El aroma del café despertaba sus sentidos, el pan tostado con mantequilla le regresaba las energías. La presentación de su nuevo libro, “El conde de la abadía”, había sido todo un éxito, y esa noche se daría una elegante fiesta para celebrarlo.
—Veo que te has despertado de buen humor, y no es para menos, el nuevo libro ha sido un éxito, ¿Quién diría que tus disparates te darían tanto dinero? —
Eufemia se reía de los comentarios que el viejo García soltaba tan a ligera.
—Vamos segundo papá, estoy segura de que tu tambien estas disfrutando de todo esto, además, ¿Cómo no soltar la imaginación si parte de mi vida la he vivido en el pueblo de las brujas? — se rio con el hombre.
Había viajado hasta Salem en Estados Unidos, tal y como su desaparecido padre le había pedido hacer, y tal cual él se lo había dicho, en aquel lugar ya la estaban esperando. El viejo Noah García era un temido y reconocido ex cazador de lobos y vampiros, que en algún momento tuvo la revelación de que no todos eran malos. Se había ocupado de ella desde el primer día, manteniéndola a salvo del clan Fenrir, que, según supo, había decidido buscarla para aniquilarla a petición de ese miserable de Enegor.
Bajo la custodia de un cazador tan famoso y temerario, había pasado completamente desapercibida. Noah le había dado educación humana, e incluso había asistido a los colegios de los humanos para hacer sus estudios universitarios. Su padre había desaparecido, su tutor le había confirmado que Félix Farbauti había escapado de la manada al verse incapaz de arreglar el conflicto, y tambien era buscado por los Fenrir, quienes habían supuesto que él se reuniría con ella, pero aquello no había sucedido, según Noah, para mantenerla a salvo.
La mitad de su sangre era la de un lobo, pero después de aquella tragedia y humillación que había sufrido de parte de los lobos, voluntariamente llevaba una vida humana, después de todo, tambien era la mitad de uno. Descubriendo años antes que amaba escribir e inventar historias, un golpe de suerte la había llevado a la fama mundial como una reconocida escritora de ciencia ficción. A pesar de ello, nadie de la manada la había reconocido, pues intencionadamente, Noah había puesto un efectivo hechizo sobre ella que ocultaba aquella infame marca que de Ares había recibido en su adolescencia.
Se había vuelto completamente humana, se decía a si misma, decidiendo enterrar a su parte de lobo para toda la eternidad. Aquella herida que Ares le había dejado en el alma, sin embargo, no seria borrada jamás, al igual que allá infame marca que la condenaba a pasar el resto de su vida sola.
—Noah, ¿Crees que algún día me pueda volver a enamorar? — cuestionó.
El viejo hombre ensombreció su semblante, y mirando de soslayo a su protegida, se sintió verdaderamente triste por ella.
—La marca de un lobo es para siempre, no he conocido manera alguna de borrarla, es un símbolo eterno de posesión, las mujeres que la poseen, jamás podrán unirse a otro hombre, porque sufrirían de un dolor insoportable en el cuerpo, y aun cuando la tuya no esta completa, sigue siendo la marca de un joven Alfa, el rango más alto entre los lobos, lo lamento mucho mi Eufi — respondió.
Los ojos grises de Eufemia se inundaron de lágrimas.
—Maldito Ares, me condeno a estar sola por siempre, ¿Qué se creen esos malditos lobos marcándonos como si fuéramos de su m*****a propiedad? ¡No somos cosas! Me niego a ser una cosa marcada que no tiene derecho a escoger su propia vida, de verdad lo odio, lo odio tanto — dijo llorando la joven para luego correr a su habitación.
—Eufi… —
Noah se lamentaba por aquella jovencita cuyo destino había sido marcado. Al menos, con aquel hechizo de cazador, Ares Fenrir jamás podría encontrarla.
