Capítulo 5

El día tan odiado había llegado, desperté y fui directo a desayunar. Una vez en la mesa creí que si hablaba con mis padres ellos me retirarían el castigo. Pero al pedírselo ellos se negaron rotundamente.

- Pero esa vie... Digo, mi profesora se irá. No le veo sentido seguir con las clases -

- Traerá a alguien de confianza - Respondió mi padre.

- Es su nieta. No dudo que sea igual de buena e inteligente que ella. Debes tratarla bien, con respeto y poner atención a sus clases - Agregó mi madre.

- ¡No puede ser! - Dije en voz baja.

Fui a darme una ducha en la tina, totalmente desanimado.

Llego la hora de la clase y como cada fin de semana, mi maestra hablaba sin parar, yo estaba que me dormía del aburrimiento. Después de 5 largas y tediosas horas, miró su reloj y se levantó de su asiento - Joven Thomas, me marcho, ya es la hora de irme. Pero no sin antes presentarle a mi nieta, que debe estar afuera esperando -

Abrió la puerta y ahí estaba parada con la mano arriba, como si estuviese a punto de tocar. Realmente no era lo que esperaba. Me comí cada una de mis horribles palabras. Tragué saliva y totalmente sorprendido me levanté de mi asiento, inmóvil. Esperando escuchar una sola palabra salir de esos rosados y carnosos labios.

- ¡Oh, Betty! Llegas a tiempo. Pasa Adelante - Ella cruzó la puerta y sonrió. Era como ver a un ángel pelirrojo sonreír.

- Señor Thomas, le presento a su nueva profesora de pedagogía. Mi nieta Betty -

Estire mi brazo y le di la mano lanzando una sutil sonrisa de medio lado - Es un gran honor, señorita - Dije antes de besar el dorso de su mano.

- El honor es mío, príncipe Thomas -

Solté su mano poco a poco. No quería que mal interpretarán mi saludo y mi castigo aumentara. Claro que había visto su belleza y frescura, pero era una mujer en toda la extensión de la palabra. Jamás se fijaría en un puberto como yo.

- Bueno pues me despido - Dijo la anciana - Espero que sus clases de regularización le ayuden a ser un hombre de bien -

- Es lo que más deseo - Dije para quedar bien con la bella dama.

- Y ojalá un día nos volvamos a ver -

- Ajá si, claro, eso espero - Dije sonriendo, esperando que no notarán el sarcasmo en mis venas.

- Hasta luego joven Thomas. Nos veremos el próximo fin de semana - Habló la pelirroja dando media vuelta y saliendo detrás de su abuela.

- La espero con ansias - Alcance a decir antes de que la puerta cerrara.

Me senté y recargue mi cabeza sobre mi mano. Suspiré pensando en su belleza, en sus ojos color esmeralda, era como ver reflejados a los míos en sus pupilas. Tenía que despertar de este sueño, no podía cometer un error más. No debía pensar si quiera en tratar de conquistar a mi nueva profesora o mi castigo sería peor al que ya tenía.

Me levanté y fui a echarme agua en la cara. Después me dió hambre y caminé a la cocina, dónde ya se encontraba Terrence junto a Jane. Al parecer ya estaban saliendo juntos y trataban de cocinar algo.

- Hola Thomas ¿Que tal van las clases de regularización? - Preguntó Terrence. No sé si se estaba burlando de mí o solo quería hacer las pases conmigo.

- Bien. De echo, mejor que nunca. Han mejorando bastante - Respondí con una gran sonrisa de oreja a oreja.

- Me alegra saber que ya no se te complican -

- No. Es más, te agradezco todo - Tomé una manzana, le di una mordida y salí de ahí. Ambos se miraron sin entender, pero siguieron con lo suyo.

La semana en la escuela está marchando más lento que otras veces, en verdad era una molestia. Esta vez quería que el fin de semana llegara pronto para ver la belleza de aquella mujer. Aunque tampoco me la estaba pasando tan mal. Las chicas seguían tras de mi, no podían resistirse a mis encantos. Era un seductor natural, tan solo con una sonrisa las hacía suspirar.

Claro que sabía que debía tener extrema precaución, así que se me ocurrió la gran idea de ir detrás de las jardineras del patio a practicar algunos buenos besos. Llevé a dos... O quizá a tres chicas en esos días. La última de ellas era más atrevida. Mientras nuestras lenguas se encontraban jugando la una con la otra, tomo mi mano y la dejo entrar por debajo de su blusa. Toqué su sostén con mis dedos y pensé en que me estorba. Lo hice a un lado y masajee sus pequeños senos, mientras que con mi otra mano apretaba sus nalgas y jalaba sus caderas hacia mi firme erección.

Unos minutos después me despegue de ella, le di media vuelta y le di una pequeña palmada en sus glúteos - Ya es hora de ir a clases. Vamos, no queremos meternos en problemas ¿verdad? - Sin cuestionar, me lanzó una sonrisa y se marchó. Yo salí de atrás de aquella jardinera un par de pasos después.

Me iba limpiando la humedad de los labios, pero justo iba pasando mi tan molesto hermano - Espero que no sea lo que estoy imaginando - Dijo alzando una ceja.

- ¡Aaaggh! - Gruñé volteando los ojos y sentándome un momento en la jardinera, cruzado de piernas.

- Me enteré que mañana tendrás nueva maestra en tus clases de regularización -

- Si, así es - Respondí mirando mi reloj, como si no me importara su charla.

- Bien, pues espero que te vaya bien. Yo saldré mañana con Jane, nos estamos entendiendo muy bien, creo que pronto le pediré que sea mi novia - Dijo con una gran sonrisa. Realmente parecía entusiasmado.

- !Felicidades¡ me alegro por ti - Dije mirándolo a la cara y regalandole una de mis sonrisas -

- Gracias hermano -

- Por un momento creí que eras gay - Obviamente mis felicitaciones eran una clase de sarcasmo que él no había entendido. Torció la boca sin responder - Tengo algo de curiosidad, dime ¿Que se siente estar enamorado? -

- Amm... Pues - Terrence se sonrojó, subió su mano y rasco su nuca - Creo que es el más bello sentimiento, es como sentirte pleno, feliz. Cómo tener un motivo para despertar cada día. Quierer ser mejor persona, poder proteger... -

Interrumpí. Subí mi mano en señal de alto.

- ¡Basta! Ya, ya, ya entendí - Me puse de pie frente a él - ¡Wow! Gracias hermano. Has provocado que me dé náusea. Que cursi eres - Di media y caminé sin mirar atrás, dejándolo ahí parado completamente avergonzado, o quiza enojado. La verdad no me interesaba mucho.

Al fin, el sábado llegó. Me levanté temprano. Me fui a desayunar y rápidamente fui a ducharme. Me cepille el cabello, me mire al espejo y me perfume. No sé, pero inexplicablemente me sentía tan motivado, quizá las clases extras ya me estaban agradando ¿quién sabe?

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