—Mucho gusto, soy Madison Harrington, ¿Y usted es? —
El viento nocturno se sintió repentinamente helado aun y a pesar de estar a la mitad del verano. El ruido de las sirenas de ambulancia que llegaban al lugar, apenas alcanzaba a escucharlo. El tiempo parecía haberse congelado en el instante mismo en que esa hermosa y joven mujer le había dicho su nombre, y sintiéndose confundido, e incluso asustado, Elijah se había quedado sin palabras en aquel momento.
Aquella sonrisa resplandeciente, aquellos ojos celestes tan claros como el color del cielo después de una lluvia en primavera. Era hermosa, la mujer más bella que el jamás antes hubiera visto, y su sencillez cautivadora la hacía resplandecer como a la más pura y brillante de las estrellas. El orgulloso y frío Elijah Black, por primera vez en su vida, se había quedado sin palabras, y esa mujer le miraba directamente a los ojos como nadie más lo había hecho.
—¿Se encuentra bien señor? ¿Necesita ayuda? — cuestiono Madison al ver que el hombre no le había respondido y parecía haber visto a un fantasma.
¿Qué debía de decirle? Si le decía la verdad sobre quien era el, estaba seguro de que su olvidada esposa y quien quería divorciarse de él, lo iba a mandar directo al diablo. Tenía que pensar en algo rápido, algo que lo sacara de esa incómoda situación y le permitiera llegar a conocer a esa mujer como en realidad era. Pues detrás de aquel rostro hermoso, aun podía esconderse la peor de las arpías.
—Lo siento, pero me quede perdido en sus hermosos ojos, es un color poco común ¿Lo sabía? Existen ojos azules de todo tipo, pero los suyos son tan claros que son idénticos al color que muestra el cielo por las mañanas, permítame presentarme, soy E-Ernest Black, vengo a visitar la mansión Black que se encuentra muy cerca —
El rostro de Madison se contrajo en una mueca de desagrado. Aquel hombre bien parecido resultaba ser un pariente o algo así de su esposo fantasma. Aunque no parecía ser desagradable como seguramente si lo era su mezquino marido que no se había tomado ni siquiera la molestia de intentar conocerla.
—¿Es usted pariente de Elijah Black? — cuestionó sin rodeos.
Elijah no se sorprendió por el repentino cambio de actitud que aquella mujer mostraba. Ella estaba furiosa con él, y suponía, era lo normal; después de todo, no se había tomado la molestia de tan siquiera hacerle una llamada telefónica en todo el año que tenían de matrimonio. En realidad, justo el día en que fue notificado de su solicitud de divorcio, se cumplía el primer aniversario de su falso matrimonio, ella, parecía, estaba realmente ansiosa por divorciarse. Para nadie que sabia sobre ello era un secreto que aquello tan solo fue un matrimonio por contrato a que accedió para que su padre dejara de molestarlo. Su progenitor, además, durante todo ese tiempo le había ordenado, pedido, e incluso suplicado para que viajara a conocer a su esposa, aunque el, simplemente, se había negado a ello.
—Así es, soy pariente de los Black, primo segundo de Elijah y de Eliott, mi primo ha estado demasiado ocupado por trabajo y me mando aquí para ver que a su esposa no le hiciera falta nada, como verá, él se encuentra muy preocupado por…
—Ahórrese el comentario señor Black, no hay trabajo u ocupaciones que impidan tomar el teléfono por al menos tres minutos para hacer una llamada. Se que no es culpa suya, y lamento si soy algo brusca al ser tan directa, pero le aseguro que no necesito que nadie me vigile, además, en pocos días dejaré la mansión, he solicitado el divorcio a su pariente, y no tengo intenciones de arrepentirme, me temo que lo han hecho viajar en vano, pero, como he dicho, nada de esto es culpa suya, venga conmigo, yo soy esa esposa olvidada que vive por ahora en la mansión Black, sígame en su auto, no estamos lejos —
Madison regreso a su viejo auto, un Mustang Shelby en color blanco que no se veía bien cuidado y parecía estar tirando aceite. Elijah estaba sinceramente sorprendido. Aquella mujer no daba rodeos con lo que tenía que decir y no parecía ser el tipo de personas que se traga lo que tiene que decir ni siquiera por cortesía. Además, que estuviera usando un auto tan viejo y en mal estado, hablaba mal de él; seguramente los que sabían que Harrington era su esposa lo tenían por un miserable avaro que no era capaz ni siquiera de darle un buen auto a la mujer con la que estaba casado. ¿Por qué demonios estaba conduciendo semejante pedazo de chatarra? Aun siendo un auto clásico, pasaba sin pena ni gloria y hacia lucir a su conductora como una misera pordiosera debido al mal estado en el que se encontraba. Molesto, confundido e intrigado, Elijah subió a su lujoso Maseratti que recién había adquirido para no tener que usar un auto rentado durante su estadía en Londres.
