manada Fenrir. El ambiente se respiraba tenso, y la expectativa no se había hecho esperar después de haber sido convocados repentinamente. Adara, miraba a los ancianos hablando, con aquella expresión de enorme molestia plasmada en sus rostros. No se necesitaba ser un genio para adivinar lo que estaba ocurriendo allí; se habían reunido a espaldas del Alfa Ares para conspirar en contra suya, nadie estaba conforme con los últimos acontecimientos que habían tenido a lugar en aquellas tierras.El silencio, se había hecho presente de un momento a otro, y desde la elegante escalera principal, su padre, el Beta Garou Daez, descendía con una expresión solemne rodeado de sus hijos varones. Para nadie era una sorpresa que el Beta Garou, no quisiera al Alfa Fenrir como el líder de la manada. Después de todo, Ares ya había mostrado una particular fijaci
Las risas animadas y los murmullos alegres que exaltaban la sorpresa y admiración, se escuchaban en aquella plazoleta que se hallaba en el centro del pueblo. La alegría de los turistas era enfermiza, casi una burla para lo que aquel pueblo había sido antaño. Los niños corrían para juguetear en las fuentes, y poco a poco la noche comenzaba a caer sobre lugar que al poco tiempo se iba llenando de parejas que buscaban su pequeño rato de amor.Elijah Bennet miraba con rencor todo aquello. Canterbury había sido un pueblo glorioso siglos atrás; el lugar legendario de los cazadores. En aquellos tiempos, los hombres como el cantaban sus juramentos a Dios, jurando sobre su nombre el acabar con todas aquellas criaturas que no obedecían el orden natural, y que desafiaban a Cristo y su iglesia con su adoración a los dioses antiguos. Su familia siempre había sido fiel a aquellos preceptos, siempre habían honrado sus juramentos, y siempre cumplían con la sagrada labor para la que habían nacido.Sin
Un beso. Un beso era algo intimo entre dos, y había muchas variables de ellos. Había besos fraternales, que con cariño se daban o recibían de nuestros seres queridos, siendo completamente inocentes y llenos de afecto. Había besos apasionados, de esos que sin palabras hablan de deseos prohibidos o francamente reprimidos, haciéndole saber al otro lo mucho que se le deseaba y pasando a aquellos nada inocentes juegos en donde la pasión desenfrenada tenia a lugar. Había besos que mostraban respeto, como una manera de reconocer al otro besando su mano, como un saludo, o una disculpa por un error cometido. Si embargo, había un tipo de beso que era aún más especial. Aquel beso casto y sincero que no ocultaba una intención detrás. Aquel beso que nacía desde lo más profundo del alma y se daba sin pensar. Aquel beso que era capaz de derribar barreras que no permitían avanzar más allá. Y ese tipo de beso, era el que Ares y Eufemia habían compartido. El sereno de la madrugada hacía que se sint
La luz de un nuevo amanecer hacía que el rio de aquel pueblo brillase como si fuese de diamantes. De a poco, las empedradas calles se iban llenando de gente que deseaba recorres sus viejos caminos o escuchar sus viejas leyendas. El trajín de los locatarios y el cantar de las bellas ves del lugar, hacían que aquel sitio se sintiera como en un cuento. Sin embargo, en una vieja y solitaria casona, el sonido de un látigo contra la carne expuesta rompía el silencio que casi aterradoramente se había apoderado del lugar.Hilillos de sangre corrían calientes sobre aquella ancha espalda varonil, y aquella mirada se mantenía fija en el frente. Aquel instrumento era maniobrado una y otra vez sin detenerse, hiriendo a su portador sin piedad alguna. Elijah no se quejaba, y manteniendo la vista hacia el frente, miraba aquella imagen de su Cristo mientras se autoflagelaba intentando apartar los malos pensamientos de su mente eternamente perturbada. Lenore, su bella Lenore, aquella mujer a la que hab
