Así que eso explica una parte del asunto, veamos cómo se resuelve.
Anabel fue a la fábrica de Jordano. Tenía claro que algo había sucedido con él y necesitaba verlo.La fábrica era grande y había crecido vertiginosamente; su novio parecía un empleado más con su uniforme celeste dirigiendo los camiones de entrega. Saltaba con una agilidad envidiable y movía cosas pesadas con facilidad.No era el mismo, aunque nadie se diera cuenta, vestido así parecía un empleado más. Se acercó a hablar con él.—Jordano.—Anabel, preciosa.—¡Qué hay, reina! —la besaba en la mejilla.—Te vine a buscar, necesitamos hablar.—Me encantó verte —la rodeó por los hombros y le dijo—. Conocí a una fonda muy mona el otro día y quiero que la veas, tocan blues muy bueno, por cierto.—Jordano, ¿qué te pasó?—Hablas de cuando los hombres de tu novio me perseguían, ¿verdad?—Dime… ¿Es cierto que te convirtieron?Él se apartó molesto y le dijo a la joven.—Yo no lo pedí, pero parece que aquí te dan las cosas sin pedirlas.—Entonces…—El gris me salvó.—Jordano.—No sé si agradecerle o
El doctor Gilberto Zaragoza se paseaba por las inmediaciones de la aldea de niños huérfanos, niños a los que el infortunio o la pobreza los había tocado con el abandono.Aunque era un panorama lleno de dolor en medio de la inocencia, siempre hay perlas en donde otros desechan y él sabía apreciar muy bien esas perlas.Rowena tenía 18 años y era una chica muy desprolija, de cabellos ensortijados, de un naranja muy hiriente y unos ojos verdes intensos.¿Bella? Mucho, su belleza era su descuido en su arreglo, la delgadez que la hacía parecer frágil, pero con curvas bien acentuadas y arregladas, sería una joven interesante y notable.¿Qué se sabía de Rowena Claire? Pocas cosas, su abuela, una mujer que tenía fama de ser una bruja poderosa.La dejó allí cuando tenía tan solo seis años, nadie sabía la razón y de cuando en cuando la visitaba y le dejaba extraños obsequios, hablaba con la niña y parecía muy cariñosa, pero lejos de eso no la llevaba.Rowena creció en ese ambiente de desolación
Le escribía a su amiga imaginaria en un diario improvisado.“Querida Darla:Estoy cerca del cielo, es increíble esa sensación, puedo ver las nubes. Si tan solo pudiera tocarlas, Darla.Si tan solo pudieras verlas, son como grandes algodones que al ser atravesados se diluyen.Creo que hasta Dios me está viendo, aunque ese sueño extraño todavía me tiene preocupada, ¿será verdad todo lo que decía la vieja Zafica?Solo me queda averiguarlo”.Horas después estaba en otro país y se sentía bastante impactada, porque se dio cuenta de que había dejado lejos a su país natal. Toda su vida se había quedado a cientos de kilómetros.Caminó por un rato mirando rostros que no le eran familiares y de repente un hombre vestido con un uniforme negro y una gorrita se acercó a ella.—¿Rowena Claire?—Sí.—Venga conmigo, el doctor Zaragoza la espera.El tipo tenía una expresión muy rara, como si ella apestara, tocó su amuleto, solo esperaba que todo saliera bien.—¿El doctor se encuentra bien?Nada, parecí
El auto del doctor Zaragoza frenó frente a un portón y este automáticamente se abrió. El auto se deslizó por un camino perfectamente delineado, tomó una pendiente y ante sus ojos se alzó una imponente mansión totalmente iluminada. Algunos jóvenes hacían guardia y él rodeó una fuente que dominaba la entrada y vio a Boris esperándolo.—Gracias por venir, doctor —entonces preguntó—. ¿Y la joven que olía a hierbas frescas?Dijo el joven exaltado.—Hablas de Rowena, es mi huésped una chica especial.—Extraño nombre —caviló y repitió—. Rowena.—Sí, es un nombre curioso, pero entonces ella es una criatura curiosa.—Mi abuela, ella se puso mal…—Calma, muchacho —lo serenó—. Ya estoy aquí.—Sí, gracias —lo acompañó a la entrada y le comentó—. La abuela se sintió mal durante la cena y no se ha podido levantar de su lecho.Sabía que era una simple pataleta; esos seres no se desmoronaban con facilidad.—Boris, sé cuánto amas a tu abuela, pero nada conseguirás con alterarte.El joven no se sentía
