Ava cruzó el bosque como pudo, tenía su ropa rasgada, con marcas en su piel por una lucha por defenderse, sus uñas estaban en su mayoría rotas, solo tenía un zapato puesto, el otro, no supo en que momento lo había perdido y en ese momento lo único que tenía que hacer, era alejarse.
Cuándo llegó a su cabaña en aquella parte de las afueras del pueblo, sabía que tenía que huir, la habían visto con ese hombre y sin duda, esparciría el rumor de que la hizo suya, que ella había cedido a entregarse a él sin chistar, por la mañana, sería la comidilla del pueblo, sus padres se avergonzarían de ella, ningún vecino hablaría con ellos por tener a una hija fácil. ¿Qué sería más fácil en estos momentos? Irse. Evitarles problemas, aunque nunca le dio una señal de alguna intención más allá de solo ser su guía de turista por el lugar, sabía que debió de haber cuidado más su imagen, siempre le decían sus padres que tenía que dejar de ser amable con los extraños, que uno nunca sabía las intenciones que tenían, pero a ella le gustaba entablar conversaciones y le emocionaba conocer gente que venía de la ciudad, pero esta vez, había sido distinto.
Ava se metió a bañar rápidamente para quitarse el lodo y el resto de la suciedad que tenía, el cabello castaño se adhirió a su pálida piel, sus ojos estaban rojos por tanto llorar, aun sus manos temblaban por el miedo y en su cabeza se repitió una y otra vez las imágenes de ese momento. ¿Por qué tuvo que pasarle a ella? Tanto que cuidaba de sí misma, se había independizado hace un año, tenía un trabajo estable, tenía amigos, le gustaba el lugar dónde había crecido, ahora tenía que dejarlo todo por un hombre que mancharía sin duda su vida; Al salir de la ducha, se cambió a toda prisa, encontró una maleta deportiva y empacó lo que pudo, mientras estaba haciendo todo eso, se detuvo al escuchar el toque de su puerta, se tensó y buscó el objeto más cercano con el que pudiese defender, escuchó su nombre a lo lejos, pudo distinguir que era Alice, su mejor amiga, tocaba más fuerte, así que Ava corrió a la puerta y al abrirla, se encontró con ella, con el rostro cargado de preocupación. Al ver a Ava como estaba, se alertó.
― ¿Qué ha pasado? ¿Dónde estabas? El grupo ha llegado a excepción de ti, ―Alice la miró detenidamente. ― ¿Qué ha pasado, Ava?―Ava se negó a contarle por temor.
―Nada, es solo que no me sentía bien, ―se aclaró la garganta en intentó cortar la visita, pero su amiga sabía que algo no estaba bien.
―No te atrevas a mentirme, Ava Elizabeth Gray, soy yo, Alice, ―ella empujó la puerta para poder entrar, entonces vio el desorden en el pasillo que daba a la habitación de su amiga. ― ¿Y ese desorden?―preguntó, pero Ava no respondió rápidamente, necesitaba una excusa para que se fuese.
―Estoy arreglando mi habitación. ¿Podemos hablar mañana? No me siento bien. ―Alice se volvió a su amiga.
―Has llorado, ¿Por qué? Si te sientes mal, ¿Por qué es que estás arreglando? No concuerdan tus respuestas. ―Alice se cruzó de brazos y no le quitó la mirada de encima.
―He llorado de la emoción por una noticia, me voy a New York, me llamaron hace una hora atrás, por eso es que me he venido a la cabaña, ―mintió Ava.
Alice levantó ambas cejas con sorpresa, sabía que Ava tenía ilusión de vivir en la ciudad de New York, pero eso estaba a muchas horas de distancia desde el pueblo, tenía que tomar dos trenes, de ahí llegar al aeropuerto y tomar un avión para llegar.
― ¿Se lo has contado a tus padres?―Ava negó.
―Lo haré en un rato más…
―Esto es inesperado, Ava, ¿Cuándo es que tienes que irte?
―Mañana por la mañana. ―dijo intentando de esquivar la mirada de curiosidad de su amiga.
―Bueno, te deseo lo mejor, llama cuando llegues a la ciudad, ¿Si? ―Ava asintió a toda prisa, se dieron un fuerte abrazo y luego se despidieron. Ava al cerrar la puerta, volvió a llorar, retomó lo que dejó pendiente y escribió una carta, algo corta pero diciendo lo necesario. Salió de la cabaña a toda prisa cargando su maleta, el dolor de su cuerpo era el recordatorio de lo que pasó hace un rato atrás en el bosque. Mientras caminó por el largo sendero que la llevaría a la entrada del pueblo, pensó detenidamente lo que tenía que decir y hacer, si se negaban a dejarla ir, haría lo que fuese para evitarlo.
