Ambas me tomaron por los brazos y me jalaron fuertemente haciéndome pasar.
- Ven Tommy, siéntate ¿Quieres tomar algo? - Preguntó una de las chicas. - ¿Quieres algo de comer? - Preguntó la otra, acercándome un racimo de uvas. - Gracias preciosas. Que atentas son - Ambas se miraron, sabía que tramaban algo. Se sentaron una a cada lado mío y entrelazaron sus dedos por mis cabellos jugando con el. - Nos gustas mucho Thomas - Dijeron en coro. - Y ustedes a mí - Sonreí. Una de ellas comenzó a lamer el exterior de mi oído, mordisqueaba mi lóbulo, provocando que mi piel se erizara, mientras la otra desabrochaba mi chaqueta haciendo que resbalara por mis hombros, hasta caer en el sofá. Debo admitir que me puse algo nervioso. Ambas mujeres se habían puesto de acuerdo para hacerme caer ante sus provocaciones, y yo realmente me estaba desplomando. Bajó lentamente de mi oído a mi cuello, las partes más sencibles de mi ser. La otra dama, más atrevida, lamió mis labios haciéndome perseguirlos para que mi lengua se encontrara con la suya. Era un completo éxtasis de emociones. La sangre me fluía con rapidez. Sabía perfectamente a dónde se dirigía todo esto y a pesar de eso me sentía con ganas de continuar. Aquella que estaba atrapada en mi yugular se despegó tan solo para desabrochar su blusa. Mi sorpresa fue que ya no traía su sostén puesto. Fue más fácil para mí poder ponerle mis manos encima, acariciarlos con fuerza y pegarlos a mi rostro, como si quisiera hundirme en ellos y ahogarme de placer en medio de ese par de grandes melones. La que estaba sumergida en los fluidos de mis labios no perdió el tiempo tampoco. Subió su falda hasta su cintura e inclinó su cuerpo, poniendo su cara justo en mi cremallera para desabrochar mi pantalón. Sus nalgas sobre salían y yo no pude evitar verlas, eran tan firmes y redondas, no me pude negar y las acaricié. De nueva cuenta me llevé una sorpresa, ya no traía puestas sus bragas. Solo podía pensar en que mi sueño más húmedo se estaba haciendo realidad con este par de ardientes jovencitas. Cualquier hombre daría lo que fuese por estar en mi lugar en ese preciso momento. Metí uno de los pechos en mi boca y lamí su duro pezón, mi lengua se movía en círculos enardeciendola, podía escuchar algunos agudos gemidos salir de sus labios. Pasé mi mano por el trasero de la otra y llegué hasta su clítoris. Con la punta de mis dedos, índice y medio, la empecé a estimular. Se mojó tan rápido, era como si mis dedos hicieran magia. Introduje un dedo dentro de su estrecha vagina, proseguí metiendo el segundo. Los quejidos de ambas resonaban en mis oídos, era como escuchar el canto de unas sirenas en la superficie del mar. Sacaron de entre mis pantalones mi viril y duro miembro, sentía que ya estaba húmedo. La primer chica bajó la mano a mi par de testículos, deteniéndose ahí para masajearlos con delicadeza, a la vez que la otra me masturbaba con suavidad. Estaba tan exitado, tan extasiado, pero de pronto una imagen se hizo ver dentro de mi cabeza. Los hermosos ojos verde esmeralda de Betty se reflejaron ante mi mente. Abrí los ojos y me levanté de golpe. - ¿Pero que demonios me pasa? ¿Acaso mi subconsciente no me permitirá disfrutar de este exquisito momento? - Me dije a mi mismo con rabia. - ¿Thomas? - - ¿Estás bien muñeco? - Ni siquiera pude responder. - Aamm... Recordé que tenía algo importante que hacer - Tomé mi chaqueta y salí corriendo de ahí, dejando a las chicas con cientos de preguntas. Caminé por las calles con la cabeza agachada, mirando al suelo. Me sentía defraudado