Buscando entre la nieve, un dulce pajarillo que se aferraba a la primavera, volaba casi en el suelo deseando encontrar el ultimo brote de la rosa. Ares observaba aquel ridículo documental en la televisión, sintiendo aquella terrible ansiedad consumiendo su alma. No tenia noticias de aquella mujer que llevaba a su cachorro dentro de su vientre, y la desesperación que le ocasionaba el no encontrarla, lo hacía sentir una frustración tal como nunca antes había sentido.Esa mujer se había llevado dos cosas demasiado valiosas con ella, una era su cachorro, y el otro era aquel anillo…ambos, debían de pertenecerle solo a su Eufemia. ¿Qué tan estúpido había sido? El mayor de ellos, un completo imbécil que, en primer lugar, había sido un cobarde que no se había atrevido a enfrentar a su padre por defender a aquella a la que juró amar eternamente. Se había vuelto amargado, receloso de la vida después de perderla.Aun recordaba su aroma, aquel delicado aroma a flores silvestres y agua de rio tan
Sangre. Aquel olor tan terrible penetraba cruelmente en sus fosas nasales, haciéndole retroceder dos pasos atrás ante aquel espectáculo del horror que sus ojos incrédulos miraban casi saliendo de sus cuencas.Su padre, su querido Noah, la aldea entera, todos ellos estaban tirados sobre el suelo, con la sangre brotando de sus cuerpos inertes que sin vida yacían ante ella. —¡No! ¡No! ¡No! —Gritaba desconsoladamente al entender que era lo que estaba ocurriendo. Entonces, un terrible dolor la hacía caer, mientras sentía sus entrañas ardiendo y su sangre brotaba a borbotones desde su crecido vientre de embarazo. Alzando sus ojos antes de cerrarlos para siempre, miraba a Ares Fenrir mirándola con odio…mirándola con desprecio.—¿Por qué me has hecho esto? — y sin recibir respuesta alguna del único hombre al que ella había amado, cerraba sus ojos tan solo para volverlos a abrir unos segundos después.Un aliento ahogado salía de ella, y sintiendo el refrescante viento que se colaba por su ve
Los campos de rosas blancas, se habían teñido de rojo. El cielo, había perdido su color celeste, tiñéndose de carmesí en aquella tarde en que la esperanza se había perdido. El llanto de un niño se escuchaba a lo lejos, y los cuervos comenzaban a volar en círculos, esperando descender para unirse en el banquete infernal de los caídos. Abriendo los ojos, Ares Fenrir despertaba sintiendo aquellas emociones a flor de piel, que aquellos dolorosos recuerdos de hacia varias décadas llegaban hasta él. Mirando hacia afuera mientras el vehículo avanzaba, notaba que los caminos habían cambiado con el paso de los años, y que la modernidad humana había hecho lo propio desplazando a la belleza de la naturaleza en aquella incontrolable ambición que la humanidad siempre había tenido. Los humanos eran tan fascinantes como temibles, y aún cuando su padre los despreciaba tanto por aquello tan valioso que le había sido arrebatado considerándolos salvajes e inferiores, él nunca había sido tan estúpido pa
Terror.Eufemia retrocedía dos pasos como había hecho en aquella pesadilla que repentinamente sentía se volvería una realidad. Ares, miraba a aquella humana. Estaba asustada de él, y aquella mirada de horror, juraba que la había visto antes…—¿Quién eres? — cuestionó Elijah sintiendo aquella poderosa presencia. Aquel, era un ser sobrenatural.Ares no despegaba su vista de aquella humana que parecía tenerle un genuino miedo, ignorado al cazador Bennet, toda su atención se había centrad solo en ella. El viento soplaba delicadamente meciendo su hermoso cabello dorado en él, acentuando así aún más aquel delicado aroma a rosas salvajes que lo enloquecía, sin embargo, que la definía como una humana…y nada más. El aroma de aquellas rosas, tambien estaba cargado con el inconfundible aroma de sus sangres entremezcladas en aquel ser que, definitivamente, estaba creciendo dentro de su vientre.Su ira se incrementaba con paso que el daba y que ella retrocedía huyendo de él, ella en verdad no dese
