-¿Qué producto de segunda mano es ese?- exclamó volteándose para castigar al conserje, sorprendiéndose al ver a la mujer escuálida que casi mata hace tan solo un rato. -¿Tú?- dijo con desprecio.
Otra vez estaba en el suelo, con su cabello enmarañado cubriendo su identidad, parecía que ese era su estado natural.
La mujer levantó su rostro asustada y finalmente la pudo ver.
Sebastián debía admitir que no era fea, pero tampoco era la gran cosa para él, acostumbrado a mujeres despampanantes, de cuerpos esculturales y rostros exóticos. Tenía los ojos más grandes que jamás había visto y eso le incomodaba un poco, el color celeste de sus pupilas era único, como el cielo, pero en un día despejado de verano, sus labios eran finos y delicadamente rosados, su piel era tan pálida que parecía casi enfermiza, como si nunca hubiese salido a sol, su nariz era delgada y respingada, salpicada de unas pecas marrones, tenía una expresión de terror en su rostro que le hizo erizar la piel. Mechones de su cabello fuego caían como líneas verticales en su rostro. ¿No conocía un peine? Pensó.
-¿Podrías explicarme que haces en mi oficina?- exigió con fuerza, asustando a la mujer y desviando sus pensamientos sobre la mujer- ¡¿Me estas siguiendo?!
-No-no señor, eso no es cierto yo vengo a…
-¿Eres de esas estafadoras que quieren quitarme mi dinero? Te comento que no soy idiota, sé reconocer a una de los tuyos…
Helena apretó con fuerza las muelas y levantó la mirada hacia el rostro del arrogante hombre. La muchacha no se sorprendió al encontrarse con unos ojos en forma de almendras con pupilas de un color amarronado con tintes de rojo, como si fueran los ojos de un demonio que podía atravesar su piel y llegar a su alma. Helena tragó saliva nerviosa al no poder negar lo elegante y hermoso que era, su foto de la identificación no le hacía honor a su rostro en vivo y en directo, su piel era de un color tostado que le hacía imaginar que el despiadado hombre pasaba mucho tiempo de vacaciones en países caribeños, su rostro estaba perfectamente afeitado, su piel se veía suave y tersa digna de alguien de su clase, con pómulos prominentes, mandíbula marcada y nariz griega, el cabello negro azabache perfectamente cortado a los costados y un poco más largo en la parte de arriba. Parecía el villano perfecto una película.
-Eso no es…- Intentó negar la acusación aún aturdida por la belleza del hombre.
-Vete de mi oficina antes de que llame a la policía. - advirtió y estiró su largo y estilizado brazo hacia la puerta.
Helena se levantó apretando el trapo que goteaba agua, mojando sus pies
-Yo solo vine a limpiar- exclamó con la voz trémula.
Sebastián no pudo evitar burlarse con una grotesca risotada, se veía patética.
-No puedo creer que alguien tan tonta como tú trabaje en mi empresa
Helena quedó asombrada por el comentario del hombre, no podía creer que alguien tan cruel sea su jefe
-Tampoco puede creer que alguien tan inhumano sea jefe de una empresa tan reconocida- murmuró por lo bajo
El hombre la miró con sus ojos inquietantemente negros
-¿Qué dijiste?- advirtió
Helena se asustó al caer en la cuenta de lo que había dicho, tenía que recordar que estaba ahí por el dinero, para pagar los gastos médicos de su hermanito, debía ser más paciente con el hombre.
-Dije que no puedo creer que tengan productos tan malos para la limpieza- mintió mordiéndose la lengua y pisoteando su dignidad.
Con voz asustada e intimidada por la mirada de depredador de su jefe bajó la cabeza y dijo:
-Estoy aquí para trabajar, lamento molestarlo-
Helena se puso nuevamente de rodillas y volvió a fregar el suelo, tenía que aguantar, no podía renunciar ante el primer maltrato, tenía que soportar su trato inhumano.
