La habitación tenía una exquisita decoración, la cama de hierro forjado era enorme y tenía un suave edredón blanco con ligeros bordados de flores amarillas en sus flancos.
El piso era alfombrado en su totalidad, la habitación constaba con su propia coqueta de diseño clásico con tonos suavizados y delicados, el espejo era muy nítido.
El mayordomo le indicó.
—Tendrá que estudiar las normas de la casa —le tendió un librito y recalcó—. Los horarios de comida están perfectamente detallados y son una hora después de que los señores coman, espero no tener inconvenientes con usted.
Al quedar sola, se lanzó sobre la cama y rebotó. El frío menguaba poco a poco, empezó a tocar cada pieza, a oler las sábanas que destilaban un perfume muy delicado.
Recorrió con sus dedos las paredes y se sentó en la coqueta y se miró al espejo. Sus dedos tocaron la superficie y sonrió.
Caminó al balcón y abrió las puertas. El viento remeció las cortinas, el aroma de rosas llegó hasta sus narices. En efecto, había un gran rosal de grandes y hermosas rosas rojas, algunas ramas tocaban el principio del piso del balcón y el perfume que despedían era suave y delicioso.
La nieve se veía por los alrededores como espesas masas; al regresar a la cama encontró su maleta sobre ella y abierta, se acercó extrañada, pues no recordaba ese gesto.; sin embargo, toda la emoción debió confundirla, sonrió complacida y se dijo:
“Rowena vas a vivir como mereces”
**
En la sala había un enfrentamiento de pareceres entre Boris y su hermana. La joven, visiblemente molesta, daba su opinión.
—Abuela, comprendo que necesites a una persona que se encargue de tus necesidades, pero no comparto tu decisión de darle una habitación cercana a la nuestra y menos aquella que significó mucho para ti.
—Querida mía… —dijo con voz suave y cadenciosa—. Es solo un capricho de tu abuela, además no quiero que Gilberto piense que trato a su protegida de forma vulgar.
Boris aprovechó para congraciarse con su abuela y comentó:
—Estoy de acuerdo contigo, abuela. Si es tu deseo hacer que tu dama de compañía tenga privilegios, no pondré objeción alguna.
Anabel lo miró con rabia y la mujer dijo satisfecha.
—Gracias, querido. Tengo planes para esa joven, la educaré y a la vez aprenderé de ella lo mejor.
Anabel no era tonta y pensó: “Lo que realmente quieres es alguien a quien dominar y esa sudamericana es un blanco perfecto…”.
Con suerte pensó la joven, la muchacha lograría distraer a su abuela de sus acciones y si era lista hasta podía utilizarla para cubrir sus fallas. En buen momento llegó la inmigrante.
**
Rowena ponía los pies sobre la tierra, si bien vivía en la habitación de una reina, tenía obligaciones de plebeya, había ojeado el libro de reglas y esa familia pecaba de estricta. Cuando colocaba una ropa en el armario, sintió que alguien pasaba por detrás de ella y se volteó presta y no vio a nadie; sin embargo, sentía que no estaba sola.
Ignoró aquel detalle, pues se sentía tensa con su nuevo trabajo, fue a la cama a recoger más ropa y al mirar hacia el espejo del armario vio una figura reflejada, se volteó presta y no había nadie; sin embargo, el espejo parecía reflejarla, sacudió su cabeza alejando esas tonterías, no podía creer que a estas alturas viese fantasmas, no, eso quedó en el pasado, se fue a duchar necesitaba relajarse para bajar y explorar el nuevo entorno, se sumergió en la bañera con agua tibia y se abandonó al éxtasis del descanso.
Cerró sus ojos y en ese momento imágenes vinieron a su mente, eran de un gran lobo gris que la miraba fijamente y le decía: Vete de aquí o te arrepentirás por intervenir, bruja.
Abrió los ojos y sintió que alguien estaba detrás de ella, pero estaba sola.
—¿Qué es todo esto?
Decidió dar una vuelta, al bajar no encontró a nadie de la familia en la sala, y al admirar los cuadros tan elegantes, las criaturas tenían buen gusto. Encontró una salida hacia el jardín trasero, las puertas de cristal dejaban ver el paisaje y a jóvenes haciendo ejercicio sin camisa.
Tal vez si se acercaba a ellos, podría entenderlos mejor y fue dar unos pasos cuando un gran lobo se le fue encima, dio tal grito y corrió a la casa gritando y le cerró la puerta en la cara.
El animal se desesperaba por romper la puerta, su cuerpo se estremecía de la impresión recibida.
—¡Asustó a Dash!
