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Capítulo 5: Huyendo del destino

La vida es una canción de la que te enamoras.

Doblando con cuidado cada prenda, la acomodaba en la maleta con un sentimiento de tristeza que lograba sobrecogerla. Acariciando cada pared en su habitación, Eufemia se despedía del sitio al que había llamado su hogar durante demasiado tiempo, sintiendo un terrible vacío dentro de ella misma, y, al mismo tiempo, creyendo que dejar todo atrás y emigrar a otras tierras, era la única manera posible de mantenerse a salvo.

—Ya tengo los boletos de avión, viajaremos en primera clase, luego de llegar enviare a alguien a recoger discretamente todas tus cosas, por ahora, debemos irnos —

Noah estaba tan preocupado como ella, y es que una locura de una noche y su deseo por no sucumbir ante la soledad de la marca, la había llevado a cometer el peor error de su vida.

—Estoy lista, solo llevo lo necesario — respondía la hermosa mestiza cerrando aquella maleta que la acompañaría en aquella nueva travesía que debía recorrer y solo por haber sido tan estúpida. De sus ojos grises se escapaban lágrimas, y es que toda su vida había cambiado en solo un instante, y ahora debía huir nuevamente de aquel destino que habían injustamente puesto sobre ella.

Acercándose a ella, Noah tomaba de los hombros a aquella asustada joven que se culpaba a si misma, y que él había amado como a su propia hija desde el primer momento en que había cruzado el umbral de su puerta.

—Todo va a estar bien Eufi, ya verás, Inglaterra es un país hermoso, uno que estará feliz de recibirte —

Abrazándose del hombre que la había protegido como un padre, Eufemia sollozo.

—Tengo miedo papá Noah, tengo miedo de que Enegor me encuentre y nos haga daño…que lastime a mi bebé si se entera que lleva la sangre del Alfa —

Noah sabia que el viejo Enegor había estado enfermo hace años, pero desde entonces los Fenrir se habían mantenido herméticos, solo dándose la noticia que Ares tomaba su lugar como el nuevo líder de la manada. Enegor era un lobo cruel y déspota con terribles prejuicios en contra de los humanos y, sobre todo, de los mestizos, por ello no había sido una sorpresa cuando la jovencita que lloraba en sus brazos llegó desde la vieja Francia buscando un refugio después de haber sido exiliada y amenazada. Félix había tenido “suerte” de que los Fenrir los aceptaran en sus tierras cuando este había cometido el peor sacrilegio para los puristas: haberse apareado con una hembra humana, si su hijo tenia a su heredero con una mestiza…no quería imaginar lo que el cruel y viejo lobo era capaz de hacer.

—Escúchame Eufi, yo te juro que no permitiré que les pase nada a ti o tu bebé, confía en mí, a donde iremos no entran lobos…es territorio de cazadores —

En Londres, Ares estaba furioso. Aquella joya familiar se había perdido, aquella mujer, estaba seguro, la había robado. Los recuerdos de aquella noche lo tenían hechizado, pues no había dejado de pensar en esa humana en todo ese tiempo.

—Estamos seguros de que la mujer que busca se encuentra en Canterbury, la descripción concuerda y hay rumores de que ella tiene habilidades que superan a las de un humano, es nadadora olímpica y se llama Eufemia…

Ares no prestaba realmente atención en aquella información. Sus pensamientos nuevamente viajaban a las perfectas curvas del cuerpo desnudo de Eufemia García. Aquel aroma delicado, aquel momento de su entrega, ella era virgen al igual que el, y por un momento la sintió como a su Luna perdida, aun cuando no había ninguna marca que pudiera probarlo.

—¿Estas escuchando Ares? —

Sus pensamientos, sin embargo, se habían visto interrumpidos por la molesta voz de Adara, la loba que su padre una vez deseo que tomara por compañera.

—No vuelvas a hablarme con tal confianza Daez, no me interesa escuchar nada de lo que venga de ti — respondió molesto.

Aquella loba castaña sintió como la ira y los celos se le quedaban atorados en la garganta, ¿Acaso el Alfa Ares no pretendía detenerse en su búsqueda de esa m*****a mestiza exiliada? Ares no era un lobo que debiera mezclar su sangre pura con la de una mancha como lo era Eufemia.

—Tu padre estaría realmente decepcionado de mirar a su único hijo buscando como un perro faldero a esa sucia impura sangre sucia — dijo la loba con ira en su voz.

Regresándose ante aquel insulto, Ares tomó por el cuello de la camisa a la molesta loba, y mirándola de manera despectiva, pudo ver como esta se acobardaba ante su presencia.

—Tu, Adara, no tienes derecho a decirme lo que yo puedo o no hacer, soy el Alfa de esta manada y mis ordenes son absolutas. He dicho que está terminantemente prohibido llamar de esa manera a los lobos mestizos, en especial a ella. ¿Crees que me importa lo que mi padre piense de mí? Ese miserable debe de estar en medio de un festín de gusanos, y a menos que quieras convertirte en una exiliada, te sugiero mantener tu boca cerrada, ¿Te quedo claro? —

Adara asintió. Soltándola, Ares caminó fuera del edificio. Su ira parecía estar creciendo y no entendía la razón de ello; aquella sensación de que le estaba haciendo falta algo mucho más grande que solo aquel anillo que la infame escritora García le había robado, lo mantenía completamente irritado, mucho más de lo habitual. Estaba perdiendo el control sobre sí mismo y no comprendía el porqué.

En el aeropuerto de Winston, Salem, Eufemia miraba aquel collar que Ares le había dado en su juventud como una promesa de amor eterno, junto al anillo que le había colocado la noche en que se había entregado a el sin saberlo.

¿Por qué le estaba ocurriendo aquello? ¿Por qué el destino era tan cruel con ella dejándola embarazada del mismo hombre que la traiciono? Su corazón, permanentemente roto, sollozaba en un mudo silencio ante la incertidumbre de un futuro incierto siendo la madre del heredero de aquel cruel Alfa y el temor de perder la vida por ello.

—Pasajeros del vuelo 1444 con destino a Londres, favor de abordar —

Levantándose de su asiento, Eufemia asentía hacia Noah.

—Es hora de irnos Noah, espero nunca volver a ver a Ares, mantendremos a su hijo en secreto —

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