Tomando el camino hacia la vieja mansión, Elijah no notaba que sus peores recuerdos aún no habían aflorado, su mente, estaba totalmente ocupada en esa extraña mujer que conducía aquella carcacha delante de él; cualquiera podría pensar que la esposa del orgulloso heredero de los Black habría gastado una fortuna con su tarjeta de crédito ilimitada, llevaría prendas de super lujo o por lo menos conduciría un buen auto, pero no era así. Madison Harrington conducía ese vejestorio, usaba ropa de pordioseros que, se notaba, había sido adquirida en un centro comercial cualquiera, y no había gastado un solo dólar de su fortuna ni siquiera para comprar ropa interior. ¿Quién demonios era esa mujer? ¿Acaso era un extraterrestre? No lo sabía, pero había logrado intrigarlo de sobre manera.
Prestando atención al camino, miraba la espalda de su chofer. Ningún empleado reciente había la razón por la cual él había marchado de la hermosa y vieja mansión Black. Los caminos eran los mismos, aquellas praderas que guardaban miles de recuerdos, eran tal cual las recordaba, y aun cuando era de noche, casi podía verse a sí mismo cuando era un chiquillo que junto a su madre jugaba en aquellas tierras que ahora le pertenecían. Negando en silencio, esperaba terminar con aquel asunto tan rápido como le fuera posible…no quería quedarse demasiado tiempo en ese lugar.
Finalmente, y sobre aquella colina se erigía orgullosa aquella mansión que, durante generaciones, había pertenecido a su poderosa familia. Aquel escalofrió lo había invadido, y aquella ansiedad que los malos recuerdos traían a su mente se hacía presente. Sin embargo, el escandaloso ruido de aquel viejo Mustang estacionándose y la cantidad de humo que había soltado, lo habían hecho salir rápidamente de aquel estado. Su joven esposa miraba preocupada a su viejo auto, y mirando todos aquellos que había dejado allí, rio con ironía. ¿Por qué no usaba cualquiera de esos autos de lujo que estaban allí? Su esposa estaba demente. Bajando del auto, se acercó a ella para ver que era o que le había ocurrido con su viejo coche, y casi se ahoga de la risa que tuvo que reprimir, cuando la vio usando un cepillo de dientes.
—Pero, ¿Qué es lo que está haciendo? —
—Intento limpiar el aceite que se derramó sobre el motor, odio cuando hace eso, se calienta y esas gotas provocan ese humo infernal que apesta mi ropa, diablos, tendré que echar este cambio en la lavadora — se quejó Madison.
Elijah se esforzó por no reírse en tan irónica y extraña situación.
—¿Pero porque un cepillo de dientes? No es el que usas normalmente, ¿O sí? — cuestionó.
—Por supuesto que no — dijo la joven pelinegra mientras tallaba con fuerza. — Este es mi viejo cepillo, aun servía, pero no quise tirarlo y decidí darle una vida útil con mi viejo auto, mi Shelby es viejo, pero es una maquina poderosa, pronto tendré el dinero suficiente para enviarlo a arreglar del todo, aunque será algo molesto andar en autobús — respondió.
Mirando de nuevo todos aquellos autos lujosos en el garaje, Elijah miró con ironía a la mujer.
—¿Y estos autos no sirven? ¿No podría tomar alguno? Creo que está sufriendo porque quiere, no creo que a mi primo le importe si su esposa usa uno de sus autos —
Madison soltó una carcajada cargada de sarcasmo.
—Claro, a mi esposo fantasma no le va a importar, si no le importo conocerme, mucho menos le interesara que tome uno de estos, pero no, yo no pienso tomar nada que le pertenezca, prefiero ganarme la vida por mis propios métodos, de esa manera no le debo nada a nadie, y yo no soy una princesa en peligro, se arreglármelas sola —
Y cerrando la cajuela, Madison entró en la mansión siendo seguida por Elijah. Aquel apuesto hombre se había quedado sin palabras. Las manos de su esposa estaban lenas de aceite de motor, incluso, se había ensuciado un poco la cara con ello. Verla usando un viejo cepillo de dientes, verla ayudando a ese niño desconocido y conduciendo esa carcacha que estaba a punto de colapsar, lo habían dejado perplejo. Aquella mujer era única, demasiado distinta a todas aquellas que por su cama habían desfilado…y aun cuando ella deseaba divorciarse, no había negado ser una mujer casada cuando intento coquetearle.
Repentinamente no deseaba divorciarse de ella, no aún. Quería conocerla más, quería saber con certeza que era tan real como parecía serlo…quería saber quién era realmente su esposa. Entrando a la mansión, pudo ver como su viejo mayordomo, Giuseppe, se acercaba molesto a la joven.