Sebastián se sentó en su gran y mullido asiento de cuero que parecía el trono de un rey a no hacer nada más que observar a su empleada limpiar arrastrándose por el suelo.
Debía admitir que la mujer era buena en su trabajo y eso le molestaba. Odiaba no tener la razón.
Miró su taza de café a medio tomar y con un rápido movimiento la tiró al suelo haciéndola añicos y ensuciando el suelo con el líquido marrón.
-Te faltó ahí- exclamó divertido, cruzándose de brazos.
Helena tuvo que tragarse las ganas de insultarlo y apretó con fuerza los puños en el trapo mojado.
Sebastián notó esto y no pudo evitar reírse a carcajadas de su empleada.
-¿Qué sucede? ¿te sientes impotente? - exclamó provocándola.
Helena no le hizo caso, y se arrastró hacia la gran mancha, limpiándola sin decir nada.
-¡Oh vamos! Sé que quieres pegarme. ¡Pues hazlo!
La muchacha comenzó a limpiar con más fuerza
“Concéntrate en tu trabajo Helena, no lo escuches, solo quiere hundirte”
Sebastián sonrió divertido
-¡Vamos, saca toda esa bronca que tienes dentro!
Helena se detuvo de fregar y escurrió con fuerza el líquido marrón, tenía el rostro casi tan rojo como su cabello, ahogándose con los insultos que no iban a salir.
Fastidiado de que la mujer lo ignorase dejó de reírse
-Hazlo y quedarás de patitas en la calle- amenazó con la voz hostil.
Helena sintió el sudor frío correr por su cuerpo. Respiró hondo y continuó con su trabajo, ignorando los insultos de su jefe.
Sebastián se apoyó en su respaldo, mirándola con desconcierto, debía admitir que la mujer era dura, podía soportar sus insultos. Muchos otros empleados hubiesen salido corriendo, o llorado o hasta gritado “¡Renuncio!”. Pero la escuálida mujer no había dicho nada.
Luego de un rato, Helena finalmente terminó su tortura, había dejado la oficina tan reluciente que podía ver su propio reflejo cansado en el suelo de mármol negro.
Sebastián, que había estado aburrido mirando a la mujer trabajar, sin nada mejor que hacer, vio como se levantaba del suelo sacudiendo el polvo de sus delgadas rodillas, una de ellas tenía una herida abierta que no había notado hasta ese momento. ¿Se lo había hecho en el incidente? Se preguntó el joven heredero.
“No es mi maldito problema” concluyó.
Su empleada, estiró sus largos brazos sobre su cabeza y quitó todo el cabello de su rostro, atándolo en una coleta de caballo.
Sebastián no pudo evitar mirarla de otra manera, el cabello en la coleta le daba un toque más provocativo, la camisa remangada y el último botón de su camisa abierto, le hacía desear mirar dentro y encontrarse con sus pequeños pechos. Helena se acomodó su falda, que se había levantado un poco más de la cuenta. Sebastián tragó saliva y quiso que la mujer estuviera nuevamente fregando el suelo en cuatro patas, pero dándola la espalda.
Helena lo miró una última vez antes de irse, encontrándose con la mirada lasciva de su jefe. Estuvo a punto de huir cuando el hombre le llamó la atención:
-¿Esa es tu forma de limpiar?
-¿Disculpe?
-El lugar a quedado sucio, ni siquiera eres buena para conserje.
Helena miró el lugar con desconcierto. ¡Pero si había quedado reluciente!
-Lo siento señor, voy lustrar una vez más- respondió resignada.
El hombre apretó los puños con molestia, odiaba la sumisión y pasividad de la mujer.
-¡No! ¡vete de una vez! Tengo que hacer cosas más importantes
Helena se le quedó mirando confundida.
-¿Qué esperas? ¡Largo!
La pelirroja salió echando humo de la oficina, cerrando las puertas con fuerza.