Su madre estaba abriendo la puerta de la casa cuando vio a su hija subir los escalones de madera.
―Ava, ¿Qué haces aquí? ¿No estabas trabajando?―ella sonrió débilmente a su madre, Al ver que su hija no decía más, su corazón se agitó. ― ¿Qué pasa? ―la inspeccionó de pies a cabeza y entonces se dio cuenta de la maleta. ― ¿A dónde vas con esa maleta?
―Tengo que irme, me han llamado de New York. ―su madre abrió más sus ojos con mucha sorpresa. ―Y tengo que irme ahora.
―Eso es precipitado, hija, tu padre no ha llegado de la mina, ¿Desde cuándo es que estabas buscando irte del pueblo? ―su madre sintió que Ava estaba ocultado algo.
―Tengo que irme ahora. ―Ava se acercó, sacó el sobre de su abrigo y se lo entregó.
―No puedes irte ahora, espera a que llegue tu padre, hija.
―No puedo esperar más, tengo que irme. ―dejó la maleta para acercarse a su madre que aún seguía pensando en la idea de que su hija mayor se iría del pueblo, era la primera vez que saldría del lugar dónde nació y se crio. Temió que esta decisión afectara su vida en un futuro. El abrazo era cálido, pero para Ava, fue lo más difícil que podía haber hecho. Al separarse le sonrió a su madre para tranquilizarla.
―Has llorado…―susurró su madre, sus dedos acariciaron sus mejillas. ―Espero que sea de la emoción y no por otra cosa.
―Tengo que irme, me comunicaré con ustedes en cuanto llegue. ―ella asintió rápidamente.
― ¿No puedes esperar a tu padre? ―Ava negó, él sería el principal en amarrarla a una silla para evitar que se fuese.
―Dile que estaré bien como hasta hoy, dile a Frank que lo amo. ―dejó un beso contra su frente y luego se fue, tiró de su maleta y no volvió a mirar atrás.
Después de dos años viviendo en la ciudad que nunca duerme, Ava hizo todo lo posible por sobrevivir, sus ahorros de años se habían ido en un abrir y cerrar de ojos, y cuando finalmente encontró algo en un call center, en el área de atención a clientes y no pagaban lo suficiente, pero por el momento, hasta que encontrara algo más, se quedaría ahí.―Atención a clientes A&T, mi nombre es Ava Gray, ¿En qué puedo ayudarle?―ese día era otro como cualquiera desde que entró a trabajar, era demasiado solitaria en la planilla en la que trabajaba y era buena en lo que hacía, y eso, la mantenía a flote...por el momento. ―Sí, muy bien, ―siguió en su llamada atendiendo la queja del cliente, mientras sus dedos se movían con agilidad sobre el teclado.Ya habían pasado dos años que no había vuelto
La lluvia no cesaba desde que había subido a la camioneta blindada en el aeropuerto, el clima se había vuelto más irritante desde que el nuevo chófer asignado para llevarlo al club, daba unos cuantos frenones por la falta de educación de los demás conductores, maldijo entre dientes en su idioma natal: alemán. Revisó su celular y notó que tenía varias llamadas de su hermano mayor: Bruno.Bruno Hoffmann era el mayor de los tres hijos que tenía el dueño del imperio de clubes Einsam, quién años atrás en New York, había creado el primer hotel Seasons y el club, estos habían crecido su fama como la espuma ya que era estrictamente para gente de alta sociedad, un lugar demasiado peculiar e íntimo, así como extravagante y psicodélico. Uno tenía que esperar seis meses para ser admitido a este club, ya que se hacía
Ava se miró en el espejo, estaba indecisa en si llevar el cabello suelto o recogido, se había puesto el único pantalón negro de vestir que tenía, los zapatos más elegantes con un diminuto tacón y una blusa lisa en color blanco con un listón delgado y negro amarrado en un moño a punto de desbaratarse, se puso solo un poco de rubor en sus pálidas mejillas, y rímel en sus largas pestañas, optó entonces por llevar suelto su cabello de último momento. Creía que así su rostro redondo, no se notaría mucho.― ¿Ya? ―escuchó decir impaciente a su amiga afuera del baño. Ava tomó aire y lo soltó lentamente entre dientes sin dejar de mirarse en el reflejo del espejo. Notó esas ojeras que apenas el maquillaje cubrió, ¿Por qué estaba nerviosa? Solo era una entrevista para un mejor trabajo, tendr&ia
