La luna llena se alza alta en el cielo, derramando su pálida luz sobre el denso bosque que rodea nuestro territorio. Es la clase de noche que mis ancestros adoraban, una noche para cazar, para marcar nuestro dominio en la tierra que nos pertenece por derecho. Pero algo está mal esta vez. Un olor extraño se mezcla con la brisa, un aroma que no debería estar aquí.
— La siento cerca —gruñe Caleb, con los ojos brillando bajo la luz lunar. Sus colmillos sobresalen, un reflejo de la tensión que todos compartimos. — Mantén la calma —le digo, aunque en el fondo siento lo mismo. Mi lobo interno está inquieto, agitado, como si algo estuviera por estallar. Hemos escuchado rumores de cazadores en nuestro territorio, intrusos que se atreven a desafiar a los Blackwood. Aunque esos rumores normalmente no me preocupan, hay algo en el aire esta noche que me pone en guardia. He aprendido a confiar en mis instintos, y esta noche, gritan que algo va a suceder. Nos movemos en silencio a través del bosque, los lobos de mi manada siguiendo mis pasos como sombras. El olor se intensifica, más fuerte con cada paso. No es solo un cazador común. Es algo más. Me detengo en seco cuando un destello en la oscuridad capta mi atención. Una figura se mueve entre los árboles, casi imperceptible, pero ahí está. Sus movimientos son rápidos, precisos. Demasiado precisos para ser un simple cazador. — Ahí está —murmuro, más para mí mismo que para los otros. Un gruñido profundo se escapa de mi pecho mientras mis ojos siguen a la figura que intenta escabullirse entre las sombras. Scarlett. Estoy seguro de que es ella. No sé cómo lo sé, pero lo sé. — ¿Vamos? —pregunta Caleb, su voz ronca con la emoción de la caza. — No, aún no —respondo en voz baja, tratando de entender por qué ella está aquí, qué está buscando. La sensación de peligro crece dentro de mí, pero también hay otra cosa. Algo que no quiero admitir. Scarlett se mueve con agilidad, como si conociera el terreno tan bien como nosotros. Eso me molesta. Ha estado estudiándonos. A pesar de la oscuridad, puedo ver su forma esbelta y sus movimientos calculados, como una cazadora que está en su ambiente. Y es entonces cuando lo noto: lleva una bolsa en el hombro, algo voluminoso, como si hubiera venido preparada. — Ahora —ordeno, y nos lanzamos. Corremos como una manada de sombras, moviéndonos entre los árboles sin hacer ruido, el suelo húmedo amortiguando nuestras pisadas. Mis músculos se tensan mientras acelero el paso, mis sentidos agudizados por la adrenalina. Scarlett corre entre los árboles, rápida, pero no lo suficiente como para perderme de vista. Estoy a solo unos metros cuando ella se gira, su mirada cruzándose con la mía por un segundo. Ese breve contacto visual es suficiente para que algo dentro de mí se agite, una conexión que no puedo entender, pero que no puedo ignorar. A pesar de todo, siento una extraña admiración por su habilidad. Es astuta, más de lo que esperaba. Y esa sensación solo alimenta mi necesidad de alcanzarla. Acelero, casi puedo tocarla. Mis lobos flanquean los lados, cerrando el cerco. Pero entonces, Scarlett hace algo inesperado. Gira bruscamente hacia la izquierda, moviéndose con una velocidad que parece imposible, y desaparece entre la niebla que comienza a asentarse sobre el bosque. — ¡No la pierdan! —grito, pero sé que algo ha cambiado. El aire se vuelve espeso, y el rastro que habíamos seguido con tanta precisión se disipa de repente. Me detengo, jadeando mientras mis ojos buscan en la oscuridad. Los lobos llegan a mi lado, igualmente confundidos. No debería haber podido escapar tan fácilmente. Scarlett es más que una simple cazadora. Lo sé ahora. — Maldición… —gruñe Caleb a mi lado, olfateando el aire en busca de su rastro. Pero no queda nada. Ni una pista, ni un sonido. Es como si se hubiera desvanecido en el aire. Me enderezo, mis músculos aún tensos, mi mente luchando por entender lo que acaba de pasar. Scarlett no es solo una cazadora ordinaria. Y esta noche, lo ha demostrado. El viento cambia de dirección, trayendo consigo un aroma diferente. No es el olor de la manada, ni de los cazadores. Es algo antiguo, algo que despierta un miedo primitivo dentro de mí. Algo que no había sentido en mucho tiempo. Miro hacia el bosque, mis sentidos alerta, sabiendo que Scarlett no es el único peligro que acecha esta noche. Este olor, oscuro y podrido, no pertenece a nada humano, ni a nada de este mundo. Hay algo más, algo mucho peor que cualquier cazador que