-¡Filma esto!- Exclamó Katlyn a una de las chicas, quien encendió la cámara de su celular y comenzó a grabar a Helena. La secretaria presidencial bailaba en el medio de la pista, danzando con movimientos lentos y con los ojos cerrados, la joven drogada levantó lentamente su falda por encima de sus muslos blancos como el papel, mostrando el inicio de su ropa interior ancha color rosa para nada sexi. -Haz un acercamiento a eso- señaló divertida la rubia- ¡La mejor despedida del mundo!, no necesito strippers con esto. Helena se sentía en un sueño psicodélico, todo le daba vueltas, no podía ver nada ni a nadie y las luces de colores del boliche parecían fuegos artificiales que molestaban en sus ojos sensibles a la luz, la música sonaba tan fuerte que la sentía en su cerebro. “Necesito bailar, necesito moverme” Gritaba en su cabeza bailando con más fuerza, sentía que si dejaba de moverse se apagaría. -Que calor…- balbuceó aún con los ojos aún cerrados, sintiendo todo su cuerpo con una
-Piérdanse idiotas- gruñó uno de los amigos de Alan a los dos hombres que apretaban a Helena en medio de la pista, los nombrados gruñeron molestos de que otro hombre quisiera arruinarles la fiesta, pero cuando se giraron hacia donde venía la voz sus rostros pasaron a uno de terror, el otro amigo de Alan se acercó poniéndose al lado. -¿No escucharon? ¡Lárguense! ¡shu! ¡fuera! Ambos apretaron con fuerza las muelas con el cuerpo temblando de la ira, no podían gritarles ni pelear, ya habían perdido la batalla y a la chica, porque ellos y todos los demás que estaban en la pista sabían quiénes eran esos dos hombres de camisas de telas costosas, pantalones a medida y relojes del valor de una casa, eran los amigos o más bien ¨Los secuaces¨ así les decían algunos, de Alan Aller, que prácticamente era el dueño del lugar, casi todas las noches estaban ahí zumbando, molestando a la gente y llevándose las mejores mujeres, ellos elegían y ya no había nada más que hacer. Sin protestar, se aleja
-Ahora largo- -Pero Alan ¿No quieres que filmemos o algo? -Sí, ¿porque no nos divertimos un rato cada uno? La noche está en pañales. Alan frunció el ceño con molestia y sus ojos marrones parecieron volverse negros al clavarse en los rostros de sus dos amigos, quienes tragaron saliva nerviosos arrepintiéndose de la sugerencia de divertirse los tres con Helena. Alan no quería compartir a la colorada que ahora estaba acostada detrás suyo en la cama de un motel barato, porque sí Alan podría ser asquerosamente rico, pero no gastaría un centavo de más en una noche con una mujerzuela. La quería sola para él, a veces compartía con los idiotas de sus compañeros de fiesta, pero está vez era distinto, estaba más que ansioso por cerrar la puerta y quedarse a solas con ella. -No- sentenció cerrando de un portazo la habitación. Todo se quedó en silencio, Alan aún estaba con su cuerpo hacia la puerta cuando escuchó un gemido bajo detrás suyo, sintió el sonido excitante y femenino recorrer
Sebastián se despertó en la mullida cama de su pent-house, la luz de la mañana entró por el gran ventanal molestando su visión y sintió un fuerte dolor de cabeza producto de lo consumido en la noche. -Argh- se quejó esquivando los rayos blancos girándose hacia el otro lado, encontrándose con la mujer pelirroja que aún dormía plácidamente, pero no por el cansancio de una noche salvaje, porque el joven heredero perdió su racha y su fama de ser un don juan en la cama, ahora se sentía avergonzado, con su ego por el piso, no ha sido capaz de disfrutar a la hermosa mujer ni ella de confirmar lo que estaba en boca de todos y que todas las mujeres querían confirmar por cuenta propia. Que no había otro como Sebastián Aller en la cama. “Lo siento, no puedo” Exclamó saliendo de encima de la hermosa mujer y sentándose a un costado completamente humillado. No podía quitar la imagen de la joven que hace días vagaba por su mente, fue mala idea elegir a una pelirroja para saciar el deseo que tenía
