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Capítulo 4: La consecuencia de sus actos

Era el.

Su respiración estaba agitada, y el viento le volaba el cabello dificultando su vista mientras se heria los pies descalzos con las piedrecillas del pavimento.

¿Cómo había sido tan estúpida?

Las lágrimas se le escapaban de los ojos grises, mientras apresuradamente se sacaba las llaves del auto buscando desesperadamente en su bolso, rogando que estuvieran allí y no se hubiesen tirado en algún sitio.

Era Ares Fenrir.

Aquel hombre con el que había dormido descuidadamente después de tomar la peor decisión de su vida, había resultado ser aquel que la había traicionado y olvidado, forzándola a vivir una vida distinta a todo lo que ella alguna vez había imaginado.

¿Qué había hecho?

Como una mala broma del destino, se había entregado a Ares sin saberlo y sin lograr reconocerlo en medio del mareo del alcohol, su marca punzaba, dolía como si fuera aquel horrible día en que fue marcada en contra de su voluntad, y condenada a vivir en el exilio alejada de su padre y de todos los que una vez había conocido.

Las llaves de su auto finalmente aparecían en medio de su prisa y su desesperación, y sin dudarlo un solo segundo, había subido a su costoso auto para huir de aquel sitio rogando a la luna que Ares no la hubiera reconocido, y suplicando tambien no volver a encontrárselo jamás.

Las lágrimas se le escurrían por las mejillas, estropeando aún más su maquillaje. Su corazón palpitaba tan a prisa, que sentía que este se le saldría del pecho para irse corriendo. Estaba aterrada, realmente aterrada, tanto que tan solo quería salir huyendo sin importar que él velocímetro marcaba ya los 180 km por hora, y podría ser detenida por ello, sin dejar de llorar, se cuestionaba, se regañaba y se maldecía así misma por haber sido tan estúpida. ¿Por qué? De todos los lugares del mundo, ¿Qué hacía Ares allí? ¿Acaso venia buscándola para asesinarla? No importaba cual fuera la razón, si el padre de Ares descubría lo que habían hecho, el la asesinaría sin dudarlo.

Llegando hasta su mansión, salía apresuradamente de su vehículo en busca de Noah a quien llamaba entre gritos de miedo y desesperación.

—¿Qué ocurre Eufi? — salía Noah de su habitación apresurado.

—Tienes que ayudarme — pidió Eufemia como una súplica.

Noah noto el aspecto desalineado de su protegida, e imaginándose lo peor, la llevo a la cocina para ordenar un té para ella.

—Vamos querida, tienes que calmarte, dime, ¿Qué es lo que ha pasado? — cuestionó el viejo cazador alarmado.

—El está aquí, Ares Fenrir está aquí y yo…yo he dormido sin saberlo con el —

En aquel lujoso penthouse, Ares despertaba de su reparador sueño, sin embargo, los recuerdos de la noche anterior habían llegado a el como una bomba. Mirando a su lado, se encontró completamente solo en aquella enorme cama. La mujer humana había huido al despertar, sin embargo, no era ella quien lo hacia sentirse furioso y decepcionado…el, había dormido con una mujer desconocida, faltando así a la promesa que le había hecho a su única Luna.

—Soromir —

Llamando a su Beta, buscaba sus ropas en el suelo, encontrándose así con una delicada pantaleta femenina de seda color rojo intenso, el mismo color de aquel escandaloso vestido que la humana había llevado puesto y que el le quitó. Sintiendo el delicado aroma de aquella hembra, sintió como sus sentidos se extasiaron, sin embargo, horrorizado de su reacción, arrojo lejos de si aquella prenda, se forzó a reprimir aquellos instintos que su aroma había despertado en él.

—¿Me llamó señor? —

Ares dirigió una mirada furiosa a su Beta, quien no había impedido que aquello ocurriera.

—¿En donde demonios estabas anoche? He cometido un muy grave error, la estupidez más grande de mi vida después de mi cobardía — reprochó.

Soromir se mostro impasible.

—Usted mismo me ordenó anoche dejarlo solo con aquella señorita mi señor, incluso, me mostró los colmillos — respondió.

Ares se toco la cabeza que le punzaba tanto que sentía le iba a estallar en cualquier momento. El alcohol humano era terrible, un pecado que no volvería a repetir jamás.

—Prepara todo, nos vamos a Londres, he recibido información de Adara diciéndome que mi Luna posiblemente se encuentre allá, la pista estadounidense era falsa, y yo, me equivocado terriblemente en este maldito lugar —

Soromir asintió.

—Como usted ordene —

Tomando de nuevo aquella delicada prenda que llevaba impregnado aquel aroma familiar, la guardo entre sus cosas, sin notar que algo le estaba haciendo falta.

