El destino del Alfa
El destino del Alfa
Por: Valentina Cano
1 - El plan

La cabaña está sumida en penumbra, iluminada solo por los tenues rayos de la luna que se filtran a través de las ventanas cubiertas de polvo. El aire huele a madera vieja y acero, un aroma familiar que siempre me recuerda que estoy rodeada de cazadores. Hombres y mujeres con cicatrices que cuentan historias de victorias, pérdidas y supervivencia. Pero esta noche es diferente. La tensión es casi tangible, un silencio denso que parece anticipar algo grande. Algo definitivo.

El mapa del territorio Blackwood está extendido sobre la mesa central, sus líneas marcadas por cientos de horas de estudio y planificación. Conozco cada curva y cada punto del terreno. Lo he memorizado como si fuera una extensión de mí misma. Es mi boleto para acercarme a la manada más letal que hemos enfrentado. Y, sobre todo, a Dante Blackwood.

Solo pensar en su nombre hace que la furia hierva en mis venas. No es solo una misión más. Para mí, esto es personal. Dante y su manada destruyeron mi vida. Mis padres eran cazadores, líderes valientes y experimentados. Pero una noche, los Blackwood atacaron. Aullidos llenaron la oscuridad mientras sus garras reducían todo lo que amaba a cenizas. El Alfa estaba allí, observando, con esos ojos rojos brillando como una sentencia de muerte. Desde entonces, vivo para vengarme.

Marcus, uno de los cazadores más veteranos, me observa desde el otro lado de la mesa. Sus ojos oscuros reflejan escepticismo mezclado con respeto. Es un guerrero endurecido por las batallas, pero incluso él parece nervioso esta noche. Finalmente, rompe el silencio.

—Scarlett, ¿cuál es el plan? —pregunta, su voz baja pero cargada de expectación.

Todos los ojos se clavan en mí. La presión es palpable, pero mantengo la compostura. Ya lo he decidido. Y aunque sé que lo que voy a decir levantará resistencia, no hay otra opción.

—Voy a infiltrarme en su territorio —digo con firmeza.

El silencio que sigue es ensordecedor. Incluso el crujido del fuego en la chimenea parece apagarse. Algunos cazadores intercambian miradas incrédulas; otros bajan la vista, pensativos. Ethan, siempre el primero en hablar, no tarda en reaccionar.

—¿Sola? —su tono es una mezcla de incredulidad y enfado—. Scarlett, si te infiltras en su territorio, te despedazarán. Es una locura.

—No si lo hago bien —respondo, mi voz fría como el acero.

—¿Y qué te hace pensar que puedes hacerlo? —insiste, cruzando los brazos con un gesto desafiante—. Los Blackwood no son como las otras manadas que hemos enfrentado. Son más letales, más organizados. Dante Blackwood no deja cabos sueltos.

—Es precisamente por eso que este es el único camino —le corto, mirándolo directamente a los ojos—. Un ataque directo sería un suicidio. Necesitamos otra estrategia.

—¿Y cuál es esa estrategia? —interviene Evelyn desde la esquina, su mirada cargada de desconfianza—. ¿Qué piensas hacer exactamente?

Me enderezo, dejando que mi determinación hable antes que mis palabras.

—Voy a convertirme en una de ellos.

El impacto de mis palabras cae como una bomba. Marcus golpea la mesa con el puño, el sonido resonando como un disparo.

—¡Eso es una locura! —exclama, inclinándose hacia mí—. ¿Crees que puedes engañarlos? Dante Blackwood no es estúpido. Si te descubren, estarás muerta antes de que puedas pestañear.

—Lo sé —respondo sin vacilar—. Pero también sé que esta es nuestra mejor oportunidad. Conozco sus movimientos, sus debilidades. Puedo infiltrarme, acercarme lo suficiente a Dante y acabar con él desde dentro. Sin él, la manada caerá.

—¿Y cómo piensas lograr eso? —pregunta Ethan, su tono más controlado, pero sus ojos aún reflejan duda.

—He estudiado todo sobre ellos. Sé dónde patrullan, sus puntos ciegos, las jerarquías internas. Puedo convencerlos de que soy una loba solitaria buscando refugio. Una vez dentro, encontraré la manera de estar cerca de Dante. Cuando confíe en mí, atacaré.

El silencio regresa, pesado y opresivo. Puedo ver las dudas en sus rostros, pero también sé que entienden que no hay otra opción. Un ataque directo sería un baño de sangre.

Marcus suspira, pasándose una mano por el cabello. Finalmente asiente, aunque su expresión está cargada de resignación.

—Si alguien puede hacerlo, eres tú. Pero Scarlett, no te equivoques. Esto no es solo arriesgado; es una apuesta con tu vida.

—Lo sé —respondo, mi voz firme pero con un nudo en el estómago.

Cuando la reunión termina y los cazadores comienzan a dispersarse, me quedo sola frente al mapa. Mi mirada se fija en el punto donde se encuentra el corazón del territorio Blackwood. Ahí estará Dante. Ahí es donde todo terminará, de una forma u otra.

El recuerdo de sus ojos rojos me atraviesa, pero no con miedo. Esta vez, es anticipación.

Cada Alfa tiene un punto débil.

Y yo estoy a punto de descubrir el suyo.

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