Amor. Aquel sentimiento que te lleva del cielo al infierno en una sola vuelta a la luz del sol.
—Luces hermosa, Madison —
Un vestido. Aquella prenda, la más especial para una mujer, que la haría lucir como la más hermosa princesa que feliz esperaba a su destinado encuentro con el perfecto príncipe.
—Seguro el será un hombre muy afortunado de tenerte, será el esposo más dichoso —
Un marido. Aquel que una mujer escogía como su único, como aquel hombre con el que estaba dispuesta a compartir el resto de su vida, y de quien se había enamorado en medio de flores y bellos cuentos que pasaban desde las páginas hasta la realidad.
—Es una pena, él ha dicho que no asistirá a su propia boda, esto debe de permanecer en secreto, o ella quedará expuesta al ridículo —
Aquel lugar se sentía solitario, tan vacío como aquel que sentía en lo profundo de su corazón. Todas las pocas miradas presentes, estaban sobre la hermosa y solitaria novia, que lucía tan hermosa como una princesa, pero que era tan miserable como aquellos que hacia el paredón caminaban para encontrarse con su último destino.
—Debes de firmar esté papel, si en el plazo de un año no es feliz con el señor Black, entonces, será libre de solicitar un divorcio, señorita Harrington —
En aquella solitaria boda, solo estaba presente la hermosa novia; el novio, no se había presentado por razones que nadie conocía. La solitaria joven, ataviada en aquel hermoso y costoso vestido blanco, se descubría el rostro haciendo a un lado el precioso velo de encaje. Firmando aquel frio papel en donde su nombre, y el de aquel que se había negado a asistir a su propia boda, yacían juntos declarados como marido y mujer, Madison Harrington había sellado su destino, aquel contrato matrimonial ya había sido firmado por el ausente novio, y con su firma, aquel trato estaba sellado. Aplausos se hacían presentes, y los pocos y seleccionados invitados, felicitaban a la solitaria novia mirándola con un deje de lastima. El famoso y multimillonario Elijah Black, ahora estaba oficialmente casado, la prensa invitada, había sido prohibida de informar la inasistencia del novio, y sabiendo bien que el extravagante multimillonario siempre se negaba a tomarse fotografías bajo cualquier circunstancia, para nadie parecería extraño que aquella hermosa novia de cabellos azabaches como la noche, y encantadores ojos celestes, apareciera sola en los titulares de los mejores periódicos del mundo.
Prácticamente nadie en el mundo conocía el rostro de Elijah Black, su ahora esposa, tampoco lo conocía. Así era…ella no se había enamorado de aquel hombre del que apenas y si conocía su nombre, ella no había ido junto a su mejor amiga a escoger el más precioso vestido para su día más especial. Ella no había escogido al hombre con el que ahora estaba casada, y que, sin contemplaciones, la había dejado sola en aquella actuación que la dejaba en ridículo. Aquel circo había terminado. No había una celebración, no había palomas blancas ni encantadoras flores de azahar perfumando sus pasos. Madison, salía por la puerta trasera de aquel lujoso hotel que pertenencia a la adinerada familia de su desconocido esposo para enclaustrarse en una vieja mansión a las afueras de la ciudad. Ella, había cumplido. Su adorado padre adoptivo ahora estaba a salvo de la quiebra, aunque ella, tenía roto el corazón, desde hacía demasiado tiempo…
En un lujoso rascacielos en Dubái, un hombre abría una botella de lujoso champagne. Ahora, el soltero más codiciado del mundo, estaba formalmente casado. Sus cabellos castaños se ondeaban en el viento, y sus ojos ambarinos miraban el espectáculo de luces que había ordenado se encendiera en su nombre. La familia Harrington había sido salvada de su desgracia, y en solo un año más, el seria declarado soltero nuevamente.