haya enfrentado antes. — ¿Qué es eso? —Caleb olfatea el aire, su voz apenas un susurro. Lo veo endurecer su postura, sus ojos dorados brillando con una mezcla de confusión y miedo. — No lo sé —respondo en un gruñido bajo. Pero sí lo sé. Es una amenaza que pensábamos extinguida hace generaciones. Los cuentos de los ancianos sobre los que nadie habla ya... pero que siempre han estado ahí, acechando en la oscuridad. — Volvemos —digo al fin, mi voz firme. Mi manada no puede permitirse otra distracción, no ahora. Sin embargo, mientras nos retiramos, mi mente sigue girando en torno a Scarlett. ¿Cómo logró escapar? Y, sobre todo, ¿por qué siento que tiene un rol mucho más importante en lo que está por venir? Cuando nos alejamos del bosque, mi mirada vuelve a la niebla que oculta los árboles detrás de nosotros. Algo está mal. Lo puedo sentir en los huesos. Scarlett ha traído consigo más de lo que se ve a simple vista. Y de alguna forma, sé que esta no será la última vez que nos enfrentemos.Dante Blackwood El sonido de un grito desgarrador me atraviesa como una bala. Mi instinto se enciende al instante; algo anda mal, terriblemente mal. Me lanzo hacia el bosque sin pensarlo, con Caleb y el resto de la manada siguiéndome de cerca. La luna apenas ilumina nuestro camino, pero no necesito verla. Puedo oler el peligro.—Es Marcus, está atrapado —gruñe Caleb mientras corremos entre los árboles.Mis músculos se tensan al escuchar su nombre. Marcus es joven, impulsivo, pero fuerte. Aun así, el hecho de que haya caído significa que el enemigo está más cerca de lo que pensábamos.Los cazadores han estado rondando nuestras tierras durante semanas, pero siempre hemos sido más rápidos, más astutos. Hasta hoy. La furia se acumula en mi pecho mientras corro hacia la dirección del grito. No puedo permitir que lo capturen. No bajo mi mando. No puedo repetir los errores del pasado.—¡Rápido! —gruño, sin mirar atrás.Cuando llegamos a un claro en el bosque, mi corazón se detiene por un se
El bosque siempre ha sido mi refugio, mi terreno de caza. La negrura de la noche, los susurros de las hojas que crujen bajo mis pies, la humedad del aire que se pega a mi piel. Es el escenario perfecto para una cazadora como yo, siempre alerta, siempre preparada. La quietud me rodea, pero bajo esa calma aparente, sé que el peligro acecha en cada rincón. Esta noche, sin embargo, algo es diferente. Algo no encaja. El territorio Blackwood es imponente, antiguo, impregnado con la presencia de la manada. Lo sé. Lo he estudiado. Son los más poderosos, los más peligrosos. Pero algo en el aire está alterado. Como si la misma naturaleza se hubiera vuelto contra mí, como si el bosque tuviera secretos que no debería descubrir. Aunque llevo años cazando hombres lobo, nunca había sentido esta pesadez en el ambiente. Mi misión es clara: destruir a la manada Blackwood. No es personal, es una cuestión de supervivencia. Ellos son la última amenaza para los cazadores, y yo soy la encargada de eliminar
Dante Blackwood Ayer pude verla. La cazadora. Esa mujer que se movía con la precisión de un depredador, acechando en la oscuridad como si formara parte de ella. No sé qué esperaba encontrar, pero lo que vi me dejó... perturbado. Su mera presencia me sacudió de una forma que nunca había experimentado. Y aún no entiendo por qué. No pude dormir. Sus ojos me siguen persiguiendo, incluso ahora, horas después de nuestro encuentro. Esos ojos azules, fríos como el acero pero con una chispa que me hace dudar. Ojos que no deberían tener ese poder sobre mí, que no deberían despertar nada en mi interior. Pero lo hicieron. Recuerdo su figura perfectamente, como si la tuviera frente a mí. Alta, esbelta pero fuerte. Sus caderas marcadas, la forma en que su cuerpo se movía con una gracia letal. Y su melena... dorada, casi como si el sol estuviera atrapado en cada hebra de su cabello. Nunca había visto algo así. Nunca había sentido algo así. "¿Qué demonios me pasa?" Me digo mientras me l
Dante Blackwood El viento helado de la noche corta mi rostro como cuchillas, pero apenas lo noto. Mis sentidos están agudizados al máximo, escaneando cada rincón de este maldito bosque. Algo no encaja. Desde el enfrentamiento con los cazadores la semana pasada, he sentido la tensión en el aire, como si una sombra se cierna sobre nosotros. Me he acostumbrado a esa sensación; la llevo a cuestas como una segunda piel.—¿A dónde vamos, jefe? —pregunta Caleb, acercándose a mi lado.Le lanzo una mirada rápida, su semblante está relajado, pero puedo ver la pregunta en sus ojos. Están preocupados. Han notado que mi control está fallando. Mi paciencia, cada vez más corta. No puedo permitirme el lujo de mostrarles debilidad, no ahora. Así que me obligo a mantener la calma, a no dejar que el pasado se filtre en mi voz.—Patrullamos el perímetro —respondo en tono firme—. No quiero sorpresas esta noche.Asiente, pero puedo sentir su incertidumbre. Caleb es de los pocos que me cuestiona, y a veces
