Dante Blackwood
Ayer pude verla. La cazadora. Esa mujer que se movía con la precisión de un depredador, acechando en la oscuridad como si formara parte de ella. No sé qué esperaba encontrar, pero lo que vi me dejó... perturbado. Su mera presencia me sacudió de una forma que nunca había experimentado. Y aún no entiendo por qué. No pude dormir. Sus ojos me siguen persiguiendo, incluso ahora, horas después de nuestro encuentro. Esos ojos azules, fríos como el acero pero con una chispa que me hace dudar. Ojos que no deberían tener ese poder sobre mí, que no deberían despertar nada en mi interior. Pero lo hicieron. Recuerdo su figura perfectamente, como si la tuviera frente a mí. Alta, esbelta pero fuerte. Sus caderas marcadas, la forma en que su cuerpo se movía con una gracia letal. Y su melena... dorada, casi como si el sol estuviera atrapado en cada hebra de su cabello. Nunca había visto algo así. Nunca había sentido algo así. "¿Qué demonios me pasa?" Me digo mientras me levanto de la cama, cansado de darle vueltas a lo mismo. No puedo permitirme este tipo de distracciones, no ahora. Mi manada está en peligro, y mi deber es protegerlos, no pensar en una cazadora que ha jurado destruirnos. Me dirijo hacia la ventana de mi habitación, donde el bosque se extiende interminable frente a mí. El viento susurra a través de los árboles, trayendo consigo el eco de su voz, la firmeza con la que me enfrentó. La cazadora. Scarlett. La cazadora debería ser mi enemiga. No hay duda de eso. Es su misión cazarnos, destruirnos uno a uno hasta que no quede nada de nosotros. Y aun así, cuando la vi, no pude matarla. No pude ni siquiera intentar herirla. Algo en ella me detuvo. "Esto es una locura", me digo, apretando los puños. Estoy perdiendo el control. Yo, el Alfa de la manada Blackwood, el que se supone debe liderar, proteger, y salvar a los míos. ¿Cómo puedo hacerlo si mi mente está dividida? Si algo dentro de mí no puede dejar de pensar en esa mujer. Hay una atracción inexplicable que tira de mí hacia ella. Y lo peor es que no es solo física. Claro, es hermosa. No puedo negarlo. Sus caderas marcadas, la fuerza de su cuerpo, su melena rubia que parecía brillar incluso en la oscuridad, y esos malditos ojos azules... Pero hay algo más. Algo más profundo que no puedo identificar. Siento una conexión. Algo dentro de mí lo sabe. Y eso es lo que me aterra. — Dante. —La voz de Caleb, mi segundo al mando, me saca de mis pensamientos. Está de pie en el umbral de la puerta, con los brazos cruzados y una mirada de preocupación en su rostro. Él sabe que algo está mal, aunque no me lo haya dicho directamente. Lo siento en su postura, en la forma en que sus ojos me analizan. — ¿Qué pasa? —le pregunto, intentando sonar más seguro de lo que me siento. — La manada está inquieta. Ayer perdimos a otro de los nuestros, y algunos están empezando a dudar. Temen que esta cazadora sea más peligrosa de lo que pensamos. —Su tono es bajo, como si no quisiera admitirlo. Pero el miedo en sus palabras es claro. La cazadora. Scarlett. Es peligrosa, de eso no hay duda. Pero no de la forma en que ellos creen. No solo por su habilidad para cazarnos. Hay algo más en juego, algo que va más allá de la simple supervivencia. — Mantén a todos alerta —le ordeno, sin mirarlo. Mi mirada sigue fija en el horizonte, en ese bosque donde sé que ella sigue acechando, esperando el momento perfecto para atacar de nuevo. — ¿Y tú? —pregunta Caleb, dando un paso más cerca—. ¿Estás bien? Bien. Esa palabra parece tan... ajena en este momento. No estoy bien. No desde que la vi. Pero no puedo permitirme parecer débil. No frente a mi manada. — Estoy bien —respondo con firmeza, aunque sé que Caleb no está convencido. Él asiente lentamente y se da la vuelta para salir de la habitación, dejándome solo una vez más. Pero mi mente no está sola. Está con ella. Con la cazadora. Esa noche, salgo al bosque. No puedo estar más en mi habitación, sintiéndome atrapado. Necesito aire. Necesito respuestas. Y algo me dice que las respuestas están allá afuera, esperándome. Me muevo con rapidez entre los árboles, mis sentidos alerta. Puedo olerla. Ese aroma sutil y dulce, mezclado con el peligro. Scarlett está cerca. Puedo sentirlo en el