por mi mismo, era como si mi mente me estuviera jugando sucio, no me respondía. Deseaba a todas esas mujeres pero yo mismo me impedía estar con ellas sin que lo ordenara. Estaba a punto de doblar la esquina cuando ví a Betty afuera de la puerta de una casa. Ella estaba por entrar y un hombre mayor estaba por salir. No era mi intención espiar, pero la verdad es que no estaba listo para que me viera después de aparecer en mis pensamientos sin mi permiso. Ambos cruzaron camino. Y el hombre detuvo a Betty. - Hija - - Hola padre, buenas noches - Saludó con la mirada al suelo. - Me alegra verte. Julious quiere que nos reunamos mañana para hablar de la boda - - ¡Pero, padre! Yo... Ya te he dicho que no quiero casarme con ese hombre Ni siquiera lo conozco, además he notado que es un ebrio apostador - Quedé impresionado, llegue justo en el momento perfecto. - Pues lo lamento mucho, ya hice un trato con él - Aquel viejo hombre subió a su coche y se marchó sin dejarla hablar. Esperé a que Betty entrara a su casa para poder seguir mi camino. Volví al castillo, subí las escaleras y me tumbe en mi cama. Quedé profundamente dormido, estaba totalmente cansado después de tantas aventuras por una sola noche. Al día siguiente me levanté muy temprano. Quería hacer algo de investigación, debía saber quién era ese tal Julious. Tomé mi laptop y me puse en marcha. - Hola hermanito, veo que estás estudiando - Dijo Terrence. - Así es - - Bien, pues no te interrumpo más - Dió media vuelta, pero lo detuve. Tenía algo importante que preguntarle. - Oye tú... Amm... - - Dime - - ¿Aún existen los matrimonios arreglados? - - Pues, no deberían ¿Porque lo preguntas? - - ¡Aaah! No nada más, simple curiosidad - Dije rascando mi nuca. - No te preocupes. La realeza ya no hace eso. Prefieren que desposes a una joven de buena familia, con dinero y todo eso, pero tampoco es como que sea obligatorio, en estos tiempos ya puedes contraer matrimonio con una plebeya - - ¿Y entre la gente común? ¿Ellos siguen dando a sus hijas para que se casen con hombres adinerados? - - No creo que sea correcto que hagan eso... ¿A qué se deben todas estas preguntas? ¿Conoces a alguien que esté pasando por esta situación? - - No, no yo... Olvídalo ¿Quieres? - Me levanté y salí de ahí. Ya tenía toda la información que necesitaba. Ese tal Julious era dueño de una fábrica en dónde el padre de Betty trabajaba como obrero. Hace un par de años se convirtió en un apostador compulsivo, y junto a su jefe hacía reuniones dónde jugaban al poker y apostaban miles de dólares. Perdió mucho dinero y estuvo a punto de perder su casa, pero Julious le perdonó la deuda a cambio de darle a su hija para casarse con ella.El fin de semana llegó y Betty estaba lista para empezar las clases. -Muy buen día joven Thomas - Atravesó la puerta saludando. - ¡Hey! Ya habíamos hablado respecto a las formalidades - Dije. - Aamm... Si, lo siento es solo que no quiero que se mal interprete lo que pasó en la colina - Agachó la mirada sonrojada. - No, no para nada. Espero que no pienses mal de mi - En realidad había sido mi culpa, no quería hacerla sentir mal - Mejor olvidemos eso y dime... ¿Que haremos hoy? - - ¡Ah! Pues hoy veremos cultura general así que iremos a las calles para averiguar lo que la gente compra y vende en los pequeños puestos de la plaza - - Me parece muy interesante - Caminamos por las calles, nos detuvimos en algunos puestos armables con mesas, vendían de todo, desde vestidos lindos, zapatos, comida casera hasta dulces hechos en casa. Me encantan las golosinas así que me detuve ahí para poder probar algunas. Compré un macarrón, son mis favoritos, es un dulce realizado con leche de cabra
