Dante Blackwood
El viento helado de la noche corta mi rostro como cuchillas, pero apenas lo noto. Mis sentidos están agudizados al máximo, escaneando cada rincón de este maldito bosque. Algo no encaja. Desde el enfrentamiento con los cazadores la semana pasada, he sentido la tensión en el aire, como si una sombra se cierna sobre nosotros. Me he acostumbrado a esa sensación; la llevo a cuestas como una segunda piel. —¿A dónde vamos, jefe? —pregunta Caleb, acercándose a mi lado. Le lanzo una mirada rápida, su semblante está relajado, pero puedo ver la pregunta en sus ojos. Están preocupados. Han notado que mi control está fallando. Mi paciencia, cada vez más corta. No puedo permitirme el lujo de mostrarles debilidad, no ahora. Así que me obligo a mantener la calma, a no dejar que el pasado se filtre en mi voz. —Patrullamos el perímetro —respondo en tono firme—. No quiero sorpresas esta noche. Asiente, pero puedo sentir su incertidumbre. Caleb es de los pocos que me cuestiona, y a veces temo que sea demasiado inteligente para su propio bien. Si él llega a atar los cabos sobre quién fui antes de unirme a la manada… Las consecuencias serían desastrosas. Nos movemos en silencio, dejando que el bosque nos envuelva. Me concentro en los sonidos: las hojas crujientes bajo mis botas, el susurro de las ramas al moverse con el viento. Pero algo tira de mí, un eco de un tiempo que debería estar enterrado. Intento ignorarlo, pero mi mente se desliza inevitablemente hacia esos recuerdos, como si fueran cicatrices que aún arden bajo la piel. Hace años, cuando aún no tenía una manada ni un lugar al que llamar hogar, fui un cazador. Pero no un cazador cualquiera. Trabajaba con ellos, con los humanos, ayudándolos a rastrear y eliminar a otros de mi propia especie. Aún puedo oír sus gritos en mis sueños. Monstruo, me llamaban. Traidor. El precio de sobrevivir. —Dante, ¡mira! —la voz de Caleb me arranca de golpe de mis pensamientos. Alzo la vista y veo lo que ha captado su atención: marcas en el suelo, profundas y desordenadas. Como si alguien hubiera sido arrastrado. Mi cuerpo se tensa. Reconozco estas señales. Las mismas que dejaban los cazadores cuando atrapaban a un licántropo para sus experimentos. Un sudor frío me recorre la espalda. —Deben ser de los cazadores —dice Caleb, tocando las marcas con cuidado—. Parece reciente. Las imágenes parpadean en mi mente. Recuerdo estar atrapado en un sótano oscuro, encadenado y sangrando, mientras me interrogaban por nombres y localizaciones. ¿Dónde está la próxima manada?Decían que ayudaban a mantener el equilibrio entre los humanos y nosotros, que eliminaban a los peligros. Pero todo era una farsa. Querían controlarnos, destruirnos si era necesario. Y yo… yo fui su instrumento. No pude soportar la tortura, las pruebas, las muertes que presencié. Así que hice lo que tenía que hacer: traicioné a los míos. Les entregué información, llevé a otras manadas a la trampa, todo para mantenerme con vida un día más. Y el precio fue alto. Tan alto que a veces me pregunto si de verdad logré escapar. Sacudo la cabeza para despejar los pensamientos. No puedo permitirme retroceder a ese lugar oscuro. No ahora. —No es reciente —gruño, observando el suelo con atención—. Están intentando confundirnos. Caleb frunce el ceño. —¿Cómo puedes estar seguro? M****a. He hablado sin pensar. ¿Cómo explicarle que reconozco estas señales porque yo mismo las usé para cazar a los míos? ¿Cómo decirle que sé exactamente lo que están haciendo porque yo fui uno de ellos? —Es… instinto —murmuro, forzando un tono neutral—. Conozco su forma de operar. Su mirada se endurece, pero no replica. Agradezco en silencio su silencio mientras seguimos el rastro. Algo en mi interior se retuerce de miedo y rabia. Si los cazadores están aquí, si saben que estoy aquí, eso significa que mi pasado podría estar alcanzándome. Y si mi manada descubre lo que fui, lo que hice… —Caleb —digo de repente, deteniéndome en seco. Él también se detiene, mirándome con sorpresa. —Quiero que vuelvas con los demás. Refuerza la seguridad en la casa. —¿Qué? Pero… jefe, deberíamos estar patrullando. No podemos dejar este rastro— —¡Haz lo que te digo! —mi voz suena más feroz de lo que pretendía. Él da un paso atrás, sorprendido por mi reacción. Controlo la furia que burbujea en mi interior y respiro profundamente. —Lo siento, Caleb. Pero necesito que confíes en mí. Esto no es un rastro cualquiera. Es una trampa, y si seguimos avanzando sin un plan, ellos tendrán la