Capítulo 11

Estaba tan sediento, tan agotado, los pies y los golpes de la espalda me mataban. Al entrar a la ciudad sabía que mi tormento estaba a punto de terminar.

No quería ir a casa, aún me sentía con la emoción en las venas, me sentía alterado. Además todavía no había pensado en que le diría a mis padres con respecto a mis heridas. Sólo pensaba en una cosa: ver a Betty. Debía decírselo, contarle que yo solo había acabado con el monstruo, con el malvado dragón que la tenía prisionera, que ya no tenía que preocuparse más por Julious. Claro que tampoco iba a decirle que lo había asesinado, lo que menos deseaba era asustarla y alejarla de mi.

No sé porque estaba pensando tanto en ella últimamente, me negaba a aceptar que realmente me sentía atraído, si quizá solo era eso, era una mujer hermosa y necesitaba la protección de un caballero, y yo en mi papel de príncipe, quería a alguien a quien proteger.

Finalmente llegué hasta su casa, toque la puerta con gran fuerza. Un par de minutos después salió envuelta en su bata de dormir. Una Betty asustada por el ruido salió a recibirme.

- ¿Thomas? - Dijo con los ojos aún entre cerrados. Estaba adormilada, era de esperarse, ya era de madrugada - Pero ¿Que te ha pasado? - Me observo por unos minutos y se percató dr mi estado, estaba sucio, lleno de golpes y raspones en el rostro, y mi ropa estaba algo manchada de líquido vital. Me tomó del brazo y me permitió entrar.

- Es una larga historia - Respondí sin querer dar tantos detalles.

- Ven, ven. Siéntate ¡Oh por Dios! Estás muy lastimado ¿Que fue lo que te paso? -

- Julious... Él, salió de prisión. Más bien, jamás estuvo en ella. No pudieron detenerlo - Dije mientras ella corría por un botiquín de primeros auxilios.

- ¡No me digas que él fué el que te hizo esto! -

- Sí -

- Tienes tanta sangre. Voy a quitarte la camisa. Tengo que curar tus heridas -

La miré a los ojos, tragué saliva y asentí. Estaba algo avergonzado porque me viera en ese estado - Tuve que ir a confrontarlo -

- ¿Que? ¿Porque hiciste eso? Mira como te ha dejado - Exclamó mientras me ayudaba a quitar la chaqueta y después la camisa.

- ¡Aaaay! ¡Aaaggh! - Exclamé al sentir el pañuelo rosando mi piel lesionada.

- L-lo siento - Se disculpó y continuó limpiando las heridas de mi espalda para después seguir con las de mi rostro. Sus delicadas manos limpiaban con suavidad.

- Tranquila, él terminó peor. Bueno, ambos terminamos mal heridos pero debo decir que él recibió la peor parte al final. Yo creo que se asustó tanto que se largo de Inglaterra -

- ¿Estás seguro? -

- ¡Si! Lo estoy. Ya no tendrás de que preocuparte. Eres libre - Dije seguro, mientras la tomaba por los hombros.

- Y si... ¿Solo fingió estar asustado y vuelve a cobrar venganza? - Dijo en un tono preocupado.

- No. No lo hará. Te lo prometo. Yo mismo lo ví subir sus cosas a su auto y marcharse. Me dijo que no volvería nunca más - Le aseguré acariciando su mejilla.

Sus ojos brillaban como un par de luciérnagas en primavera, era como si su mirada deslumbrara al saber que era libre, que ya no tenía que entregarse a alguien que en vez de amar, despreciaba con tanta fuerza.

Tomó mi mano que aún se encontraba sobre la tersa piel de su rostro, sabía que se sentía segura conmigo. Mis ojos se desviaron hacia sus rosados labios, pero está ocasión no lo pensé mucho, está vez no retrocedería. Mis labios iban en dirección a los suyos, tenían tantas ganas de juntarse que era casi imposible evitarlo. Era como si ella fuese el hierro y yo el imán que quiere chocar hasta crear tal fricción. Sus mejillas se tornaron carmesí, podía notar su ganas por besarme, eran las mismas que yo sentía.

Nuestras bocas se juntaron, sus labios eran tan suaves y cálidos. Permanecimos quietos, sintiendo el aliento del otro por unos segundos, hasta que no me resistí más, la sangre me hervía, necesitaba probar un poco más de ella, debía probar su sabor y salir de esta enorme duda ¿Solo me gusta esta mujer o por vez primera estoy enamorado?

Pasé la mano que aún tenía libre por detrás, entrelazando mis dedos por sus sedosos rizos pelirojos. No permitiría que escapara de mí.

Abrí lentamente mis labios, era evidente que ella también estaba disfrutando del momento, al sentir como imitaba mis movimientos. Introduje mi lengua hasta tocar la suya, comencé a moverla lento, de arriba a bajo, de un lado a otro. Podía escuchar como unos leves jadeos salía de su interior, al mismo tiempo que nuestra saliva hacia el sonido de un río corriendo por nuestras bocas hasta llegar y mojar nuestra intimidad, haciendonos caer sobre el, hasta casi ahogarnos de placer.

Poco a poco la llama ferviente de nuestro beso se iba apagando. Tomé su rostro con ambas manos, le di un par de besos inocentes antes de dejar mi frente pegada a la suya. La punta de nuestra nariz estaba unida y yo solo podía reflejarme ante sus bellos ojos color esmeralda.

- ¿Que estamos haciendo? - Preguntó con la mirada angustiada.

- Algo que ambos deseamos - Dije sin dejar de verla a los ojos.

- Pero no está bien. Tu... Tu eres mi alumno, además, eres el príncipe de Inglaterra y yo soy solo... -

Interrumpí sus palabras - Olvídate de eso por ahora -

- Es que ¡Es imposible! Además ¡Soy mucho mayor que tú! Tu aún... -

- No - Dije poniendo un dedo sobre su boca para callar sus palabras - Voy a demostrarte que ya no soy un niño, soy un hombre -

Cerré los ojos mientras una vez más me perdía en la satisfacción de probar de sus deliciosos labios.

Estaba seguro que su preocupación solo era perder su empleo, ser descubiertos y que la gente hablara mal de ella. Pero que me rechazara porque realmente no se siente atraída hacia mí, jamás. Me estaba correspondiendo porque ella también lo deseaba, lo disfrutaba.

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