El bosque siempre ha sido mi refugio, mi terreno de caza. La negrura de la noche, los susurros de las hojas que crujen bajo mis pies, la humedad del aire que se pega a mi piel. Es el escenario perfecto para una cazadora como yo, siempre alerta, siempre preparada. La quietud me rodea, pero bajo esa calma aparente, sé que el peligro acecha en cada rincón.
Esta noche, sin embargo, algo es diferente. Algo no encaja. El territorio Blackwood es imponente, antiguo, impregnado con la presencia de la manada. Lo sé. Lo he estudiado. Son los más poderosos, los más peligrosos. Pero algo en el aire está alterado. Como si la misma naturaleza se hubiera vuelto contra mí, como si el bosque tuviera secretos que no debería descubrir. Aunque llevo años cazando hombres lobo, nunca había sentido esta pesadez en el ambiente. Mi misión es clara: destruir a la manada Blackwood. No es personal, es una cuestión de supervivencia. Ellos son la última amenaza para los cazadores, y yo soy la encargada de eliminarlos. Pero esta noche, el miedo no viene de lo que sé, sino de lo que siento. Una presión constante sobre mi pecho, como si alguien estuviera observándome, acechándome desde las sombras. Un crujido en la maleza a mi izquierda me hace detenerme. Mi cuerpo se tensa al instante, mis manos instintivamente se mueven hacia las armas que llevo ocultas. Escucho la respiración de alguien, pero no lo veo. No aún. Cierro los ojos por un momento, enfocándome en el sonido, en el olfato, en todo lo que la oscuridad puede ofrecerme. La caza no es solo sobre sigilo y rapidez. Es una danza, un juego entre depredador y presa. Pero esta vez, el juego se ha invertido. Siento que no soy la única cazadora en este bosque. Finalmente, la sombra emerge. Alta, poderosa, casi como si el mismo bosque le diera forma. La figura se mueve con la fluidez de un lobo, pero hay algo más en ella. Algo que no puedo entender. Dante Blackwood. El Alfa. El líder de la manada. El objetivo de mi misión. Mi presa. La electricidad en el aire aumenta. Mi cuerpo reacciona antes de mi mente. Mis dedos se cierran alrededor del mango de mi cuchillo, la adrenalina comienza a subir por mi columna vertebral. Pero, inexplicablemente, me quedo allí, inmóvil, observando. Él me mira, sin una pizca de sorpresa. Como si me hubiera estado esperando. La tensión se hace palpable, densa, casi insoportable. Nos medimos en silencio, nuestros ojos conectados, pero no como lo harían dos enemigos que se preparan para luchar. Es algo más. Algo que me aterra, porque despierta un eco en mi interior. Un eco que no debería existir. Dante da un paso hacia mí. Su mirada es profunda, llena de una intensidad que no puedo descifrar. Algo en mi interior se revuelve, algo que no debería estar allí. Mis músculos tiemblan con la necesidad de atacar, de completar mi misión, pero hay algo que me detiene. Algo que no puedo ignorar. —¿Quién eres? —su voz resuena en la oscuridad, baja y grave. No es una amenaza, pero es un desafío. Mi boca se seca, pero respondo sin vacilar, aunque mi interior está en conflicto. —No importa quién soy. —Mi tono suena más fuerte de lo que realmente siento. Pero no puedo darme el lujo de mostrar duda. No ahora. Él da otro paso. El aire entre nosotros se vuelve más denso, la electricidad palpable. A cada segundo, siento que algo en mi interior responde a su cercanía. Algo que no puedo controlar. Algo que está ligado a un secreto que he enterrado profundamente. Un secreto que nadie, ni siquiera yo, debería revelar. —No eres una cazadora común —dice, y sus ojos se afinan, analizándome con una precisión inquietante. Es como si pudiera ver más allá de mi fachada, como si supiera que hay algo en mí que no encaja. —No soy lo que piensas —respondo, mi voz más baja, casi como si estuviera buscando mi propia verdad en medio de su mirada. La oscuridad parece envolvernos más, la tensión palpándose en el aire. Dante da otro paso, pero esta vez me siento menos inclinada a retroceder. La lógica me grita que debería atacarlo, que debería acabar con él ahora mismo, pero mi cuerpo se resiste a hacer el movimiento. —Debería matarte aquí y ahora —dice, su voz es suave, pero lleva consigo una amenaza. —Debería matarte yo —respondo, mi voz cortante. Mis manos no se mueven, el cuchillo sigue firme en mi grip, pero no lo lanzo. El silencio se vuelve insoportable. Mi mente corre en círculos. ¿Por qué no puedo atacarlo? ¿Por qué no puedo hacer lo que vine a hacer? Y él… ¿por qué no me mata? ¿Por qué me permite quedarme tan cerca? Dante frunce el ceño, sus ojos ardiendo con una mezcla