—Señorita, ¿En dónde se encontraba? Su amiga Beatriz vino a visitarla…
El viejo mayordomo se había quedado paralizado al ver tras su joven señora a su querido amo, el joven Elijah Black.
—¿Joven amo? No sabía que iba a visitarnos, de saberlo habría preparado su…
—No es necesario que te preocupes Giuseppe, mi primo, Elijah, me ha pedido que visitara a su encantadora esposa, aunque me he llevado una gran decepción al saber que se están divorciando, anda, ven aquí, dale un abrazo a tu querido Ernest —
Y abrazando a su sirviente, Elijah le ordeno el seguirle la corriente; había claramente ocultado su verdadera identidad a su joven y curiosa esposa.
—Por supuesto, joven amo Ernest, pasen por aquí, serviré la cena —
—Sea bienvenido señor Black a su casa — dijo Madison sonriéndole a aquel apuesto hombre sin saber que aquel no era otro que aquel esposo fantasma que la había dejado en el olvido.
Aquella noche, en su estudio, Elijah por primera vez no lamentaba estar en aquella vieja mansión. Aquel frio y solitario lugar se había vuelto repentinamente interesante.
—Mañana a primera hora, quiero que llames a mi abogado, Giuseppe, no quiero divorciarme, no voy a permitirle a Madison Harrington alejarse, no hasta que sepa quién es ella realmente —
El viento caliente arrastraba el polvo entre los vientos, la vieja carretera era la misma que recordaba de antaño y los recuerdos más hermosos iban acompañados tambien de los más terribles. Aquellas colinas, aquellas praderas, alguna vez habían sido el paraíso terrenal de un inocente niño que cada día tenía el mejor día acompañado de su madre. Sin embargo, hoy en día no era así, y aquellos verdes prados se hallaban vacíos.Elijah, observaba aquello desde el balcón de su vieja habitación de infancia, sintiendo su corazón sobrecogido de tristeza y añoranzas que ya no podrían ser. El sonido de un chapuzón, sin embargo, lo sacaba de aquellos nostálgicos recuerdos de su infancia dolorida, haciendo que prestara atención en la enorme alberca que durante mucho tiempo había estado en desuso. Sus ojos ambarinos se fijaron en la escultural figura de aquella mujer que parecía nadar como toda una experta. Sus cabellos negros se hallaban completamente empapados, y su belleza única lo había deslumbr
Los paisajes verdes y reconfortantes de siempre, parecían perderse mientras se alejaba poco a poco de la hermosa mansión Black , las ideas revoloteaban como mariposas en su mente, todo parecía marchar bien, Madison había recibido las llaves de su nuevo apartamento que estaría cerca de la universidad y esa mañana se dirigía a revisar que todo estuviera en orden con la mudanza, los recuerdos de su vida en soledad siendo la esposa de un fantasma, finalmente, quedarían atrás; era libre de prepararse para el futuro que siempre soñó...y quizás enamorarse, o quizás no. La refrescante brisa matutina golpeaba con suavidad su hermoso rostro sonriente, su auto finalmente estaba listo y parecía no haber problemas de ningún tipo. Todo marchaba bien, había llamado a su querida amiga Stefany quien la ayudaría a acomodar las cajas de mudanza que seguramente ya habían llegado y estarían apiladas en la entrada del edificio, ese sería un día ocupado y había pedido a Ernest, el primo de su esposo, que la
Las risas de la chica fueron interrumpidas por el molesto sonido del timbre del departamento, Madison entre risas se apresuró a abrir dejando ver a una pequeña y muy delgada jovencita de cabello corto y castaño y unos enormes ojos del mismo color que las hojas verdes de los árboles, era bonita, aunque su belleza era más infantil, junto a ella se encontraba un joven rubio de ojos azules que había corrido a abrazar a Madison tan pronto como abrió la puerta, otro chico más de aspecto más serio y con gafas había entrado al departamento, aunque esté parecía tener mucha más educación que el otro joven, para su desgracia, conocía bastante bien a aquellos dos.— Stefany, Adrien, Erick, me alegra mucho que vinieran — dijo Madison quitándose de encima al rubio y abrazando a la chica bajita.Dos de aquellos rostros, sin embargo, no eran desconocidos para él. Se trataban de nada mas y nada menos que dos viejos conocidos, miembros de las familias mas poderosas e la ciudad estando solo por debajo d