En la mansión de Eufemia, la joven había explicado todo a su tutor.

—Ya veo, entonces, eso ha ocurrido… —

Eufemia se sentía avergonzada por su comportamiento, pero aterrada de ser encontrada por los Fenrir.

—Cometí un grave error — se regañó a sí misma.

—No te preocupes, estaremos bien y encontraremos una solución — respondió Noah abrazando a la asustada joven, notando que la marca en su espalda parecía estar cambiando. Aquella marca no podría haber sido vista por Ares Fenrir bajo el hechizo que él le había puesto, sin embargo, debían de mantenerse ocultos.

Subiendo a su lujoso avión privado, Ares miraba como después del despegue, las ciudades se hacían cada vez más pequeñas. Pensaba en esa mujer humana a quien se había entregado sin pensarlo, regalándole aquella primera vez que a su Eufemia le había jurado. Era un reverendo estúpido que parecía no cansarse de cometer errores. Acariciando el anillo de su madre buscando un consuelo, se percató de que este no estaba en su dedo, y desesperado, tomaba sus maletas sacando apresuradamente el contenido en busca de aquella preciosa joya que debía solo entregarse a quien fuese su Luna destinada.

—¿Qué ocurre señor? — cuestionaba Soromir mirando la frenética búsqueda de su amo.

—¡No está! ¡El anillo de la Luna no está! ¡Esa mujer lo ha robado! — gritó desesperado, sin embargo, no podría regresar, pues el avión ya había despegado.

Al día siguiente.

—¿En dónde está mi maldito celular? — se preguntaba Eufemia a si misma rebuscando en su auto.

Tirando accidentalmente el bolso que había usado la noche anterior, vio como algo plateado y brillante se salía de él.

—¿Qué es esto? — preguntó a nadie la hermosa mestiza, mirando aquel hermoso anillo plateado con la insignia de los Fenrir grabada en él.

Los vividos recuerdos de su apasionada noche con Ares regresaban a ella, recordando que el Alfa se había quitado aquella sortija de su propia mano para ponerla en la de ella mientras le hacia dulcemente el amor.

Sintiendo sus mejillas enrojecer, se negó a pensar más en ello, tomando el delicado anillo. Volviendo a su alcoba, sacaba desde lo más profundo de su enorme closet, aquella caja de cartón vieja ya muy carcomida por el paso de los años. Dentro, conservaba los recuerdos de su vida junto a su padre en los territorios Fenrir, y aquel hermoso collar que Ares le había dado como una prenda de compromiso aquel día en que fueron descubiertos. Tomando ambas joyas, se sentó sobre su cama para observarlas con detenimiento.

Tanto el collar como el anillo, recordaba que habían pertenecido a la difunta madre de Ares, aunque resultaba una tremenda ironía que ahora ambas joyas estuvieran en su poder, y que el mismo Ares fuera quien se las había entregado, pues las joyas de la madre de un Alfa, solo podían ser regaladas a la Luna destinada de dicho Alfa…y ella no era digna de ser la compañera eterna de un poderoso lobo heredero, como el despreciable Enegor Fenrir le había dicho aquella vez.

Guardando aquel anillo junto al collar, dejó que sus lagrimas cayeran libremente, rogando no volver a ver a Ares nunca más.

En Londres, Ares recibía más pistas sobre el paradero de su Luna perdida, decidiendo regresar a Estados Unidos más tarde para recuperar lo que aquella atrevida escritora humana le había hábilmente robado.

Un mes había transcurrido desde aquella noche apasionada en que Ares y Eufemia se habían entregado al amor por vez primera, y sintiéndose terriblemente mal, la joven mestiza devolvía una vez más los alimentos de su maltrecho estómago. Su periodo se había retrasado dos semanas, y en aquella sala de hospital, sus manos temblorosas sostenían los resultados de aquella prueba que, en medio de mil temores, había tenido que hacerse.

—Por favor madre luna… — suplicaba la mestiza, rogando por un resultado negativo.

Asustada, y después de más de media hora en que la indecisión le había impedido abrir el sobre, se había armado de valor para finalmente leer el resultado. Temblorosa y sudando, completamente nerviosa y aterrada, abría los resultados, demorando cinco minutos más en leerlos.

Sus grises de tormenta, se llenaron de lágrimas una vez más, después de leer apresuradamente el ultimo renglón de aquella carta que marcaria su vida para siempre.

POSITIVO.

Eufemia sentía que se desplomaría en cualquier momento. De aquella noche apasionada en que el alcohol y sus malas decisiones se habían mezclado, había quedado embarazada.

Estaba esperando al hijo de Ares Fenrir, ella estaba cargando en su vientre con el heredero del Alfa que la había traicionado.

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