¡Ese maldito!
Entró al ascensor y miró la hora en su celular, aún estaba a tiempo para poder entregar su curriculum para el puesto de secretaria, todavía faltaban unos minutos para que sean las tres de la tarde.
Bajó varios pisos al área de recursos humanos y corrió los últimos metros hasta la oficina.
Se asomó por la puerta
-Disculpe…
Un hombre de unos cuarenta años levantó la mirada
-Vine a la entrevista- Helena se acercó y tímidamente puso el papel con su información en el escritorio, estaba arrugado y húmedo por el agua de la calle, se sintió avergonzada, pero era la única copia que tenía encima.
El hombre miró la hora en su reloj de muñeca y luego dijo con desinterés:
-Lo siento, pero ya cerramos las entrevistas
-Pero si aún faltan unos minutos
-Ya es tarde, lo siento.
Helena cerró la puerta de la oficina y caminó temblorosa hasta el ascensor, donde se desplomó y comenzó a llorar desconsoladamente
¡No lo había logrado!
Ese maldito se había burlado de ella, la había humillado, hasta casi la atropella ¿Y todo para qué?
Helena se bajó en un piso cualquiera y sacó de su bolso la billetera del despiadado hombre y miró hacia todos lados, no había nadie más. Con bronca sacó los billetes y tiró la cartera en un tacho de basura, guardándose el dinero en su cartera, volvió a subir al ascensor sin darse cuenta de que todo fue captado por la cámara de seguridad.
Luego de que la mujer escuálida y sin gracia había salido de la oficina de Sebastián, el joven CEO no había dejado de pensar en ella ni un segundo, sabiendo que no podría sacársela de la cabeza, porque era un hombre obsesivo y caprichoso, llamó a su gerente de recursos humanos.
-¿Señor?
-Necesito el nombre de la mujer que hizo a limpieza en mi oficina
-No sé a quién se refiera, no contratamos a nadie aún.
Sebastián apretó con fuerza el tubo del teléfono. ¡Lo sabía! Esa mujer era una extorsionadora y farsante.
-Una mujer flaca, de cabello pelirrojo y desaliñada.
-Ah si, llegó tarde a la entrevista para secretaria presidencial, tuve que rechazarla
Ah, así que esa era su intención, rio divertido.
-Hazle una nueva entrevista y dale el puesto
-Pero señor Aller, esa mujer no tiene estudios ni experiencia alguna en el área, es demasiado cargo para una persona que no sabe absolutamente nada
-Ya he tomado una decisión, quiero que sea ella. Dile a la secretaria que era de mi padre que le enseñe lo básico- Colgó el teléfono sin esperar una respuesta.
Helena estaba sentada en el banco de espera de la recepción, tratando de recobrar la compostura antes de ir a su casa, no quería que su hermanito ni David la vieran así, si el hombre se enteraba de lo que le había pasado vendría a la empresa a querer asesinar a quien pudo haber sido su jefe, su amigo siempre la había protegido, como un padre.
Tomó el celular para avisarle a su mejor amigo que estaba en camino cuando le llegó un mail de la empresa.
Asustada y con el corazón en la garganta abrió el mail
¿La habían descubierto? Ahora sí estaba en serios problemas.
