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Capítulo 2: La soledad de la marcada

El aroma del café despertaba sus sentidos, el pan tostado con mantequilla le regresaba las energías. La presentación de su nuevo libro, “El conde de la abadía”, había sido todo un éxito, y esa noche se daría una elegante fiesta para celebrarlo.

—Veo que te has despertado de buen humor, y no es para menos, el nuevo libro ha sido un éxito, ¿Quién diría que tus disparates te darían tanto dinero? —

Eufemia se reía de los comentarios que el viejo García soltaba tan a ligera.

—Vamos segundo papá, estoy segura de que tu tambien estas disfrutando de todo esto, además, ¿Cómo no soltar la imaginación si parte de mi vida la he vivido en el pueblo de las brujas? — se rio con el hombre.

Había viajado hasta Salem en Estados Unidos, tal y como su desaparecido padre le había pedido hacer, y tal cual él se lo había dicho, en aquel lugar ya la estaban esperando. El viejo Noah García era un temido y reconocido ex cazador de lobos y vampiros, que en algún momento tuvo la revelación de que no todos eran malos. Se había ocupado de ella desde el primer día, manteniéndola a salvo del clan Fenrir, que, según supo, había decidido buscarla para aniquilarla a petición de ese miserable de Enegor.

Bajo la custodia de un cazador tan famoso y temerario, había pasado completamente desapercibida. Noah le había dado educación humana, e incluso había asistido a los colegios de los humanos para hacer sus estudios universitarios. Su padre había desaparecido, su tutor le había confirmado que Félix Farbauti había escapado de la manada al verse incapaz de arreglar el conflicto, y tambien era buscado por los Fenrir, quienes habían supuesto que él se reuniría con ella, pero aquello no había sucedido, según Noah, para mantenerla a salvo.

La mitad de su sangre era la de un lobo, pero después de aquella tragedia y humillación que había sufrido de parte de los lobos, voluntariamente llevaba una vida humana, después de todo, tambien era la mitad de uno. Descubriendo años antes que amaba escribir e inventar historias, un golpe de suerte la había llevado a la fama mundial como una reconocida escritora de ciencia ficción. A pesar de ello, nadie de la manada la había reconocido, pues intencionadamente, Noah había puesto un efectivo hechizo sobre ella que ocultaba aquella infame marca que de Ares había recibido en su adolescencia.

Se había vuelto completamente humana, se decía a si misma, decidiendo enterrar a su parte de lobo para toda la eternidad. Aquella herida que Ares le había dejado en el alma, sin embargo, no seria borrada jamás, al igual que allá infame marca que la condenaba a pasar el resto de su vida sola.

—Noah, ¿Crees que algún día me pueda volver a enamorar? — cuestionó.

El viejo hombre ensombreció su semblante, y mirando de soslayo a su protegida, se sintió verdaderamente triste por ella.

—La marca de un lobo es para siempre, no he conocido manera alguna de borrarla, es un símbolo eterno de posesión, las mujeres que la poseen, jamás podrán unirse a otro hombre, porque sufrirían de un dolor insoportable en el cuerpo, y aun cuando la tuya no esta completa, sigue siendo la marca de un joven Alfa, el rango más alto entre los lobos, lo lamento mucho mi Eufi — respondió.

Los ojos grises de Eufemia se inundaron de lágrimas.

—Maldito Ares, me condeno a estar sola por siempre, ¿Qué se creen esos malditos lobos marcándonos como si fuéramos de su m*****a propiedad? ¡No somos cosas! Me niego a ser una cosa marcada que no tiene derecho a escoger su propia vida, de verdad lo odio, lo odio tanto — dijo llorando la joven para luego correr a su habitación.

—Eufi… —

Noah se lamentaba por aquella jovencita cuyo destino había sido marcado. Al menos, con aquel hechizo de cazador, Ares Fenrir jamás podría encontrarla.

—Señor Fenrir, sea bienvenido, no esperábamos su llegada al hotel en este día, disculpe si las cosas están algo movidas por aquí, pero esta noche tendremos una elegante fiesta para una ilustre escritora, le aseguro que se divertirá si decide asistir y su identidad no se verá comprometida, tendremos un baile de máscaras —

Ares miraba con desdén al humano que dirigía su hotel. Odiaba a los humanos, los despreciaba profundamente, sin embargo, su dinero era esencial para sobrevivir en aquellos tiempos, y los lobos siempre habían sabido aprovechar cada cosa creada por ellos. Ignorando al humano, siguió caminando hasta el elevador para subir a su exclusivo penthouse, se negó a cruzar palabra con otro inferior. Culpaba a los humanos de su tragedia, si su Luna no hubiese sido mitad humana, no estaría sufriendo por su perdida.

—Señor, ¿No le interesa bajar a la fiesta? Quizás pueda ser…estimulante para usted — sugería su Beta.

—No me interesa, las fiestas humanas son patéticas, solo la lujuria y la codicia tienen cabida en sus pequeñas mentes incapaces de ver más allá, Soromir, vigila bien la entrada, no quiero ser molestado por nadie — ordeno el Alfa.

—Alfa Fenrir, considere mis palabras durante un momento. Usted ha venido en busca de su Luna que es mitad humana, ¿Cómo espera encontrarla si ni siquiera quiere convivir con su raza? Personalmente nunca he sido prejuicioso, y ahora que su padre ha muerto, considero que es realmente bueno que haya dado la orden de cero discriminaciones a su manada, pero tal vez, ¿No debería usted predicar con el ejemplo primero? — sugirió él Beta saliendo del penthouse.

Sonriendo ante el atrevimiento del Beta, Ares camino hacia la habitación. Estaba agotado, había sido un viaje realmente largo y aburrido. Mirando la enorme cama, notó que el encargado de su hotel había dejado intencionadamente una fina mascara junto a un elegante traje a su medida y una nota. Al parecer, había preparado aquello con el corto tiempo que había tenido cuando se entero de su llegada.

Pensando en las palabras de su Beta, recordó a su amada Eufemia. ¿A ella le gustarían esas tonterías? Se pregunto tristemente. Su cobardía y debilidad lo habían llevado a perderla ante el temor de enfrentarse a su padre cuando era un lobo demasiado joven, sin embargo, no había nada más que pudiera hacer en ese momento…al menos era lo que se repetía a si mismo cada día y cada noche buscando aminorar aquella culpa que sentía al haber dejado a su suerte a la mujer que amaba.

Su padre había muerto años atrás, y desde entonces, había dedicado su vida a buscarla por todo el mundo, esperando que su marca apareciera y la revelara ante él. Casi a cada Eufemia en el mundo había visitado, pero todas habían resultado ser humanas comunes y corrientes. También, había atacado sin piedad a otras manadas en la búsqueda de cualquier información sobre ella o su padre. Con el tiempo y la frustración, se había ido amargando, negándose tambien a tomar a cualquier otra Luna en su lugar, pues de hacerlo, aquella marca que le había hecho a ella desaparecería, desvaneciendo así sus esperanzas de encontrarla algún día.

Pensando en su Eufemia y las palabras de Soromir, tomaba el traje para ponérselo y asistir a aquella ridícula fiesta. Quizás, algo encontraría que le ayudaría en su desesperada búsqueda.

En su mansión, Eufemia admiraba su seductor vestido rojo. Una mascara la esperaba sobre su tocador. Aquella noche, había decidido, perdería su virginidad, se negaba a ser la Luna olvidada de Ares, se negaba a vivir solitariamente por siempre.

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