Al voltear vio al extraño y apuesto caballero.
—¡Solo quería dar una vuelta y…! ¡Y esa bestia se me echó encima! —dijo alterada.
—¡Es un lobo! —abría la puerta.
—¡No salga, por favor! —tiró de él con fuerza.
El joven sorprendido la miró por su arrebato.
—¡Cálmese, señorita! A usted no la conoce, pero a mí sí —salió.
En efecto, el lobo se puso contento al ver a su amo, saltaba a su alrededor y hacía cabriolas para él y el joven lo acariciaba diciéndole palabras dulces.
—Dash, bonito, ¿te asustó la señorita? —tomaba su cabeza con sus dos manos y se la sacudía y le explicó—. Dash, ella volvió, es mi luna, solo que ella no lo sabe, pero lo sabrá pronto.
Tal parecía que ambos se entendían muy bien, justo cuando Rowena se iba a retirar.
—Será mejor que venga.
—Lo siento, le temo a los lobos.
—¡Es una orden! —dijo firme.
Había olvidado por un segundo que tenía patrones y que les debía respeto y obediencia, regresó guardando distancia entre ellos. Dash gruñía y el joven lo calmaba con caricias y se dirigió a la joven.
—Dash no muerde, al menos que yo se lo ordene, es mi guardián.
—No lo sabía.
—No la conoce, por eso fue agresivo, pero ahora que va a convivir con nosotros, deben conocerse.
—No tiene por qué molestarse, me quedaré siempre dentro de la casa.
—Va a convivir con lobos, Rowena, es mejor adaptarse a su nueva vida.
El lobo fue hasta ella y le ladró. Rowena sudaba de los nervios y le dijo en voz baja.
—¡Quítelo, quítelo!
—Aún no lo saluda…
—No, no, quítelo.
—Extiéndale su mano.
—No, ya sé que no muerde, pero prefiero no arriesgarme.
Boris se irguió ante ella, dejando ver la distancia que había entre los dos y además lo atractivo que era, tenía los ojos verdes y centellaban haciéndoles más oscuros de lo que eran y con autoridad le ordenó.
—Tiene algo que aprender, Rowena —hizo una pausa para decir con tono fuerte—. Soy tu señor y me debes respeto.
—Usted puede ser mi jefe, pero mi mano sigue siendo mi mano y la quiero así.
—Acércate a ella, Dash —dijo entonces.
El animalito se acercó y comenzó a olfatearla. “¿Así huele a tu luna?, a hierbas frescas”, después se retiró y el joven.
—Ahora, ya puede darle la mano.
Rowena extendió su mano con muchas dudas y el lobo colocó su gran pata en ella sorprendiéndola.
—¡Qué listo!
—Es una extensión mía, mi amigo, mi sombra —dijo complacido.
Consultó con su reloj y dijo.
—El almuerzo se sirve en pocos minutos.
—Yo, como una hora después.
—Es verdad, usted es parte de la servidumbre… por ahora —se apartó con el lobo.
La joven le arremedó y se dijo: “Parte de la servidumbre, Idiota”.
Él gritó en ese momento.
—Te escuché.
Rowena palideció, sabía que estaba en territorio desconocido y que debía ser cauta, aunque no entendía lo que Zafica quería que hiciera allí.
Sin nada más que hacer, se dirigió hacia la cocina para conocer al resto de sus compañeros de jornada.
La cocina era amplia y muy bien organizada, al mando estaba Miquela Ríos, quien se encargaba de preparar los más deliciosos platos; la mucama Arlette Lozano y el mayordomo que dirigía a todos allí y que tenía por nombre Oswaldo Prado, gente sencilla a simple vista y en ese momento disponían la vajilla para el almuerzo. Rowena entró sorprendiéndolos.
Todos fijaron la mirada en la sudamericana y no pareció agradarles que una desconocida se integrase y, además, con privilegios a la casa.
—Hola, soy Rowena Claire y seré la dama de compañía de la señora de la casa.
—No me dijiste que era tan joven —Arlette codeó a Oswaldo y se presentó—. Hola, soy Arlette, ¿cuántos años tienes?
—19 años.
—Joven, tengo 30, claro, no los aparento, pero los tengo.
La cocinera la saludó.
—Hola, señorita.
—Hola.
—Ella es Miquela y cocina, divino, y ya conoces a Oswaldo, el mandón de la casa.
—¿Todos viven aquí?
—Solo hasta el sábado por la noche en que empieza nuestro día libre —le explicó la joven.
—Yo no vivo aquí.
Respondió Miquela, cortando unas zanahorias.
