El auto del doctor Zaragoza frenó frente a un portón y este automáticamente se abrió. El auto se deslizó por un camino perfectamente delineado, tomó una pendiente y ante sus ojos se alzó una imponente mansión totalmente iluminada. Algunos jóvenes hacían guardia y él rodeó una fuente que dominaba la entrada y vio a Boris esperándolo.
—Gracias por venir, doctor —entonces preguntó—. ¿Y la joven que olía a hierbas frescas?
Dijo el joven exaltado.
—Hablas de Rowena, es mi huésped una chica especial.
—Extraño nombre —caviló y repitió—. Rowena.
—Sí, es un nombre curioso, pero entonces ella es una criatura curiosa.
—Mi abuela, ella se puso mal…
—Calma, muchacho —lo serenó—. Ya estoy aquí.
—Sí, gracias —lo acompañó a la entrada y le comentó—. La abuela se sintió mal durante la cena y no se ha podido levantar de su lecho.
Sabía que era una simple pataleta; esos seres no se desmoronaban con facilidad.
—Boris, sé cuánto amas a tu abuela, pero nada conseguirás con alterarte.
El joven no se sentía nada tranquilo, su abuela era el alfa de la manada y era importante para toda la familia. En la sala los esperaba una señorita muy bonita, que tenía el aspecto de una princesa.
La sonrisa del médico se hizo visible y la saludó afectuosamente.
—Anabel, tan hermosa como siempre.
—Doctor, me alegro de que viniera.
—Veo que tú no estás tan alterada como tu hermano.
—Lo que pasa es que yo sé que esos son achaques propios de la edad.
Su abuela era mayor, para todos los efectos se le calculaban casi 100 años, otros apostaban que más. El médico les dijo a los dos jóvenes.
—Es verdad, jóvenes —les dijo con acento grave—. El tiempo no pasa en vano, iré a ver a su abuela, ustedes tranquilos.
Boris dio varias vueltas por la sala. Su abuela mantenía a la familia junta, al clan junto para todos los efectos y él se alistaba para tomar el liderazgo y su hermana no entendía lo importante que era todo aquello. Anabel lo miraba con fastidio y de repente estalló.
—¡Ya cálmate, Boris!
—Déjame, quieres….
—La abuela estará bien, es solo un berrinche de su parte.
—Parece que te importa muy poco que algo le pase a la abuela.
Anabel creía que ya era hora de renovar el mando y que su hermano tomara el control y ella, como nieta directa de la familia, podía aspirar a casarse con alguien de linaje, pero no pasaba nada.
—Es una vieja, pronto dejará de respirar —entonces le dijo irónica—, la gente muere, Boris. Me voy.
—¿Te vas?
—Sí, sé que nada le pasará a la abuela, solo se puso así cuando le dije que me iba con mi pandilla a bailar.
Esa m*****a pandilla de lobos y humanos que tenía su hermana lo ponía molesto.
—Y de seguro que en tu pandilla estará ese lastre de Jordano Perdono, ¿verdad?
—Querido hermano, cada día te pareces más a la abuelita, sí, estará él.
—¿Cómo haces para dominarlo?
—Tal vez él encontró la forma de dominarme a mí.
Sonrió triunfal, y su hermano le advirtió.
—Debes detenerte, esa relación no va para ningún lado.
Ella le respondió con altivez.
—Va para el lado que quiero… La cama.
Salió riéndose y dejando atrás la mansión. Se iba hacia la puerta agitando su cabellera negra y el joven solo escuchó el portazo que dio su hermana al salir.
**
En cambio, el médico auscultaba detenidamente a la paciente y de pronto se quitó el estetoscopio de las orejas y miró a la anciana que esperaba atentamente su veredicto, entonces este le dijo.
—Enrietta estás perfectamente bien.
—No lo creo Gilberto, me siento morir —decía compungida—. Entonces escucharon un motor arrancando y preguntó—. ¿Ese fue el motor de un auto?
Percibió el perfume de su nieta.
—Anabel se acaba de ir.
—Así es.
—Anabel, últimamente, ha estado voluntariosa.
—Discutiste con ella, ¿verdad?
—Solo le pedí que se quedara conmigo a hacerme compañía y se enojó —miró hacia el balcón y dijo sentida—. Quiero que ella sea la líder que la manada necesita, pero no permite que la moldee.
Miró triste al balcón y comentó.
—Las noches frías como estás me dan nostalgia.
El anciano acomodó sus instrumentos en su maletín y le respondió.
—Anabel es joven e imprudente, tiene esos años locos y apasionados.
