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Capítulo 6. Una visita inesperada

Ava esperó algo impaciente afuera de la oficina central dónde tenía que verse con su ahora jefe: Hoffmann.

―Este es tu uniforme. ―anunció en un tono cargado de frialdad la secretaria. Ava se levantó como un resorte y se acercó a la rubia que estaba llegando al escritorio.

―Gracias…―lo tomó y miró la tela, entonces Ava se quedó incomoda al ver la talla del uniforme, “¿Talla S?” “¿Era broma?”

― ¿Algún problema? ―preguntó Sussan arqueando una ceja, su rostro mostró diversión oculta, Ava entendió que ella y la francesa se habían aliado.

―Bueno, sí. ―hizo una breve pausa mostrándole la etiqueta. ―La talla es pequeña, no me quedará. ―confesó Ava sin mostrar la molestia que había provocado su burla más obvia en su rostro.

―Lo siento, pero no hay de tu talla, es la única que hay. ―Ava presionó sus labios, antes de hablar.

―Entonces no usaré el uniforme. ―Ava hizo movimiento de entregarle el conjunto azul marino que tenía en sus manos, pero Sussan negó.

―No puedes andar sin uniforme en el hotel y mucho menos en el club, y dudo que tengas dinero para usar algo más decente de lo que tienes. ―Ava se quedó sin palabras. ―Así que ve como le haces para entrar en ese conjunto. ―luego rodeó el escritorio y se dejó caer de manera elegante en su silla. Luego la ignoró haciendo algo en su computadora frente a ella y luego a contestar llamadas.

Ava sintió una molestia muy grande, ¿Cómo mierdas le iba a hacer para entrar en esa talla? ¿Por qué la estaban tratando de esta manera?

Bajó en el elevador hasta la planta del piso dónde se encontraba el resto de los empleados, al encontrar al baño, vio a Alice salir de uno de los cubículos, se emocionó al verla.

― ¡Ava! ¿Qué te han dicho? ¿Cuándo empiezas? ¿Dónde te ubicaron? ―la atacó con varias preguntas, Ava por un momento se quedó callada, sus dedos se enterraron con fuerza en la tela, Alice miró lo que llevaba en las manos, luego miró su rostro, notó que sus mejillas comenzaron a enrojecerse. ― ¿Qué pasa?

― ¿Tienes algo de este color? ―Alice arrugó su ceño.

―Creo que sí, un blazer y un pantalón, ¿Por qué la pregunta?

―Necesito hacer una modificación. ―Ava presionó sus labios con un poco de fuerza.

―Oh, ¿Qué talla es…?―preguntó Alice quitándole la ropa de las manos, luego encontró la etiqueta. ― ¿Talla “S”? ―Alice miró a Ava quien se recargó en la orilla del lavamanos, luego se cruzó de brazos. Sabía que estaba molesta.

―Lo mismo he pensado, creo que no le cae bien mi contratación a la señora Laurent. Me ha dicho la secretaria que es la única talla…pero sé qué lo ha hecho a propósito. ―Alice torció sus labios.

―A nadie le cae bien a esa mujer, apenas llevo un día y he escuchado que es una…―detuvo sus palabras al escuchar voces acercarse, luego apareció un par de mujeres empleadas y metidas en su conversación, ni se dieron cuenta de ellas dos. Alice se acercó a Ava. ―Cuando termine mi turno, yo te ayudo a hacer la modificación, no te preocupes.

―Pero dice la secretaria que no puedo trabajar sin uniforme.

―Puedes ir a personal e informar que el uniforme no te ha quedado, puede que solo hoy puedas trabajar así…―Alice la miró de pies a cabeza, no iba tan tal, estaba presentable.

―Bien, solo dime por donde ir…

Alice le dejó indicaciones luego se retiró a su puesto de trabajo que era recepción.

Björn terminó su comida en la sala de juntas, miró su reloj y luego a su celular. Había leído más de cinco veces el mensaje de su hermano Oscar, “Al terminar esos seis meses, aléjate lo que más puedas de Bruno y nuestro padre, Björn.”  Oscar se había enterado que Björn había aceptado tomar el control del hotel y del club durante seis meses en una ausencia muy sospechosa por parte de Bruno. Sabía que su Björn que tanto quería, iba a la boca del lobo. Pero también sabía que todo lo que dijera a su hermano, sería en vano. Cuándo Björn tomaba una decisión, no había nada que lo hiciera desistir.

―Señor Hoffmann, aquí tiene lo que ha ordenado. ―anunció Sussan a su jefe, le entregó una caja, que era la nueva tableta que había pedido.

―Gracias. ―dijo al tomarla, Sussan tomó los platos vacíos de la comida y los llevó a la salida, pero fue detenida por él. ― ¿Dónde está mi asistente personal?

Sussan intentó contener una sonrisa al recordar lo que la señora Laurent había hecho, eso lo notó Björn.