—Por supuesto, Miquela tiene una casucha dentro del bosque, allí vive.
—Bueno, basta de charlas, a poner la mesa, Arlette, que vamos retrasados.
La mujer salió de mala gana y quedaron la cocinera y la joven solas, entonces Rowena le preguntó.
—¿Es muy complicada la señora de la casa?
—Solo tenga cuidado. Es una mujer impredecible —y no dijo nada más.
Aquella referencia no la tranquilizó, estaba en territorio oscuro y debía ser cauta con todos.
Comenzamos, a ver qué les parece esta novela de lobitos.
Los empleados iban y venían con los preparativos de la mesa y se vio cómo Oswaldo disponía la comida en un carrito con ruedas que empujó hasta el salón comedor.Rowena miraba la pulcritud y el esmero con que servían a los patrones y podía imaginarse la mesa y todos esos deliciosos platos siendo servidos y los detalles que rodeaban las conversaciones de la gente rica. Todo era un sueño, pero de cierta forma estar tras el telón no era tan malo.**Afuera los tres miembros de la familia Keller eran servidos cuando Enrietta bastante inquieta, miró en torno; fue su nieto quien le preguntó.—¿Sucede algo, abuela?—Sí, querido… —se dirigió a Oswaldo, que le ofrecía la crema, y ella dijo—. Oswaldo.—Dígame, madame.—¿Dónde se encuentra la señorita Claire?—Madame, la señorita Claire, está en la cocina esperando la hora de la comida de los sirvientes.Eso ofendió a la dama que exclamó.—Pero… pero, ¡cómo se atreve!—¿Qué sucede, abuela?, preguntó Anabel.—¡Mi dama de compañía mezclada con la se
Después del desayuno se dirigió al estudio en donde la esperaban.—Señorita Claire, es hora de comenzar con sus clases de etiqueta y personalmente me encargaré de pulirla —se levantó.Anabel burlona añadió.—¡Qué honor!Boris sonrió complacido, pues su luna brillaría con honores frente a la manada. La voz de su abuela lo volvió de sus reflexiones.—Le indiqué a Oswaldo que dispusiera un servicio completo para tal menester —le indicó que acercara—. Esto es todo lo que necesitaré para pulirla.—Me disculpo por no saber…—Así es, querida —dijo ella solemne—. Debes disculparte porque nadie debe ignorar en su vida la etiqueta, es algo de vital importancia en esta sociedad.La mujer tomó asiento con una gracia sin igual, mientras sus nietos seguían atentamente cada paso de la sudamericana. Rowena la imitó y se fijó en los innumerables utensilios que había dispuesto.Enrietta tomó la servilleta que había sido doblada en forma de cisne y se la colocó en las piernas y le indicó que lo hiciera.
Rowena estaba en su habitación procesando lo escuchado.—¿Qué significa todo esto?Entonces se escuchó un fuerte gruñido y todos se pusieron en alerta. Al escuchar el escándalo, bajó y vio a Anabel en la sala expectante y a Boris salir presuroso.—Iré a investigar, quédense en casa.—Espera… —Lo detuvo su hermana—, es un desconocido y parece furioso.—Se metió en territorio equivocado.Salió dispuesto a cuidar a su manada y Rowena vio la angustia de Anabel.—¿Quién es el que ruge?—No lo sé, pero parece buscar pelea.—¿Pelea?—Es normal, somos una manada algo lejana, a veces vienen de otros lados a tratar de intimidarnos.Enrietta se presentó en lo alto de la escalera, se veía en alerta.—¿Qué es todo este alboroto?—Es un desconocido… Parece que nos está desafiando.Enrietta bajó molesta, odiaba esas provocaciones.—Parece que se están olvidando que esta manada tiene una alfa.—Abuela… Boris fue a investigar y sacará al intruso.Rowena salió al jardín y la tensión era igual en toda la
Rowena estaba en su habitación procesando lo escuchado.—¿Qué significa todo esto?Entonces se escuchó un fuerte gruñido y todos se pusieron en alerta. Al escuchar el escándalo, bajó y vio a Anabel en la sala expectante y a Boris salir presuroso.—Iré a investigar, quédense en casa.—Espera… —Lo detuvo su hermana—, es un desconocido y parece furioso.—Se metió en territorio equivocado.Salió dispuesto a cuidar a su manada y Rowena vio la angustia de Anabel.—¿Quién es el que ruge?—No lo sé, pero parece buscar pelea.—¿Pelea?—Es normal, somos una manada algo lejana, a veces vienen de otros lados a tratar de intimidarnos.Enrietta se presentó en lo alto de la escalera, se veía en alerta.—¿Qué es todo este alboroto?—Es un desconocido… Parece que nos está desafiando.Enrietta bajó molesta, odiaba esas provocaciones.—Parece que se están olvidando que esta manada tiene una alfa.—Abuela… Boris fue a investigar y sacará al intruso.Rowena salió al jardín y la tensión era igual en toda la