—Es en estos años que la lealtad a la manada se forma, anda con una pandilla de mixtos, lobos y normales —espetó—. Normales, gente frágil y pequeña.
En tono confidente, añadió.
—Sale con un emergente, un salchichero, tiene amores con él—dijo con rabia.
Gilberto tomó su mano y le dijo con infinita paciencia.
—Querida amiga, no podemos detener a nuestros hijos, ni nietos, ellos tienen derecho a desafiar al destino.
La anciana estaba muy seria, se sentía aburrida y de repente dijo con dolor.
—Me siento muy sola, Boris está al frente de los negocios de la familia, lo preparo para que tome el control de la manada, todavía es dócil y Anabel voluntariosa.
» Me he entregado de lleno a tratar de fortalecer a la manada en estos años y poder retirarme con honor, pero siento que mi esfuerzo no es tomado a bien y eso me hace sentir sola.
» Anabel, que se revuelca con el salchichero, me siento sola con todas mis penas.
—Siempre te vivo invitando al club de nuestra generación… Al menos tendrías personas con quienes partir.
—¡Con ese montón de viejos, nunca! —entonces suavizó el tono y dijo—. No me siento vieja, pero sí muy sola, incluso he pensado en solicitar los servicios de una dama de compañía.
—¿En serio?
—Es la moda, así no me aburro.
—¿Esa idea es firme, Enrietta?
—Todas mis ideas son firmes —entonces añadió—. No tengo edad para andar jugando Gilberto.
El anciano se llevó una mano a la quijada y le comentó.
—Es verdad, te contaré algo… —Usó tono confidente y le dijo—. Tengo alojada en mi casa a una joven sudamericana.
—Desconocías tus intereses por el tercer mundo Gilberto.
—Es una joven valiosa, hija de una querida amiga de muchos años, alguien que conoce lo que son ustedes.
» En nombre de esa amistad, decidí ayudar a la joven a que saliera adelante y tomara su destino.
» La joven en cuestión está buscando trabajo, es muy diligente y conversadora.
Todas esas referencias atrajeron el interés de la mujer, que se sintió bastante intrigada por la joven en cuestión.
—Observo que tienes un alto concepto de ella.
—Lo tengo, Rowena tiene ascendencia inglesa, mezclada con ese aire latino.
—Entiendo… —comenzaba a imaginarse a la joven.
—Creo que Rowena sería una buena compañía para ti, es de otro país, no tiene roce social, ni ese refinamiento al que acostumbras…
—Ella sería un diamante en bruto, como se dice vulgarmente.
—Sí, pero ella es muy inteligente y podría aprender.
—Entonces… —miró suspicazmente a su amigo y le dijo—. Lo que deseas realmente es que pula a la joven y le dé el brillo social que tanto se anhela.
—Ella sabe de nuestro mundo, tiene cualidades, todavía no sabemos en lo que puede despuntar. ¿Aceptas el reto?
La mujer sonrió complacida y dijo muy animada.
—Logré intrigarme, querido mío, ella podría estar junto a mí, me atendería y la educaría a la vez.
—¿Aceptas?
—Si tráela en enero, así la integro a la casa.
—Lo único que te pido, querida mía, es que le tengas toda la paciencia del mundo y consideración.
La mujer con ese aire resuelto que poseía.
—Es tu protegida después de todo y lo será mía también y de la manada —respiró hondo y le dijo—. Me volvió la vida al cuerpo.
Gilberto bajó complacido y le refirió a Boris lo sucedido y, después de tranquilizarlo, fue a su auto y sacó su celular y marcó un número.
—El plan dio resultado —cerró complacido.
Tomó el camino con prudencia y llegó a su casa al amanecer. Al entrar, vio a la joven durmiendo en el sillón y sonrió con ternura. La leña estaba casi apagada, pensó en lo que estaba haciendo. Rowena tenía el candor del tercer mundo tan aislado a la malicia y al placer banal y lo mejor a las maldades articuladas y sucias que marcaban la vida profundamente y eso tal vez sea el mérito más grande que Rowena poseía y que estaría a prueba…
Rowena se acomodaba a su nueva realidad y trataba de entender todo lo que su abuela le había dicho en el corto tiempo que tuvo para tratar con ella.
Revisaba sus cuadernos y vio un dibujo de un lobo gris y se quedó impresionada. Su abuela tenía una fecha 21—08—76.
Revisó más y no vio nada que le dijera algo sobre esa imagen.
—¿Qué es todo esto, abuela?
Recordó al joven que había visto, era uno de ellos. ¿Sería ese lobo? Si era cierto, sería inquietante ese viaje y muy especial.
—Valdrá la pena cada susto —sonrió cautivada.
