Un cazador, aquel humano que dedicaba su vida a traer el bien para la humanidad que el Dios de el cielo amaba. En aquella vieja mansión, hogar ancestral de los Sallow que ya se había extinguido con la muerte de Lenore, la última cazadora de su familia se estaba llevando a cabo un consejo sobre las acciones que debían de hacerse con respecto a la inesperada visita del clan Fenrir a la ciudad de Canterbury.—La manada Fenrir se ha vuelto peligrosa, si no los detenemos, provocaran otra masacre como la de hace décadas en Canterbury —Varios murmullos se dejaban sentir en aquella habitación en donde tenía a lugar el consejo entre viejos cazadores y ex cazadores, quienes miraban al único Bennet que todavía quedaba en pie. Noah, escuchaba cada palabra dicha por Elijah, sin embargo, no consideraba necesario nada de aquello.—Está usted seguro, señor Bennet, ¿De qué es necesario iniciar un conflicto? Durante casi un siglo no hemos tenido ningún enfrentamiento significativo contra un sobrenatur
El dolor que sentía en el pecho, iba y venía con demasiada fuerza que lograba derribarla por completo. La respiración entrecortada se le dificultaba, dejándola con aquella horrida sensación de ahogo que le estrujaba la garganta. Aquel ardor en el nacimiento de sus senos la había hecho doblarse de dolor, y no alcanzaba a comprender que era lo que estaba pasando. Entonces, sus ojos se abrieron para ver a los demasiado débiles rayos del sol, entrando por las grandes ventanas de esas enormes habitaciones que ahora se habían convertido en su nueva cárcel.No recordaba nada de lo que había ocurrido, con la excepción de haber sido cargada por el Alfa Ares hasta esos aposentos. ¿Qué había ocurrido con ella? Se sentía débil, más de lo normal, y aquel dolor en el nacimiento de sus senos era realmente insoportable. Caminando a duras penas hasta encontrar el baño de aquella habitación, notaba que se encontraba completamente sola.—¿Qué me pasa? Siento casi como si tuviera una resaca, pero estoy s
Adara miraba aquella enorme propiedad que durante siglos había permanecido oculta a todos los miembros del clan Fenrir con la excepción de sus herederos. En aquel hermoso sitio en medio de las montañas, el primer Fenrir había fundado a su poderosa manada. Solo existían tres clanes de lobos con sangre pura en el mundo. El más poderoso de ellos, era el clan Elara, aquellos que, se decía, eran los hijos directos de los dioses de la Luna y el Sol. En segundo puesto, se hallaban los Fenrir, quienes habían mantenido durante siglos la pureza de su sangre en secreto pues temían la aniquilación de parte de los Elara, no eran hijos de dioses, por supuesto, pero descendían de los lobos hembra y macho originales que habías sido creados por la Diosa. El ultimo clan eran los desaparecidos Farbauti, quienes en algún momento habían sido hijos del clan Fenrir pero que por alguna disputa se habían dividido…de ese clan, había nacido la aberración que era Eufemia Farbauti, la mestiza asquerosa de la que
—¡Doctora Garner! —Jennifer escucho al Alfa Ares llamándola con desesperación. Algo había ocurrido con Eufemia.—Lo siento Gabriel, por favor entra y acompáñame, te lo explicare todo cuando las cosas este más serenas —El elegante hombre de cabello rubio cenizo e intrigantes ojos color violáceos, asintió con tranquilidad a pesar de que parecía que, en aquella enorme y antigua mansión entre las montañas, se estuviera acabando el mundo. Caminando serenamente tras e Jennifer Garner, su colega y amiga cuya sangre era el resultado de mestizaje entre una loba y un humano, parecía estar demasiado tensa y casi corría hacia la segunda planta de aquel elegante lugar. Los cuadros viejos que yacían inmóviles e inmortales en las paredes blanquecinas que se notaban un poco amarillentas por el evidente paso del tiempo, contaban leyendas de los antiguos moradores que orgullosos narraban sus aventuras y sus amores. Aquella era la mansión Fenrir, reconocía aquel emblema familiar con facilidad.¿En qué
