Inicio / Hombre lobo / El hechizo de Rowena / Capítulo 2: La familia Keller
Capítulo 2: La familia Keller

El auto del doctor Zaragoza frenó frente a un portón y este automáticamente se abrió. El auto se deslizó por un camino perfectamente delineado, tomó una pendiente y ante sus ojos se alzó una imponente mansión totalmente iluminada. Algunos jóvenes hacían guardia y él rodeó una fuente que dominaba la entrada y vio a Boris esperándolo.

—Gracias por venir, doctor —entonces preguntó—. ¿Y la joven que olía a hierbas frescas?

Dijo el joven exaltado.

—Hablas de Rowena, es mi huésped una chica especial.

—Extraño nombre —caviló y repitió—. Rowena.

—Sí, es un nombre curioso, pero entonces ella es una criatura curiosa.

—Mi abuela, ella se puso mal…

—Calma, muchacho —lo serenó—.  Ya estoy aquí.

—Sí, gracias —lo acompañó a la entrada y le comentó—. La abuela se sintió mal durante la cena y no se ha podido levantar de su lecho.

Sabía que era una simple pataleta; esos seres no se desmoronaban con facilidad.

—Boris, sé cuánto amas a tu abuela, pero nada conseguirás con alterarte.

El joven no se sentía nada tranquilo, su abuela era el alfa de la manada y era importante para toda la familia.  En la sala los esperaba una señorita muy bonita, que tenía el aspecto de una princesa.

 La sonrisa del médico se hizo visible y la saludó afectuosamente.

—Anabel, tan hermosa como siempre.

—Doctor, me alegro de que viniera.

—Veo que tú no estás tan alterada como tu hermano.

—Lo que pasa es que yo sé que esos son achaques propios de la edad.

Su abuela era mayor, para todos los efectos se le calculaban casi 100 años, otros apostaban que más. El médico les dijo a los dos jóvenes.

—Es verdad, jóvenes —les dijo con acento grave—. El tiempo no pasa en vano, iré a ver a su abuela, ustedes tranquilos.

Boris dio varias vueltas por la sala. Su abuela mantenía a la familia junta, al clan junto para todos los efectos y él se alistaba para tomar el liderazgo y su hermana no entendía lo importante que era todo aquello. Anabel lo miraba con fastidio y de repente estalló.

—¡Ya cálmate, Boris!

—Déjame, quieres….

—La abuela estará bien, es solo un berrinche de su parte.

—Parece que te importa muy poco que algo le pase a la abuela.

Anabel creía que ya era hora de renovar el mando y que su hermano tomara el control y ella, como nieta directa de la familia, podía aspirar a casarse con alguien de linaje, pero no pasaba nada.

—Es una vieja, pronto dejará de respirar —entonces le dijo irónica—, la gente muere, Boris. Me voy.

—¿Te vas?

—Sí, sé que nada le pasará a la abuela, solo se puso así cuando le dije que me iba con mi pandilla a bailar.

Esa m*****a pandilla de lobos y humanos que tenía su hermana lo ponía molesto.

—Y de seguro que en tu pandilla estará ese lastre de Jordano Perdono, ¿verdad?

—Querido hermano, cada día te pareces más a la abuelita, sí, estará él.

—¿Cómo haces para dominarlo?

—Tal vez él encontró la forma de dominarme a mí.

Sonrió triunfal, y su hermano le advirtió.

—Debes detenerte, esa relación no va para ningún lado.

Ella le respondió con altivez.

—Va para el lado que quiero… La cama.

Salió riéndose y dejando atrás la mansión. Se iba hacia la puerta agitando su cabellera negra y el joven solo escuchó el portazo que dio su hermana al salir.

**

En cambio, el médico auscultaba detenidamente a la paciente y de pronto se quitó el estetoscopio de las orejas y miró a la anciana que esperaba atentamente su veredicto, entonces este le dijo.

—Enrietta estás perfectamente bien.

—No lo creo Gilberto, me siento morir —decía compungida—. Entonces escucharon un motor arrancando y preguntó—. ¿Ese fue el motor de un auto?

Percibió el perfume de su nieta.

—Anabel se acaba de ir.

—Así es.

—Anabel, últimamente, ha estado voluntariosa.

—Discutiste con ella, ¿verdad?

—Solo le pedí que se quedara conmigo a hacerme compañía y se enojó —miró hacia el balcón y dijo sentida—. Quiero que ella sea la líder que la manada necesita, pero no permite que la moldee.

Miró triste al balcón y comentó.

—Las noches frías como estás me dan nostalgia.

El anciano acomodó sus instrumentos en su maletín y le respondió.

—Anabel es joven e imprudente, tiene esos años locos y apasionados.

—Es en estos años que la lealtad a la manada se forma, anda con una pandilla de mixtos, lobos y normales —espetó—. Normales, gente frágil y pequeña.