Ava miró detenidamente al jefe de personal, él tenía una cerca arqueada, luego su ceño se arrugó, estaba algo sorprendido al escuchar a una de las mejores empleadas de la empresa informando su renuncia.― ¿Renunciar?―repitió esa palabra, Ava asintió sin dudar, para él era algo difícil de creer, ¿A dónde iría? ¿Habrá encontrado un mejor trabajo?― ¿Hay algún problema?―preguntó Ava a la reacción de él, de inmediato él se aclaró la garganta y negó.―Claro que no, es solo que me ha tomado por sorpresa, has sido una de las mejores empleadas de la empresa, ―aunque él pensó que muy solitaria pero buena empleada. ― ¿Has encontrado un trabajo bueno? ¿Con prestaciones? ―Ava se quedó mirando detenidamente unos breves segundos al hombre frente a ella vesti
Björn recordó que Ava no se había instalado aún, así que no podía andar cuidando maletas ni dejándolas por el lugar.―Primero, se va a instalar dónde va a vivir, pase con mi secretaria para que le dé el resto de la información, cuando termine de acomodarse, le llamaré para ponernos manos en la obra. ―Ava asintió, se volvió y Björn notó que Christine esperaba afuera de la oficina central, estuvo a punto de poner los ojos en blanco pero se detuvo al ver que Ava se inclinó para tomar la agarradera de la maleta. ―Espere, señorita Gray. ―Ava giró su rostro para mirarlo, Björn rodeó el escritorio para acercarse a ella, la mirada de Christine a través del cristal grueso de las dobles puertas de esa oficina, era de molestia. Björn abrió la puerta y miró a Ava. ―La señora Laurent la llevará a conocer
Ava esperó algo impaciente afuera de la oficina central dónde tenía que verse con su ahora jefe: Hoffmann.―Este es tu uniforme. ―anunció en un tono cargado de frialdad la secretaria. Ava se levantó como un resorte y se acercó a la rubia que estaba llegando al escritorio.―Gracias…―lo tomó y miró la tela, entonces Ava se quedó incomoda al ver la talla del uniforme, “¿Talla S?” “¿Era broma?”― ¿Algún problema? ―preguntó Sussan arqueando una ceja, su rostro mostró diversión oculta, Ava entendió que ella y la francesa se habían aliado.―Bueno, sí. ―hizo una breve pausa mostrándole la etiqueta. ―La talla es pequeña, no me quedará. ―confesó Ava sin mostrar la molestia que había provocado su burla más obvia en su rostro.―Lo siento, pero
Al rato después, los tacones sonaron contra el mármol de piso central dónde se encontraba la oficina de su jefe, sin dejar de caminar, Ava torció su labio al sentir como la falda tipo lápiz, se aferraba a su redondo trasero, Alice se había escapado para poder modificar el único uniforme que le dieron a su amiga, pero sabía Alice, que estaban intentando que renunciara, pero ellos y el resto del hotel, conocían a Ava Elizabeth Gray.Ava se detuvo frente al escritorio de Sussan quién levantó la mirada lentamente y observando el uniforme, se sorprendió al notar que remarcaba bastante la silueta de la mujer, la blusa blanca, se mostró un poco estirada de los botones por sus grandes...atributos. Ava se había recogido su cabello castaño en un moño para intentar verse más arreglada y presentable. “¿Quién andaría con el cabello
Björn caminó hasta su oficina después de escuchar aquella conversación entre Christine y su asistente, por primera vez, había sonreído, pero así como sonrió, se esfumó en segundos aquel gesto, haber escuchado como Christine había intentado intimidar y humillar a su asistente, había decidido hacer algo sin duda alguna, pero antes, tenía que hacer algo.Ya en su oficina y recoger su abrigo, miró el reloj y estaba a punto de salir de la oficina central para ir con su asistente a hacer lo que había pensado al verla en ese uniforme. Sussan, la secretaria de él, tocó la puerta de cristal deteniendo su salida, Björn le hizo señas de que pasara.―Disculpe, señor Björn, la señora Laurent ha dejado lo que le pidió por la mañana.―Bien, gracias. ―luego regresó a su escritorio para d