La luz de la luna llena brillaba en lo alto, el viento soplaba fuerte, casi como si presagiara una tormenta. Los aullidos de los lobos se escuchaban en la lejanía de los bosques, dejándole saber que se hallaba lejos de la ciudad…de cualquier poblado humano.Mirando por la pequeña ventana de aquel lugar en el que la habían encerrado, Eufemia sonrió débilmente al mirar aquel viejo roble en la lejanía, el mismo en donde muchas veces pasó horas y horas trepando cuando era tan solo una niña. No tenia duda alguna, aquellas eran las tierras Fenrir. ¿Quién lo diría? Había vuelto a las bellas praderas y frondosas montañas de las que había sido cruelmente expulsada y exiliada como una criminal por e imperdonable pecado de haber quedado enamorada del hijo del Alfa.Tapándose los oídos ante el temor de escuchar aquellas humillaciones por la sangre “impura” que corría en sus venas, se sentía miserable. Su único consuelo en aquella oscuridad, era el saber que había evitado un derramamiento de sangr
El frío viento golpeaba los ventanales de aquella enorme habitación que en penumbras se encontraba, invitando a la peor imaginación a emerger desde una mente perturbada. El silencio se hacía presente en cada recoveco de aquellas desoladas tierras a las que nunca habría querido regresar. Las lágrimas emergían desde sus ojos grises, derramándose sin control mientras aquel nudo doloroso le estrujaba la garganta, y los poderosos brazos de aquel Alfa la aferraban a su enorme cuerpo pegándola contra si al mismo tiempo que sus grandes manos le calentaban el aun pequeño vientre. Eufemia aun no lograba dar crédito a lo que había ocurrido, y como repentinamente, en un segundo, su vida se había vuelto a destruir como una pila de naipes que se derrumbaba ante el cruel viento.Ares dormía placida y profundamente, sin remordimiento alguno de lo que acababa de hacerle. La había llevado a las tierras de los Fenrir, las mismas de las que su padre la había expulsado sin piedad alguna mientras el tan so
—Quiero que preparen uno de los baños principales para el uso exclusivo de la mujer que he traído, tambien, preparen un desayuno abundante y asegúrense de que lo tome ——Si señor —Aquella mañana era diferente en la vieja mansión Fenrir. La servidumbre cuchicheaba por lo bajo, mientras la expectativa se mantenía en medio de a gran incertidumbre que todos estaban sintiendo.Había una humana, y, se decía, estaba embarazada.Los murmullos no se habían hecho esperar, y rápidamente una serie de rumores se habían extendido en toda la región. ¿Aquel supuesto cachorro en el vientre de la humana era del Alfa Ares? La respuesta era en realidad sencilla de responder, pero difícil de creer. La sangre sucia de un mestizo nacido de una humana y un Alfa, era un tabú que durante siglos había sido prohibido en la manada Fenrir, y aun cuando el Alfa Ares había prohibido terminantemente cualquier tipo de desprecio a los humanos o los mestizos, una gran fracción de la manada no estaba de acuerdo, ya que
Los ojos de Eufemia se habían abierto como platos por la impresión que había sentido al escuchar la voz de Ares Fenrir detrás de ella. La luz del sol entraba apenas por las ventanas de enorme baño a donde la habían llevado para ducharse, y su visibilidad no era la mejor entre los matices claros y oscuros que tenía el lugar. —¿Qué demonios haces aquí? — la rubia volvió a preguntar sin atreverse a girarse para ver al hombre que había sentido completamente desnudo tras de ella.—¿Qué eres sorda? Ya te lo he dicho, nos bañaremos juntos — respondió Ares como si fuera nada.Las mejillas de Eufemia ardieron, aunque no supo exactamente porque razón. ¿Era por rabia? ¿Vergüenza? ¿Desconcierto? No tenía ni idea, pero no quería a ese hombre con ella desnuda allí. —¿Qué no tienes otro baño? Esta casa es enorme, estoy segura de que hay más de un solo maldito baño aquí, ¿Por qué razón es que quieres bañarte conmigo? ¡Eres un pervertido! — gritó histérica la hermosa rubia, y se apresuró