Pensó en lo extraño que sería besar a uno de esos seres, ¿serían como los humanos? ¿Sus labios besarían de la misma forma? Se ruborizó por sus pensamientos.
Boris miraba a la luna extasiado y percibió el suave aroma de hierbas frescas regadas con la lluvia.
—Ella, es ella —sonrió—. Mi luna ha llegado.
“Querida Darla:Estoy rumbo a lo que parece ser la aventura de mi vida. El doctor Zaragoza dijo que los Keller son especiales y allí está él con ellos. El joven que vino ese día, es especial.Ya sé lo que me dirás, Darla. Cuidado, Rowena, pero no me asusta saber que no es como los demás, es más, quiero probar sus labios y ver si son como los de todos los hombres.El doctor dice que esto cambiará la perspectiva de mi vida y que voy a conocer el otro lado del mundo. Yo solo quiero saber que tanto puede cambiarme esta experiencia. Por el momento ya llevo 2 horas de camino y he llegado a la villa de los Susurros y el paisaje se ve tan exclusivo…Bueno, Darla, te escribiré ya instalada en la casa.Rowena.Cuando el taxi frenó frente a un portón muy elegante que tenía un letrero que en letras doradas decía: Keller—Vanoni. El taxista se bajó y le abrió la puerta diciéndole:—Bienvenida a la villa Keller, no lo dejó adentró, pues… Esta gente es muy rara.—Gracias.Rowena miró el portón y tocó
La habitación tenía una exquisita decoración, la cama de hierro forjado era enorme y tenía un suave edredón blanco con ligeros bordados de flores amarillas en sus flancos.El piso era alfombrado en su totalidad, la habitación constaba con su propia coqueta de diseño clásico con tonos suavizados y delicados, el espejo era muy nítido.El mayordomo le indicó.—Tendrá que estudiar las normas de la casa —le tendió un librito y recalcó—. Los horarios de comida están perfectamente detallados y son una hora después de que los señores coman, espero no tener inconvenientes con usted.Al quedar sola, se lanzó sobre la cama y rebotó. El frío menguaba poco a poco, empezó a tocar cada pieza, a oler las sábanas que destilaban un perfume muy delicado.Recorrió con sus dedos las paredes y se sentó en la coqueta y se miró al espejo. Sus dedos tocaron la superficie y sonrió.Caminó al balcón y abrió las puertas. El viento remeció las cortinas, el aroma de rosas llegó hasta sus narices. En efecto, había
El doctor Gilberto Zaragoza se paseaba por las inmediaciones de la aldea de niños huérfanos, niños a los que el infortunio o la pobreza los había tocado con el abandono.Aunque era un panorama lleno de dolor en medio de la inocencia, siempre hay perlas en donde otros desechan y él sabía apreciar muy bien esas perlas.Rowena tenía 18 años y era una chica muy desprolija, de cabellos ensortijados, de un naranja muy hiriente y unos ojos verdes intensos.¿Bella? Mucho, su belleza era su descuido en su arreglo, la delgadez que la hacía parecer frágil, pero con curvas bien acentuadas y arregladas, sería una joven interesante y notable.¿Qué se sabía de Rowena Claire? Pocas cosas, su abuela, una mujer que tenía fama de ser una bruja poderosa.La dejó allí cuando tenía tan solo seis años, nadie sabía la razón y de cuando en cuando la visitaba y le dejaba extraños obsequios, hablaba con la niña y parecía muy cariñosa, pero lejos de eso no la llevaba.Rowena creció en ese ambiente de desolación
Le escribía a su amiga imaginaria en un diario improvisado.“Querida Darla:Estoy cerca del cielo, es increíble esa sensación, puedo ver las nubes. Si tan solo pudiera tocarlas, Darla.Si tan solo pudieras verlas, son como grandes algodones que al ser atravesados se diluyen.Creo que hasta Dios me está viendo, aunque ese sueño extraño todavía me tiene preocupada, ¿será verdad todo lo que decía la vieja Zafica?Solo me queda averiguarlo”.Horas después estaba en otro país y se sentía bastante impactada, porque se dio cuenta de que había dejado lejos a su país natal. Toda su vida se había quedado a cientos de kilómetros.Caminó por un rato mirando rostros que no le eran familiares y de repente un hombre vestido con un uniforme negro y una gorrita se acercó a ella.—¿Rowena Claire?—Sí.—Venga conmigo, el doctor Zaragoza la espera.El tipo tenía una expresión muy rara, como si ella apestara, tocó su amuleto, solo esperaba que todo saliera bien.—¿El doctor se encuentra bien?Nada, parecí