—Señor, le han llegado las fotografías de su esposa, la señorita Madison Harrington, me han avisado que las enviaron a su celular y su correo, quizás, debería viajar para verla, dicen que es una verdadera belleza la hija de…
—No me interesa, esa mujer es como el resto, solo quieren al gran Elijah por ser el multimillonario heredero de la familia Black, así que, no importa si es la mujer más bella del mundo, esa mujer, no podría interesarme nunca, recibí el correo y los mensajes de mi padre, pero los he eliminado sin ver, así que, Fabricio, no quiero oír una palabra más del tema. Mañana enviaras una tarjeta de crédito sin límite, y un guardarropa con la ropa más costosa que exista, de esa manera, mi esposa me dejara tranquilo, hay muchas mujeres como ella aquí mismo dispuestas a complacerme, y o lo olvides, ninguna mujer ama en realidad, todas tan solo quieren lo que llevas en tu billetera, la nueva señora Black, no es la excepción —
Y con aquellas palabras, Elijah Black observaba los fuegos artificiales, aquella era su noche de bodas, y la disfrutaría a lo máximo con todas aquellas mujeres que ya lo estaban esperando.
—Por favor, pase señora Black, este será su nuevo hogar, la mansión del amo es…
—Le ruego, señor mayordomo, que no me lame señora Black, todos aquel sabemos que esto no es más que una farsa montada, solo soy la esposa de ese hombre por mi padre, y en solo un año, seré libre de el —
El mayordomo, fiel a su señor, negó.
—El amo Elijah es un buen hombre, señorita, si se permitiera conocerlo…
—No quiero conocerlo, no quiero tener nada que ver con él, un hombre que compra a una mujer, no puede ser una buena persona — y saliendo de aquella entrada, aquella joven en sus apenas diecinueve años, sentía su corazón hecho pedazos.
Madison, caminaba al interior de aquella solemne y solitaria mansión. Sus ojos, empañados por las lágrimas, admiraban aquel hermoso cuadro que orgulloso se erigía en el centro del enorme salón principal. Aquella mujer era hermosa, quizás, sería su única compañía durante sus años viviendo en el sitio. Saliendo al balcón lleno de rosas, la hermosa pelinegra admiro las bellas colinas y los valles de abedules que brillaban hermosos y radiantes bajo la luz del sol. Recargándose, sintió gran alivio. Esa noche, y quizás, ninguna otra, no tendría que dormir con un desconocido.
El contrato nupcial había sido firmado, Madison y Elijah eran marido y mujer, pero ninguno conocía el rostro del otro. Negándose a conocerse, negándose a amar, ambos cargaban con la amargura del cruel desamor en sus almas, y Madison, ya había sufrido peores destinos.
—Señorita, ha llegado un nuevo guardarropa para usted con prendas de diseñador, y e joven amo le ha enviado una tarjeta de crédito sin límite para que pueda solventar sus gastos, ahora mismo están llevando todo a su habitación —
Madison sonrió con ironía. Mirando al mayordomo, negó.
—Has que suban todo a mi viejo auto señor Giuseppe, usare mi ropa de siempre, y esa tarjeta, guárdala en algún cajón y olvidemos que existe, le voy a demostrar a su querido amo, que a mi no me va a comprar con su dinero, el amor, mi querido amigo, no es un dólar —
—¿Y que es lo que hará con toda esa ropa? Señorita — cuestiono el sorprendido mayordomo.
—¿No es obvio? La llevaremos a la caridad — respondió Madison alegremente.
En su oficina, Elijah acariciaba a esa mujerzuela que había seguido el puesto de secretaria, una más que caía en su cama sin esfuerzo alguno, él siempre tenía lo que quería, y nada ni nadie podrían hacer nada al respecto. En su vieja mansión familiar, su esposa lo estaba esperando, pero él no tenía intención alguna de verla. Aquella mujer, estaba seguro, se estaba dando la gran vida con aquella tarjeta ilimitada.
“Debes de ir a conocer a tu esposa, aquella chica no es como las demás, te lo pudo asegurar”
Las palabras de su odiado padre aun resonaban dentro de su mente, sin embargo, viviendo del hombre más rastrero y traicionero que había conocido, no creyó un sola de sus palabras. Su esposa era, seguramente, una arpía como lo eran todas, y nada lo haría cambiar de opinión.
En un maltratado orfanato de la ciudad, aquel que cuando era niña los había refugiado a ella y su hermano, Madison se despedía de la madre superiora quien le agradecía infinitamente su donativo. Aquellas prendas de lujoso serian subastadas para solventar los gastos del hospicio. Sonriendo, la hermosa pelinegra se retiraba. Dentro de un año, ella seria completamente libre, y nadie iba a impedírselo.
