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4 - Cazadores en la niebla

La luna llena se alza alta en el cielo, derramando su pálida luz sobre el denso bosque que rodea nuestro territorio. Es la clase de noche que mis ancestros adoraban, una noche para cazar, para marcar nuestro dominio en la tierra que nos pertenece por derecho. Pero algo está mal esta vez. Un olor extraño se mezcla con la brisa, un aroma que no debería estar aquí.

— La siento cerca —gruñe Caleb, con los ojos brillando bajo la luz lunar. Sus colmillos sobresalen, un reflejo de la tensión que todos compartimos.

— Mantén la calma —le digo, aunque en el fondo siento lo mismo. Mi lobo interno está inquieto, agitado, como si algo estuviera por estallar.

Hemos escuchado rumores de cazadores en nuestro territorio, intrusos que se atreven a desafiar a los Blackwood. Aunque esos rumores normalmente no me preocupan, hay algo en el aire esta noche que me pone en guardia. He aprendido a confiar en mis instintos, y esta noche, gritan que algo va a suceder.

Nos movemos en silencio a través del bosque, los lobos de mi manada siguiendo mis pasos como sombras. El olor se intensifica, más fuerte con cada paso. No es solo un cazador común. Es algo más.

Me detengo en seco cuando un destello en la oscuridad capta mi atención. Una figura se mueve entre los árboles, casi imperceptible, pero ahí está. Sus movimientos son rápidos, precisos. Demasiado precisos para ser un simple cazador.

— Ahí está —murmuro, más para mí mismo que para los otros. Un gruñido profundo se escapa de mi pecho mientras mis ojos siguen a la figura que intenta escabullirse entre las sombras. Scarlett. Estoy seguro de que es ella. No sé cómo lo sé, pero lo sé.

— ¿Vamos? —pregunta Caleb, su voz ronca con la emoción de la caza.

— No, aún no —respondo en voz baja, tratando de entender por qué ella está aquí, qué está buscando. La sensación de peligro crece dentro de mí, pero también hay otra cosa. Algo que no quiero admitir.

Scarlett se mueve con agilidad, como si conociera el terreno tan bien como nosotros. Eso me molesta. Ha estado estudiándonos. A pesar de la oscuridad, puedo ver su forma esbelta y sus movimientos calculados, como una cazadora que está en su ambiente. Y es entonces cuando lo noto: lleva una bolsa en el hombro, algo voluminoso, como si hubiera venido preparada.

— Ahora —ordeno, y nos lanzamos.

Corremos como una manada de sombras, moviéndonos entre los árboles sin hacer ruido, el suelo húmedo amortiguando nuestras pisadas. Mis músculos se tensan mientras acelero el paso, mis sentidos agudizados por la adrenalina. Scarlett corre entre los árboles, rápida, pero no lo suficiente como para perderme de vista.

Estoy a solo unos metros cuando ella se gira, su mirada cruzándose con la mía por un segundo. Ese breve contacto visual es suficiente para que algo dentro de mí se agite, una conexión que no puedo entender, pero que no puedo ignorar. A pesar de todo, siento una extraña admiración por su habilidad. Es astuta, más de lo que esperaba. Y esa sensación solo alimenta mi necesidad de alcanzarla.

Acelero, casi puedo tocarla. Mis lobos flanquean los lados, cerrando el cerco. Pero entonces, Scarlett hace algo inesperado. Gira bruscamente hacia la izquierda, moviéndose con una velocidad que parece imposible, y desaparece entre la niebla que comienza a asentarse sobre el bosque.

— ¡No la pierdan! —grito, pero sé que algo ha cambiado. El aire se vuelve espeso, y el rastro que habíamos seguido con tanta precisión se disipa de repente.

Me detengo, jadeando mientras mis ojos buscan en la oscuridad. Los lobos llegan a mi lado, igualmente confundidos. No debería haber podido escapar tan fácilmente. Scarlett es más que una simple cazadora. Lo sé ahora.

— Maldición… —gruñe Caleb a mi lado, olfateando el aire en busca de su rastro.

Pero no queda nada. Ni una pista, ni un sonido. Es como si se hubiera desvanecido en el aire. Me enderezo, mis músculos aún tensos, mi mente luchando por entender lo que acaba de pasar. Scarlett no es solo una cazadora ordinaria. Y esta noche, lo ha demostrado.

El viento cambia de dirección, trayendo consigo un aroma diferente. No es el olor de la manada, ni de los cazadores. Es algo antiguo, algo que despierta un miedo primitivo dentro de mí. Algo que no había sentido en mucho tiempo.

Miro hacia el bosque, mis sentidos alerta, sabiendo que Scarlett no es el único peligro que acecha esta noche. Este olor, oscuro y podrido, no pertenece a nada humano, ni a nada de este mundo. Hay algo más, algo mucho peor que cualquier cazador que haya enfrentado antes.

— ¿Qué es eso? —Caleb olfatea el aire, su voz apenas un susurro. Lo veo endurecer su postura, sus ojos dorados brillando con una mezcla de confusión y miedo.

— No lo sé —respondo en un gruñido bajo. Pero sí lo sé. Es una amenaza que pensábamos extinguida hace generaciones. Los cuentos de los ancianos sobre los que nadie habla ya... pero que siempre han estado ahí, acechando en la oscuridad.

— Volvemos —digo al fin, mi voz firme. Mi manada no puede permitirse otra distracción, no ahora.

Sin embargo, mientras nos retiramos, mi mente sigue girando en torno a Scarlett. ¿Cómo logró escapar? Y, sobre todo, ¿por qué siento que tiene un rol mucho más importante en lo que está por venir?

Cuando nos alejamos del bosque, mi mirada vuelve a la niebla que oculta los árboles detrás de nosotros. Algo está mal. Lo puedo sentir en los huesos. Scarlett ha traído consigo más de lo que se ve a simple vista.

Y de alguna forma, sé que esta no será la última vez que nos enfrentemos.

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