El viento sopla frío y cortante, susurrando advertencias mientras me deslizo entre los árboles, manteniéndome a una distancia prudente de Dante. Su figura oscura se mueve con sigilo entre la maleza, como una sombra que desaparece y reaparece en el resplandor pálido de la luna. Algo en su comportamiento me alertó esta noche. Desde que comenzó la reunión de la manada, Dante ha estado inquieto, con la mandíbula apretada y los músculos tensos como si contuviera un secreto peligroso. No me sorprende cuando, apenas terminó la asamblea, se escabulló en silencio, como si temiera que alguien lo siguiera.Y aquí estoy yo, haciendo precisamente eso.El bosque se hace más denso a medida que avanzamos, las ramas parecen alargarse para arañarme el rostro y las raíces se enredan bajo mis pies, como si intentaran detenerme. Pero no es cualquier lugar al que nos dirigimos. Mi corazón late más rápido cuando reconozco los alrededores. No es posible. Él no puede estar yendo allí.El refugio abandonado.C
ScarlettEl aire nocturno está cargado de la fragancia de pinos y tierra húmeda mientras camino por el sendero del bosque, mis pasos amortiguados por la suave alfombra de hojas. El silencio me envuelve, roto solo por el canto lejano de un búho y el murmullo del viento entre las ramas. No estoy segura de por qué acepté venir aquí. Después de lo que ocurrió en el refugio abandonado, pensé que Dante me evitaría, manteniéndose alejado como siempre lo hace cuando las cosas se complican. Pero esta noche es diferente.Esta noche, él me pidió que lo acompañara.Lo veo esperando al final del sendero, su silueta alta y poderosa recortada contra el brillo de la luna. Lleva la misma chaqueta de cuero que siempre usa, y sus brazos están cruzados sobre el pecho, como si se estuviera protegiendo del frío... o tal vez de mí. Cuando me acerco, levanta la vista y nuestros ojos se encuentran. La atracción es inmediata, un chispazo de electricidad que recorre el aire entre nosotros.—Pensé que no vendría
Scarlett Mis dedos rozan el lomo de un libro antiguo mientras me siento en el rincón más apartado de la biblioteca. Las luces tenues apenas iluminan el lugar, y el silencio es casi sepulcral. La gente del pueblo raramente viene aquí; todo el conocimiento que necesitan se encuentra en internet. Pero yo estoy buscando algo más… algo que no encontraría con una simple búsqueda en G****e. Necesito respuestas, y las necesito ahora. Desde que Dante me habló sobre la manada y lo que implica ser un hombre lobo, mi mente ha estado atrapada en una maraña de preguntas. Todo lo que sé, todo lo que alguna vez creí saber, está comenzando a derrumbarse. Me enseñaron desde niña que los hombres lobo son monstruos despiadados, criaturas que cazan a los humanos por deporte y disfrutan del dolor ajeno. Pero Dante… él no encaja con esa descripción. Hay una oscuridad en él, sí, pero también un sentido de deber, de protección. Y no puedo dejar de preguntarme si hay más detrás de sus ojos atormentados, si l
DanteLas llamas de la hoguera crepitan en el centro del claro mientras observo a los míos. El calor que emana debería ser reconfortante, pero todo lo que siento es un frío glacial recorriéndome las venas. Mis hombres están reunidos en un círculo cerrado, sus ojos reflejando la luz del fuego y la tensión que palpita en el aire. Algunos murmuran en voz baja, otros se mantienen en silencio, atentos a cada movimiento. Todos, sin excepción, tienen la misma pregunta escrita en sus rostros: ¿qué está pasando?Yo debería darles respuestas, pero incluso yo mismo tengo más dudas que certezas.—Dante —la voz profunda de Marcus, uno de mis guerreros más leales, interrumpe mis pensamientos. Se adelanta unos pasos, su expresión seria y preocupada—. No podemos seguir ignorando esto. Las advertencias… son demasiadas.Lo miro, apretando la mandíbula. Él tiene razón. Durante las últimas semanas, han llegado a mis oídos rumores cada vez más insistentes de que algo oscuro se está gestando. Al principio