—Señor Fenrir, sea bienvenido, no esperábamos su llegada al hotel en este día, disculpe si las cosas están algo movidas por aquí, pero esta noche tendremos una elegante fiesta para una ilustre escritora, le aseguro que se divertirá si decide asistir y su identidad no se verá comprometida, tendremos un baile de máscaras —
Ares miraba con desdén al humano que dirigía su hotel. Odiaba a los humanos, los despreciaba profundamente, sin embargo, su dinero era esencial para sobrevivir en aquellos tiempos, y los lobos siempre habían sabido aprovechar cada cosa creada por ellos. Ignorando al humano, siguió caminando hasta el elevador para subir a su exclusivo penthouse, se negó a cruzar palabra con otro inferior. Culpaba a los humanos de su tragedia, si su Luna no hubiese sido mitad humana, no estaría sufriendo por su perdida.
—Señor, ¿No le interesa bajar a la fiesta? Quizás pueda ser…estimulante para usted — sugería su Beta.
—No me interesa, las fiestas humanas son patéticas, solo la lujuria y la codicia tienen cabida en sus pequeñas mentes incapaces de ver más allá, Soromir, vigila bien la entrada, no quiero ser molestado por nadie — ordeno el Alfa.
—Alfa Fenrir, considere mis palabras durante un momento. Usted ha venido en busca de su Luna que es mitad humana, ¿Cómo espera encontrarla si ni siquiera quiere convivir con su raza? Personalmente nunca he sido prejuicioso, y ahora que su padre ha muerto, considero que es realmente bueno que haya dado la orden de cero discriminaciones a su manada, pero tal vez, ¿No debería usted predicar con el ejemplo primero? — sugirió él Beta saliendo del penthouse.
Sonriendo ante el atrevimiento del Beta, Ares camino hacia la habitación. Estaba agotado, había sido un viaje realmente largo y aburrido. Mirando la enorme cama, notó que el encargado de su hotel había dejado intencionadamente una fina mascara junto a un elegante traje a su medida y una nota. Al parecer, había preparado aquello con el corto tiempo que había tenido cuando se entero de su llegada.
Pensando en las palabras de su Beta, recordó a su amada Eufemia. ¿A ella le gustarían esas tonterías? Se pregunto tristemente. Su cobardía y debilidad lo habían llevado a perderla ante el temor de enfrentarse a su padre cuando era un lobo demasiado joven, sin embargo, no había nada más que pudiera hacer en ese momento…al menos era lo que se repetía a si mismo cada día y cada noche buscando aminorar aquella culpa que sentía al haber dejado a su suerte a la mujer que amaba.
Su padre había muerto años atrás, y desde entonces, había dedicado su vida a buscarla por todo el mundo, esperando que su marca apareciera y la revelara ante él. Casi a cada Eufemia en el mundo había visitado, pero todas habían resultado ser humanas comunes y corrientes. También, había atacado sin piedad a otras manadas en la búsqueda de cualquier información sobre ella o su padre. Con el tiempo y la frustración, se había ido amargando, negándose tambien a tomar a cualquier otra Luna en su lugar, pues de hacerlo, aquella marca que le había hecho a ella desaparecería, desvaneciendo así sus esperanzas de encontrarla algún día.
Pensando en su Eufemia y las palabras de Soromir, tomaba el traje para ponérselo y asistir a aquella ridícula fiesta. Quizás, algo encontraría que le ayudaría en su desesperada búsqueda.
En su mansión, Eufemia admiraba su seductor vestido rojo. Una mascara la esperaba sobre su tocador. Aquella noche, había decidido, perdería su virginidad, se negaba a ser la Luna olvidada de Ares, se negaba a vivir solitariamente por siempre.
Una suave melodía se escuchaba de fondo en aquel elegante recinto. Una torre de finas copas de cristal, capturaba la atención de los elegantes invitados que asistían a tan sofisticada reunión cargada de elegancia y distinción. Las tonalidades beige y dorado le daban al sitio un toque distintivo que evocaba a la calma y la prudencia. Los aperitivos eran adecuados, y todos hablaban del más reciente éxito de Eufemia García, mejor conocida como “Luna olvidada”, quien destacaba por su enorme potencial creativo y era una verdadera celebridad admirada y respetada.Eufemia García era una mujer hermosa, recatada e inteligente. Una pareja ideal para un respetable caballero que estuviese dispuesto a compartir el mundo con ella. Sin embargo, la escritora permanecía soltera, y, según se decía, ella se negaba a salir con alguien, incluso se rumoraba que ella gustaba de las mujeres, aunque, al final de todo, todo ello eran solo rumores.Eso era lo que Ares Fenrir había estado escuchando durante la n
Era el.Su respiración estaba agitada, y el viento le volaba el cabello dificultando su vista mientras se heria los pies descalzos con las piedrecillas del pavimento.¿Cómo había sido tan estúpida?Las lágrimas se le escapaban de los ojos grises, mientras apresuradamente se sacaba las llaves del auto buscando desesperadamente en su bolso, rogando que estuvieran allí y no se hubiesen tirado en algún sitio.Era Ares Fenrir.Aquel hombre con el que había dormido descuidadamente después de tomar la peor decisión de su vida, había resultado ser aquel que la había traicionado y olvidado, forzándola a vivir una vida distinta a todo lo que ella alguna vez había imaginado.¿Qué había hecho?Como una mala broma del destino, se había entregado a Ares sin saberlo y sin lograr reconocerlo en medio del mareo del alcohol, su marca punzaba, dolía como si fuera aquel horrible día en que fue marcada en contra de su voluntad, y condenada a vivir en el exilio alejada de su padre y de todos los que una ve
La vida es una canción de la que te enamoras.Doblando con cuidado cada prenda, la acomodaba en la maleta con un sentimiento de tristeza que lograba sobrecogerla. Acariciando cada pared en su habitación, Eufemia se despedía del sitio al que había llamado su hogar durante demasiado tiempo, sintiendo un terrible vacío dentro de ella misma, y, al mismo tiempo, creyendo que dejar todo atrás y emigrar a otras tierras, era la única manera posible de mantenerse a salvo.—Ya tengo los boletos de avión, viajaremos en primera clase, luego de llegar enviare a alguien a recoger discretamente todas tus cosas, por ahora, debemos irnos —Noah estaba tan preocupado como ella, y es que una locura de una noche y su deseo por no sucumbir ante la soledad de la marca, la había llevado a cometer el peor error de su vida.—Estoy lista, solo llevo lo necesario — respondía la hermosa mestiza cerrando aquella maleta que la acompañaría en aquella nueva travesía que debía recorrer y solo por haber sido tan estúp
La brisa nocturna se colaba entre su pelaje, mientras corría en aquellos floridos campos bañados por la luz de la luna llena que resplandecía como la plata en lo alto.Un heredero.El lobo gris aullaba con dolor hacia la luna, mientras sentía el aroma de aquel cachorro perdido, aquel que llevaba su sangre y que en sus hombros llevaría el peso de aquella manada, el mismo que el llevaba ahora mismo, y que debía de dejar en buenas manos.Una mujer.Aquel vientre femenino que guardaba celosamente aquello que el añoraba, y le miraba con desprecio. Un rostro ensombrecido de facciones difusas que no alcanzaba a apreciar, pero que aquel aroma lo hacía desearla como nunca antes había deseado nada en su vida.La marca.Aquella marca que había dejado en la única mujer que él había amado y deseado, podía divisarla completa en la espalda de la hembra que e su vientre cargaba a su cachorro, y la desesperación del lobo, corría en sus venas enloqueciéndole.Sudoroso, con el corazón palpitando tan fue
El día daba comienzo, y aquella mestiza admiraba el hermoso río que atravesaba el pueblo que la había recibido. ¿Qué era lo que ella haría a partir de ese momento? Aun cuando estaba segura en aquel lugar, y su hijo o hija tambien lo estarían, no deseaba vivir en cautiverio, temerosa de lo que Ares seria capaz de hacer…o de morir en las manos de su cruel padre por llevar en su vientre a un cachorro que, al igual que ella, seria impuro.Los lobos que se consideraban pura sangre, se volvían realmente crueles con los que eran como ella, nada más que mestizos con poca o nula habilidad por llevar en sus venas la sangre de un ser humano. Toda su temprana juventud desde su nacimiento, había sido criada como un lobo, completamente apartada del mundo humano, a quien la manada Fenrir consideraba inferiores, sin embargo, luego de ser exiliada, había aprendido que los humanos y los lobos, no eran tan diferentes entre sí.Las hojas caían de los árboles sobre el rio, que las arrastraba a su voluntad
Buscando entre la nieve, un dulce pajarillo que se aferraba a la primavera, volaba casi en el suelo deseando encontrar el ultimo brote de la rosa. Ares observaba aquel ridículo documental en la televisión, sintiendo aquella terrible ansiedad consumiendo su alma. No tenia noticias de aquella mujer que llevaba a su cachorro dentro de su vientre, y la desesperación que le ocasionaba el no encontrarla, lo hacía sentir una frustración tal como nunca antes había sentido.Esa mujer se había llevado dos cosas demasiado valiosas con ella, una era su cachorro, y el otro era aquel anillo…ambos, debían de pertenecerle solo a su Eufemia. ¿Qué tan estúpido había sido? El mayor de ellos, un completo imbécil que, en primer lugar, había sido un cobarde que no se había atrevido a enfrentar a su padre por defender a aquella a la que juró amar eternamente. Se había vuelto amargado, receloso de la vida después de perderla.Aun recordaba su aroma, aquel delicado aroma a flores silvestres y agua de rio tan
Sangre. Aquel olor tan terrible penetraba cruelmente en sus fosas nasales, haciéndole retroceder dos pasos atrás ante aquel espectáculo del horror que sus ojos incrédulos miraban casi saliendo de sus cuencas.Su padre, su querido Noah, la aldea entera, todos ellos estaban tirados sobre el suelo, con la sangre brotando de sus cuerpos inertes que sin vida yacían ante ella. —¡No! ¡No! ¡No! —Gritaba desconsoladamente al entender que era lo que estaba ocurriendo. Entonces, un terrible dolor la hacía caer, mientras sentía sus entrañas ardiendo y su sangre brotaba a borbotones desde su crecido vientre de embarazo. Alzando sus ojos antes de cerrarlos para siempre, miraba a Ares Fenrir mirándola con odio…mirándola con desprecio.—¿Por qué me has hecho esto? — y sin recibir respuesta alguna del único hombre al que ella había amado, cerraba sus ojos tan solo para volverlos a abrir unos segundos después.Un aliento ahogado salía de ella, y sintiendo el refrescante viento que se colaba por su ve
Los campos de rosas blancas, se habían teñido de rojo. El cielo, había perdido su color celeste, tiñéndose de carmesí en aquella tarde en que la esperanza se había perdido. El llanto de un niño se escuchaba a lo lejos, y los cuervos comenzaban a volar en círculos, esperando descender para unirse en el banquete infernal de los caídos. Abriendo los ojos, Ares Fenrir despertaba sintiendo aquellas emociones a flor de piel, que aquellos dolorosos recuerdos de hacia varias décadas llegaban hasta él. Mirando hacia afuera mientras el vehículo avanzaba, notaba que los caminos habían cambiado con el paso de los años, y que la modernidad humana había hecho lo propio desplazando a la belleza de la naturaleza en aquella incontrolable ambición que la humanidad siempre había tenido. Los humanos eran tan fascinantes como temibles, y aún cuando su padre los despreciaba tanto por aquello tan valioso que le había sido arrebatado considerándolos salvajes e inferiores, él nunca había sido tan estúpido pa