de frustración y algo que casi parece comprensión. Parece que está luchando con algo tan profundo como yo. Este no es un encuentro cualquiera. Algo ha cambiado. Lo siento en el aire, en mis huesos, en la forma en que mi secreto parece querer salir a la superficie, como si el simple hecho de estar frente a él desmoronara las paredes que construí para protegerlo. —Vete —dice, su voz baja, casi resignada. Es una orden, pero también una súplica. Mi orgullo se tambalea. Quiero desafiarlo, quedarme, demostrarle que no me voy a rendir tan fácilmente. Pero algo en su mirada, algo en su voz, me hace darme cuenta de que no es el momento. No ahora. —Esto no ha terminado —digo, retrocediendo con cautela, sin apartar la vista de él. No confío en él, no confío en nada de esto, pero sé que es solo el principio. Nos miramos por última vez, nuestros ojos conectados como si fueran los últimos vestigios de algo que no sé si es bueno o malo. Mi cuerpo sigue tenso, lista para atacar o huir. Pero cuando finalmente me alejo, cuando la oscuridad me engulle, no puedo evitar la pregunta que me atormenta: ¿qué es lo que Dante ha despertado en mí? ¿Y qué pasará cuando lo descubra?Dante Blackwood Ayer pude verla. La cazadora. Esa mujer que se movía con la precisión de un depredador, acechando en la oscuridad como si formara parte de ella. No sé qué esperaba encontrar, pero lo que vi me dejó... perturbado. Su mera presencia me sacudió de una forma que nunca había experimentado. Y aún no entiendo por qué. No pude dormir. Sus ojos me siguen persiguiendo, incluso ahora, horas después de nuestro encuentro. Esos ojos azules, fríos como el acero pero con una chispa que me hace dudar. Ojos que no deberían tener ese poder sobre mí, que no deberían despertar nada en mi interior. Pero lo hicieron. Recuerdo su figura perfectamente, como si la tuviera frente a mí. Alta, esbelta pero fuerte. Sus caderas marcadas, la forma en que su cuerpo se movía con una gracia letal. Y su melena... dorada, casi como si el sol estuviera atrapado en cada hebra de su cabello. Nunca había visto algo así. Nunca había sentido algo así. "¿Qué demonios me pasa?" Me digo mientras me l
Dante Blackwood El viento helado de la noche corta mi rostro como cuchillas, pero apenas lo noto. Mis sentidos están agudizados al máximo, escaneando cada rincón de este maldito bosque. Algo no encaja. Desde el enfrentamiento con los cazadores la semana pasada, he sentido la tensión en el aire, como si una sombra se cierna sobre nosotros. Me he acostumbrado a esa sensación; la llevo a cuestas como una segunda piel.—¿A dónde vamos, jefe? —pregunta Caleb, acercándose a mi lado.Le lanzo una mirada rápida, su semblante está relajado, pero puedo ver la pregunta en sus ojos. Están preocupados. Han notado que mi control está fallando. Mi paciencia, cada vez más corta. No puedo permitirme el lujo de mostrarles debilidad, no ahora. Así que me obligo a mantener la calma, a no dejar que el pasado se filtre en mi voz.—Patrullamos el perímetro —respondo en tono firme—. No quiero sorpresas esta noche.Asiente, pero puedo sentir su incertidumbre. Caleb es de los pocos que me cuestiona, y a veces
El viento sopla frío y cortante, susurrando advertencias mientras me deslizo entre los árboles, manteniéndome a una distancia prudente de Dante. Su figura oscura se mueve con sigilo entre la maleza, como una sombra que desaparece y reaparece en el resplandor pálido de la luna. Algo en su comportamiento me alertó esta noche. Desde que comenzó la reunión de la manada, Dante ha estado inquieto, con la mandíbula apretada y los músculos tensos como si contuviera un secreto peligroso. No me sorprende cuando, apenas terminó la asamblea, se escabulló en silencio, como si temiera que alguien lo siguiera.Y aquí estoy yo, haciendo precisamente eso.El bosque se hace más denso a medida que avanzamos, las ramas parecen alargarse para arañarme el rostro y las raíces se enredan bajo mis pies, como si intentaran detenerme. Pero no es cualquier lugar al que nos dirigimos. Mi corazón late más rápido cuando reconozco los alrededores. No es posible. Él no puede estar yendo allí.El refugio abandonado.C
