El aire del bosque es gélido, pero no me afecta. Estoy acostumbrado a él. Los lobos corren a mi alrededor, sus cuerpos oscuros se mezclan con las sombras de los árboles, apenas visibles bajo la luz de la luna llena. Sus aullidos resonantes llenan la noche, pero en mi cabeza hay silencio. Siempre lo hay cuando estoy solo con mis pensamientos, cuando el peso de lo que esperan de mí me aplasta desde dentro.
Soy el Alfa. El líder. El que supuestamente debe salvarlos. Ellos creen que tengo lo que se necesita, que soy lo que dicen las antiguas profecías. Pero lo que no saben es que no me siento digno de ello, y no estoy seguro de poder cumplir con ese destino. El pasado que cargo me sigue como una sombra, y no puedo escapar de él. Miro hacia el cielo, hacia la luna que brilla con una intensidad casi desafiante. Siempre he sentido que la luna nos vigila, que de algún modo se burla de mí. Como si fuera un recordatorio constante de lo que soy y de lo que debería hacer. —No puedo seguir así —susurro, más para mí mismo que para nadie más. Las palabras se pierden en el viento. —¿Qué dijiste? —La voz de Marcus me toma por sorpresa. Mi hermano menor aparece entre los árboles, moviéndose con la facilidad que solo él puede tener. Me observa, su mirada llena de curiosidad, pero también de preocupación. Sabe que algo me molesta. Siempre lo sabe. —Nada —respondo, desviando la vista hacia la manada que sigue corriendo en círculos, libre de preocupaciones. —No me engañas, Dante —dice Marcus, cruzándose de brazos—. No puedes seguir posponiéndolo. Sabes que tarde o temprano tendrás que aceptarlo. —¿Aceptar qué? —Me vuelvo hacia él con irritación—. ¿Que se supone que soy el salvador? ¿El que cargará con la responsabilidad de toda nuestra especie? No sé ni siquiera cómo salvarme a mí mismo —Mi voz suena más dura de lo que pretendía, pero Marcus no parece afectado. —Dante —suspira él—, todos te ven como lo que eres. Nuestro líder. El Alfa. No puedes seguir huyendo de eso. Lo miro, queriendo gritarle que no tiene idea de lo que realmente significa ser yo. Pero él tampoco lo entendería. Nadie lo haría. No saben lo que pasó. —No estoy listo —susurro, bajando la cabeza. La nieve bajo mis pies cruje cuando doy un paso atrás, lejos de Marcus. —No estarás listo nunca si sigues huyendo —responde Marcus, acercándose a mí, su tono firme pero sin reproches—. Pero la manada te necesita. Yo te necesito. Lo sabes. De nuevo ese peso en mi pecho, ese maldito peso que me persigue desde hace años. Miro a mi alrededor. Los lobos han comenzado a calmarse, sus cuerpos se detienen mientras se preparan para regresar a sus formas humanas. Pero para mí, el cambio no representa un alivio. —Hay cosas que no sabes, Marcus —digo al final, mi voz apenas un susurro—. Cosas que si supieras… no me verías como el Alfa que creen que soy. Mi hermano frunce el ceño, claramente confundido. —¿De qué estás hablando? Por un momento, considero contárselo todo. Pero no puedo. No ahora. Las palabras se me quedan atrapadas en la garganta. —Solo olvídalo —respondo, tratando de poner fin a la conversación—. No importa. —Lo que sea que estés ocultando, Dante, no va a desaparecer. Y tarde o temprano, tendrás que enfrentarlo —Marcus me observa con seriedad, pero finalmente suspira y se da media vuelta—. Hablaremos más tarde. Me quedo solo en medio del claro, mirando cómo la manada se dispersa hacia el refugio. El silencio regresa a los árboles, pero en mi cabeza sigue habiendo ruido. Ruido del pasado, de la culpa que cargo. Cierro los ojos, esperando que la oscuridad me dé un respiro, aunque solo sea por un momento. Pero entonces lo veo. La sangre. El miedo. Los gritos. No puedo detenerlo. Las imágenes de esa noche vuelven a mí como un torrente imparable. Miro a mi alrededor, pero ya no estoy en el bosque. Estoy de vuelta en ese lugar, en ese momento. La nieve cae más fuerte a mi alrededor, pero no la siento. Mi respiración se acelera, mi corazón late con fuerza en mi pecho. El aire se vuelve más denso, casi imposible de respirar, y entonces la veo. De pie, bajo la misma luna llena, con los ojos fijos en los míos. Ella. Ella nunca debería haber estado allí. Nunca debí haberla conocido, y mucho menos dejar que las cosas llegaran tan lejos. Pero lo hice, y ahora estoy aquí, viviendo con las consecuencias de esa decisión. —No… —susurro para mí