NARRADORAEl impacto fue brutal; el aire de la mujer se escapó de sus pulmones con un jadeo ahogado mientras su cabeza chocaba contra la piedra.El dolor fue inmediato y cegador.Katherine sintió que el mundo giraba a su alrededor antes de desplomarse, sin fuerzas, sobre la mullida alfombra.Su visión se nublaba y desde el suelo, apenas pudo distinguir a Francis alejándose, una sombra que desaparecía por la puerta.*****Mientras tanto, Francis corría como un condenado por el pasillo, esquivando a algunas doncellas que revisaban las habitaciones, internándose en un área abandonada.El “tesoro” que se robó en las manos, directo hacia el ala de los difuntos Duques, donde casi nadie buscaba y se encontraba su boleto de salida de esta prisión.*****KATHERINE— ¡Señora! - en medio de mi nebulosa escuché un grito femenino que me llamaba y unas manos que intentaban incorporarme.Mis ojos algo turbios lograron concentrarse por un segundo.Era una doncella y dos mozos que me ayudaban, parece
KATHERINE Sudaba y sudaba; los dientes repiqueteaban dentro de mi boca de manera incontrolable, parecía que los segundos se convertían en horas.Escuchaba el traqueteo de las poleas pasando por las ruedas, el rozar del metal contra las piedras y la madera estremeciéndose.Solo fue un instante, y a mí me pareció un tiempo infinito.Cuando llegué al final del destino, el montaplatos o lo que fuera esta caja instalada, se detuvo.Me quedé tranquila, en silencio, solo oyendo mi propia respiración acelerada, jadeante y los sonidos del corazón golpeando contra mi pecho.Abrí un poco los ojos y sentía húmedas las pestañas; estiré la mano para accionar la palanca.Detrás de esas paredes metálicas quizás encontraría mi muerte; no lo sabía, pero ya no había vuelta atrás.Con un chirrido comenzaron a abrirse de nuevo.Me pegué más al fondo, luchando por liberarme de mis fantasmas, preparándome para dar guerra, pero nada de eso fue necesario.Afuera estaba medio oscuro, se veía como un subterrán
KATHERINEMe quedé por un segundo tendida sobre la tierra, recuperando la respiración, mirando a las copas lejanas de los árboles, metiendo oxígeno fresco a mis pulmones.Tosí un poco en voz baja y me incorporé, sentada.A mi lado el pozo de piedra por donde había salido.A lo lejos, se pintaba vagamente la silueta del castillo contra el cielo atardeciendo, los últimos rayos naranja del sol.Esta parecía ser alguna salida secreta de la morada del Duque.Me levanté, sin más tiempo que perder; cada segundo contaba.Limpié rápidamente la suciedad en las palmas de las manos, revisé ese sello rojo, concentrada; la señal no se había desvanecido y me llevaba a una dirección en esta intrincada arboleda.Desgarré los faldones de mi vestido con rabia, desechando varias capas, necesitaba más agilidad, casi me habían hecho tropezar varias veces y pesaba.Con los botines más libres, comencé mi carrera hacia el lugar donde se dibujaba la línea roja.*****Agazapada detrás de los arbustos, llevé la
KATHERINE—¡Cariño, cuidado! —la sostuve entre mis brazos, frenando el impacto.Jadeaba por la boca, por completo recostada a mí; podía sentir su corazoncito latiendo desbocado.—Nena, solo un poco más, hija, ya estamos cerca. No podemos detenernos —miré nerviosa hacia el camino transitado; no veía con claridad, pero sabía que los monstruos estaban allá afuera.Me agaché entonces frente a Lavinia, que no me podía ni hablar, recuperando el aliento.—Ma… má, estoy muy cansa…da… mamá… tengo… miedo —me echó los brazos al cuello, llorando de nuevo.Solo pude acariciar su cabecita y su espalda; me dolía el alma al ver las magulladuras en su rostro, esos cerdos hijos de puta no tuvieron compasión ni siquiera con una niña.—Mi vida, ya sé que estás cansada, pero no puedo cargarte, cariño, pesas mucho. Nunca escaparíamos —limpié sus lágrimas con mis dedos, besé con suavidad su frente sucia.Las dos éramos un desastre.—Solo un poco más, mi amor, te prometo que ya llegamos —hice por levantarme,
