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Capítulo 1. La chica del call center

Después de dos años viviendo en la ciudad que nunca duerme, Ava hizo todo lo posible por sobrevivir, sus ahorros de años se habían ido en un abrir y cerrar de ojos, y cuando finalmente encontró algo en un call center, en el área de atención a clientes y no pagaban lo suficiente, pero por el momento, hasta que encontrara algo más, se quedaría ahí. 

―Atención a clientes A&T, mi nombre es Ava Gray, ¿En qué puedo ayudarle?―ese día era otro como cualquiera desde que entró a trabajar, era demasiado solitaria en la planilla en la que trabajaba y era buena en lo que hacía, y eso, la mantenía a flote...por el momento. ―Sí, muy bien, ―siguió en su llamada atendiendo la queja del cliente, mientras sus dedos se movían con agilidad sobre el teclado. 

Ya habían pasado dos años que no había vuelto a su pueblo, sus padres seguían recibiendo una parte de su sueldo al mes, para así de alguna forma, demostrarles que sus sueños estaban en proceso de realizarse, -aunque a veces tenía que estirar el cheque para sobrevivir a final del mes- y apenas lo lograba. La imagen de aquella joven que había escapado de su pueblo, era distinta hoy en día. Muchas noches esperó el reclamo de sus padres por lo que había pasado aquella noche, pero nunca llegaron las palabras que más temía escuchar, pero sabía que tarde o temprano, se enterarían, así que se aferró a seguir dónde estaba. 

―Ava, hora de salida. ―anunció el jefe del equipo, ella asintió, al terminar la llamada, se desconectó y se retiró la diadema con el micrófono, se dejó caer en el respaldo de su silla y soltó un largo suspiro. Se levantó y recogió su abrigo, era invierno y el frío era horrible. El grupo al que pertenencia, estaban en un cubículo platicando emocionados, se escuchó las risas y conversaciones de sus compañeros. ―Ava, ¿No quieres unirte? Es el cumpleaños de Marie e iremos por unas cervezas y alitas. 

―Gracias, ya tengo planes. ―apenas pudo sonreír a medias para no verse tan fría, los demás suspiraron discretamente. ―Buenas noches. ―todos la despidieron mientras empezó su camino a la planta baja. 

Después de una hora, estaba llegando al edificio dónde rentaba un departamento demasiado pequeño, cuando levantó la mirada para subir los escalones, se detuvo bruscamente. Había una mujer sentada a medio camino y tenía un gran abrigo cubriéndola. Ella sonrío al verla. 

― ¡AVA!―era Alice, su mejor amiga del pueblo, al ver su reacción, esta se levantó y bajó a toda prisa para ir al encuentro de Ava, Ava apenas pudo reaccionar. ― ¡Te he extrañado tanto!―las dos se abrazaron y al separarse, Ava estaba llorando. ―Tú también me has extrañado...―se volvieron a abrazar. 

―Alice, tengo tanto que contarte...―Ava sintió una calidez en aquel abrazo, aunque platicaban casi a diario por redes sociales, nunca le dijo su verdadera situación, y en unos momentos más, se daría cuenta, ¿Con que cara vería a su amiga? ¿Le iría a contar a sus padres lo que realmente está viviendo?

Ava abrió la puerta con dificultad de aquel departamento, Alice estaba emocionada pero al ver el diminuto lugar, se sorprendió. 

― ¿Quieres algo de tomar? Tengo agua embotellada, té...―Ava cerró la puerta detrás de ella, luego retiró su abrigo y lo colgó cerca de la puerta, Alice hizo lo mismo. 

―Agua está bien, ―Alice dio un recorrido con su mirada demasiado rápida ya que no había mucho espacio que ver. ―Es muy pequeño el lugar...―susurró para sí misma, se volvió para buscar a Ava que ya estaba en la diminuta cocina. ― ¿Y cómo has estado?

― ¿Por qué no me contaste que venías?―preguntó Ava al mismo tiempo que le entregó la botella de agua, Alice sonrió.

―Te he mentido...―hizo un puchero. ―Llevo dos días en la ciudad, llegué ayer por la mañana. ―Ava se sorprendió, alzó sus cejas con sorpresa. 

― ¿Qué?―preguntó atónita. 

Alice se sentó en el brazo del único sillón doble que parecía estar en la "sala", suspiró al retirar lentamente el tapón de la botella de agua, luego miró a Ava. 

―Christine Laurent, es una mujer francesa que conocí en el pueblo cuando trabajaba de guía de turista hace unas semanas, mientras escalábamos, escuchó mi queja, ―Alice soltó una risita. ―mi queja de que ya estaba saturada de lo mismo de vivir y hacer en el pueblo, una cosa llevó a otra y terminó dándome su tarjeta, me ofreció trabajo como recepcionista en un hotel de campo a las afueras de esta ciudad, hoy he visto el lugar dónde me quedaré a vivir, ya firmé un contrato de trabajo y la paga es muy buena... ―Ava estaba aún sorprendida. ―Ella me ha preguntado si conocía a alguien más para ocupar otra vacante y cómo estás tú aquí...

―Alice...―susurró Ava apenada. ―No necesito que me hagas favores...

―Espera, espera, todo el sueldo es mensual, no te preocuparías por pagar renta, ni comida, ni servicios, sería libre de impuestos, podrás enviar más dinero a tu familia, además Frank ya va a entrar a la universidad...―dijo Alice, miró el lugar y dejó la mirada en su amiga. ―El lugar es bastante grande, el tamaño de este lugar es de una habitación, imagina el resto. 

Frank, su hermano menor, al recordarlo, suspiró. Ya se iba a graduar en un par de meses y deseaba ir a la universidad, ¿Cómo decirle que no podría pagar la matrícula para que pudiese estudiar? Entonces todo lo que Alice dijo, se volvió algo bueno, quizás una señal.

― ¿No pagas nada para vivir ahí?―Alice sonrió al ver que su amiga se lo estaba pensando. 

―Nada, solo trabajas entre ocho a doce horas diarias. Es un hermoso hotel de campo, tiene lujo por dónde quiera, hasta el váter, no quieres ni usarlo para no estropear su lujo...―Alice comenzó a reír y contagió a Ava, por primera vez en mucho tiempo, no reía y eso la relajó por un momento. ―Anda, anímate. ―Ava realmente se le hacía demasiada belleza.

―Mañana es mi día libre, podría ir a ver la vacante y confirmar si realmente es como dices que es… ―Alice sonrió triunfante.

―No te vas a arrepentir…

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