380. CONTRA EL RELOJ

NARRADORA

Aldo nunca pensó que viviría para ver algo tan extraordinario.

La enorme pared de hielo y piedras, que le impidió la escapada a él y a Tomas, no era ningún obstáculo para un lycan.

Miró hacia arriba, viéndolo escalar a pura fuerza bruta.

Las garras de las patas se encajaban haciendo huecos en el hielo, y se impulsaba hacia arriba.

En su espalda, atado a él, llevaba un saco hecho con restos de ropas de los cadáveres dejados en la lucha anterior, llenas de sangre y suciedad.

Dentro, iba desmayada la valiosa hija del ama de llaves.

No pudo resistir el dolor agonizante de los “arreglos” que le hizo el jornalero, para asegurarse de que no los delatara.

Aldo lo vio saltar, ya en la cima, y arrojarse al vacío, varios metros mortales hasta el otro lado, perdiéndose de su visión.

Cuánto poder.

Ojalá pudiera salvar a su hembra, porque si ese poderoso ser perdía a su compañera de manera violenta, iba a sembrar caos en este reino.

*****

KATHERINE

—¡MÁS DEPRISA! —le grité al jinete que l
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