Las chicas habían terminado de acomodar casi todo y se habían tomado algunos minutos para descansar.— Ese chico que estaba contigo parecía muy serio y elegante, el tipo de hombre del que cualquiera podría enamorarse — dijo repentinamente Stefany.— ¿Lo crees? Bueno, si es muy apuesto, a decir verdad, nunca había visto un hombre así, pero sabes que no es mi prioridad ahora mismo tener una pareja — rio Madison sin darle importancia.Stefany la miro seria.— Madison, Adrien no quería que te lo dijera, pero creo que debes saberlo — dijo la pelinegra.— ¿Decirme que? — pregunto la pelinegra intrigada ante la seriedad de la chica.— El regresará...viene desde Inglaterra, ha concluido sus estudios y tomara el control como cabeza de su familia, solo quiero decirte, que no dejaremos que el vuelva a hacerte daño — dijo la chica con seriedad.Madison palideció ante las palabras de Stefany, todo pensamiento que tenía hasta ese momento, desde la extraña reacción de Adrien ante Ernest y lo curioso
Aquellas palabras de Eccheli, habían dejado a Elijah con tantas dudas. Aquella cicatriz en el cuerpo de su esposa, aquella charla extraña con su amiga; todo aquello había mantenido su mente ocupada. Aquella mañana había solicitado a su investigador privado todo lo que pudiera de Madison. Tenía que averiguar qué era lo que estaba pasando. El calor del verano parecía haberse desvanecido repentinamente. El hermoso cielo celeste, había sido invadido por espesas nubes que parecían presagiar una tormenta. De a poco, gruesas gotas lluvias comenzaban a caer, dejando el suelo completamente empapado y en el aeropuerto, un desfile de guardaespaldas desfilaba protegiendo a un elegante hombre que caminaba de manera arrogante. —Señor O´Brien, sea bienvenido a New York, espero que el viaje haya sido de su total agrado… —Silencio — interrumpía aquel elegante hombre. Sus cabellos rubios, casi platinos, su tez aperlada y tersa, y aquellos fieros ojos tan ámbar que parecían ser casi amarillos, lo hac
El insoportable calor del verano parecía robar la vitalidad de la juventud que apresurada intentaba mantener su energía de siempre. Las calles, vacías de día y atiborradas de noche, dejaban claro que la gente decidía escapar del sofoco que las altas temperaturas les provocaba. La cafetería, sin embargo, recibía clientes sedientos y hambrientos durante todo el día desde la apertura hasta el cierre, bebidas frías y sabrosos helados de mil sabores y colores eran los predilectos de los muchos jóvenes que diariamente llegaban en busca de algún manjar que les ayudará a refrescarse.— ¡Que tenga un buen día señor! — decía la única empleada que atendía la cafetería, y quien era tambien una de las mejores amigas de Madison.Le Amore era un refugio para miles de estudiantes que dentro de muy poco comenzaban el nuevo semestre; era casi como una bendición para refugiarse del ajetreo y el estrés. Aquel sitio, era el primer hijo de Madison Harrington, la cafetería que, a base de mil esfuerzos y sac
El viento soplaba con suavidad, y aquellas memorias que creyó para siempre enterradas, llegaban como una poderosa ola que estremecía sin piedad el corazón de Elijah.— ¿Sucede algo Ernest? — pregunto Madison sacando a Elijah de sus pensamientos.— Estoy bien — respondió Elijah.Sintiendo una leve punzada al ser llamado por un nombre falso, por un momento quiso saber cómo se escucharía su nombre saliendo de esos hermosos labios sonrosados sin el deje de decepción y molestia con el que la joven solía pronunciarlo.— Pareces algo conmocionado, quizás nos vendría bien a ambos salir a caminar un momento, tanto pensar en las clases y tú en lo que sea que ocupe tus pensamientos parece que nos ha afectado, además este sofocante calor no ayuda mucho — dijo la joven sonriendo.Nuevamente, Elijah quería preguntarle qué era lo que le había pasado con ese maldito, pero no se sentía con derecho a hacerlo. Caminando por las aglomeradas calles de la ciudad, finalmente llegaron hasta un pequeño parque
Del otro lado en la cuidad, amigas disfrutaban de una tranquila noche de chicas.— Mis sentimientos por usted no han cambiado, pero una palabra suya me silenciara para siempre...—Suspiros profundos se dejaron escuchar en la pequeña pero cómoda habitación de la joven.— Dios ¿Porque no puedo encontrar un hombre así para mí? — reprochaba Eimy ganándose una risita de parte de Beatriz y Madison.— Es un personaje literario, lo escribió una mujer, obviamente nunca encontraremos a nadie así — dijo Stefany con ironía.Todas se rieron y miraron a la delgada chica con ironía.— Pero ¿Cómo puedes decir eso cuando tienes a Eccheli suspirando por ti? — reprochó Beatriz entre risitas.— Es verdad, el chico es como un príncipe, ¡Es tan malditamente apuesto y gentil que en verdad es ofensivo que digas eso Stefy! — chillo la bella pelirroja.— Adrien es muy ruidoso, no me deja ni respirar, no me extrañaría que estuviera en el edificio de enfrente espiando lo que hacemos con tal de no perderme de vis