ScarlettEl aire nocturno está cargado de la fragancia de pinos y tierra húmeda mientras camino por el sendero del bosque, mis pasos amortiguados por la suave alfombra de hojas. El silencio me envuelve, roto solo por el canto lejano de un búho y el murmullo del viento entre las ramas. No estoy segura de por qué acepté venir aquí. Después de lo que ocurrió en el refugio abandonado, pensé que Dante me evitaría, manteniéndose alejado como siempre lo hace cuando las cosas se complican. Pero esta noche es diferente.Esta noche, él me pidió que lo acompañara.Lo veo esperando al final del sendero, su silueta alta y poderosa recortada contra el brillo de la luna. Lleva la misma chaqueta de cuero que siempre usa, y sus brazos están cruzados sobre el pecho, como si se estuviera protegiendo del frío... o tal vez de mí. Cuando me acerco, levanta la vista y nuestros ojos se encuentran. La atracción es inmediata, un chispazo de electricidad que recorre el aire entre nosotros.—Pensé que no vendría
Scarlett Mis dedos rozan el lomo de un libro antiguo mientras me siento en el rincón más apartado de la biblioteca. Las luces tenues apenas iluminan el lugar, y el silencio es casi sepulcral. La gente del pueblo raramente viene aquí; todo el conocimiento que necesitan se encuentra en internet. Pero yo estoy buscando algo más… algo que no encontraría con una simple búsqueda en G****e. Necesito respuestas, y las necesito ahora. Desde que Dante me habló sobre la manada y lo que implica ser un hombre lobo, mi mente ha estado atrapada en una maraña de preguntas. Todo lo que sé, todo lo que alguna vez creí saber, está comenzando a derrumbarse. Me enseñaron desde niña que los hombres lobo son monstruos despiadados, criaturas que cazan a los humanos por deporte y disfrutan del dolor ajeno. Pero Dante… él no encaja con esa descripción. Hay una oscuridad en él, sí, pero también un sentido de deber, de protección. Y no puedo dejar de preguntarme si hay más detrás de sus ojos atormentados, si l
DanteLas llamas de la hoguera crepitan en el centro del claro mientras observo a los míos. El calor que emana debería ser reconfortante, pero todo lo que siento es un frío glacial recorriéndome las venas. Mis hombres están reunidos en un círculo cerrado, sus ojos reflejando la luz del fuego y la tensión que palpita en el aire. Algunos murmuran en voz baja, otros se mantienen en silencio, atentos a cada movimiento. Todos, sin excepción, tienen la misma pregunta escrita en sus rostros: ¿qué está pasando?Yo debería darles respuestas, pero incluso yo mismo tengo más dudas que certezas.—Dante —la voz profunda de Marcus, uno de mis guerreros más leales, interrumpe mis pensamientos. Se adelanta unos pasos, su expresión seria y preocupada—. No podemos seguir ignorando esto. Las advertencias… son demasiadas.Lo miro, apretando la mandíbula. Él tiene razón. Durante las últimas semanas, han llegado a mis oídos rumores cada vez más insistentes de que algo oscuro se está gestando. Al principio
La luna está alta en el cielo cuando llego al borde del claro, el brillo plateado bañando las copas de los árboles y proyectando sombras alargadas en el suelo del bosque. Mis pasos se detienen al ver la figura de Dante de pie junto a la vieja cabaña. Está mirando hacia la espesura, con los hombros tensos y la mandíbula apretada, como si estuviera dispuesto a lanzarse a la batalla en cualquier momento. Incluso desde aquí puedo sentir la intensidad de su presencia, el aura de poder y control que siempre lo rodea.Inhalo profundamente, intentando calmar los latidos acelerados de mi corazón. Desde la noche en el refugio abandonado, no he dejado de pensar en lo que vi y en lo que escuché. Dante no es el monstruo que todos me habían pintado. No es el depredador sin alma que se alimenta del miedo y del dolor. No es nada de eso. Y si alguna vez lo fue, ese no es el hombre que tengo frente a mí ahora.Con el pulso martilleándome en los oídos, doy un paso hacia el claro, rompiendo el silencio.
ScarlettEl bosque está inquietantemente silencioso cuando salgo de la cabaña de Dante. La oscuridad me envuelve como un manto pesado, pero el frío aire nocturno no es lo que me pone la piel de gallina. Es lo que siento en el ambiente: algo está mal. Algo que hace que mi pulso se acelere a medida que avanzo por el sendero que lleva a mi casa.Las palabras de Dante resuenan en mi cabeza: “No andes sola de noche, Scarlett. No todos los lobos son de fiar”. Me lo repitió tantas veces que pensé que estaba siendo demasiado protector, pero ahora esa advertencia me persigue a cada paso. Respiro hondo y trato de enfocarme. No puedo permitir que el miedo me consuma. Agarro el arco que llevo colgado del hombro y rozo con los dedos las flechas en mi carcaj. Siempre he tenido esa arma conmigo, un recordatorio de lo que soy capaz de hacer cuando la situación lo amerita. Sin embargo, hasta ahora nunca la había sentido tan esencial.El viento cambia de dirección y, de repente, un hedor ácido y fuerte