La escuela se me había hecho más aburrida, pesada y tediosa de lo normal. Yo estaba ansioso por ver a Betty y escuchar su respuesta.El timbre sonó, guarde el libro que estaba sobre mi mesa y corrí por el pasillo sin esperar a que me dieran el permiso, mis compañeros y profesor solo me vieron alejarme.Llegué a la fuente, miré mi reloj y me di cuenta que había llegado 10 minutos antes de la hora. No quería verme tan impaciente, mucho menos que Betty notará lo entusiasmado que estaba por verla, así que decidí sentarme a la orilla y cruzarme de piernas como siempre, como si nada a mi alrededor me importara, tranquilo y relajado.- ¡Hola, Thomas! Espero no haberte echo esperar mucho tiempo - Dijo al llegar.- No, no. Acabo de llegar - Respondí sonriendo - Bien pues, supongo que ya pensante tu respuesta -Dió un largo suspiro - Ay Tom yo... No puedo aceptar, me siento tan mal. Ya tuviste una confrontación con Julious, no quiero que te involucres más. Eres mi alumno y solo te deberían impo
Estaba tan sediento, tan agotado, los pies y los golpes de la espalda me mataban. Al entrar a la ciudad sabía que mi tormento estaba a punto de terminar. No quería ir a casa, aún me sentía con la emoción en las venas, me sentía alterado. Además todavía no había pensado en que le diría a mis padres con respecto a mis heridas. Sólo pensaba en una cosa: ver a Betty. Debía decírselo, contarle que yo solo había acabado con el monstruo, con el malvado dragón que la tenía prisionera, que ya no tenía que preocuparse más por Julious. Claro que tampoco iba a decirle que lo había asesinado, lo que menos deseaba era asustarla y alejarla de mi. No sé porque estaba pensando tanto en ella últimamente, me negaba a aceptar que realmente me sentía atraído, si quizá solo era eso, era una mujer hermosa y necesitaba la protección de un caballero, y yo en mi papel de príncipe, quería a alguien a quien proteger. Finalmente llegué hasta su casa, toque la puerta con gran fuerza. Un par de minutos después s
Nuestro beso era cada vez más intenso. Bajé mi mano hasta llegar a sus hombros y sentir la suave tela de su bata, la cual fuí quitando de su cuerpo poco a poco, como si el tiempo se fuese deteniendo, no teníamos prisa. Mis labios y los suyos seguían conectados, y nuestras lenguas sincronizaban a la par, como si fuesen piezas de rompecabezas que encajaban a la perfección. Tomé delicadamente con mis dedos, los tirantes de su camisón y los baje hasta dejar al descubierto sus hermosos y perfectos senos. Por un momento temí al pensar en que pondría resistencia, pero en realidad me sentía agradecido por estar viviendo está experiencia y que ella me permitiera hacerla mía. Me puse de pie, jalandola hacia mí. El fino camisón de satín resbaló por sus caderas hasta llegar al suelo. La levanté por los aires y la cargué entre mis brazos, llevándola a la cama. La recosté suavemente, admiré su bello cuerpo por un breve instante. Estaba casi desnuda frente a mis ojos que la comían por completo con