El aroma a pino llenaba el viento de manera gentil, acariciando su rostro suavemente mientras admiraba la belleza de los bosques que se hallaban rodeando a la inmensa propiedad. El polvo, aun se hallaba apoderado de muchos de los rincones, y vagando con los pies descalzos sobre el mármol que antaño, quizás, había sido brillante, Eufemia recorría los solitarios pasillos llenos de cuartos cerrados que seguramente guardaban mil recuerdos.Ares, casi podía escuchar las risas infantiles que una vez llenaron aquel lugar. Sus juegos divertidos e imaginaciones agitadas, habían hecho reír a su madre muchas veces antes de perderla para siempre. Aquella enorme pintura de la primera mujer a la que él había amado, decoraba el gran salón que alguna vez había sido majestuoso, pero que ahora yacía casi olvidado entre mares interminables de polvo.Su madre había sido realmente hermosa, generosa y comprensiva, siendo ella quien, a pesar de ser una sangre pura, le había enseñado que toda criatura era im
Un cazador, aquel humano que dedicaba su vida a traer el bien para la humanidad que el Dios de el cielo amaba. En aquella vieja mansión, hogar ancestral de los Sallow que ya se había extinguido con la muerte de Lenore, la última cazadora de su familia se estaba llevando a cabo un consejo sobre las acciones que debían de hacerse con respecto a la inesperada visita del clan Fenrir a la ciudad de Canterbury.—La manada Fenrir se ha vuelto peligrosa, si no los detenemos, provocaran otra masacre como la de hace décadas en Canterbury —Varios murmullos se dejaban sentir en aquella habitación en donde tenía a lugar el consejo entre viejos cazadores y ex cazadores, quienes miraban al único Bennet que todavía quedaba en pie. Noah, escuchaba cada palabra dicha por Elijah, sin embargo, no consideraba necesario nada de aquello.—Está usted seguro, señor Bennet, ¿De qué es necesario iniciar un conflicto? Durante casi un siglo no hemos tenido ningún enfrentamiento significativo contra un sobrenatur
El dolor que sentía en el pecho, iba y venía con demasiada fuerza que lograba derribarla por completo. La respiración entrecortada se le dificultaba, dejándola con aquella horrida sensación de ahogo que le estrujaba la garganta. Aquel ardor en el nacimiento de sus senos la había hecho doblarse de dolor, y no alcanzaba a comprender que era lo que estaba pasando. Entonces, sus ojos se abrieron para ver a los demasiado débiles rayos del sol, entrando por las grandes ventanas de esas enormes habitaciones que ahora se habían convertido en su nueva cárcel.No recordaba nada de lo que había ocurrido, con la excepción de haber sido cargada por el Alfa Ares hasta esos aposentos. ¿Qué había ocurrido con ella? Se sentía débil, más de lo normal, y aquel dolor en el nacimiento de sus senos era realmente insoportable. Caminando a duras penas hasta encontrar el baño de aquella habitación, notaba que se encontraba completamente sola.—¿Qué me pasa? Siento casi como si tuviera una resaca, pero estoy s
Adara miraba aquella enorme propiedad que durante siglos había permanecido oculta a todos los miembros del clan Fenrir con la excepción de sus herederos. En aquel hermoso sitio en medio de las montañas, el primer Fenrir había fundado a su poderosa manada. Solo existían tres clanes de lobos con sangre pura en el mundo. El más poderoso de ellos, era el clan Elara, aquellos que, se decía, eran los hijos directos de los dioses de la Luna y el Sol. En segundo puesto, se hallaban los Fenrir, quienes habían mantenido durante siglos la pureza de su sangre en secreto pues temían la aniquilación de parte de los Elara, no eran hijos de dioses, por supuesto, pero descendían de los lobos hembra y macho originales que habías sido creados por la Diosa. El ultimo clan eran los desaparecidos Farbauti, quienes en algún momento habían sido hijos del clan Fenrir pero que por alguna disputa se habían dividido…de ese clan, había nacido la aberración que era Eufemia Farbauti, la mestiza asquerosa de la que