ventaja. Su expresión se suaviza ligeramente, aunque la desconfianza persiste en su mirada. —Está bien —dice al final, con un leve asentimiento—. Pero voy a esperar cerca. Por si acaso. Asiento, aliviado. No puedo arriesgarme a que él vea lo que temo encontrar al final de este camino. Porque si mis antiguos “colegas” están aquí, no solo vienen a cazar. Vienen por mí. Y si alguna vez descubren la verdad sobre quién soy y lo que hice, no me detendré para proteger a mi manada. No importa cuántos secretos tenga que enterrar en el proceso. Me aseguro de que Caleb se aleje antes de seguir avanzando solo. Mis pensamientos se agolpan. La noche es mi aliada, pero las sombras del pasado se arremolinan a mi alrededor. Porque sé que no podré huir para siempre. La verdad saldrá a la luz, y cuando lo haga… seré yo el que caiga de rodillas, encadenado por mis propios pecados. No soy un héroe. Nunca lo fui. Soy el monstruo que traicionó a los suyos para salvarse a sí mismo. Y ahora, temo que alguien más lo haya descubierto.El viento sopla frío y cortante, susurrando advertencias mientras me deslizo entre los árboles, manteniéndome a una distancia prudente de Dante. Su figura oscura se mueve con sigilo entre la maleza, como una sombra que desaparece y reaparece en el resplandor pálido de la luna. Algo en su comportamiento me alertó esta noche. Desde que comenzó la reunión de la manada, Dante ha estado inquieto, con la mandíbula apretada y los músculos tensos como si contuviera un secreto peligroso. No me sorprende cuando, apenas terminó la asamblea, se escabulló en silencio, como si temiera que alguien lo siguiera.Y aquí estoy yo, haciendo precisamente eso.El bosque se hace más denso a medida que avanzamos, las ramas parecen alargarse para arañarme el rostro y las raíces se enredan bajo mis pies, como si intentaran detenerme. Pero no es cualquier lugar al que nos dirigimos. Mi corazón late más rápido cuando reconozco los alrededores. No es posible. Él no puede estar yendo allí.El refugio abandonado.C
ScarlettEl aire nocturno está cargado de la fragancia de pinos y tierra húmeda mientras camino por el sendero del bosque, mis pasos amortiguados por la suave alfombra de hojas. El silencio me envuelve, roto solo por el canto lejano de un búho y el murmullo del viento entre las ramas. No estoy segura de por qué acepté venir aquí. Después de lo que ocurrió en el refugio abandonado, pensé que Dante me evitaría, manteniéndose alejado como siempre lo hace cuando las cosas se complican. Pero esta noche es diferente.Esta noche, él me pidió que lo acompañara.Lo veo esperando al final del sendero, su silueta alta y poderosa recortada contra el brillo de la luna. Lleva la misma chaqueta de cuero que siempre usa, y sus brazos están cruzados sobre el pecho, como si se estuviera protegiendo del frío... o tal vez de mí. Cuando me acerco, levanta la vista y nuestros ojos se encuentran. La atracción es inmediata, un chispazo de electricidad que recorre el aire entre nosotros.—Pensé que no vendría
Scarlett Mis dedos rozan el lomo de un libro antiguo mientras me siento en el rincón más apartado de la biblioteca. Las luces tenues apenas iluminan el lugar, y el silencio es casi sepulcral. La gente del pueblo raramente viene aquí; todo el conocimiento que necesitan se encuentra en internet. Pero yo estoy buscando algo más… algo que no encontraría con una simple búsqueda en G****e. Necesito respuestas, y las necesito ahora. Desde que Dante me habló sobre la manada y lo que implica ser un hombre lobo, mi mente ha estado atrapada en una maraña de preguntas. Todo lo que sé, todo lo que alguna vez creí saber, está comenzando a derrumbarse. Me enseñaron desde niña que los hombres lobo son monstruos despiadados, criaturas que cazan a los humanos por deporte y disfrutan del dolor ajeno. Pero Dante… él no encaja con esa descripción. Hay una oscuridad en él, sí, pero también un sentido de deber, de protección. Y no puedo dejar de preguntarme si hay más detrás de sus ojos atormentados, si l