Atravesé la puerta de la escuela corriendo. Y de pronto me encontré en los pasillos al que menos deseaba ver.- Hey Tom ¿Dónde has estado? Esta mañana no te ví en el comedor del castillo - Dijo Terrence.- Aamm... Es que... - Rasque mi nuca - Se me hizo tarde, no me dió tiempo de desayunar, corrí a la escuela y bueno, aquí estoy -- Si bueno... Oye pero ¿Que te pasó? Tienes golpes en el rostro - Acercó su mano a mi rostro.Retrocedí para que no me tocara, aún me dolían - No es nada, me tengo que ir -Di media vuelta y entre a mi aula. Aún no sabía que decir respecto a mis heridas, pero tenía que pensar en una historia que convenciera, tarde o temprano Terrence le diría a mis padres o ellos mismos lo notaría. Quizá los raspones y cortadas de la espalda podría esconderlos, pero los golpes del rostro era imposible.En clases no me sentía aburrido, estaba totalmente feliz, no me importaba toda esa habladuría barata de los profesores. Estaba ahí sentado, recordando cada segundo junto a Bet
... Llegamos a la orilla del río, era un día hermoso y soleado, el paisaje era perfecto, lleno de paz. Betty acomodó su caballete, se colocó al frente del arroyo y se sentó a crear. Yo no podía quitarle los ojos de encima, me gustaba pintar, pero me gustaba más ella, por encima de todo. Me levanté y me acerque por detrás. Besé su cuello haciendo erizar su piel - ¡Tom! Por Dios, aún estamos en clase - - Lo se, pero es imposible no verte. Eres hermosa - Bajó el pincel, giró y me miró a los ojos. Yo solo deseaba besar sus labios, nos perdimos en una húmeda y cálida pelea de lenguas, que aumentaba cada vez más su efervescencia. La tomé por la espalda y la pegué hacia mi cuerpo. Su pecho estaba comprimido al mío, podía sentir sus latidos, su corazón vibrando. Era como leer sus pensamientos, sabía que ese beso la estaba calentando. Poco a poco levanté su falda, se que ella podía sentirlo pero no me detuvo. Metí mis manos por debajo acariciando sus muslos, llegué hasta sus preciosos glút
Llegué a casa de Betty, abrí mi regalo que estaba envuelto en papel decorado con rosas. Mi gran sorpresa fué que era un enorme cuadro con mi rostro plasmado sobre él. Ella realmente se esforzó en hacerlo, pensando en mi con cada pincelada. Me sentí realmente halagado con tal obsequio. La llene de besos, no solo en los labios, si no, en todo el cuerpo. La hice mía una gloriosa vez más. Después de hacer el amor nos metimos bajo las cobijas, abrazándonos, juntando nuestra piel al desnudo.- Betty ¿Te casarías conmigo cuando le diga a mis padres de lo nuestro? - Pregunté tan repentinamente.Ella me miró durante unos segundos y después sonrió feliz y entusiasmada - ¡Por supuesto que sí! Pero... - Su sonrisa se apagó - Tus padres no estarán de acuerdo -- Ya soy mayor y lo que ellos digan ya no importa. Es más, si nos casamos y ellos continúan sin aceptarlo pues nos vamos. Nos vamos lejos para no ser molestados -- Sería una locura. Pero si mi príncipe decide hacerlo, yo lo sigo sin dudar -
Giré su cuerpo con mis manos y la recargue sobre el escritorio, metí mis manos debajo de su falda hasta llegar a sus bragas y bajarlas un poco, solo por encima de sus muslos.- Thomas ¿Que haces? Nos van a escuchar -- Lo lamento princesa, pero no puedo aguantar hasta la noche para poseerte -Al verla ahí empinada, con sus nalgas resaltando no pude resistir más, bajé mi rostro hasta su intimidad y pasé mi lengua dónde no le da el sol. Ella tapó su boca con ambas manos para no dejar salir los quejidos de goce que emitía en su interior.Ya con su vagina bastante húmeda y lubricada, desabroché mi pantalón dejando salir mi miembro que ya palpitaba por la gran erección que tenía. Abrí sus piernas y me coloque en medio de ellas, introduje mi virilidad poco a poco dentro de ella mientras ella paraba su rabo dándome la bienvenida a su interior. Entraba y salía despacio, pero de un momento a otro mi sangre comenzó a fluír con fuerza, mi rostro hervía de fogosidad y mis ojos eran como flamas qu