Capítulo 9

El fin de semana llegó y Betty estaba lista para empezar las clases.

-Muy buen día joven Thomas - Atravesó la puerta saludando.

- ¡Hey! Ya habíamos hablado respecto a las formalidades - Dije.

- Aamm... Si, lo siento es solo que no quiero que se mal interprete lo que pasó en la colina - Agachó la mirada sonrojada.

- No, no para nada. Espero que no pienses mal de mi - En realidad había sido mi culpa, no quería hacerla sentir mal - Mejor olvidemos eso y dime... ¿Que haremos hoy? -

- ¡Ah! Pues hoy veremos cultura general así que iremos a las calles para averiguar lo que la gente compra y vende en los pequeños puestos de la plaza -

- Me parece muy interesante -

Caminamos por las calles, nos detuvimos en algunos puestos armables con mesas, vendían de todo, desde vestidos lindos, zapatos, comida casera hasta dulces hechos en casa.

Me encantan las golosinas así que me detuve ahí para poder probar algunas. Compré un macarrón, son mis favoritos, es un dulce realizado con leche de cabra.

Lo tomé con mi mano y lo acerqué delicadamente a la boca de Betty, me miró a los ojos y dudo un poco pero al final accedió abriendo la boca.

- Mmm... - Lo saboreó - Wow Tom, está delicioso. Ahora veo porque son tus preferidos -

- Así es -

De pronto alguien Interrumpió bruscamente. Tomó por el brazo a Betty y le dió un fuerte jalón hacia él, así es... Era Julious.

- ¡Aaah! - Sollozó la pelirroja.

- Le había dicho a tu padre que quería hablar contigo. Necesitamos fijar una fecha lo antes posible. De lo contrario les quitaré hasta la ropa que traen puestos -

Su aliento era repulsivo, de él emanaba una nube de alcohol. Pero eso no me asustó, como siempre, me puse valiente y me enfrenté a él.

- ¡Suéltala de inmediato! - La bella dama me miró con asombro.

- ¿Y tú quien diablos te crees que eres? - Dijo el horrible hombre.

- ¡Tranquilo! Joven Thomas no se preocupe. Julious yo, iré contigo solo si me sueltas -

- ¡Yo voy a tratarte como quiera! Pronto serás mi esposa - Dijo mientras tiraba de ella.

- Acaso ¿No me oíste? Dije que la soltarás - Exclamé.

Lo tomé por la camisa, logrando que soltará a Betty. El semblante de ella parecía preocupado, creo que estaba algo asustada.

El muy infeliz intentó darme un golpe, pero por su estado de ebriedad, sus movimientos eran bastantes torpes, así que fácilmente lo esquivé.

- ¡Ven aquí maldito mocoso! -

- ¡Basta Julious! - Gritó aterrada mi querida profesora.

- ¿Quien es este imbécil? ¿Es tu alumno? O ¿Te acuestas con un mocoso? -

- ¡No te atrevas a decir eso! - Eso quebró a Betty, rompiendo en llanto.

La gente asustada por el caos, llamaron a algunos guardias.

- ¿Que está pasando aquí? - Dijo uno de los uniformados

- Señores, éste individuo está molestando a la dama, quiero que se lo lleven de aquí -

- Claro, joven -

Dos guardias tomaron de los brazos a Julious y lo llevaron a rastras a la comisaría.

- ¿Pero que diablos? ¿Cómo pueden hacerle caso a ese maldito niño? - Reclamó.

- Ese niño es el príncipe Thomas, hijo del rey William - Respondió uno de los guardias.

- ¡¿Que?! - Miró sobre su hombro. El sujeto estaba asombrado.

Me lanzó una mirada de esas en dónde sabes que has ganado un nuevo enemigo. Pero yo jamás me arrepiento de lo que hago, así que poco me importo en ese momento, ya que me había vuelto en el salvador, en el héroe de esa bella damisela. La había rescatado de las llamas de esa fea bestia, de ese dragón.

- Thomas, yo... Estoy tan avergonzada - Ni siquiera quería mirarme a los ojos.

- No digas nada. Espero que nunca más vuelva. Odiaría ver una vez más que te maltrate -

- Lo detesto, pero mi padre hizo un trato con él y... - Las lágrimas empezaron a caer por sus mejillas.

- Lo se... Lo sé todo - Dije mientras le daba un reconfortante abrazo. Ella era una pequeña y frágil mujer. A pesar de ser mayor, me llegaba justo a la altura del pecho, no media más de 1.60.

Volvimos al castillo. Ella debía recoger su bolso y yo tenía que hacer anotaciones acerca de lo que vimos hoy en las calles.

Nos detuvimos justo antes de entrar, frente a la puerta. Me tomó del brazo.

- Tom yo... No quiero perder mi empleo, mucho menos recién comenzando pero, se que lo que sucedió hoy fue reprobable y... -

- Tranquila. Esto será un secreto entre nosotros. No diré nada -

Abrió sus ojos y por un par de segundos quedó boquiabierta - ¡Thomas! Gracias, en verdad te agradezco tanto - Dijo antes de lanzarse sobre mi y abrazarme tan cálidamente.

Después de marcharse me dirigí a mi habitación, me recosté sobre la cama y pensé en todo lo sucedido, fue algo emocionante debo decir. Pero algo me inquietaba, aún me sentía intrigado por aquel hombre. Pero traté de no pensar demaciado, quería sentirme feliz por ella, por fin sería libre. Creí que al estar en la cárcel Julious, la deuda de su padre ya no debía ser pagada.

Al día siguiente todo marchó bien, la note un poco menos estresada y más concentrada. Mientras corrían las horas le hice unas que otras preguntas, era mi hábito. Le comenté que quizá era una buena idea qué rentara por lo menos una pequeña habitación, porque si su padre ya lo hizo una vez, era probable que nuevamente la metería entre sus sucias apuestas.

- Tienes razón. Pero no puedo hacerlo justo en este momento. Yo, no cuento con dinero. Recién comencé a trabajar aquí y bueno pues, no tengo lo necesario. Quizá en unos de meses... - Interrumpí.

- Yo puedo ayudarte. Digo, quizá solo pueda pagarte un par de meses y después tú pagues tu propia renta -

- ¿Que? No, claro que no. No puedo permitirlo... -

- Sería como una ayuda. Recuerda que soy el príncipe y bueno, pues creo que eso es lo que hacemos ¿No? Apoyar a los demás -

No podía ni hablar, quedó tan sorprendida que las palabras no salían de su labios.

- Mira, dejaré que lo pienses, pero solo hasta mañana. Te veo después de clases en la fuente del parque para que me digas que si -

Se sonrojó y sonrió después de mi mal chiste.

Sabía que diría que si, si no, igual la persuadiría. Era su mejor opción.

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