Capítulo 7

Ya en la escuela, estaba más despistado de lo normal, no lograba concentrarme. Pensaba en la bella Lizzie, sus hermosos cabellos pelirrojos, sus delicadas curvas, las pecas de su nariz esos grandes y brillantes ojos jade, en fin... Toda su humilde belleza.

Pero no solo pensaba en eso, también pensaba en que esa hermosa sonrisa escondía una gran tristeza. Quizá su interior estaba lleno de depresión, soledad y mucho dolor, algo que su dulzura quería evadir a toda costa.

La campana del receso sonó sin entrar por mis oídos. Cuando reaccioné, voltee a ver a mi alrededor pero yo era el único que seguía dentro del aula. Me levanté, pero una chica entro al aula cerrando detrás de ella la puerta.

- Hola Thomas - Dijo caminando hacia mí.

- Aamm... Hola... ¿Te conozco? - Pregunté confundido.

- Sí. Bueno en los pasillos siempre te saludo pero nunca he podido hablar contigo. Siempre estás rodeado de chicas -

- ¡Oh! Pues lo siento mucho - Sonreí de lado.

- No te preocupes. En realidad, varias de ellas me han dicho que... Eres muy ardiente - Se colgó de mi cuello con ambos brazos.

- Vaya... Te han dado muy buena información por lo visto -

- Así es - Decía mientras juguetes a con mi cabello y se mordía el labio coqueta.

Juntó sus labios con los míos. Ambos abrimos la boca un poco, lo suficiente para darle permisos a nuestras lenguas a danzar al ya conocido baile de la pasión. Con mis manos acaricié su espalda y recorrí su cintura muy despacio. Se separó de mi poco a poco mordisqueando mi labio inferior.

Con una mirada pícara, comenzó a desabrochar el botón de mi pantalón, seguido de la cremallera. Después me dió un ligero empujón, haciéndome volver a mi asiento. Caí de golpe.

- ¿Que haces? - Pregunté, aunque la verdad ya sabía la respuesta.

- Algo que se que disfrutaras - Mencionó mientras desabrochaba mi cinturó, después mi botón y al final el zipper.

Metió su mano dentro de mi pantalón, y mi miembro comenzó a tener una erección. Pude ver su cara de satisfacción al sentir tal virilidad, era obvio. Su mano se escabulló dentro de mi boxer y lo acariciarlo por unos segundos.

Lo sacó por completo y ahí fue donde empezó a estimularme.

- ¡Oh, por Dios! - Exclamé recargando mi cabeza hacia atrás, mirando al techo.

Sabía cuál era el siguiente paso, se estaba preparando para hacerme sexo oral. Pero como un flash back en mi cabeza, pude ver ante mis ojos a Lizzie, mirándonos como un par de tontos sobre aquella colina, llena de flores de colores y el viento en nuestros rostros.

- Pero ¿Por qué estaba pensando en ella en este momento? ¿Por qué en este preciso momento? - Me dije a mi mismo.

Incómodo por mis revelaciones, me levanté de golpe haciendo caer a la dama sobre sus asentaderas. Guardé mi miembro en su lugar y abroche mi pantalón.

- ¡Auch!... Oye ¿Que te pasa? -

- Lo siento yo... No sé, pero no puedo - Dije mientras acomodaba mis cabellos.

Di media vuelta y salí de ahí lo más rápido posible. Me dirigí a la jardinera abandonada que se había vuelto mi cómplice de travesuras, a pensar un poco.

Después de darle tantas vueltas había pensado en un plan para saber quién era el tipo con el que la delicada Lizzie estaba obligada a pasar sus días.

Estaba por salir de mi escondite cuando un par de chicas me abordaron. Si así es... Eran aquellas chicas que unas semana atrás estaban peleando por mi. Al parecer ya habían arreglado sus diferencias.

- Hola guapo ¿Que haces aquí tan solito? -

- Aamm... Pues, estaba estudiando un poco - Les lancé una de mis cautivadoras sonrisas y dije - Veo que ya se llevan bien, me alegro por ustedes -

- Sí. Todo gracias a ti - Respondió una.

- Que bien -

- Creemos que tienes razón. Hemos hablado y creo que es posible compartir -Dijo la otra.

No sabía cómo responder a eso. Solo mire a ambas, de un lado a otro.

- Fíjate que mis padres no estarán mañana, saldrán por cosas del trabajo, negocios ya sabes. Llegarán en unos días. Y bueno pues haremos una pijamada juntas ¿Quieres venir con nosotras? - Mencionó una de las chicas, mientras acomodaba la corbata del uniforme en mi cuello.

Por cómo me miraban sabía lo que realmente querían de mi. No era como que yo me entregara a cualquiera, en verdad no era tan fácil, pero debía relajarme, dejar de pensar tanto en esa mujer. Era hermosa si pero igual era mucho mayor que yo, era imposible, era inalcanzable y algo importante: estaba comprometida.

Más bien, me tenía preocupado su situación. Quería ayudarla a toda costa. Si, seguro eso era. Al final, soy un príncipe y me preocupo por la comunidad o ¿no?

- Claro. Mañana en tu casa - Dije antes de seguir mi camino.

Voltee a ver a ambas y les dediqué un beso.

Al llegar a casa fuí directo al comedor. La cocinera acercó los platos sobre la mesa. Mis padres tenían algunos asuntos pendientes, muchas diligencias, así que ese día estuvieron ausentes. Solo Terrence y yo estábamos ahí sentados.

- ¿Que pasa hermano? ¿Que te sucede? - Preguntó.

- Ah?... ¿De que hablas? -

- No has acabado tu sopa. Solo estás dando vueltas a la cuchara. Te noto pensativo por eso pregunté -

- No es nada. Bueno si. Yo... - Dude en contarle, quizá creia que pretendía conquistar a mi profesora de regularización.

- ¿Que? -

- Yo tenía una duda con algo que ví en clase. Pero mejor le pregunto a mi maestra -

- ¡Vaya! Así que por fin están dando efecto esas clases ¿Eh, hermanito? Me alegro por tí. Que bueno que ya te esté agradando la escuela - Dijo felizmente.

Parecía burla, pero dudo que realmente lo estuviese diciendo como sarcasmo. Terrence era bastante ñoño, todo un nerd en la escuela.

Al día siguiente, ya se estaba ocultando el sol. Me duche y me arregle para ir a mi cita con ese par de fogosas chicas.

Sabía que tenía prohibido salir por mi castigo, pero la mentira piadosa que le dije a Terrence me serviría muy bien para escapar esta noche.

En la puerta de mi habitación había puesto un gran letrero con la leyenda "no molestar, estoy estudiando", mi familia con tal de que estudiara me dejarían tranquilo. Ya tenía preparada una escalera sobre mi ventana. Me dirigí a la casa donde ya me esperaban mis admiradoras.

Toqué la puerta y ambas encantadoras damiselas me recibieron.

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