Helena miró el mail con un solo ojo, esperando lo peor.Pero lo que leyó la dejo boquiabiertaSeñorita Helena Deluna Por favor presentarse en el Área de recursos humanos para una entrevista.Firma:INDUSTRIAS ALLER S.A.La joven leyó y releyó el mensaje sin poder creer lo que estaba viendo. ¿Realmente le iban a dar una oportunidad?No pudo evitar saltar de alegría haciendo un escándalo, provocando que los empleados que pasaban por ahí la miraran como bicho raro y le hicieran “Shh” -Lo siento- dijo y sonrió para sí misma.Pero luego lo pensó una vez más.¿Y si entraba a la oficina de recursos humanos y se encontraba con el ogro de Aller tendiéndole una trampa?Helena abrió su cartera y se encontró con los billetes del crimen, tenía que recuperar la billetera y explicar el malentendido, si se lo devolvía a tiempo quizás la dejarían irse sin ningún castigo.Apresurada subió al ascensor y miró la gran cantidad de números de pisos que había-mierda mierda- dijo con la mano temblorosaNo
-¡Mierda m****a!- Gritó Helena mientras corría hacia su primer día en el trabajo, nuevamente el Bus le había fallado y solo faltaban 5 minutos para las 9 AM, ¡No podía ser impuntual en su primer día! Llevaba sus zapatos de taco en sus manos, porque había aprendido la lección, se quitaría las zapatillas viejas pero cómodas al entrar. Cruzó la calle, esta vez mirando hacia ambos lados y entró a la empresa hecha un rayo. Mientras corría hacia la recepción, la hebilla de uno de los zapatos se enganchó en su remera nueva de hilo. -¡No puede ser!- exclamó frustrada y tironeó, estirando un largo hilo y descociendo la blusa- No no no- Negó mientras trataba de desenganchar el hilo, sin ver hacia adelante. -¡Cuidado!- Gritaron de fondo. Pero cuando Helena levantó la vista hacia adelante ya había chocado de frente con alguien y cayendo ambos al suelo. Helena levantó el zapato, el hilo se había soltado, pero cuando miró su blusa, un gran escote se había hecho mostrando el inicio de sus pequ
Sebastián miraba en silencio la pantalla de su computadora, donde se mostraba un video en blanco y negro que develada al ladrón de su cartera, más bien ladrona, porque la persona era nada más ni nada menos que su secretaria, ¡A quien había contratado para el mejor puesto! No podía creerlo, había sido bueno con ella después de todo, ¿Así le agradecía? -Voy a llamar a la policía inmediatamente- exclamó su gerente, levantando el tubo del teléfono. Rápidamente el CEO apretó el botón cortando la llamada- ¿Señor? -Por el momento no voy a tomar cartas en el asunto. -Pero señor Aller es una ladrona -Lo sé. Sebastián dirigió una fría mirada hacia el hombre, quien intimidado salió de la oficina sin decir más nada. No sabía porque, pero no quería alejar a la mujer de él, prefería tenerla cerca y tener esa carta guardada para un futuro. Helena tocó la puerta de la oficina de su jefe y esperó. -Pase- escuchó la voz grave del heredero y respiró hondo cerrando los ojos “Vamos Helena tú p
Sebastián no tiene idea de cuánto tiempo ha estado observando en silencio a Helena desde su oficina. La ha visto teclear sin parar, con sus dedos largos y delgados, relamerse sus finos labios dejando una capa fina de brillo haciendo que el joven heredero se relamiese los propios, imaginando a qué saben los de su secretaria. “Seguramente a cerezas frescas” Pensó -¡Helena!- gritó una voz chillona que irritó al CEO y lo hizo volver a la realidad- ¿Te enteraste de que Katlyn va a hacer una despedida de soltera? Un grupo de mujeres rodeó a Helena alejándola de su visión. -No sabía… -Ay Carlita ¡pero si estamos todas invitadas! -¿A si? -Sí, tú también -Agradezco la invitación chicas, pero no puedo dejar a mi hermanito solo, diviértanse ustedes -Ay vamos Helena, ¿Realmente te lo vas a perder? ¡Va a ser la fiesta del año! -Claro, después de la boda- corrigió otra -Si si, pero en esta va a haber stripper Las chicas rieron divertidas y sonrojadas por eso Pero a Helena realmente