—Creo que la hora del nacimiento está llegando, por favor, Elijah, tienes que cuidar de mi hijo —Elijah bebía en aquel bar de mala muerte que se había encontrado en el camino; se había negado a escuchar la perorata de Noah García, quien alegremente simpatizaba con lobos y vampiros a pesar de que había hecho el sagrado juramento de destruirlos.Sus recuerdos iban aflorando como vasos de ardiente tequila iba bebiendo. Los cazadores habían decidido unánimemente no intervenir contra el clan Fenrir que se había llevado a Eufemia. Estaba furioso, mucho más que solo ello, sin embargo, poco o nada podría hacer para convencerlos de entrar en guerra. Todos eran solo unos cobardes.Cada año que pasaba, había menos cazadores; las nuevas generaciones ya no querían continuar aquel legado sagrado, y en cambio preferían dedicar sus vidas a placeres vanos y sin sentido. Los lobos, los vampiros y cada ser sobrenatural, contrariamente iban ganando más y más miembros en sus filas. La situación se hallab
El sol se vislumbraba en lo alto, haciendo que la nieve que había caído la noche anterior, brillara como montones de plata que se derretía poco a poco. Hacia frio, y casi cada chimenea en la vieja mansión entre las montañas, había sido encendida para mantener el sitio caliente y adecuado para una embarazada en recuperación.Soromir miraba a los sirvientes corriendo de un lado a otro para dejar aquel lugar impecable, pues por orden de su señor, debía quedar reluciente para recibir a una visita realmente importante.—Mi señor, me ha mandado a llamar a pesar de haber huido de las tierras Fenrir sin avisarme, ¿Puede decirme que es lo que está ocurriendo? ¿Quién es esa visita tan importante que ha de recibir pronto? —Ares, con su expresión completamente estoica y pensativa, miró de soslayo al Beta que intencionadamente había dejado atrás, pero que siempre necesitaría a su lado.—La he encontrado Soromir, encontré a mi Eufemia —En los jardines, la hermosa mestiza de cabellos dorados pasea
El paisaje helado de las montañas poco a poco se iba quedando atrás, dejando en el corazón del Alfa una sensación de vacío como nunca antes había sentido. La nieve comenzaba a caer nuevamente; el invierno había llegado, y la calidez de la primavera parecía demasiado lejana. Los últimos cervatillos de la temporada, corrían en manada buscando alimento y refugio contra el cruel frio que pronto azotaría a aquella solitaria región que tantas memorias guardaba. Sin embargo, nada de aquello parecía realmente relevante entre la marea de pensamientos que lo golpeaban una y otra vez sin detenerse.“¿Por qué no paras de una buena vez? ¡Deja de jugar conmigo Alfa Ares! Si no sientes nada por mí, no me beses como si lo sintieras, eso es cruel, ¡Es incluso mucho más cruel que dejarme esa horrible marca!”Aquellas palabras que la escritora le había dicho, le habían herido el corazón, quizás, incluso más que aquel día en que había perdido a la mestiza a la que le juro sus afectos para siempre. Eufemi
El invierno había llegado, y los humanos, habían comenzado a llenar el exterior de sus casas con mil decoraciones que, tan coloridas como eran, parecían desafiar la pulcra blancura de la nieve, llenando todo de calor y dicha. Los niños miraban los escaparates de las tiendas, completamente emocionados al mirar los mil y un juguetes que, dando una mirada de cachorro anhelante, suplicaban a sus padres o al viejo panzón y de barba blanca, les dejaran bajo el colorido árbol para las navidades que estaban próximas a llegar. La imagen del regordete de la barba blanca y el traje rojo, estaba en todas partes alumbrando todo con aquella enorme sonrisa y mejillas sonrosadas, que era capaz de transmitir una sensación de alegría que no tenia igual.Habían llegado a la ciudad, Glastonbury era mucho menos rustica de lo que recordaba, y toda clase de gente recorrían sus calles llenas de adornos y de puestos que ofrecían algo caliente para mitigar el frío que se estaba sintiendo. El aroma a chocolate