aire. De repente, escucho un crujido a mi izquierda. Me detengo en seco, agudizando el oído. No es un miembro de mi manada. Es ella. Lo sé. Mi cuerpo se tensa, listo para lo que sea que venga. Pero, al igual que la noche anterior, no siento la necesidad de atacarla. Entonces la veo, a través de los árboles. Scarlett. Está observándome desde las sombras, pero antes de que pueda hacer algo, desaparece. Y lo único que pienso es que esto no ha terminado. Ni para ella ni para mí.Dante Blackwood El viento helado de la noche corta mi rostro como cuchillas, pero apenas lo noto. Mis sentidos están agudizados al máximo, escaneando cada rincón de este maldito bosque. Algo no encaja. Desde el enfrentamiento con los cazadores la semana pasada, he sentido la tensión en el aire, como si una sombra se cierna sobre nosotros. Me he acostumbrado a esa sensación; la llevo a cuestas como una segunda piel.—¿A dónde vamos, jefe? —pregunta Caleb, acercándose a mi lado.Le lanzo una mirada rápida, su semblante está relajado, pero puedo ver la pregunta en sus ojos. Están preocupados. Han notado que mi control está fallando. Mi paciencia, cada vez más corta. No puedo permitirme el lujo de mostrarles debilidad, no ahora. Así que me obligo a mantener la calma, a no dejar que el pasado se filtre en mi voz.—Patrullamos el perímetro —respondo en tono firme—. No quiero sorpresas esta noche.Asiente, pero puedo sentir su incertidumbre. Caleb es de los pocos que me cuestiona, y a veces
El viento sopla frío y cortante, susurrando advertencias mientras me deslizo entre los árboles, manteniéndome a una distancia prudente de Dante. Su figura oscura se mueve con sigilo entre la maleza, como una sombra que desaparece y reaparece en el resplandor pálido de la luna. Algo en su comportamiento me alertó esta noche. Desde que comenzó la reunión de la manada, Dante ha estado inquieto, con la mandíbula apretada y los músculos tensos como si contuviera un secreto peligroso. No me sorprende cuando, apenas terminó la asamblea, se escabulló en silencio, como si temiera que alguien lo siguiera.Y aquí estoy yo, haciendo precisamente eso.El bosque se hace más denso a medida que avanzamos, las ramas parecen alargarse para arañarme el rostro y las raíces se enredan bajo mis pies, como si intentaran detenerme. Pero no es cualquier lugar al que nos dirigimos. Mi corazón late más rápido cuando reconozco los alrededores. No es posible. Él no puede estar yendo allí.El refugio abandonado.C
ScarlettEl aire nocturno está cargado de la fragancia de pinos y tierra húmeda mientras camino por el sendero del bosque, mis pasos amortiguados por la suave alfombra de hojas. El silencio me envuelve, roto solo por el canto lejano de un búho y el murmullo del viento entre las ramas. No estoy segura de por qué acepté venir aquí. Después de lo que ocurrió en el refugio abandonado, pensé que Dante me evitaría, manteniéndose alejado como siempre lo hace cuando las cosas se complican. Pero esta noche es diferente.Esta noche, él me pidió que lo acompañara.Lo veo esperando al final del sendero, su silueta alta y poderosa recortada contra el brillo de la luna. Lleva la misma chaqueta de cuero que siempre usa, y sus brazos están cruzados sobre el pecho, como si se estuviera protegiendo del frío... o tal vez de mí. Cuando me acerco, levanta la vista y nuestros ojos se encuentran. La atracción es inmediata, un chispazo de electricidad que recorre el aire entre nosotros.—Pensé que no vendría
Scarlett Mis dedos rozan el lomo de un libro antiguo mientras me siento en el rincón más apartado de la biblioteca. Las luces tenues apenas iluminan el lugar, y el silencio es casi sepulcral. La gente del pueblo raramente viene aquí; todo el conocimiento que necesitan se encuentra en internet. Pero yo estoy buscando algo más… algo que no encontraría con una simple búsqueda en G****e. Necesito respuestas, y las necesito ahora. Desde que Dante me habló sobre la manada y lo que implica ser un hombre lobo, mi mente ha estado atrapada en una maraña de preguntas. Todo lo que sé, todo lo que alguna vez creí saber, está comenzando a derrumbarse. Me enseñaron desde niña que los hombres lobo son monstruos despiadados, criaturas que cazan a los humanos por deporte y disfrutan del dolor ajeno. Pero Dante… él no encaja con esa descripción. Hay una oscuridad en él, sí, pero también un sentido de deber, de protección. Y no puedo dejar de preguntarme si hay más detrás de sus ojos atormentados, si l
