La cabaña está sumida en penumbra, iluminada solo por los tenues rayos de la luna que se filtran a través de las ventanas cubiertas de polvo. El aire huele a madera vieja y acero, un aroma familiar que siempre me recuerda que estoy rodeada de cazadores. Hombres y mujeres con cicatrices que cuentan historias de victorias, pérdidas y supervivencia. Pero esta noche es diferente. La tensión es casi tangible, un silencio denso que parece anticipar algo grande. Algo definitivo.
El mapa del territorio Blackwood está extendido sobre la mesa central, sus líneas marcadas por cientos de horas de estudio y planificación. Conozco cada curva y cada punto del terreno. Lo he memorizado como si fuera una extensión de mí misma. Es mi boleto para acercarme a la manada más letal que hemos enfrentado. Y, sobre todo, a Dante Blackwood. Solo pensar en su nombre hace que la furia hierva en mis venas. No es solo una misión más. Para mí, esto es personal. Dante y su manada destruyeron mi vida. Mis padres eran cazadores, líderes valientes y experimentados. Pero una noche, los Blackwood atacaron. Aullidos llenaron la oscuridad mientras sus garras reducían todo lo que amaba a cenizas. El Alfa estaba allí, observando, con esos ojos rojos brillando como una sentencia de muerte. Desde entonces, vivo para vengarme. Marcus, uno de los cazadores más veteranos, me observa desde el otro lado de la mesa. Sus ojos oscuros reflejan escepticismo mezclado con respeto. Es un guerrero endurecido por las batallas, pero incluso él parece nervioso esta noche. Finalmente, rompe el silencio. —Scarlett, ¿cuál es el plan? —pregunta, su voz baja pero cargada de expectación. Todos los ojos se clavan en mí. La presión es palpable, pero mantengo la compostura. Ya lo he decidido. Y aunque sé que lo que voy a decir levantará resistencia, no hay otra opción. —Voy a infiltrarme en su territorio —digo con firmeza. El silencio que sigue es ensordecedor. Incluso el crujido del fuego en la chimenea parece apagarse. Algunos cazadores intercambian miradas incrédulas; otros bajan la vista, pensativos. Ethan, siempre el primero en hablar, no tarda en reaccionar. —¿Sola? —su tono es una mezcla de incredulidad y enfado—. Scarlett, si te infiltras en su territorio, te despedazarán. Es una locura. —No si lo hago bien —respondo, mi voz fría como el acero. —¿Y qué te hace pensar que puedes hacerlo? —insiste, cruzando los brazos con un gesto desafiante—. Los Blackwood no son como las otras manadas que hemos enfrentado. Son más letales, más organizados. Dante Blackwood no deja cabos sueltos. —Es precisamente por eso que este es el único camino —le corto, mirándolo directamente a los ojos—. Un ataque directo sería un suicidio. Necesitamos otra estrategia. —¿Y cuál es esa estrategia? —interviene Evelyn desde la esquina, su mirada cargada de desconfianza—. ¿Qué piensas hacer exactamente? Me enderezo, dejando que mi determinación hable antes que mis palabras. —Voy a convertirme en una de ellos. El impacto de mis palabras cae como una bomba. Marcus golpea la mesa con el puño, el sonido resonando como un disparo. —¡Eso es una locura! —exclama, inclinándose hacia mí—. ¿Crees que puedes engañarlos? Dante Blackwood no es estúpido. Si te descubren, estarás muerta antes de que puedas pestañear. —Lo sé —respondo sin vacilar—. Pero también sé que esta es nuestra mejor oportunidad. Conozco sus movimientos, sus debilidades. Puedo infiltrarme, acercarme lo suficiente a Dante y acabar con él desde dentro. Sin él, la manada caerá. —¿Y cómo piensas lograr eso? —pregunta Ethan, su tono más controlado, pero sus ojos aún reflejan duda. —He estudiado todo sobre ellos. Sé dónde patrullan, sus puntos ciegos, las jerarquías internas. Puedo convencerlos de que soy una loba solitaria buscando refugio. Una vez dentro, encontraré la manera de estar cerca de Dante. Cuando confíe en mí, atacaré. El silencio regresa, pesado y opresivo. Puedo ver las dudas en sus rostros, pero también sé que entienden que no hay otra opción. Un ataque directo sería un baño de sangre. Marcus suspira, pasándose una mano por el cabello. Finalmente asiente, aunque su expresión está cargada de resignación. —Si alguien puede hacerlo, eres tú. Pero Scarlett, no te equivoques. Esto no es