-¡Filma esto!- Exclamó Katlyn a una de las chicas, quien encendió la cámara de su celular y comenzó a grabar a Helena. La secretaria presidencial bailaba en el medio de la pista, danzando con movimientos lentos y con los ojos cerrados, la joven drogada levantó lentamente su falda por encima de sus muslos blancos como el papel, mostrando el inicio de su ropa interior ancha color rosa para nada sexi. -Haz un acercamiento a eso- señaló divertida la rubia- ¡La mejor despedida del mundo!, no necesito strippers con esto. Helena se sentía en un sueño psicodélico, todo le daba vueltas, no podía ver nada ni a nadie y las luces de colores del boliche parecían fuegos artificiales que molestaban en sus ojos sensibles a la luz, la música sonaba tan fuerte que la sentía en su cerebro. “Necesito bailar, necesito moverme” Gritaba en su cabeza bailando con más fuerza, sentía que si dejaba de moverse se apagaría. -Que calor…- balbuceó aún con los ojos aún cerrados, sintiendo todo su cuerpo con una
-Piérdanse idiotas- gruñó uno de los amigos de Alan a los dos hombres que apretaban a Helena en medio de la pista, los nombrados gruñeron molestos de que otro hombre quisiera arruinarles la fiesta, pero cuando se giraron hacia donde venía la voz sus rostros pasaron a uno de terror, el otro amigo de Alan se acercó poniéndose al lado. -¿No escucharon? ¡Lárguense! ¡shu! ¡fuera! Ambos apretaron con fuerza las muelas con el cuerpo temblando de la ira, no podían gritarles ni pelear, ya habían perdido la batalla y a la chica, porque ellos y todos los demás que estaban en la pista sabían quiénes eran esos dos hombres de camisas de telas costosas, pantalones a medida y relojes del valor de una casa, eran los amigos o más bien ¨Los secuaces¨ así les decían algunos, de Alan Aller, que prácticamente era el dueño del lugar, casi todas las noches estaban ahí zumbando, molestando a la gente y llevándose las mejores mujeres, ellos elegían y ya no había nada más que hacer. Sin protestar, se aleja
-Ahora largo- -Pero Alan ¿No quieres que filmemos o algo? -Sí, ¿porque no nos divertimos un rato cada uno? La noche está en pañales. Alan frunció el ceño con molestia y sus ojos marrones parecieron volverse negros al clavarse en los rostros de sus dos amigos, quienes tragaron saliva nerviosos arrepintiéndose de la sugerencia de divertirse los tres con Helena. Alan no quería compartir a la colorada que ahora estaba acostada detrás suyo en la cama de un motel barato, porque sí Alan podría ser asquerosamente rico, pero no gastaría un centavo de más en una noche con una mujerzuela. La quería sola para él, a veces compartía con los idiotas de sus compañeros de fiesta, pero está vez era distinto, estaba más que ansioso por cerrar la puerta y quedarse a solas con ella. -No- sentenció cerrando de un portazo la habitación. Todo se quedó en silencio, Alan aún estaba con su cuerpo hacia la puerta cuando escuchó un gemido bajo detrás suyo, sintió el sonido excitante y femenino recorrer
Sebastián se despertó en la mullida cama de su pent-house, la luz de la mañana entró por el gran ventanal molestando su visión y sintió un fuerte dolor de cabeza producto de lo consumido en la noche. -Argh- se quejó esquivando los rayos blancos girándose hacia el otro lado, encontrándose con la mujer pelirroja que aún dormía plácidamente, pero no por el cansancio de una noche salvaje, porque el joven heredero perdió su racha y su fama de ser un don juan en la cama, ahora se sentía avergonzado, con su ego por el piso, no ha sido capaz de disfrutar a la hermosa mujer ni ella de confirmar lo que estaba en boca de todos y que todas las mujeres querían confirmar por cuenta propia. Que no había otro como Sebastián Aller en la cama. “Lo siento, no puedo” Exclamó saliendo de encima de la hermosa mujer y sentándose a un costado completamente humillado. No podía quitar la imagen de la joven que hace días vagaba por su mente, fue mala idea elegir a una pelirroja para saciar el deseo que tenía