¿Me vas a amar por siempre?
Toda la vida voy a amarte, porque tú eres la única para mí.
—Debes de irte ahora mismo, porque si no lo haces, acabare contigo y con tu padre —
Aquella promesa ahora solo yacía en su memoria.
Soy una mestiza, ¿Aun así me amas?
Si, te amo hoy y para siempre, por ello, siempre serás mía.
—¡Es una mestiza! ¡No es digna de ser la Luna de un Alfa! —
Aquella sangre impura por la cual la habían despreciado toda su vida, le escurría por la espalda herida.
¿Vas a marcarme algún día pasa ser tu luna?
Si, llevarás mi marca toda tu vida, para que así todos sepan que tu perteneces a mí, y solo a mí.
Aquella marca en su espalda, la había recibido antes de tiempo y en contra de su voluntad, por el mismo hombre que le había prometido amarla por siempre, y que ahora permanecía callado tras de su padre, quien la amenazaba de muerte.
—Usted no tiene derecho de tratarme así, yo no soy culpable de mi nacimiento, ni tampoco soy culpable de la marca que llevo en mi espalda, su hijo me ha elegido como su Luna, ¡Esa es la verdad! — gritaba aquella jovencita mirando a su amado en busca de una palabra que detuviera aquella locura. Sin embargo, aquel jovencito, tan solo había desviado la mirada, permaneciendo en silencio.
El sonido de una bofetada rompía con los murmullos de los lobos que miraban con desprecio a aquella jovencita que yacía forzada en el suelo junto a su padre, ante el poderoso Alfa Enegor, líder de la manada sangre pura Fenrir, quienes despreciaban a los mestizos nacidos de la abominable unión entre un lobo y un humano.
—¡Cállate, mocosa! Debí asesinarte desde el momento en que mi hijo, el futuro Alfa, puso sus ojos sobre ti, ¡Sangre sucia inmunda! Tuvimos piedad al acogerte en nuestra manada después de que tu desalmada madre humana decidiera abandonarte, ¿Y así es como pagas mi piedad?, ¡Largo de aquí! Tu padre puede quedarse, pero tú, m*****a chiquilla, desde este momento y para siempre, quedas desterrada de la manada Fenrir, la marca en tu espalda no está completa, y nunca ha de completarse, sé que tú, pequeña arpía, sedujiste a mi hijo para que te marcara y así ganar el estatus de Luna dentro del clan, pero estas equivocada si piensas que voy a permitir que mi único hijo haga un vínculo con una asquerosa mestiza — gritaba el viejo lobo completamente encolerizado.
Aquella hermosa jovencita de apenas dieciséis primaveras, miraba a su Ares, el hombre del que se había enamorado, y quien había decidido marcarla en contra de su voluntad antes de tiempo.
—Por favor, Ares, dile a tu padre que me amas, dile que me has marcado en un impulso tonto, que yo no te he seducido…
—¡Cállate! — el lobo viejo la había abofeteado de vuelta. — ¡Por supuesto que no lo has seducido! ¡El es un Alfa y tu solo una indigna mestiza! ¡Fuera de mis tierras! ¡Vete ya antes de que decida asesinarte! — gritaba eufórico Enegor.
Mirando a la hermosa joven de cabellos dorados y asustados ojos grises que presagiaban tormentas, Ares negó, aun cuando la amaba con locura…aun cuando era capaz de dar el mundo por ella.
—No te amo, Eufemia, yo solo quería divertirme un rato y nada más, no era mi intención marcarte —
Y con aquellas palabras, Eufemia Farbauti sentía su corazón rompiéndose en mil pedazos. Ares, su amado, había negado aquel amor que ambos sentían, y con ello, aquellas promesas que desde niños habían jurado a la luna llena, se iban desvaneciendo entre aquellas lagrimas que de sus ojos tormentosos caían sin control.
Siendo arrastrada sobre el lodo y llevada hacia los limites de las tierras de los Fenrir, con el alma completamente rota, la joven loba era expulsada para siempre entre las burlas de los lobos y lobas que desde siempre la habían mirado como poco menos que basura por ser la hija de una mujer humana que tambien la desprecio al nacer.
Levantándose del suelo con su vestido cubierto de barro, y sus blancas mejillas completamente sucias, Eufemia se limpiaba las lágrimas mientras abrazaba a su padre por ultima vez.
—Ten esto, he puesto en tu caja de recuerdos dinero mucho más que suficiente, toma un avión a Estados Unidos, en Salem hay un amigo que cuidara de ti mientras yo puedo arreglar todo esto, el ya te espera. Se fuerte mi Eufi, sé que tú vas a lograrlo — dijo su padre, Félix, dejándole una pequeña maleta junto a su cajita de tesoros.
Y así, despidiéndose de su padre, Eufemia corrió lejos de aquellas tierras que tanto desprecio y dolor le habían dado. Cambiándose la ropa entre la hierba alta, la joven guardaba dentro de aquella cajita, aquel collar que Ares le había dado como prenda de compromiso antes de ser descubiertos y que el la marcara en un impulso tonto de desesperación. Aquella marca le dolía, y tambien, la condenaba a no ser vista por otros lobos jamás, pues, aunque estaba incompleta, ella ya le pertenecía a alguien...a ese cobarde que la había despreciado, que la había traicionado.