Un año había transcurrido desde aquella farsa, un año desde que era tan solo una esposa olvidada.—Firme aquí, con esto, estará completa su solicitud de divorcio señorita Harrington —Fuera de aquella vieja y hermosa mansión, había un clima maravilloso. Los cielos celestes estaban despejados, y el cantar de las aves animaba su espíritu. Pronto, volvería a recuperar su libertad, pues para sorpresa de nadie, su desconocido esposo no había cumplido con su parte del contrato.—Entonces, señor Gardner, ¿Con esto estaré libre? — cuestionó Madison esperanzada.El abogado asintió. — Así es señorita Harrington, tan solo hará falta la firma del señor Black, pero dado su incumplimiento del contrato, no será difícil conseguirla, pronto usted volverá a ser soltera, no tiene nada de qué preocuparse —Madison sonrió. Finalmente, y después de un año completo, dejaría de ser la esposa de Elijah Black.—Por aquí señor, le mostraré la salida —La bella pelinegra salía hacia la piscina para nadar un rato
—Mucho gusto, soy Madison Harrington, ¿Y usted es? —El viento nocturno se sintió repentinamente helado aun y a pesar de estar a la mitad del verano. El ruido de las sirenas de ambulancia que llegaban al lugar, apenas alcanzaba a escucharlo. El tiempo parecía haberse congelado en el instante mismo en que esa hermosa y joven mujer le había dicho su nombre, y sintiéndose confundido, e incluso asustado, Elijah se había quedado sin palabras en aquel momento.Aquella sonrisa resplandeciente, aquellos ojos celestes tan claros como el color del cielo después de una lluvia en primavera. Era hermosa, la mujer más bella que el jamás antes hubiera visto, y su sencillez cautivadora la hacía resplandecer como a la más pura y brillante de las estrellas. El orgulloso y frío Elijah Black, por primera vez en su vida, se había quedado sin palabras, y esa mujer le miraba directamente a los ojos como nadie más lo había hecho.—¿Se encuentra bien señor? ¿Necesita ayuda? — cuestiono Madison al ver que el h
El viento caliente arrastraba el polvo entre los vientos, la vieja carretera era la misma que recordaba de antaño y los recuerdos más hermosos iban acompañados tambien de los más terribles. Aquellas colinas, aquellas praderas, alguna vez habían sido el paraíso terrenal de un inocente niño que cada día tenía el mejor día acompañado de su madre. Sin embargo, hoy en día no era así, y aquellos verdes prados se hallaban vacíos.Elijah, observaba aquello desde el balcón de su vieja habitación de infancia, sintiendo su corazón sobrecogido de tristeza y añoranzas que ya no podrían ser. El sonido de un chapuzón, sin embargo, lo sacaba de aquellos nostálgicos recuerdos de su infancia dolorida, haciendo que prestara atención en la enorme alberca que durante mucho tiempo había estado en desuso. Sus ojos ambarinos se fijaron en la escultural figura de aquella mujer que parecía nadar como toda una experta. Sus cabellos negros se hallaban completamente empapados, y su belleza única lo había deslumbr
Los paisajes verdes y reconfortantes de siempre, parecían perderse mientras se alejaba poco a poco de la hermosa mansión Black , las ideas revoloteaban como mariposas en su mente, todo parecía marchar bien, Madison había recibido las llaves de su nuevo apartamento que estaría cerca de la universidad y esa mañana se dirigía a revisar que todo estuviera en orden con la mudanza, los recuerdos de su vida en soledad siendo la esposa de un fantasma, finalmente, quedarían atrás; era libre de prepararse para el futuro que siempre soñó...y quizás enamorarse, o quizás no. La refrescante brisa matutina golpeaba con suavidad su hermoso rostro sonriente, su auto finalmente estaba listo y parecía no haber problemas de ningún tipo. Todo marchaba bien, había llamado a su querida amiga Stefany quien la ayudaría a acomodar las cajas de mudanza que seguramente ya habían llegado y estarían apiladas en la entrada del edificio, ese sería un día ocupado y había pedido a Ernest, el primo de su esposo, que la