Helena no sabe cuánto tiempo caminó desde el motel de media estrella hasta su pequeño departamento del otro lado de la ciudad, con su vestido roído en la parte de abajo, sus pies descalzos porque era imposible para ella apurar el paso con los zapatos de fiesta, sus piernas apenas enjuagadas con el agua de la canilla para disimular lo sucedido, su cabello suelto hacia los costados tratando de tapar las marcas de su piel desnuda, la incomodidad de usar la ropa interior arruinada y manoseada por alguien más cubriendo su parte íntima adolorida y que suplicaba por ser lavada con fuerza cuanto antes para quitar la sensación de suciedad y lo peor de todo es que a cada paso que daba sentía que una parte de su alma se iba por su boca en cada suspiro agitado, las puntadas de dolor no le tuvieron piedad a la pobre mujer, que trataba de no pensar en ello y aceleraba más y más el paso, deseando llegar a tiempo a su trabajo para no ser despedida. Llegó a la puerta de su monoambiente y antes de abr
Helena dejó a su hermanito con la vecina y caminó hacia su trabajo. Ya era muy tarde, había fracasado, perdiendo su racha de puntualidad y se odió por ello, revisó una vez más su billetera con la esperanza de encontrar algo de dinero doblado entre los papeles, pero no, seguía vacía. No podía tomar un taxi, ni siquiera un bus y todavía le faltaba como 20 minutos más de caminata. Mientras caminaba a duras penas, tratando de no renguear mucho y pensando en qué excusa sería la mejor para explicar el motivo de su atraso pasó por la puerta del hospital donde pasó casi toda su vida por su padre y luego su hermanito enfermo. Se detuvo un segundo mirando la entrada, sintiendo el latir de sus entrañas pidiendo ser curadas. Se había enjuagado por todos lados, pero aun así el dolor persistía. “Quizás podría entrar y que me atiendan” Meditó. Pero luego pensó en la gran deuda que tenía con el hospital.“No, no puedo endeudarme aún más” Negó frenéticamente abrazándose a sí misma y continuando con
-Oh dios…Helena realmente deseaba saber qué había sucedido anoche, la ausencia de los recuerdos le generaba una impotencia terrible. Lo que no esperaba era verse a sí misma en un video bailando de una manera tan descarada y desenfrenada entre dos hombres que jamás había visto antes, con una sonrisa amplia y tonta dibujada en el rostro ¡Disfrutando de lo que estaba haciendo y lo que le estaban haciendo!, meneándose hasta abajo, manchando el vestido que no era suyo y dejando que esos dos hombres la manosearan mientras se restregaba contra ellos. Esa no era ella, no podía serlo. Esto es lo que eres en realidad, una zorra barata que se entrega a cualquiera con tan solo un vaso de alcoholDecía en el cuerpo del mail-Quizás tienen razón- exclamó en voz baja. Ella había pensado que todo lo que le habían hecho en la fiesta había sido culpa de alguien más, pero parece que no, que ella misma se lo buscó. Helena comenzó a agitarse, sentía que el aire no le entraba por los pulmones, apretó c
Ya se habían ido todos de la oficina, finalmente Helena se sintió segura y tranquila, sin todos esos ojos juzgando a lo lejos. Tomó su bolso y se dispuso a volver a su casa, deseando que el día de hoy se acabara de una m*****a vez. Pero al pasar por al lado de la gran oficina de su jefe se sorprendió de que la luz aún estaba encendida, se asomó curiosa y lo vio caminar de una punta hacia la otra, mirando hacia el ventanal con el teléfono en el oído. -¡Pero te dije que no lo sé! Hace tan solo una semana tomé el puesto, ¡los movimientos contables del anterior CEO no los tengo! - hizo una pausa, escuchando a la persona del otro lado mientras cerraba el puño con impotencia- ¡Tú eres mi contador tú deberías saber estas cosas, no yo! Sebastián tiró el teléfono con fuerza sobre el escritorio y se sentó con pesadez. La pelirroja amagó con dejar a su jefe solo con ese problema, pero algo dentro suyo le decía que era una buena oportunidad para hacer buena letra con él. Envió un mensaje a su