Tomando un vuelo hacia tierras lejanas, aquella joven dejaba atrás la traición, dejaba atrás su dolor. Y aquella mansión antigua, Ares lloraba amargamente su cobardía, su debilidad. Había negado a su único amor para mantenerla con vida…y ella jamás iba a saberlo.
10 años habían pasado desde aquellos amargos recuerdos que cada noche llegaban a atormentarla. La marca aun le dolía. Mirándose en el espejo con una gran sonrisa, Eufemia miraba que su vestido luciera impecable; su maquillaje era perfecto, y sus hermosos caireles rubios caían como una cascada por su espalda que nunca estaba descubierta.
Los reflectores se posaban sobre ella, y saludando a sus fans, se acercaba a ellos para autografiar los libros. El tiempo había pasado, y aun cuando la traición aun la heria, había seguido adelante. El mundo humano la había recibido con los brazos abiertos.
—¡Luna olvidada! — gritaban eufóricos y con alegría todos aquellos que a través de sus letras habían llegado amarla y la llamaban por su seudónimo.
Se había cambiado el apellido, nunca nadie iba a reconocerla, después de todo, Ares, ya la había olvidado.
—Señor, tenemos una pista, creemos que ella puede estar en Estados Unidos —
Ares hacia bailar el vino en su copa. Sus ojos zafiro se habían vuelto fríos, en su hermoso rostro había una permanente mueca de desprecio y enfado. Pasándose los dedos entre sus sedosos cabellos negros, dejaba aquella copa de lado.
—Entonces, iremos a Estados Unidos…a encontrar a mi Luna perdida —
El aroma del café despertaba sus sentidos, el pan tostado con mantequilla le regresaba las energías. La presentación de su nuevo libro, “El conde de la abadía”, había sido todo un éxito, y esa noche se daría una elegante fiesta para celebrarlo.—Veo que te has despertado de buen humor, y no es para menos, el nuevo libro ha sido un éxito, ¿Quién diría que tus disparates te darían tanto dinero? —Eufemia se reía de los comentarios que el viejo García soltaba tan a ligera.—Vamos segundo papá, estoy segura de que tu tambien estas disfrutando de todo esto, además, ¿Cómo no soltar la imaginación si parte de mi vida la he vivido en el pueblo de las brujas? — se rio con el hombre.Había viajado hasta Salem en Estados Unidos, tal y como su desaparecido padre le había pedido hacer, y tal cual él se lo había dicho, en aquel lugar ya la estaban esperando. El viejo Noah García era un temido y reconocido ex cazador de lobos y vampiros, que en algún momento tuvo la revelación de que no todos eran m
Una suave melodía se escuchaba de fondo en aquel elegante recinto. Una torre de finas copas de cristal, capturaba la atención de los elegantes invitados que asistían a tan sofisticada reunión cargada de elegancia y distinción. Las tonalidades beige y dorado le daban al sitio un toque distintivo que evocaba a la calma y la prudencia. Los aperitivos eran adecuados, y todos hablaban del más reciente éxito de Eufemia García, mejor conocida como “Luna olvidada”, quien destacaba por su enorme potencial creativo y era una verdadera celebridad admirada y respetada.Eufemia García era una mujer hermosa, recatada e inteligente. Una pareja ideal para un respetable caballero que estuviese dispuesto a compartir el mundo con ella. Sin embargo, la escritora permanecía soltera, y, según se decía, ella se negaba a salir con alguien, incluso se rumoraba que ella gustaba de las mujeres, aunque, al final de todo, todo ello eran solo rumores.Eso era lo que Ares Fenrir había estado escuchando durante la n
Era el.Su respiración estaba agitada, y el viento le volaba el cabello dificultando su vista mientras se heria los pies descalzos con las piedrecillas del pavimento.¿Cómo había sido tan estúpida?Las lágrimas se le escapaban de los ojos grises, mientras apresuradamente se sacaba las llaves del auto buscando desesperadamente en su bolso, rogando que estuvieran allí y no se hubiesen tirado en algún sitio.Era Ares Fenrir.Aquel hombre con el que había dormido descuidadamente después de tomar la peor decisión de su vida, había resultado ser aquel que la había traicionado y olvidado, forzándola a vivir una vida distinta a todo lo que ella alguna vez había imaginado.¿Qué había hecho?Como una mala broma del destino, se había entregado a Ares sin saberlo y sin lograr reconocerlo en medio del mareo del alcohol, su marca punzaba, dolía como si fuera aquel horrible día en que fue marcada en contra de su voluntad, y condenada a vivir en el exilio alejada de su padre y de todos los que una ve