solo arriesgado; es una apuesta con tu vida. —Lo sé —respondo, mi voz firme pero con un nudo en el estómago. Cuando la reunión termina y los cazadores comienzan a dispersarse, me quedo sola frente al mapa. Mi mirada se fija en el punto donde se encuentra el corazón del territorio Blackwood. Ahí estará Dante. Ahí es donde todo terminará, de una forma u otra. El recuerdo de sus ojos rojos me atraviesa, pero no con miedo. Esta vez, es anticipación. Cada Alfa tiene un punto débil. Y yo estoy a punto de descubrir el suyo.El aire del bosque es gélido, pero no me afecta. Estoy acostumbrado a él. Los lobos corren a mi alrededor, sus cuerpos oscuros se mezclan con las sombras de los árboles, apenas visibles bajo la luz de la luna llena. Sus aullidos resonantes llenan la noche, pero en mi cabeza hay silencio. Siempre lo hay cuando estoy solo con mis pensamientos, cuando el peso de lo que esperan de mí me aplasta desde dentro.Soy el Alfa. El líder. El que supuestamente debe salvarlos. Ellos creen que tengo lo que se necesita, que soy lo que dicen las antiguas profecías. Pero lo que no saben es que no me siento digno de ello, y no estoy seguro de poder cumplir con ese destino. El pasado que cargo me sigue como una sombra, y no puedo escapar de él.Miro hacia el cielo, hacia la luna que brilla con una intensidad casi desafiante. Siempre he sentido que la luna nos vigila, que de algún modo se burla de mí. Como si fuera un recordatorio constante de lo que soy y de lo que debería hacer.—No puedo seguir así —su
Scarlett La ciudad se siente más oscura de lo normal, como si un manto invisible de peligro la cubriera. Mientras camino por las calles adoquinadas, con mi chaqueta de cuero ajustada al cuerpo, siento que cada paso me acerca más al abismo. No es una sensación nueva, pero esta vez, el riesgo es mayor que nunca. Estoy en la periferia del territorio Blackwood. El corazón de su manada está en algún lugar oculto, protegido por las sombras y el misterio que han tejido alrededor de ellos durante siglos. Nadie que haya intentado entrar ha salido con vida. Nadie excepto los suyos. Pero hoy, todo eso va a cambiar. Me detengo frente a una cafetería, mis ojos escaneando cada rincón de la ciudad. No puedo permitirme un error. Si fallara, si alguien delata mi presencia, sería el fin. Me mantengo tranquila, una cazadora entre lobos, preparándome para lo que viene. No hay lugar para la duda. La información que tengo es limitada. Sé que hay un pequeño grupo de Blackwoods que frecuentan la ciuda
La luna llena se alza alta en el cielo, derramando su pálida luz sobre el denso bosque que rodea nuestro territorio. Es la clase de noche que mis ancestros adoraban, una noche para cazar, para marcar nuestro dominio en la tierra que nos pertenece por derecho. Pero algo está mal esta vez. Un olor extraño se mezcla con la brisa, un aroma que no debería estar aquí. — La siento cerca —gruñe Caleb, con los ojos brillando bajo la luz lunar. Sus colmillos sobresalen, un reflejo de la tensión que todos compartimos. — Mantén la calma —le digo, aunque en el fondo siento lo mismo. Mi lobo interno está inquieto, agitado, como si algo estuviera por estallar. Hemos escuchado rumores de cazadores en nuestro territorio, intrusos que se atreven a desafiar a los Blackwood. Aunque esos rumores normalmente no me preocupan, hay algo en el aire esta noche que me pone en guardia. He aprendido a confiar en mis instintos, y esta noche, gritan que algo va a suceder. Nos movemos en silencio a través del
Dante Blackwood El sonido de un grito desgarrador me atraviesa como una bala. Mi instinto se enciende al instante; algo anda mal, terriblemente mal. Me lanzo hacia el bosque sin pensarlo, con Caleb y el resto de la manada siguiéndome de cerca. La luna apenas ilumina nuestro camino, pero no necesito verla. Puedo oler el peligro.—Es Marcus, está atrapado —gruñe Caleb mientras corremos entre los árboles.Mis músculos se tensan al escuchar su nombre. Marcus es joven, impulsivo, pero fuerte. Aun así, el hecho de que haya caído significa que el enemigo está más cerca de lo que pensábamos.Los cazadores han estado rondando nuestras tierras durante semanas, pero siempre hemos sido más rápidos, más astutos. Hasta hoy. La furia se acumula en mi pecho mientras corro hacia la dirección del grito. No puedo permitir que lo capturen. No bajo mi mando. No puedo repetir los errores del pasado.—¡Rápido! —gruño, sin mirar atrás.Cuando llegamos a un claro en el bosque, mi corazón se detiene por un se
