Era el.
Su respiración estaba agitada, y el viento le volaba el cabello dificultando su vista mientras se heria los pies descalzos con las piedrecillas del pavimento.
¿Cómo había sido tan estúpida?
Las lágrimas se le escapaban de los ojos grises, mientras apresuradamente se sacaba las llaves del auto buscando desesperadamente en su bolso, rogando que estuvieran allí y no se hubiesen tirado en algún sitio.
Era Ares Fenrir.
Aquel hombre con el que había dormido descuidadamente después de tomar la peor decisión de su vida, había resultado ser aquel que la había traicionado y olvidado, forzándola a vivir una vida distinta a todo lo que ella alguna vez había imaginado.
¿Qué había hecho?
Como una mala broma del destino, se había entregado a Ares sin saberlo y sin lograr reconocerlo en medio del mareo del alcohol, su marca punzaba, dolía como si fuera aquel horrible día en que fue marcada en contra de su voluntad, y condenada a vivir en el exilio alejada de su padre y de todos los que una vez había conocido.
Las llaves de su auto finalmente aparecían en medio de su prisa y su desesperación, y sin dudarlo un solo segundo, había subido a su costoso auto para huir de aquel sitio rogando a la luna que Ares no la hubiera reconocido, y suplicando tambien no volver a encontrárselo jamás.
Las lágrimas se le escurrían por las mejillas, estropeando aún más su maquillaje. Su corazón palpitaba tan a prisa, que sentía que este se le saldría del pecho para irse corriendo. Estaba aterrada, realmente aterrada, tanto que tan solo quería salir huyendo sin importar que él velocímetro marcaba ya los 180 km por hora, y podría ser detenida por ello, sin dejar de llorar, se cuestionaba, se regañaba y se maldecía así misma por haber sido tan estúpida. ¿Por qué? De todos los lugares del mundo, ¿Qué hacía Ares allí? ¿Acaso venia buscándola para asesinarla? No importaba cual fuera la razón, si el padre de Ares descubría lo que habían hecho, el la asesinaría sin dudarlo.
Llegando hasta su mansión, salía apresuradamente de su vehículo en busca de Noah a quien llamaba entre gritos de miedo y desesperación.
—¿Qué ocurre Eufi? — salía Noah de su habitación apresurado.
—Tienes que ayudarme — pidió Eufemia como una súplica.
Noah noto el aspecto desalineado de su protegida, e imaginándose lo peor, la llevo a la cocina para ordenar un té para ella.
—Vamos querida, tienes que calmarte, dime, ¿Qué es lo que ha pasado? — cuestionó el viejo cazador alarmado.
—El está aquí, Ares Fenrir está aquí y yo…yo he dormido sin saberlo con el —
En aquel lujoso penthouse, Ares despertaba de su reparador sueño, sin embargo, los recuerdos de la noche anterior habían llegado a el como una bomba. Mirando a su lado, se encontró completamente solo en aquella enorme cama. La mujer humana había huido al despertar, sin embargo, no era ella quien lo hacia sentirse furioso y decepcionado…el, había dormido con una mujer desconocida, faltando así a la promesa que le había hecho a su única Luna.
—Soromir —
Llamando a su Beta, buscaba sus ropas en el suelo, encontrándose así con una delicada pantaleta femenina de seda color rojo intenso, el mismo color de aquel escandaloso vestido que la humana había llevado puesto y que el le quitó. Sintiendo el delicado aroma de aquella hembra, sintió como sus sentidos se extasiaron, sin embargo, horrorizado de su reacción, arrojo lejos de si aquella prenda, se forzó a reprimir aquellos instintos que su aroma había despertado en él.
—¿Me llamó señor? —
Ares dirigió una mirada furiosa a su Beta, quien no había impedido que aquello ocurriera.
—¿En donde demonios estabas anoche? He cometido un muy grave error, la estupidez más grande de mi vida después de mi cobardía — reprochó.
Soromir se mostro impasible.
—Usted mismo me ordenó anoche dejarlo solo con aquella señorita mi señor, incluso, me mostró los colmillos — respondió.
Ares se toco la cabeza que le punzaba tanto que sentía le iba a estallar en cualquier momento. El alcohol humano era terrible, un pecado que no volvería a repetir jamás.
—Prepara todo, nos vamos a Londres, he recibido información de Adara diciéndome que mi Luna posiblemente se encuentre allá, la pista estadounidense era falsa, y yo, me equivocado terriblemente en este maldito lugar —
Soromir asintió.