KATHERINE—¡No, no, dejen a mi hija, déjenla! ¡Pueden hacer conmigo lo que quieran, yo seré su rehén, yo!Me ofrecí, pero esa vieja bruja le hizo caso a su hijo y se fue a perseguir a Lavinia.—¡Déjame ir, déjame! ¡Aaahhh, maldito psicópata! —rugí cuando mi boca fue mordida.Sentí sus dientes haciéndome sangre el labio inferior para luego retirarse saboreándose.Me tenía atrapada contra el árbol, controlada; no podía escapar.—Así que estás dispuesta a lo que sea, Duquesita. ¿Y si te ofrezco un trato? Si te portas bien, quizás deje ir a tu mocosa —de repente, en medio de mi resistencia, me dijo esas palabras que me hicieron detenerme a mirarlo.Sabía que estaba jugando conmigo; entendía muy bien lo que me pediría a continuación.Había pasado por esta situación tantas veces.Por un plato de comida en días, por un sorbo de agua sucia, por algo que me diese calor para no morir congelada en mi celda… cuántas veces no me tuve que prostituir para sobrevivir.—Me estás mintiendo, no dejarás
KATHERINE El grito se quedó atascado en mi garganta. A penas fue un borrón, sus pasos retumbaron sobre la tierra, salió del bosque profundo, sus garras enormes estiradas hacia la espalda de Francis. Su rugido rajó la noche; el mundo entero pareció estremecerse. Al hombre que me acorralaba poco tiempo le dio para reaccionar. El grito de agonía se escuchó cuando esa mano llena de un denso pelaje se aferró a su cuello, sosteniéndolo como un muñeco de trapo. Lo alejó de mí, alzándolo sobre su cabeza. Parecía un gigante frente a mis ojos; los suyos eran rojos, despiadados, como dos fríos rubíes. El estruendo me estremeció, me hizo caer de golpe contra el tronco, agarrándome las rodillas, pegándolas a mi pecho como protección. Temblaba, castañeando los dientes y solo veía en carmesí, mientras la lluvia de sangre caía desde las alturas. Despedazó el cuerpo de Francis entre sus garras; sus fauces abiertas no paraban de rugirle enardecidas, con odio visceral. Los órganos salieron vol
KATHERINEEsta era la situación más bizarra y loca de toda mi existencia.Sin embargo, me iba dando cuenta de que no parecía quererme hacer daño, o sea, ¿qué tanto debía lamerme y olfatearme para darme una mordidita?Me atreví a abrir una rendija de mis ojos; solo veía pelaje oscuro frente a mi mirada.El corazón me latía de prisa, y sentí el resoplido y la humedad de su nariz metida dentro … dentro de mi escote.Estaba sin palabras, ¿acaso me libré de un pervertido para encontrarme con otro?Una idea algo absurda atravesaba mi cerebro aturdido: debía salir de esta situación, buscar a Lavinia; si me iba a comer, que lo hiciera de una vez.Mi mano temblorosa fue subiendo centímetro a centímetro; me sentía tan pequeña con esa enorme bestia acechando sobre mí.Mis dedos se movían incontrolablemente, acercándose a su… su... ¿Dónde lo tocaba? ¿En el hocico?…No, no. ¿Y si abría de repente la boca? El recuerdo de esos caninos, la matanza, todo estaba muy fresco en mi mente…No llegaba a la
KATHERINELa tierra retumbaba bajo sus pasos, las copas oscuras de los árboles se veían tan cerca. Miré hacia arriba, a sus facciones bestiales.Olfateaba el aire y cambiaba la ruta.Sus peludas orejas se movían escuchando cada susurro de la noche.Tan poderoso… Es increíble que Elliot sea esta criatura.Un grito agudo que estremeció el bosque me provocó escalofríos en todo el cuerpo.—¡Es Lavinia, es nuestra hija! —le grité con el corazón en la boca, retorciéndome desesperadamente para mirar hacia el frente, donde los árboles se despejaban, mostrándome una vista que me heló la sangre en las venas.Había un puente colgante, rústico, construido con lianas y madera, que unía dos extremos lejanos y en el medio, una profunda depresión.Debajo, las aguas verdes del pantano se movían en apariencia quietas, pero sombras oscuras nadaban suavemente, pegadas a la superficie.Estaba infectado de caimanes y, ahora, sobre ese puente inestable, esa maldit4 bruja tenía retenida del brazo a mi hija