El bosque siempre ha sido mi refugio, mi terreno de caza. La negrura de la noche, los susurros de las hojas que crujen bajo mis pies, la humedad del aire que se pega a mi piel. Es el escenario perfecto para una cazadora como yo, siempre alerta, siempre preparada. La quietud me rodea, pero bajo esa calma aparente, sé que el peligro acecha en cada rincón. Esta noche, sin embargo, algo es diferente. Algo no encaja. El territorio Blackwood es imponente, antiguo, impregnado con la presencia de la manada. Lo sé. Lo he estudiado. Son los más poderosos, los más peligrosos. Pero algo en el aire está alterado. Como si la misma naturaleza se hubiera vuelto contra mí, como si el bosque tuviera secretos que no debería descubrir. Aunque llevo años cazando hombres lobo, nunca había sentido esta pesadez en el ambiente. Mi misión es clara: destruir a la manada Blackwood. No es personal, es una cuestión de supervivencia. Ellos son la última amenaza para los cazadores, y yo soy la encargada de eliminar
Dante Blackwood Ayer pude verla. La cazadora. Esa mujer que se movía con la precisión de un depredador, acechando en la oscuridad como si formara parte de ella. No sé qué esperaba encontrar, pero lo que vi me dejó... perturbado. Su mera presencia me sacudió de una forma que nunca había experimentado. Y aún no entiendo por qué. No pude dormir. Sus ojos me siguen persiguiendo, incluso ahora, horas después de nuestro encuentro. Esos ojos azules, fríos como el acero pero con una chispa que me hace dudar. Ojos que no deberían tener ese poder sobre mí, que no deberían despertar nada en mi interior. Pero lo hicieron. Recuerdo su figura perfectamente, como si la tuviera frente a mí. Alta, esbelta pero fuerte. Sus caderas marcadas, la forma en que su cuerpo se movía con una gracia letal. Y su melena... dorada, casi como si el sol estuviera atrapado en cada hebra de su cabello. Nunca había visto algo así. Nunca había sentido algo así. "¿Qué demonios me pasa?" Me digo mientras me l
Dante Blackwood El viento helado de la noche corta mi rostro como cuchillas, pero apenas lo noto. Mis sentidos están agudizados al máximo, escaneando cada rincón de este maldito bosque. Algo no encaja. Desde el enfrentamiento con los cazadores la semana pasada, he sentido la tensión en el aire, como si una sombra se cierna sobre nosotros. Me he acostumbrado a esa sensación; la llevo a cuestas como una segunda piel.—¿A dónde vamos, jefe? —pregunta Caleb, acercándose a mi lado.Le lanzo una mirada rápida, su semblante está relajado, pero puedo ver la pregunta en sus ojos. Están preocupados. Han notado que mi control está fallando. Mi paciencia, cada vez más corta. No puedo permitirme el lujo de mostrarles debilidad, no ahora. Así que me obligo a mantener la calma, a no dejar que el pasado se filtre en mi voz.—Patrullamos el perímetro —respondo en tono firme—. No quiero sorpresas esta noche.Asiente, pero puedo sentir su incertidumbre. Caleb es de los pocos que me cuestiona, y a veces
El viento sopla frío y cortante, susurrando advertencias mientras me deslizo entre los árboles, manteniéndome a una distancia prudente de Dante. Su figura oscura se mueve con sigilo entre la maleza, como una sombra que desaparece y reaparece en el resplandor pálido de la luna. Algo en su comportamiento me alertó esta noche. Desde que comenzó la reunión de la manada, Dante ha estado inquieto, con la mandíbula apretada y los músculos tensos como si contuviera un secreto peligroso. No me sorprende cuando, apenas terminó la asamblea, se escabulló en silencio, como si temiera que alguien lo siguiera.Y aquí estoy yo, haciendo precisamente eso.El bosque se hace más denso a medida que avanzamos, las ramas parecen alargarse para arañarme el rostro y las raíces se enredan bajo mis pies, como si intentaran detenerme. Pero no es cualquier lugar al que nos dirigimos. Mi corazón late más rápido cuando reconozco los alrededores. No es posible. Él no puede estar yendo allí.El refugio abandonado.C