DanteLas llamas de la hoguera crepitan en el centro del claro mientras observo a los míos. El calor que emana debería ser reconfortante, pero todo lo que siento es un frío glacial recorriéndome las venas. Mis hombres están reunidos en un círculo cerrado, sus ojos reflejando la luz del fuego y la tensión que palpita en el aire. Algunos murmuran en voz baja, otros se mantienen en silencio, atentos a cada movimiento. Todos, sin excepción, tienen la misma pregunta escrita en sus rostros: ¿qué está pasando?Yo debería darles respuestas, pero incluso yo mismo tengo más dudas que certezas.—Dante —la voz profunda de Marcus, uno de mis guerreros más leales, interrumpe mis pensamientos. Se adelanta unos pasos, su expresión seria y preocupada—. No podemos seguir ignorando esto. Las advertencias… son demasiadas.Lo miro, apretando la mandíbula. Él tiene razón. Durante las últimas semanas, han llegado a mis oídos rumores cada vez más insistentes de que algo oscuro se está gestando. Al principio
La luna está alta en el cielo cuando llego al borde del claro, el brillo plateado bañando las copas de los árboles y proyectando sombras alargadas en el suelo del bosque. Mis pasos se detienen al ver la figura de Dante de pie junto a la vieja cabaña. Está mirando hacia la espesura, con los hombros tensos y la mandíbula apretada, como si estuviera dispuesto a lanzarse a la batalla en cualquier momento. Incluso desde aquí puedo sentir la intensidad de su presencia, el aura de poder y control que siempre lo rodea.Inhalo profundamente, intentando calmar los latidos acelerados de mi corazón. Desde la noche en el refugio abandonado, no he dejado de pensar en lo que vi y en lo que escuché. Dante no es el monstruo que todos me habían pintado. No es el depredador sin alma que se alimenta del miedo y del dolor. No es nada de eso. Y si alguna vez lo fue, ese no es el hombre que tengo frente a mí ahora.Con el pulso martilleándome en los oídos, doy un paso hacia el claro, rompiendo el silencio.
ScarlettEl bosque está inquietantemente silencioso cuando salgo de la cabaña de Dante. La oscuridad me envuelve como un manto pesado, pero el frío aire nocturno no es lo que me pone la piel de gallina. Es lo que siento en el ambiente: algo está mal. Algo que hace que mi pulso se acelere a medida que avanzo por el sendero que lleva a mi casa.Las palabras de Dante resuenan en mi cabeza: “No andes sola de noche, Scarlett. No todos los lobos son de fiar”. Me lo repitió tantas veces que pensé que estaba siendo demasiado protector, pero ahora esa advertencia me persigue a cada paso. Respiro hondo y trato de enfocarme. No puedo permitir que el miedo me consuma. Agarro el arco que llevo colgado del hombro y rozo con los dedos las flechas en mi carcaj. Siempre he tenido esa arma conmigo, un recordatorio de lo que soy capaz de hacer cuando la situación lo amerita. Sin embargo, hasta ahora nunca la había sentido tan esencial.El viento cambia de dirección y, de repente, un hedor ácido y fuerte
DanteEl fuego crepita débilmente en la chimenea, pero la calidez de las llamas no logra atravesar el frío que siento en mi pecho. Marcus está a mi lado, mirándome con esos ojos inquisitivos, esperando a que le diga lo que me atormenta. Pero incluso con él, mi hermano menor, el único con quien siempre he compartido cada pensamiento, esta vez es más complicado.—¿Qué pasa, hermano? —pregunta finalmente, rompiendo el silencio que se ha apoderado de la habitación.Sus palabras suenan preocupadas, pero también está la chispa de curiosidad que siempre tiene. Marcus es el más sensato de los dos, el que mantiene la calma cuando yo estoy al borde de perderla. Pero esta noche, su rostro refleja algo más: la misma tensión que yo siento desde que Scarlett apareció en nuestras vidas.Aprieto los puños, mirando fijamente las llamas como si estas pudieran darme una respuesta. Pero no hay ninguna. Todo lo que siento es un caos interno que se niega a calmarse.—No quiero hablar de eso, Marcus —respon
ElijahLa luna llena brilla con una intensidad casi siniestra sobre el vasto territorio de los Blackwood, iluminando cada colina y valle como si quisiera destacar los puntos vulnerables de su preciada tierra. Desde mi posición elevada, oculto entre las sombras de los árboles, observo la aldea que se extiende a lo lejos, los fuegos parpadeando a lo largo del campamento como pequeñas brasas, cada una un recordatorio de la arrogancia de Dante.Mis labios se curvan en una sonrisa helada. Dante y su manada creen que sus muros y patrullas los protegen. No se dan cuenta de que la amenaza más peligrosa no es la que viene de frente, sino la que se desliza en las sombras y ataca desde adentro.—¿Han llegado nuestros espías a la ciudad? —pregunto sin apartar la vista de la aldea.—Sí, Alfa —responde Renard, mi lugarteniente más leal, con su voz grave y contenida—. Tres de los nuestros ya están dentro, mezclados con los humanos. Se han ganado la confianza de los comerciantes que abastecen a los B