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3 - A las puertas del infierno

Scarlett

La ciudad se siente más oscura de lo normal, como si un manto invisible de peligro la cubriera. Mientras camino por las calles adoquinadas, con mi chaqueta de cuero ajustada al cuerpo, siento que cada paso me acerca más al abismo. No es una sensación nueva, pero esta vez, el riesgo es mayor que nunca.

Estoy en la periferia del territorio Blackwood. El corazón de su manada está en algún lugar oculto, protegido por las sombras y el misterio que han tejido alrededor de ellos durante siglos. Nadie que haya intentado entrar ha salido con vida. Nadie excepto los suyos. Pero hoy, todo eso va a cambiar.

Me detengo frente a una cafetería, mis ojos escaneando cada rincón de la ciudad. No puedo permitirme un error. Si fallara, si alguien delata mi presencia, sería el fin. Me mantengo tranquila, una cazadora entre lobos, preparándome para lo que viene. No hay lugar para la duda.

La información que tengo es limitada. Sé que hay un pequeño grupo de Blackwoods que frecuentan la ciudad. Usan esta zona como punto de reunión para negocios clandestinos y otros asuntos más siniestros. Mi misión es simple: encontrar a uno de ellos, ganarme su confianza y usarlo como mi llave para entrar en su territorio.

Me deslizo hacia la entrada de la cafetería, mis sentidos agudizados. Mi corazón late fuerte, pero mi exterior sigue siendo frío y controlado. Entro con paso firme, buscando alguna señal, algo que me diga que estoy en el lugar correcto. Me siento en una mesa junto a la ventana y pido un café, mi mirada clavada en la puerta.

Pasados unos minutos, lo siento antes de verlo. Una energía densa, casi electrizante, llena la estancia. Miro hacia la puerta, y ahí está. Un hombre alto, vestido con una chaqueta de cuero negro y botas pesadas, entra con la misma facilidad con la que un depredador acecha a su presa. Tiene el porte de un Blackwood, aunque es más joven de lo que imaginaba.

— Él es —susurro para mí misma, sin apartar la vista.

Lo sigo con la mirada mientras se acerca al mostrador, su figura oscura y poderosa destacando entre el resto de los clientes. Sabe que está en control. Sabe que aquí, en este lugar, nada puede tocarlo. Pero eso cambiará pronto.

Espero el momento adecuado. Me levanto lentamente y camino hacia él, asegurándome de que mi presencia no pase desapercibida. Cuando estoy lo suficientemente cerca, finjo tropezar y dejo caer mi cartera justo a sus pies.

— Lo siento —digo, con una mezcla de nerviosismo calculado y timidez.

Él me mira con ojos fríos, como si evaluara si soy una amenaza o solo una chica más perdida en la ciudad. Después de un segundo que parece eterno, se agacha y me devuelve la cartera.

— Ten cuidado —gruñe, su voz baja y profunda, cargada de peligro.

— Gracias —respondo, mirándolo directo a los ojos por primera vez. Siento la chispa de reconocimiento, como si ambos supiéramos que esto no es un encuentro casual. El juego ha comenzado.

Me doy la vuelta para irme, pero antes de que pueda dar dos pasos, él me detiene.

— No te he visto por aquí antes —dice, su tono aún más grave.

Me vuelvo lentamente, mi mente trabajando a toda velocidad. Este es el momento. Debo jugar bien mis cartas.

— Soy nueva en la ciudad —respondo, permitiendo que una sonrisa pequeña pero intrigante se asome en mis labios—. Buscando algo de… emoción.

— ¿Emoción? —repite, con una ceja levantada.

— Algo que haga que mi corazón lata más rápido —digo, acercándome un paso más hacia él—. ¿Conoces algún lugar?

Él sonríe por primera vez, pero no es una sonrisa amistosa. Es peligrosa, como el filo de un cuchillo.

— Puede que sí. Si sabes dónde buscar.

Lo tengo.

Le devuelvo la sonrisa, fingiendo un interés casual, pero por dentro, cada fibra de mi ser está lista para la acción. Este es el primer paso. Este hombre es mi pase al territorio Blackwood.

— Entonces, dime, ¿dónde debería buscar? —pregunto, inclinándome un poco hacia él, lo justo para que sienta que tiene el control.

— Tal vez te lo muestre algún día —dice, su mirada brillando con algo que no logro descifrar del todo—. Pero ten cuidado, no todos sobreviven a esa clase de emoción.

— Estoy dispuesta a correr el riesgo —respondo sin dudar.

Antes de que pueda contestar, su teléfono suena. Lo mira brevemente, frunce el ceño y luego se vuelve hacia mí.

— Debo irme. Pero pronto nos volveremos a ver —promete.

Lo veo salir del café, su figura desapareciendo en la penumbra de la ciudad. Mi corazón sigue latiendo con fuerza, pero no es por miedo. Es la adrenalina del peligro, el primer paso hacia mi infiltración en el territorio Blackwood.

Pero mientras veo cómo se aleja, una sombra oscura se desliza en el callejón frente a la cafetería, apenas perceptible. Mis instintos me dicen que estoy siendo observada.

¿Alguien ya me ha descubierto?

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