—Como usted ordene —
Tomando de nuevo aquella delicada prenda que llevaba impregnado aquel aroma familiar, la guardo entre sus cosas, sin notar que algo le estaba haciendo falta.
En la mansión de Eufemia, la joven había explicado todo a su tutor.
—Ya veo, entonces, eso ha ocurrido… —
Eufemia se sentía avergonzada por su comportamiento, pero aterrada de ser encontrada por los Fenrir.
—Cometí un grave error — se regañó a sí misma.
—No te preocupes, estaremos bien y encontraremos una solución — respondió Noah abrazando a la asustada joven, notando que la marca en su espalda parecía estar cambiando. Aquella marca no podría haber sido vista por Ares Fenrir bajo el hechizo que él le había puesto, sin embargo, debían de mantenerse ocultos.
Subiendo a su lujoso avión privado, Ares miraba como después del despegue, las ciudades se hacían cada vez más pequeñas. Pensaba en esa mujer humana a quien se había entregado sin pensarlo, regalándole aquella primera vez que a su Eufemia le había jurado. Era un reverendo estúpido que parecía no cansarse de cometer errores. Acariciando el anillo de su madre buscando un consuelo, se percató de que este no estaba en su dedo, y desesperado, tomaba sus maletas sacando apresuradamente el contenido en busca de aquella preciosa joya que debía solo entregarse a quien fuese su Luna destinada.
—¿Qué ocurre señor? — cuestionaba Soromir mirando la frenética búsqueda de su amo.
—¡No está! ¡El anillo de la Luna no está! ¡Esa mujer lo ha robado! — gritó desesperado, sin embargo, no podría regresar, pues el avión ya había despegado.
Al día siguiente.
—¿En dónde está mi maldito celular? — se preguntaba Eufemia a si misma rebuscando en su auto.
Tirando accidentalmente el bolso que había usado la noche anterior, vio como algo plateado y brillante se salía de él.
—¿Qué es esto? — preguntó a nadie la hermosa mestiza, mirando aquel hermoso anillo plateado con la insignia de los Fenrir grabada en él.
Los vividos recuerdos de su apasionada noche con Ares regresaban a ella, recordando que el Alfa se había quitado aquella sortija de su propia mano para ponerla en la de ella mientras le hacia dulcemente el amor.
Sintiendo sus mejillas enrojecer, se negó a pensar más en ello, tomando el delicado anillo. Volviendo a su alcoba, sacaba desde lo más profundo de su enorme closet, aquella caja de cartón vieja ya muy carcomida por el paso de los años. Dentro, conservaba los recuerdos de su vida junto a su padre en los territorios Fenrir, y aquel hermoso collar que Ares le había dado como una prenda de compromiso aquel día en que fueron descubiertos. Tomando ambas joyas, se sentó sobre su cama para observarlas con detenimiento.
Tanto el collar como el anillo, recordaba que habían pertenecido a la difunta madre de Ares, aunque resultaba una tremenda ironía que ahora ambas joyas estuvieran en su poder, y que el mismo Ares fuera quien se las había entregado, pues las joyas de la madre de un Alfa, solo podían ser regaladas a la Luna destinada de dicho Alfa…y ella no era digna de ser la compañera eterna de un poderoso lobo heredero, como el despreciable Enegor Fenrir le había dicho aquella vez.
Guardando aquel anillo junto al collar, dejó que sus lagrimas cayeran libremente, rogando no volver a ver a Ares nunca más.
En Londres, Ares recibía más pistas sobre el paradero de su Luna perdida, decidiendo regresar a Estados Unidos más tarde para recuperar lo que aquella atrevida escritora humana le había hábilmente robado.
Un mes había transcurrido desde aquella noche apasionada en que Ares y Eufemia se habían entregado al amor por vez primera, y sintiéndose terriblemente mal, la joven mestiza devolvía una vez más los alimentos de su maltrecho estómago. Su periodo se había retrasado dos semanas, y en aquella sala de hospital, sus manos temblorosas sostenían los resultados de aquella prueba que, en medio de mil temores, había tenido que hacerse.
—Por favor madre luna… — suplicaba la mestiza, rogando por un resultado negativo.
Asustada, y después de más de media hora en que la indecisión le había impedido abrir el sobre, se había armado de valor para finalmente leer el resultado. Temblorosa y sudando, completamente nerviosa y aterrada, abría los resultados, demorando cinco minutos más en leerlos.
Sus grises de tormenta, se llenaron de lágrimas una vez más, después de leer apresuradamente el ultimo renglón de aquella carta que marcaria su vida para siempre.
POSITIVO.
Eufemia sentía que se desplomaría en cualquier momento. De aquella noche apasionada en que el alcohol y sus malas decisiones se habían mezclado, había quedado embarazada.
Estaba esperando al hijo de Ares Fenrir, ella estaba cargando en su vientre con el heredero del Alfa que la había traicionado.
La vida es una canción de la que te enamoras.Doblando con cuidado cada prenda, la acomodaba en la maleta con un sentimiento de tristeza que lograba sobrecogerla. Acariciando cada pared en su habitación, Eufemia se despedía del sitio al que había llamado su hogar durante demasiado tiempo, sintiendo un terrible vacío dentro de ella misma, y, al mismo tiempo, creyendo que dejar todo atrás y emigrar a otras tierras, era la única manera posible de mantenerse a salvo.—Ya tengo los boletos de avión, viajaremos en primera clase, luego de llegar enviare a alguien a recoger discretamente todas tus cosas, por ahora, debemos irnos —Noah estaba tan preocupado como ella, y es que una locura de una noche y su deseo por no sucumbir ante la soledad de la marca, la había llevado a cometer el peor error de su vida.—Estoy lista, solo llevo lo necesario — respondía la hermosa mestiza cerrando aquella maleta que la acompañaría en aquella nueva travesía que debía recorrer y solo por haber sido tan estúp
La brisa nocturna se colaba entre su pelaje, mientras corría en aquellos floridos campos bañados por la luz de la luna llena que resplandecía como la plata en lo alto.Un heredero.El lobo gris aullaba con dolor hacia la luna, mientras sentía el aroma de aquel cachorro perdido, aquel que llevaba su sangre y que en sus hombros llevaría el peso de aquella manada, el mismo que el llevaba ahora mismo, y que debía de dejar en buenas manos.Una mujer.Aquel vientre femenino que guardaba celosamente aquello que el añoraba, y le miraba con desprecio. Un rostro ensombrecido de facciones difusas que no alcanzaba a apreciar, pero que aquel aroma lo hacía desearla como nunca antes había deseado nada en su vida.La marca.Aquella marca que había dejado en la única mujer que él había amado y deseado, podía divisarla completa en la espalda de la hembra que e su vientre cargaba a su cachorro, y la desesperación del lobo, corría en sus venas enloqueciéndole.Sudoroso, con el corazón palpitando tan fue
El día daba comienzo, y aquella mestiza admiraba el hermoso río que atravesaba el pueblo que la había recibido. ¿Qué era lo que ella haría a partir de ese momento? Aun cuando estaba segura en aquel lugar, y su hijo o hija tambien lo estarían, no deseaba vivir en cautiverio, temerosa de lo que Ares seria capaz de hacer…o de morir en las manos de su cruel padre por llevar en su vientre a un cachorro que, al igual que ella, seria impuro.Los lobos que se consideraban pura sangre, se volvían realmente crueles con los que eran como ella, nada más que mestizos con poca o nula habilidad por llevar en sus venas la sangre de un ser humano. Toda su temprana juventud desde su nacimiento, había sido criada como un lobo, completamente apartada del mundo humano, a quien la manada Fenrir consideraba inferiores, sin embargo, luego de ser exiliada, había aprendido que los humanos y los lobos, no eran tan diferentes entre sí.Las hojas caían de los árboles sobre el rio, que las arrastraba a su voluntad
Buscando entre la nieve, un dulce pajarillo que se aferraba a la primavera, volaba casi en el suelo deseando encontrar el ultimo brote de la rosa. Ares observaba aquel ridículo documental en la televisión, sintiendo aquella terrible ansiedad consumiendo su alma. No tenia noticias de aquella mujer que llevaba a su cachorro dentro de su vientre, y la desesperación que le ocasionaba el no encontrarla, lo hacía sentir una frustración tal como nunca antes había sentido.Esa mujer se había llevado dos cosas demasiado valiosas con ella, una era su cachorro, y el otro era aquel anillo…ambos, debían de pertenecerle solo a su Eufemia. ¿Qué tan estúpido había sido? El mayor de ellos, un completo imbécil que, en primer lugar, había sido un cobarde que no se había atrevido a enfrentar a su padre por defender a aquella a la que juró amar eternamente. Se había vuelto amargado, receloso de la vida después de perderla.Aun recordaba su aroma, aquel delicado aroma a flores silvestres y agua de rio tan
Sangre. Aquel olor tan terrible penetraba cruelmente en sus fosas nasales, haciéndole retroceder dos pasos atrás ante aquel espectáculo del horror que sus ojos incrédulos miraban casi saliendo de sus cuencas.Su padre, su querido Noah, la aldea entera, todos ellos estaban tirados sobre el suelo, con la sangre brotando de sus cuerpos inertes que sin vida yacían ante ella. —¡No! ¡No! ¡No! —Gritaba desconsoladamente al entender que era lo que estaba ocurriendo. Entonces, un terrible dolor la hacía caer, mientras sentía sus entrañas ardiendo y su sangre brotaba a borbotones desde su crecido vientre de embarazo. Alzando sus ojos antes de cerrarlos para siempre, miraba a Ares Fenrir mirándola con odio…mirándola con desprecio.—¿Por qué me has hecho esto? — y sin recibir respuesta alguna del único hombre al que ella había amado, cerraba sus ojos tan solo para volverlos a abrir unos segundos después.Un aliento ahogado salía de ella, y sintiendo el refrescante viento que se colaba por su ve
Los campos de rosas blancas, se habían teñido de rojo. El cielo, había perdido su color celeste, tiñéndose de carmesí en aquella tarde en que la esperanza se había perdido. El llanto de un niño se escuchaba a lo lejos, y los cuervos comenzaban a volar en círculos, esperando descender para unirse en el banquete infernal de los caídos. Abriendo los ojos, Ares Fenrir despertaba sintiendo aquellas emociones a flor de piel, que aquellos dolorosos recuerdos de hacia varias décadas llegaban hasta él. Mirando hacia afuera mientras el vehículo avanzaba, notaba que los caminos habían cambiado con el paso de los años, y que la modernidad humana había hecho lo propio desplazando a la belleza de la naturaleza en aquella incontrolable ambición que la humanidad siempre había tenido. Los humanos eran tan fascinantes como temibles, y aún cuando su padre los despreciaba tanto por aquello tan valioso que le había sido arrebatado considerándolos salvajes e inferiores, él nunca había sido tan estúpido pa
Terror.Eufemia retrocedía dos pasos como había hecho en aquella pesadilla que repentinamente sentía se volvería una realidad. Ares, miraba a aquella humana. Estaba asustada de él, y aquella mirada de horror, juraba que la había visto antes…—¿Quién eres? — cuestionó Elijah sintiendo aquella poderosa presencia. Aquel, era un ser sobrenatural.Ares no despegaba su vista de aquella humana que parecía tenerle un genuino miedo, ignorado al cazador Bennet, toda su atención se había centrad solo en ella. El viento soplaba delicadamente meciendo su hermoso cabello dorado en él, acentuando así aún más aquel delicado aroma a rosas salvajes que lo enloquecía, sin embargo, que la definía como una humana…y nada más. El aroma de aquellas rosas, tambien estaba cargado con el inconfundible aroma de sus sangres entremezcladas en aquel ser que, definitivamente, estaba creciendo dentro de su vientre.Su ira se incrementaba con paso que el daba y que ella retrocedía huyendo de él, ella en verdad no dese
La luz de la luna llena brillaba en lo alto, el viento soplaba fuerte, casi como si presagiara una tormenta. Los aullidos de los lobos se escuchaban en la lejanía de los bosques, dejándole saber que se hallaba lejos de la ciudad…de cualquier poblado humano.Mirando por la pequeña ventana de aquel lugar en el que la habían encerrado, Eufemia sonrió débilmente al mirar aquel viejo roble en la lejanía, el mismo en donde muchas veces pasó horas y horas trepando cuando era tan solo una niña. No tenia duda alguna, aquellas eran las tierras Fenrir. ¿Quién lo diría? Había vuelto a las bellas praderas y frondosas montañas de las que había sido cruelmente expulsada y exiliada como una criminal por e imperdonable pecado de haber quedado enamorada del hijo del Alfa.Tapándose los oídos ante el temor de escuchar aquellas humillaciones por la sangre “impura” que corría en sus venas, se sentía miserable. Su único consuelo en aquella oscuridad, era el saber que había evitado un derramamiento de sangr