mismo, intentando alejar el recuerdo. Pero no puedo. La veo de nuevo, sus ojos llenos de horror, y yo… no hice nada. Nada para evitar lo que sucedió. Mi respiración se vuelve más pesada, casi dolorosa, y antes de darme cuenta, estoy de rodillas en la nieve. Ese día… cambió todo. Mi destino quedó sellado en ese momento, y no importa cuánto intente, nunca podré cambiarlo. La manada cree que soy su líder, su salvador. Pero si supieran lo que pasó esa noche, si supieran lo que soy realmente… jamás me seguirían. —¿Dante? —La voz de Marcus suena de nuevo, pero esta vez es lejana, como si estuviera a kilómetros de distancia. Las imágenes siguen regresando. El fuego. Los gritos. La sangre. Y entonces lo sé. Lo sé con certeza. Ella está de vuelta.Scarlett La ciudad se siente más oscura de lo normal, como si un manto invisible de peligro la cubriera. Mientras camino por las calles adoquinadas, con mi chaqueta de cuero ajustada al cuerpo, siento que cada paso me acerca más al abismo. No es una sensación nueva, pero esta vez, el riesgo es mayor que nunca. Estoy en la periferia del territorio Blackwood. El corazón de su manada está en algún lugar oculto, protegido por las sombras y el misterio que han tejido alrededor de ellos durante siglos. Nadie que haya intentado entrar ha salido con vida. Nadie excepto los suyos. Pero hoy, todo eso va a cambiar. Me detengo frente a una cafetería, mis ojos escaneando cada rincón de la ciudad. No puedo permitirme un error. Si fallara, si alguien delata mi presencia, sería el fin. Me mantengo tranquila, una cazadora entre lobos, preparándome para lo que viene. No hay lugar para la duda. La información que tengo es limitada. Sé que hay un pequeño grupo de Blackwoods que frecuentan la ciuda
La luna llena se alza alta en el cielo, derramando su pálida luz sobre el denso bosque que rodea nuestro territorio. Es la clase de noche que mis ancestros adoraban, una noche para cazar, para marcar nuestro dominio en la tierra que nos pertenece por derecho. Pero algo está mal esta vez. Un olor extraño se mezcla con la brisa, un aroma que no debería estar aquí. — La siento cerca —gruñe Caleb, con los ojos brillando bajo la luz lunar. Sus colmillos sobresalen, un reflejo de la tensión que todos compartimos. — Mantén la calma —le digo, aunque en el fondo siento lo mismo. Mi lobo interno está inquieto, agitado, como si algo estuviera por estallar. Hemos escuchado rumores de cazadores en nuestro territorio, intrusos que se atreven a desafiar a los Blackwood. Aunque esos rumores normalmente no me preocupan, hay algo en el aire esta noche que me pone en guardia. He aprendido a confiar en mis instintos, y esta noche, gritan que algo va a suceder. Nos movemos en silencio a través del
Dante Blackwood El sonido de un grito desgarrador me atraviesa como una bala. Mi instinto se enciende al instante; algo anda mal, terriblemente mal. Me lanzo hacia el bosque sin pensarlo, con Caleb y el resto de la manada siguiéndome de cerca. La luna apenas ilumina nuestro camino, pero no necesito verla. Puedo oler el peligro.—Es Marcus, está atrapado —gruñe Caleb mientras corremos entre los árboles.Mis músculos se tensan al escuchar su nombre. Marcus es joven, impulsivo, pero fuerte. Aun así, el hecho de que haya caído significa que el enemigo está más cerca de lo que pensábamos.Los cazadores han estado rondando nuestras tierras durante semanas, pero siempre hemos sido más rápidos, más astutos. Hasta hoy. La furia se acumula en mi pecho mientras corro hacia la dirección del grito. No puedo permitir que lo capturen. No bajo mi mando. No puedo repetir los errores del pasado.—¡Rápido! —gruño, sin mirar atrás.Cuando llegamos a un claro en el bosque, mi corazón se detiene por un se
El bosque siempre ha sido mi refugio, mi terreno de caza. La negrura de la noche, los susurros de las hojas que crujen bajo mis pies, la humedad del aire que se pega a mi piel. Es el escenario perfecto para una cazadora como yo, siempre alerta, siempre preparada. La quietud me rodea, pero bajo esa calma aparente, sé que el peligro acecha en cada rincón. Esta noche, sin embargo, algo es diferente. Algo no encaja. El territorio Blackwood es imponente, antiguo, impregnado con la presencia de la manada. Lo sé. Lo he estudiado. Son los más poderosos, los más peligrosos. Pero algo en el aire está alterado. Como si la misma naturaleza se hubiera vuelto contra mí, como si el bosque tuviera secretos que no debería descubrir. Aunque llevo años cazando hombres lobo, nunca había sentido esta pesadez en el ambiente. Mi misión es clara: destruir a la manada Blackwood. No es personal, es una cuestión de supervivencia. Ellos son la última amenaza para los cazadores, y yo soy la encargada de eliminar