“Querida Darla:Estoy rumbo a lo que parece ser la aventura de mi vida. El doctor Zaragoza dijo que los Keller son especiales y allí está él con ellos. El joven que vino ese día, es especial.Ya sé lo que me dirás, Darla. Cuidado, Rowena, pero no me asusta saber que no es como los demás, es más, quiero probar sus labios y ver si son como los de todos los hombres.El doctor dice que esto cambiará la perspectiva de mi vida y que voy a conocer el otro lado del mundo. Yo solo quiero saber que tanto puede cambiarme esta experiencia. Por el momento ya llevo 2 horas de camino y he llegado a la villa de los Susurros y el paisaje se ve tan exclusivo…Bueno, Darla, te escribiré ya instalada en la casa.Rowena.Cuando el taxi frenó frente a un portón muy elegante que tenía un letrero que en letras doradas decía: Keller—Vanoni. El taxista se bajó y le abrió la puerta diciéndole:—Bienvenida a la villa Keller, no lo dejó adentró, pues… Esta gente es muy rara.—Gracias.Rowena miró el portón y tocó
La habitación tenía una exquisita decoración, la cama de hierro forjado era enorme y tenía un suave edredón blanco con ligeros bordados de flores amarillas en sus flancos.El piso era alfombrado en su totalidad, la habitación constaba con su propia coqueta de diseño clásico con tonos suavizados y delicados, el espejo era muy nítido.El mayordomo le indicó.—Tendrá que estudiar las normas de la casa —le tendió un librito y recalcó—. Los horarios de comida están perfectamente detallados y son una hora después de que los señores coman, espero no tener inconvenientes con usted.Al quedar sola, se lanzó sobre la cama y rebotó. El frío menguaba poco a poco, empezó a tocar cada pieza, a oler las sábanas que destilaban un perfume muy delicado.Recorrió con sus dedos las paredes y se sentó en la coqueta y se miró al espejo. Sus dedos tocaron la superficie y sonrió.Caminó al balcón y abrió las puertas. El viento remeció las cortinas, el aroma de rosas llegó hasta sus narices. En efecto, había u
Los empleados iban y venían con los preparativos de la mesa y se vio cómo Oswaldo disponía la comida en un carrito con ruedas que empujó hasta el salón comedor.Rowena miraba la pulcritud y el esmero con que servían a los patrones y podía imaginarse la mesa y todos esos deliciosos platos siendo servidos y los detalles que rodeaban las conversaciones de la gente rica. Todo era un sueño, pero de cierta forma estar tras el telón no era tan malo.**Afuera los tres miembros de la familia Keller eran servidos cuando Enrietta bastante inquieta, miró en torno; fue su nieto quien le preguntó.—¿Sucede algo, abuela?—Sí, querido… —se dirigió a Oswaldo, que le ofrecía la crema, y ella dijo—. Oswaldo.—Dígame, madame.—¿Dónde se encuentra la señorita Claire?—Madame, la señorita Claire, está en la cocina esperando la hora de la comida de los sirvientes.Eso ofendió a la dama que exclamó.—Pero… pero, ¡cómo se atreve!—¿Qué sucede, abuela?, preguntó Anabel.—¡Mi dama de compañía mezclada con la se
Después del desayuno se dirigió al estudio en donde la esperaban.—Señorita Claire, es hora de comenzar con sus clases de etiqueta y personalmente me encargaré de pulirla —se levantó.Anabel burlona añadió.—¡Qué honor!Boris sonrió complacido, pues su luna brillaría con honores frente a la manada. La voz de su abuela lo volvió de sus reflexiones.—Le indiqué a Oswaldo que dispusiera un servicio completo para tal menester —le indicó que acercara—. Esto es todo lo que necesitaré para pulirla.—Me disculpo por no saber…—Así es, querida —dijo ella solemne—. Debes disculparte porque nadie debe ignorar en su vida la etiqueta, es algo de vital importancia en esta sociedad.La mujer tomó asiento con una gracia sin igual, mientras sus nietos seguían atentamente cada paso de la sudamericana. Rowena la imitó y se fijó en los innumerables utensilios que había dispuesto.Enrietta tomó la servilleta que había sido doblada en forma de cisne y se la colocó en las piernas y le indicó que lo hiciera.