Las risas de la chica fueron interrumpidas por el molesto sonido del timbre del departamento, Madison entre risas se apresuró a abrir dejando ver a una pequeña y muy delgada jovencita de cabello corto y castaño y unos enormes ojos del mismo color que las hojas verdes de los árboles, era bonita, aunque su belleza era más infantil, junto a ella se encontraba un joven rubio de ojos azules que había corrido a abrazar a Madison tan pronto como abrió la puerta, otro chico más de aspecto más serio y con gafas había entrado al departamento, aunque esté parecía tener mucha más educación que el otro joven, para su desgracia, conocía bastante bien a aquellos dos.— Stefany, Adrien, Erick, me alegra mucho que vinieran — dijo Madison quitándose de encima al rubio y abrazando a la chica bajita.Dos de aquellos rostros, sin embargo, no eran desconocidos para él. Se trataban de nada mas y nada menos que dos viejos conocidos, miembros de las familias mas poderosas e la ciudad estando solo por debajo d
Las chicas habían terminado de acomodar casi todo y se habían tomado algunos minutos para descansar.— Ese chico que estaba contigo parecía muy serio y elegante, el tipo de hombre del que cualquiera podría enamorarse — dijo repentinamente Stefany.— ¿Lo crees? Bueno, si es muy apuesto, a decir verdad, nunca había visto un hombre así, pero sabes que no es mi prioridad ahora mismo tener una pareja — rio Madison sin darle importancia.Stefany la miro seria.— Madison, Adrien no quería que te lo dijera, pero creo que debes saberlo — dijo la pelinegra.— ¿Decirme que? — pregunto la pelinegra intrigada ante la seriedad de la chica.— El regresará...viene desde Inglaterra, ha concluido sus estudios y tomara el control como cabeza de su familia, solo quiero decirte, que no dejaremos que el vuelva a hacerte daño — dijo la chica con seriedad.Madison palideció ante las palabras de Stefany, todo pensamiento que tenía hasta ese momento, desde la extraña reacción de Adrien ante Ernest y lo curioso
Aquellas palabras de Eccheli, habían dejado a Elijah con tantas dudas. Aquella cicatriz en el cuerpo de su esposa, aquella charla extraña con su amiga; todo aquello había mantenido su mente ocupada. Aquella mañana había solicitado a su investigador privado todo lo que pudiera de Madison. Tenía que averiguar qué era lo que estaba pasando. El calor del verano parecía haberse desvanecido repentinamente. El hermoso cielo celeste, había sido invadido por espesas nubes que parecían presagiar una tormenta. De a poco, gruesas gotas lluvias comenzaban a caer, dejando el suelo completamente empapado y en el aeropuerto, un desfile de guardaespaldas desfilaba protegiendo a un elegante hombre que caminaba de manera arrogante. —Señor O´Brien, sea bienvenido a New York, espero que el viaje haya sido de su total agrado… —Silencio — interrumpía aquel elegante hombre. Sus cabellos rubios, casi platinos, su tez aperlada y tersa, y aquellos fieros ojos tan ámbar que parecían ser casi amarillos, lo hac
El insoportable calor del verano parecía robar la vitalidad de la juventud que apresurada intentaba mantener su energía de siempre. Las calles, vacías de día y atiborradas de noche, dejaban claro que la gente decidía escapar del sofoco que las altas temperaturas les provocaba. La cafetería, sin embargo, recibía clientes sedientos y hambrientos durante todo el día desde la apertura hasta el cierre, bebidas frías y sabrosos helados de mil sabores y colores eran los predilectos de los muchos jóvenes que diariamente llegaban en busca de algún manjar que les ayudará a refrescarse.— ¡Que tenga un buen día señor! — decía la única empleada que atendía la cafetería, y quien era tambien una de las mejores amigas de Madison.Le Amore era un refugio para miles de estudiantes que dentro de muy poco comenzaban el nuevo semestre; era casi como una bendición para refugiarse del ajetreo y el estrés. Aquel sitio, era el primer hijo de Madison Harrington, la cafetería que, a base de mil esfuerzos y sac