En tono confidente, añadió.

—Sale con un emergente, un salchichero, tiene amores con él—dijo con rabia.

Gilberto tomó su mano y le dijo con infinita paciencia.

—Querida amiga, no podemos detener a nuestros hijos, ni nietos, ellos tienen derecho a desafiar al destino.

La anciana estaba muy seria, se sentía aburrida y de repente dijo con dolor.

—Me siento muy sola, Boris está al frente de los negocios de la familia, lo preparo para que tome el control de la manada, todavía es dócil y Anabel voluntariosa.

» Me he entregado de lleno a tratar de fortalecer a la manada en estos años y poder retirarme con honor, pero siento que mi esfuerzo no es tomado a bien y eso me hace sentir sola.

» Anabel, que se revuelca con el salchichero, me siento sola con todas mis penas.

—Siempre te vivo invitando al club de nuestra generación… Al menos tendrías personas con quienes partir.

—¡Con ese montón de viejos, nunca! —entonces suavizó el tono y dijo—.  No me siento vieja, pero sí muy sola, incluso he pensado en solicitar los servicios de una dama de compañía.

—¿En serio?

—Es la moda, así no me aburro.

—¿Esa idea es firme, Enrietta?

—Todas mis ideas son firmes —entonces añadió—. No tengo edad para andar jugando Gilberto.

El anciano se llevó una mano a la quijada y le comentó.

—Es verdad, te contaré algo… —Usó tono confidente y le dijo—. Tengo alojada en mi casa a una joven sudamericana.

—Desconocías tus intereses por el tercer mundo Gilberto.

—Es una joven valiosa, hija de una querida amiga de muchos años, alguien que conoce lo que son ustedes.

 » En nombre de esa amistad, decidí ayudar a la joven a que saliera adelante y tomara su destino.

 » La joven en cuestión está buscando trabajo, es muy diligente y conversadora.

Todas esas referencias atrajeron el interés de la mujer, que se sintió bastante intrigada por la joven en cuestión.

—Observo que tienes un alto concepto de ella.

—Lo tengo, Rowena tiene ascendencia inglesa, mezclada con ese aire latino.

—Entiendo… —comenzaba a imaginarse a la joven.

—Creo que Rowena sería una buena compañía para ti, es de otro país, no tiene roce social, ni ese refinamiento al que acostumbras…

—Ella sería un diamante en bruto, como se dice vulgarmente.

—Sí, pero ella es muy inteligente y podría aprender.

—Entonces… —miró suspicazmente a su amigo y le dijo—. Lo que deseas realmente es que pula a la joven y le dé el brillo social que tanto se anhela.

—Ella sabe de nuestro mundo, tiene cualidades, todavía no sabemos en lo que puede despuntar. ¿Aceptas el reto?

La mujer sonrió complacida y dijo muy animada.

—Logré intrigarme, querido mío, ella podría estar junto a mí, me atendería y la educaría a la vez.

—¿Aceptas?

—Si tráela en enero, así la integro a la casa.

—Lo único que te pido, querida mía, es que le tengas toda la paciencia del mundo y consideración.

La mujer con ese aire resuelto que poseía.

—Es tu protegida después de todo y lo será mía también y de la manada —respiró hondo y le dijo—. Me volvió la vida al cuerpo.

Gilberto bajó complacido y le refirió a Boris lo sucedido y, después de tranquilizarlo, fue a su auto y sacó su celular y marcó un número.

—El plan dio resultado —cerró complacido.

Tomó el camino con prudencia y llegó a su casa al amanecer. Al entrar, vio a la joven durmiendo en el sillón y sonrió con ternura. La leña estaba casi apagada, pensó en lo que estaba haciendo. Rowena tenía el candor del tercer mundo tan aislado a la malicia y al placer banal y lo mejor a las maldades articuladas y sucias que marcaban la vida profundamente y eso tal vez sea el mérito más grande que Rowena poseía y que estaría a prueba…

Rowena se acomodaba a su nueva realidad y trataba de entender todo lo que su abuela le había dicho en el corto tiempo que tuvo para tratar con ella.

Revisaba sus cuadernos y vio un dibujo de un lobo gris y se quedó impresionada. Su abuela tenía una fecha 21—08—76.

Revisó más y no vio nada que le dijera algo sobre esa imagen.

—¿Qué es todo esto, abuela?

Recordó al joven que había visto, era uno de ellos. ¿Sería ese lobo? Si era cierto, sería inquietante ese viaje y muy especial.

—Valdrá la pena cada susto —sonrió cautivada.

Pensó en lo extraño que sería besar a uno de esos seres, ¿serían como los humanos? ¿Sus labios besarían de la misma forma? Se ruborizó por sus pensamientos.

Boris miraba a la luna extasiado y percibió el suave aroma de hierbas frescas regadas con la lluvia.

—Ella, es ella —sonrió—. Mi luna ha llegado.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP