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Capítulo 2 - ¿Secretaria o sirvienta?

Helena esperó el impacto que nunca llegó.

¿Había muerto instantáneamente y por eso no sentía dolor alguno?

Lentamente abrió los ojos, primero uno y luego el otro, y se encontró con la trompa del elegante automóvil con patente extranjera muy cerca de su rostro, su cuerpo convulsionaba de miedo al ver lo cerca que estuvo de morir.

Casi deja a su hermanito huérfano, la sola idea de pensar lo solo y triste que hubiese estado hizo que se le llenaran sus ojos celestes cielo de lágrimas cristalinas.

- ¡¿Pero en que carajos estabas pensando?! - Gritó Sebastián cuando salió de su vehículo, luego de que una extraña saliera de la nada y se le cruzara por delante. Casi estuvo a punto de atropellarla si no fuera por sus buenos reflejos.

Helena escuchó al hombre maldecir y asustada se levantó lentamente, sintiendo un fuerte dolor en la rodilla.

- ¿Acaso no ves por donde caminas mujer? - le gritó con dureza

La muchacha no se animó a levantar la vista, se sentía avergonzada por haber causado el accidente por no haber mirado al cruzar.

-¡Cómo lo siento!- exclamó con la cabeza gacha.

No vio el rostro del hombre, pero con tan solo ver su calzado de cuero negro perfectamente lustrado y su pantalón de sastre hecho a su medida del mismo color supo que era una persona importante y de mucho poder, lejos de tener una vida como la de ella.

-¡La próxima vez mira el maldito semáforo!

Exclamó con despreció Sebastián, al ver a la mujer exageradamente delgada que se inclinaba avergonzada frente a él. ¡Es una tabla! Pensó el joven heredero al ver sus inexistentes curvas. No pudo ver su rostro, porque su cabello largo y rojizo cubría su cara como una cascada de fuego, pero estaba seguro de que no era muy agraciada.

-¡Discúlpeme!

La mujer no dejaba de temblar y de pedir disculpas. Harto de tanta humillación de su parte, decidió volver a su vehículo y olvidarse del tema, tenía cosas más importantes que hacer.

Subió a su vehículo de lujo último modelo y le tocó bocina a la mujer, que aún no se había corrido de su camino.

Helena saltó asustada por el bocinazo y Sebastián no pudo evitar reírse de lo ridícula que se veía.  

La joven desempleada caminó como pudo y salió del camino, apenas puso un pie en la vereda el vehículo aceleró pasando muy cerca suyo haciéndola tambalear y dobló en la esquina de la gran empresa.

¨Lunático¨ pensó desconcertada. Dio su segundo paso y se dio cuenta de que había pisado algo abultado, miro hacia abajo, era una cartera, una muy elegante y de cuero.

La tomó con curiosidad y la abrió.

Sus ojos se iluminaron de sorpresa al ver que dentro de la billetera había un gran fajo de billetes en dólares, tantos como nunca había visto en sus 24 años de vida. ¡Esa cantidad de dinero podría saldar sus deudas y más!

Tomó la identificación que estaba dentro y se encontró con un rostro joven y elegante.

-Sebastián Aller- leyó en voz alta.

¿De qué le sonaba ese apellido? Pensó confundida.

No pudo recordarlo, porque su mente no dejaba de pensar en el dinero. El hombre había sido despreciable con ella, alguien así no merecía un buen gesto.

-No Helena tú no eres así- Se retó a sí misma- Vas a devolver la cartera a su dueño.

La guardó en su bolso dispuesta a devolverla luego de la entrevista.

-¡¿Qué es todo este desastre?!- Gritó Sebastián al entrar a su nueva oficina y ver los muebles llenos de polvo, pilas de papeles y un olor a encierro insoportable. –¡Ey tú!- Llamó la atención de una empleada que lamentablemente justo pasaba por ahí.

-¿Si señor Aller?- dijo asustada

-¿Por qué mi oficina no está limpia y reluciente?