―No lo sé, solo le entregué el uniforme pero al mirarlo, pareció estar inconforme y luego se retiró. ―Björn arrugó su ceño. ―Supongo que no le gustó que…

―Puedes retirarte. ―ordenó tajante Björn, luego regresó la mirada a la caja de la tableta, con solo dos días en el hotel, ya había descubierto como era la secretaria de Bruno, y realmente no confiaba, menos en Christine, pensó que había hecho bien en contratar a alguien como su asistente personal.

Björn navegó en internet, revisó sus correos personales, entre menos usara el equipo de cómputo de Bruno, mejor. Pensaba que quizás estaba paranoico, pero podría estar siendo monitoreado por él, era muy sospechoso ausencia de su hermano mayor, no creyó para nada el lío de faldas que tenía.

El celular de Björn sonó y al ver la pantalla, vio que era un número privado, lo escuchó por unos segundos más imaginando quien podría ser.

―Hoffmann. ―dijo contestando.

―Bienvenido a casa, hijo. ―era la voz de su padre al otro lado de la línea. Björn se tensó, flash de los recuerdos del pasado, inundaron en segundos su cabeza, su niñez, su adolescencia y cuando murió su madre. ― ¿Qué te han comido la lengua los ratones?

―No. Estoy ocupado. ―dijo Björn apretando sus dientes con fuerza que comenzó a dolerle.

―Pues haz tiempo para recibirme, estoy llegando al hotel. ―luego colgó. Björn no había visto a su padre hace más de cinco años, desde que había regresado a Alemania a manejar el otro hotel y club. Este se levantó y se ajustó la corbata, luego se pasó una mano por su cabello rubio cenizo, no se había puesto fijador como solía hacerlo, lo llevaba rebelde y maldijo entre dientes al no usar. Llevaba un pantalón de vestir oscuro, camisa blanca y tenía remangada las mangas, dejando a la vista el rolex que le había regalado su madre. Salió de la sala de juntas al cruzar las puertas dobles que lo llevaba a la oficina central, luego empezó a hacer ejercicios de respiración para calmar el tsunami de ira que albergaba en su interior, recordó que era fuerte, que era maduro y que podía mantener una conversación con su padre. A pesar del odio que le tenía.

La puerta se cristal se abrió, mostrando una figura intimidante, era la mano derecha de su padre, Ethan, el guardaespaldas.

―Buenas tardes, ―dijo mientras revisó el lugar, luego momentos después, apareció su padre con dos hombres más que se quedaron custodiando las puertas de cristal.

―Hijo, bienvenido. ―Anton Hoffmann se acercó para abrazar a su hijo, Björn se acercó y con toda la fuerza de su ser, se contuvo en no soltar un puño contra su rostro.

― ¿Qué es lo que te trae por aquí? ―pregunto Björn al separarse, Anton se acercó al sillón individual de la sala de cuero que estaba a lado.

―Sé qué Bruno se ha ausentado, el muy cabrón no me ha dicho el verdadero motivo, pero ya es algo que me hace sospechar. Sabe que no confío del todo en él. ―Björn se sorprendió al escuchar esas palabras y más de su padre refiriéndose a Bruno, ya que Oscar y él pensaban en que era el favorito de su padre.

Björn se sentó frente a él, notó que Ethan lo miraba fijamente.

― ¿Qué? ―preguntó irritado Björn hacia a él.

―Nada, señor. ―luego se puso en otro lugar de la sala, luego Anton miró a su hijo.

―Vengo a hacerte una propuesta, Björn.

―No me interesa manejar este hotel ni el club. ―dijo en un tono serio.

― ¿Por qué no? ―Anton lo miró detenidamente.

―Quiero regresar a Alemania. Tengo mi vida ahí.

― ¿Cuál vida? ―dijo en un tono irónico su padre.

―Mi vida. ―remarcó Björn.

―No tienes una esposa. No tienes familia. No tienes amigos. No tienes siquiera una puta que te quite las ganas, ¿A eso le llamas “vida”?

Björn se tensó más, sabía que tenía razón, no tenía nada ni nadie que le diera una razón de estar ahí, pero seguía aferrándose a la distancia que mantenía con su propio padre y Bruno, hasta Oscar estaba del otro lado del mundo.

―A lo que yo llame “vida” es de mi incumbencia solamente. ―Anton sonrió.

― ¿Y cómo llevas tu trastorno? ―Björn apretó su mandíbula, se pellizcó el interior de su mejilla. ― ¿Cómo se llama? ―Ethan se metió para ayudarle a su jefe al ver que le hizo una seña con su mano.

―Trastorno explosivo intermitente, señor.

―Oh, sí. ―Anton miró a su hijo que estaba conteniéndose. ―Si te vas a quedar un tiempo, puedo buscar a un buen médico para tu tratamiento.

―Ya tengo mi médico y el tratamiento. Así que no es necesario…―Anton apretó sus dientes y movió sus dedos del brazo del sillón.

― ¿Y es bueno? ―Björn se preguntó que tanto interés por saber de ese tema.

―No estoy desfigurando con mis puños tu rostro en estos momentos….así que se puede decir que es bueno.

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