Dante Blackwood Ayer pude verla. La cazadora. Esa mujer que se movía con la precisión de un depredador, acechando en la oscuridad como si formara parte de ella. No sé qué esperaba encontrar, pero lo que vi me dejó... perturbado. Su mera presencia me sacudió de una forma que nunca había experimentado. Y aún no entiendo por qué. No pude dormir. Sus ojos me siguen persiguiendo, incluso ahora, horas después de nuestro encuentro. Esos ojos azules, fríos como el acero pero con una chispa que me hace dudar. Ojos que no deberían tener ese poder sobre mí, que no deberían despertar nada en mi interior. Pero lo hicieron. Recuerdo su figura perfectamente, como si la tuviera frente a mí. Alta, esbelta pero fuerte. Sus caderas marcadas, la forma en que su cuerpo se movía con una gracia letal. Y su melena... dorada, casi como si el sol estuviera atrapado en cada hebra de su cabello. Nunca había visto algo así. Nunca había sentido algo así. "¿Qué demonios me pasa?" Me digo mientras me l
Dante Blackwood El viento helado de la noche corta mi rostro como cuchillas, pero apenas lo noto. Mis sentidos están agudizados al máximo, escaneando cada rincón de este maldito bosque. Algo no encaja. Desde el enfrentamiento con los cazadores la semana pasada, he sentido la tensión en el aire, como si una sombra se cierna sobre nosotros. Me he acostumbrado a esa sensación; la llevo a cuestas como una segunda piel.—¿A dónde vamos, jefe? —pregunta Caleb, acercándose a mi lado.Le lanzo una mirada rápida, su semblante está relajado, pero puedo ver la pregunta en sus ojos. Están preocupados. Han notado que mi control está fallando. Mi paciencia, cada vez más corta. No puedo permitirme el lujo de mostrarles debilidad, no ahora. Así que me obligo a mantener la calma, a no dejar que el pasado se filtre en mi voz.—Patrullamos el perímetro —respondo en tono firme—. No quiero sorpresas esta noche.Asiente, pero puedo sentir su incertidumbre. Caleb es de los pocos que me cuestiona, y a veces
El viento sopla frío y cortante, susurrando advertencias mientras me deslizo entre los árboles, manteniéndome a una distancia prudente de Dante. Su figura oscura se mueve con sigilo entre la maleza, como una sombra que desaparece y reaparece en el resplandor pálido de la luna. Algo en su comportamiento me alertó esta noche. Desde que comenzó la reunión de la manada, Dante ha estado inquieto, con la mandíbula apretada y los músculos tensos como si contuviera un secreto peligroso. No me sorprende cuando, apenas terminó la asamblea, se escabulló en silencio, como si temiera que alguien lo siguiera.Y aquí estoy yo, haciendo precisamente eso.El bosque se hace más denso a medida que avanzamos, las ramas parecen alargarse para arañarme el rostro y las raíces se enredan bajo mis pies, como si intentaran detenerme. Pero no es cualquier lugar al que nos dirigimos. Mi corazón late más rápido cuando reconozco los alrededores. No es posible. Él no puede estar yendo allí.El refugio abandonado.C
ScarlettEl aire nocturno está cargado de la fragancia de pinos y tierra húmeda mientras camino por el sendero del bosque, mis pasos amortiguados por la suave alfombra de hojas. El silencio me envuelve, roto solo por el canto lejano de un búho y el murmullo del viento entre las ramas. No estoy segura de por qué acepté venir aquí. Después de lo que ocurrió en el refugio abandonado, pensé que Dante me evitaría, manteniéndose alejado como siempre lo hace cuando las cosas se complican. Pero esta noche es diferente.Esta noche, él me pidió que lo acompañara.Lo veo esperando al final del sendero, su silueta alta y poderosa recortada contra el brillo de la luna. Lleva la misma chaqueta de cuero que siempre usa, y sus brazos están cruzados sobre el pecho, como si se estuviera protegiendo del frío... o tal vez de mí. Cuando me acerco, levanta la vista y nuestros ojos se encuentran. La atracción es inmediata, un chispazo de electricidad que recorre el aire entre nosotros.—Pensé que no vendría