Lester supervisaba a los exterminadores, estaba molesto, pues desde que llegó la extranjera había días movidos y alteró a la manada.Los exterminadores le mostraban unas jaulas y él evaluaba el contenido.Rowena veía desde su ventana cómo los exterminadores iban metiendo sus implementos, parecía que habían encontrado algo, pues mostraban una caja con algo en su interior, suspiró, mejor así de esa manera su integridad quedaba bastante bien frente a ellos.Al salir, se topó con Boris con unas facturas en las manos y algo pensativo, se acercó muy curiosa por saber lo que sucedía.—Señor.—Señorita Claire, ya puede estar tranquila, la plaga fue exterminada.—Entonces cazaron al ratón.—Ratones, fueron siete en total —dijo muy desconcertado y añadió para darle a la joven una lección—, claro que el que usted describió jamás apareció, lo cual me dice que puede estar escondido al acecho.Rowena entendió el mensaje y dijo pacientemente.—Lo tendré en cuenta, señor, gracias.La joven continuó co
Cap. 9 Lo que pasó en el ala CA paso lento se dirigió al interior, había un pasillo que la condujo a una puerta doble que se abrió al empujarla ligeramente.Por lo oscuro supuso que ratones y arañas debían proliferar, así que tragó grueso y se dirigió con la mano temblorosa hacia el interior, alumbro cada rincón y vio que era un salón bastante grande y que en cada lugar había cajas apiladas y adornos.Entró con reserva, el salón tenía ventanas cerradas con gruesas cortinas que apenas dejaban entrar la luz. Ella divisó una esquina y se dijo.—Vamos, Rowena. ¡Qué todo sea por la causa!Comenzó a buscar en un baúl labrado y vio que contenía bastantes cartas y muchas de ellas eran de Enrietta, usando su apellido de soltera. Vanoni. Estaban atadas con cinta color azul, los sobres eran de un celeste delicado y decían en letra muy elegante: Raymundo.Continuó buscando y encontró una prueba de embarazo positivo a nombre de Ana Julia Vanoni. Más abajo había otro grupo de cartas sueltas y del m
Lester supervisaba a los exterminadores, estaba molesto, pues desde que llegó la extranjera había días movidos y alteró a la manada.Los exterminadores le mostraban unas jaulas y él evaluaba el contenido.Rowena veía desde su ventana cómo los exterminadores iban metiendo sus implementos, parecía que habían encontrado algo, pues mostraban una caja con algo en su interior, suspiró, mejor así de esa manera su integridad quedaba bastante bien frente a ellos.Al salir, se topó con Boris con unas facturas en las manos y algo pensativo, se acercó muy curiosa por saber lo que sucedía.—Señor.—Señorita Claire, ya puede estar tranquila, la plaga fue exterminada.—Entonces cazaron al ratón.—Ratones, fueron siete en total —dijo muy desconcertado y añadió para darle a la joven una lección—, claro que el que usted describió jamás apareció, lo cual me dice que puede estar escondido al acecho.Rowena entendió el mensaje y dijo pacientemente.—Lo tendré en cuenta, señor, gracias.La joven continuó co
Estaba impresionada con todo, lo había visto en sus sueños y ahora estaba delante de ella.—Es impresionante.Intentó entrar y no pudo. La puerta estaba atascada.—No puedo entrar.Cuando dio la vuelta, la puerta de la reja se abrió abruptamente y se dio la vuelta sorprendida y sintió un viento frío que emanó del interior y entró a paso lento.Dash comenzó a ladrar fuertemente, inquieto por los pasos de la joven. Rowena ignoró la alteración del animal y vio al ángel implorando al cielo y leyó.“En homenaje a mi querida hermana Ana Julia Vanoni.”Desaparecida en las llamas del infortunio. 23 de abril de 1943.Sintió un vuelco en el corazón, los ladridos de Dash eran bastante agitados e inesperadamente la puerta se cerró y ella se asustó bastante e intentó abrirla y estaba atascada. Miró hacia atrás, el ángel suplicante, el ambiente era extraño, denso y sentía que el aire le faltaba, las flores perfectamente cuidadas, el frío.El miedo, solo faltaba las llamas y, mientras forcejaba con l