El club del billonario
El club del billonario
Por: maracaballero
Prólogo

Ava cruzó el bosque como pudo, tenía su ropa rasgada, con marcas en su piel por una lucha por defenderse, sus uñas estaban en su mayoría rotas, solo tenía un zapato puesto, el otro, no supo en que momento lo había perdido y en ese momento lo único que tenía que hacer, era alejarse. 

Cuándo llegó a su cabaña en aquella parte de las afueras del pueblo, sabía que tenía que huir, la habían visto con ese hombre y sin duda, esparciría el rumor de que la hizo suya, que ella había cedido a entregarse a él sin chistar, por la mañana, sería la comidilla del pueblo, sus padres se avergonzarían de ella, ningún vecino hablaría con ellos por tener a una hija fácil. ¿Qué sería más fácil en estos momentos? Irse. Evitarles problemas, aunque nunca le dio una señal de alguna intención más allá de solo ser su guía de turista por el lugar, sabía que debió de haber cuidado más su imagen, siempre le decían sus padres que tenía que dejar de ser amable con los extraños, que uno nunca sabía las intenciones que tenían, pero a ella le gustaba entablar conversaciones y le emocionaba conocer gente que venía de la ciudad, pero esta vez, había sido distinto. 

Ava se metió a bañar rápidamente para quitarse el lodo y el resto de la suciedad que tenía, el cabello castaño se adhirió a su pálida piel, sus ojos estaban rojos por tanto llorar, aun sus manos temblaban por el miedo y en su cabeza se repitió una y otra vez las imágenes de ese momento. ¿Por qué tuvo que pasarle a ella? Tanto que cuidaba de sí misma, se había independizado hace un año, tenía un trabajo estable, tenía amigos, le gustaba el lugar dónde había crecido, ahora tenía que dejarlo todo por un hombre que mancharía sin duda su vida; Al salir de la ducha, se cambió a toda prisa, encontró una maleta deportiva y empacó lo que pudo, mientras estaba haciendo todo eso, se detuvo al escuchar el toque de su puerta, se tensó y buscó el objeto más cercano con el que pudiese defender, escuchó su nombre a lo lejos, pudo distinguir que era Alice, su mejor amiga, tocaba más fuerte, así que Ava corrió a la puerta y al abrirla, se encontró con ella, con el rostro cargado de preocupación. Al ver a Ava como estaba, se alertó.

― ¿Qué ha pasado? ¿Dónde estabas? El grupo ha llegado a excepción de ti, ―Alice la miró detenidamente. ― ¿Qué ha pasado, Ava?―Ava se negó a contarle por temor.

―Nada, es solo que no me sentía bien, ―se aclaró la garganta en intentó cortar la visita, pero su amiga sabía que algo no estaba bien.

―No te atrevas a mentirme, Ava Elizabeth Gray, soy yo, Alice, ―ella empujó la puerta para poder entrar, entonces vio el desorden en el pasillo que daba a la habitación de su amiga. ― ¿Y ese desorden?―preguntó, pero Ava no respondió rápidamente, necesitaba una excusa para que se fuese. 

―Estoy arreglando mi habitación. ¿Podemos hablar mañana? No me siento bien. ―Alice se volvió a su amiga. 

―Has llorado, ¿Por qué? Si te sientes mal, ¿Por qué es que estás arreglando? No concuerdan tus respuestas. ―Alice se cruzó de brazos y no le quitó la mirada de encima.

―He llorado de la emoción por una noticia, me voy a New York, me llamaron hace una hora atrás, por eso es que me he venido a la cabaña, ―mintió Ava. 

Alice levantó ambas cejas con sorpresa, sabía que Ava tenía ilusión de vivir en la ciudad de New York, pero eso estaba a muchas horas de distancia desde el pueblo, tenía que tomar dos trenes, de ahí llegar al aeropuerto y tomar un avión para llegar. 

― ¿Se lo has contado a tus padres?―Ava negó. 

―Lo haré en un rato más…

―Esto es inesperado, Ava, ¿Cuándo es que tienes que irte?

―Mañana por la mañana. ―dijo intentando de esquivar la mirada de curiosidad de su amiga.

―Bueno, te deseo lo mejor, llama cuando llegues a la ciudad, ¿Si? ―Ava asintió a toda prisa, se dieron un fuerte abrazo y luego se despidieron. Ava al cerrar la puerta, volvió a llorar, retomó lo que dejó pendiente y escribió una carta, algo corta pero diciendo lo necesario. Salió de la cabaña a toda prisa cargando su maleta, el dolor de su cuerpo era el recordatorio de lo que pasó hace un rato atrás en el bosque. Mientras caminó por el largo sendero que la llevaría a la entrada del pueblo, pensó detenidamente lo que tenía que decir y hacer, si se negaban a dejarla ir, haría lo que fuese para evitarlo.

Su madre estaba abriendo la puerta de la casa cuando vio a su hija subir los escalones de madera.

―Ava, ¿Qué haces aquí? ¿No estabas trabajando?―ella sonrió débilmente  a su madre, Al ver que su hija no decía más, su corazón se agitó. ― ¿Qué pasa? ―la inspeccionó de pies a cabeza y entonces se dio cuenta de la maleta. ― ¿A dónde vas con esa maleta?

―Tengo que irme, me han llamado de New York. ―su madre abrió más sus ojos con mucha sorpresa. ―Y tengo que irme ahora.

―Eso es precipitado, hija, tu padre no ha llegado de la mina, ¿Desde cuándo es que estabas buscando irte del pueblo? ―su madre sintió que Ava estaba ocultado algo.

―Tengo que irme ahora. ―Ava se acercó, sacó el sobre de su abrigo y se lo entregó.

―No puedes irte ahora, espera a que llegue tu padre, hija.

―No puedo esperar más, tengo que irme. ―dejó la maleta para acercarse a su madre que aún seguía pensando en la idea de que su hija mayor se iría del pueblo, era la primera vez que saldría del lugar dónde nació y se crio. Temió que esta decisión afectara su vida en un futuro. El abrazo era cálido, pero para Ava, fue lo más difícil que podía haber hecho. Al separarse le sonrió a su madre para tranquilizarla.

―Has llorado…―susurró su madre, sus dedos acariciaron sus mejillas. ―Espero que sea de la emoción y no por otra cosa.

―Tengo que irme, me comunicaré con ustedes en cuanto llegue. ―ella asintió rápidamente.

― ¿No puedes esperar a tu padre? ―Ava negó, él sería el principal en amarrarla a una silla para evitar que se fuese.

―Dile que estaré bien como hasta hoy, dile a Frank que lo amo. ―dejó un beso contra su frente y luego se fue, tiró de su maleta y no volvió a mirar atrás.

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