-Lo siento señor, pero yo no sé…

-¡No quiero una explicación quiero acción! ¡averigua de una m*****a vez y soluciónalo cuanto antes! - gritó tirando un cuaderno hacia la puerta

La mujer salió corriendo asustada buscando ayuda

Helena entró al gran edificio, y se quedó maravillada al ver los grandes ventanales que iluminaban la imponente sala de recepción de mármol color blanco y estilo minimalista. Miró el gran cartel sobre el escritorio de la hermosa y despampanante recepcionista.

Industrias Aller S.A.

¡Pues claro! Que tonta era, la identificación decía Aller. ¿Pero eso significa que tenía la cartera del dueño de la empresa donde iba a pedir trabajo?

Su estómago se revolvió.

Oh por dios, debía devolverla antes de que malinterpreten su intención.

-Hola, disculpe yo venía…- No llegó a presentarse en recepción porque la misma mujer que se había cruzado con el nuevo jefe ogro le llamó la atención.

-¡Ey tú!- gritó la chica que venía corriendo directamente hacia ella.

Helena se asustó y apretó con fuerza su bolso, en donde tenía la cartera que había encontrado.

¿La habían descubierto?

La mujer la tomó del brazo y la jalo con fuerza

-¡Espera!- suplicó Helena- Te juro que yo no…

-¡No hay tiempo, el jefe ya llegó!

No no no, ¡La habían atrapado!

-Disculpame, pero yo vine por la entrevista al nuevo puesto de…

Helena no llegó a aclarar que venía al puesto de secretaria

-No hay tiempo para la entrevista, necesito que limpies su oficina antes de que nos eche a todos.

Helena se dejó arrastrar resignada a que no la iban a escuchar, supongo que debía obedecer si quería tener el puesto, quizás se empieza desde abajo literalmente limpiando suelos.

La mujer la llevó por el ascensor varios pisos arriba, y para ser exactos, al último de ellos.

Helena sintió sudor frío, nunca había estado en un lugar tan elegante, siempre había tenido trabajos de mala paga. Se miró en el espejo del ascensor y se dio cuenta de que estaba hecha un desastre, Tenía la rodilla lastimada y sangrando, las piernas y sus tacones salpicados de gotas de barro de la calle, y el pelo desprolijo, además de que su maquillaje se había corrido por el llanto.

-Llegamos- dijo la mujer

Helena salió del ascensor y se dio cuenta de que la mujer no había salido detrás de ella.

-Espera…- dijo Helena

-¡Adiós suerte!- dijo la mujer y cerró las puertas antes de que pudiera decir algo.

Helena se quedó sola en el largo pasillo, a un costado del camino había un balde con agua y varios productos de limpieza, los tomó como pudo y caminó hasta el final del pasillo rengueando de dolor, se encontró con una sola puerta de roble color rojizo con dibujos de leones furiosos. La pelirroja tragó saliva nerviosa y tocó la puerta. No recibió respuesta y entró.

-Permiso- dijo asustada

Vio que detrás de un gran escritorio de roble rojo similar a las puertas había un hombre dándole la espalda, mirando hacia la gran ciudad del otro lado del gran ventanal mientras hablaba por teléfono en un tono colérico.

-¡No me importa que salga un millón de dólares! Me lo traes igual- gritó al teléfono

-Disculpe señor- dijo Helena temblorosa en un hilo de voz

-¿Alan? ¿Y que tiene que ver el idiota de mi hermano en todo esto? El CEO soy yo, así que encárgate…

La muchacha dejó los productos sobre el suelo y enjuagó el trapo en el balde mezclando varios líquidos, luego se arremangó la camisa y hundió sus delgados brazos en el agua helada. Puso el trapo en el suelo y comenzó a refregar de rodillas, sintió una punzada de dolor en su rodilla lastimada, tuvo que tragarse el gemido de sufrimiento.

Sebastián estaba en medio de una caliente conversación con su contador sobre si comprar o no el nuevo reloj que había salido al mercado cuando sintió un fuerte olor invadir sus fosas nasales, picándole con molestia.

-Luego te llamo- dijo y colgó el teléfono.

Se dio vuelta con la intención de insultar a la persona de limpieza cuando…

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