DanteLas llamas de la hoguera crepitan en el centro del claro mientras observo a los míos. El calor que emana debería ser reconfortante, pero todo lo que siento es un frío glacial recorriéndome las venas. Mis hombres están reunidos en un círculo cerrado, sus ojos reflejando la luz del fuego y la tensión que palpita en el aire. Algunos murmuran en voz baja, otros se mantienen en silencio, atentos a cada movimiento. Todos, sin excepción, tienen la misma pregunta escrita en sus rostros: ¿qué está pasando?Yo debería darles respuestas, pero incluso yo mismo tengo más dudas que certezas.—Dante —la voz profunda de Marcus, uno de mis guerreros más leales, interrumpe mis pensamientos. Se adelanta unos pasos, su expresión seria y preocupada—. No podemos seguir ignorando esto. Las advertencias… son demasiadas.Lo miro, apretando la mandíbula. Él tiene razón. Durante las últimas semanas, han llegado a mis oídos rumores cada vez más insistentes de que algo oscuro se está gestando. Al principio
La luna está alta en el cielo cuando llego al borde del claro, el brillo plateado bañando las copas de los árboles y proyectando sombras alargadas en el suelo del bosque. Mis pasos se detienen al ver la figura de Dante de pie junto a la vieja cabaña. Está mirando hacia la espesura, con los hombros tensos y la mandíbula apretada, como si estuviera dispuesto a lanzarse a la batalla en cualquier momento. Incluso desde aquí puedo sentir la intensidad de su presencia, el aura de poder y control que siempre lo rodea.Inhalo profundamente, intentando calmar los latidos acelerados de mi corazón. Desde la noche en el refugio abandonado, no he dejado de pensar en lo que vi y en lo que escuché. Dante no es el monstruo que todos me habían pintado. No es el depredador sin alma que se alimenta del miedo y del dolor. No es nada de eso. Y si alguna vez lo fue, ese no es el hombre que tengo frente a mí ahora.Con el pulso martilleándome en los oídos, doy un paso hacia el claro, rompiendo el silencio.
ScarlettEl bosque está inquietantemente silencioso cuando salgo de la cabaña de Dante. La oscuridad me envuelve como un manto pesado, pero el frío aire nocturno no es lo que me pone la piel de gallina. Es lo que siento en el ambiente: algo está mal. Algo que hace que mi pulso se acelere a medida que avanzo por el sendero que lleva a mi casa.Las palabras de Dante resuenan en mi cabeza: “No andes sola de noche, Scarlett. No todos los lobos son de fiar”. Me lo repitió tantas veces que pensé que estaba siendo demasiado protector, pero ahora esa advertencia me persigue a cada paso. Respiro hondo y trato de enfocarme. No puedo permitir que el miedo me consuma. Agarro el arco que llevo colgado del hombro y rozo con los dedos las flechas en mi carcaj. Siempre he tenido esa arma conmigo, un recordatorio de lo que soy capaz de hacer cuando la situación lo amerita. Sin embargo, hasta ahora nunca la había sentido tan esencial.El viento cambia de dirección y, de repente, un hedor ácido y fuerte
DanteEl fuego crepita débilmente en la chimenea, pero la calidez de las llamas no logra atravesar el frío que siento en mi pecho. Marcus está a mi lado, mirándome con esos ojos inquisitivos, esperando a que le diga lo que me atormenta. Pero incluso con él, mi hermano menor, el único con quien siempre he compartido cada pensamiento, esta vez es más complicado.—¿Qué pasa, hermano? —pregunta finalmente, rompiendo el silencio que se ha apoderado de la habitación.Sus palabras suenan preocupadas, pero también está la chispa de curiosidad que siempre tiene. Marcus es el más sensato de los dos, el que mantiene la calma cuando yo estoy al borde de perderla. Pero esta noche, su rostro refleja algo más: la misma tensión que yo siento desde que Scarlett apareció en nuestras vidas.Aprieto los puños, mirando fijamente las llamas como si estas pudieran darme una respuesta. Pero no hay ninguna. Todo lo que siento es un caos interno que se niega a calmarse.—No quiero hablar de eso, Marcus —respon