La vida es una canción de la que te enamoras.Doblando con cuidado cada prenda, la acomodaba en la maleta con un sentimiento de tristeza que lograba sobrecogerla. Acariciando cada pared en su habitación, Eufemia se despedía del sitio al que había llamado su hogar durante demasiado tiempo, sintiendo un terrible vacío dentro de ella misma, y, al mismo tiempo, creyendo que dejar todo atrás y emigrar a otras tierras, era la única manera posible de mantenerse a salvo.—Ya tengo los boletos de avión, viajaremos en primera clase, luego de llegar enviare a alguien a recoger discretamente todas tus cosas, por ahora, debemos irnos —Noah estaba tan preocupado como ella, y es que una locura de una noche y su deseo por no sucumbir ante la soledad de la marca, la había llevado a cometer el peor error de su vida.—Estoy lista, solo llevo lo necesario — respondía la hermosa mestiza cerrando aquella maleta que la acompañaría en aquella nueva travesía que debía recorrer y solo por haber sido tan estúp
La brisa nocturna se colaba entre su pelaje, mientras corría en aquellos floridos campos bañados por la luz de la luna llena que resplandecía como la plata en lo alto.Un heredero.El lobo gris aullaba con dolor hacia la luna, mientras sentía el aroma de aquel cachorro perdido, aquel que llevaba su sangre y que en sus hombros llevaría el peso de aquella manada, el mismo que el llevaba ahora mismo, y que debía de dejar en buenas manos.Una mujer.Aquel vientre femenino que guardaba celosamente aquello que el añoraba, y le miraba con desprecio. Un rostro ensombrecido de facciones difusas que no alcanzaba a apreciar, pero que aquel aroma lo hacía desearla como nunca antes había deseado nada en su vida.La marca.Aquella marca que había dejado en la única mujer que él había amado y deseado, podía divisarla completa en la espalda de la hembra que e su vientre cargaba a su cachorro, y la desesperación del lobo, corría en sus venas enloqueciéndole.Sudoroso, con el corazón palpitando tan fue
El día daba comienzo, y aquella mestiza admiraba el hermoso río que atravesaba el pueblo que la había recibido. ¿Qué era lo que ella haría a partir de ese momento? Aun cuando estaba segura en aquel lugar, y su hijo o hija tambien lo estarían, no deseaba vivir en cautiverio, temerosa de lo que Ares seria capaz de hacer…o de morir en las manos de su cruel padre por llevar en su vientre a un cachorro que, al igual que ella, seria impuro.Los lobos que se consideraban pura sangre, se volvían realmente crueles con los que eran como ella, nada más que mestizos con poca o nula habilidad por llevar en sus venas la sangre de un ser humano. Toda su temprana juventud desde su nacimiento, había sido criada como un lobo, completamente apartada del mundo humano, a quien la manada Fenrir consideraba inferiores, sin embargo, luego de ser exiliada, había aprendido que los humanos y los lobos, no eran tan diferentes entre sí.Las hojas caían de los árboles sobre el rio, que las arrastraba a su voluntad
Buscando entre la nieve, un dulce pajarillo que se aferraba a la primavera, volaba casi en el suelo deseando encontrar el ultimo brote de la rosa. Ares observaba aquel ridículo documental en la televisión, sintiendo aquella terrible ansiedad consumiendo su alma. No tenia noticias de aquella mujer que llevaba a su cachorro dentro de su vientre, y la desesperación que le ocasionaba el no encontrarla, lo hacía sentir una frustración tal como nunca antes había sentido.Esa mujer se había llevado dos cosas demasiado valiosas con ella, una era su cachorro, y el otro era aquel anillo…ambos, debían de pertenecerle solo a su Eufemia. ¿Qué tan estúpido había sido? El mayor de ellos, un completo imbécil que, en primer lugar, había sido un cobarde que no se había atrevido a enfrentar a su padre por defender a aquella a la que juró amar eternamente. Se había vuelto amargado, receloso de la vida después de perderla.Aun recordaba su aroma, aquel delicado aroma a flores silvestres y agua de rio tan
Sangre. Aquel olor tan terrible penetraba cruelmente en sus fosas nasales, haciéndole retroceder dos pasos atrás ante aquel espectáculo del horror que sus ojos incrédulos miraban casi saliendo de sus cuencas.Su padre, su querido Noah, la aldea entera, todos ellos estaban tirados sobre el suelo, con la sangre brotando de sus cuerpos inertes que sin vida yacían ante ella. —¡No! ¡No! ¡No! —Gritaba desconsoladamente al entender que era lo que estaba ocurriendo. Entonces, un terrible dolor la hacía caer, mientras sentía sus entrañas ardiendo y su sangre brotaba a borbotones desde su crecido vientre de embarazo. Alzando sus ojos antes de cerrarlos para siempre, miraba a Ares Fenrir mirándola con odio…mirándola con desprecio.—¿Por qué me has hecho esto? — y sin recibir respuesta alguna del único hombre al que ella había amado, cerraba sus ojos tan solo para volverlos a abrir unos segundos después.Un aliento ahogado salía de ella, y sintiendo el refrescante viento que se colaba por su ve