KATHERINEEl grito se quedó atascado en mi garganta.A penas fue un borrón, sus pasos retumbaron sobre la tierra, salió del bosque profundo, sus garras enormes estiradas hacia la espalda de Francis.Su rugido rajó la noche; el mundo entero pareció estremecerse.Al hombre que me acorralaba poco tiempo le dio para reaccionar.Su grito de agonía se escuchó cuando esa mano llena de un denso pelaje se aferró a su cuello, sosteniéndolo como un muñeco de trapo.Lo alejó de mí, alzándolo sobre su cabeza.Parecía un gigante frente a mis ojos; los suyos eran rojos, despiadados, como dos fríos rubíes.El estruendo me estremeció, me hizo caer de golpe contra el tronco, agarrándome las rodillas, pegándolas a mi pecho como protección.Temblaba, castañeando los dientes y solo veía en rojo, en carmesí, mientras la lluvia de sangre caía de las alturas.Despedazó el cuerpo de Francis entre sus garras; sus fauces abiertas no paraban de rugirle enardecidas, con odio visceral.Los órganos salieron volando
KATHERINEEsta era la situación más bizarra y loca de toda mi existencia.Sin embargo, me iba dando cuenta de que no parecía quererme hacer daño, o sea, ¿qué tanto debía lamerme y olfatearme para darme una mordidita?Me atreví a abrir una rendija de mis ojos; solo veía pelaje oscuro frente a mi mirada.El corazón me latía de prisa, y sentí el resoplido y la humedad de su nariz metida dentro … dentro de mi escote.Estaba sin palabras, ¿acaso me libré de un pervertido para encontrarme con otro?Una idea algo absurda atravesaba mi cerebro aturdido: debía salir de esta situación, buscar a Lavinia; si me iba a comer, que lo hiciera de una vez.Mi mano temblorosa fue subiendo centímetro a centímetro; me sentía tan pequeña con esa enorme bestia acechando sobre mí.Mis dedos se movían incontrolablemente, acercándose a su… su... ¿Dónde lo tocaba? ¿En el hocico?…No, no. ¿Y si abría de repente la boca? El recuerdo de esos caninos, la matanza, todo estaba muy fresco en mi mente…No llegaba a la
KATHERINELa tierra retumbaba bajo sus pasos, las copas oscuras de los árboles se veían tan cerca. Miré hacia arriba, a sus facciones bestiales.Olfateaba el aire y cambiaba la ruta.Sus peludas orejas se movían escuchando cada susurro de la noche.Tan poderoso… Es increíble que Elliot sea esta criatura.Un grito agudo que estremeció el bosque me provocó escalofríos en todo el cuerpo.—¡Es Lavinia, es nuestra hija! —le grité con el corazón en la boca, retorciéndome desesperadamente para mirar hacia el frente, donde los árboles se despejaban, mostrándome una vista que me heló la sangre en las venas.Había un puente colgante, rústico, construido con lianas y madera, que unía dos extremos lejanos y en el medio, una profunda depresión.Debajo, las aguas verdes del pantano se movían en apariencia quietas, pero sombras oscuras nadaban suavemente, pegadas a la superficie.Estaba infectado de caimanes y, ahora, sobre ese puente inestable, esa maldit4 bruja tenía retenida del brazo a mi hija
KATHERINE—¡Ven, acércate con Alexia, pero deja a ese monstruo atrás o no hay trato!Miré hacia Elliot; no parecía tener intenciones de dejarme ir.—Necesito hacer esto. No te preocupes, yo puedo hacerlo, yo puedo —le dije intentando apaciguarlo.No estaba nada feliz, se movía inquieto, gruñendo.—Además, no puedes subir al puente, pesas mucho; no aguantaría —le señalé otro punto lógico.No sabía bien cómo funcionaba eso de la transformación.Al final, tras mucha persuasión, puse mis pies sobre ese puente tambaleante.Era estrecho; llevaba a esa mujer sostenida frente a mi pecho.Ella intentaba todo el tiempo zafarse, pero no la dejaría, porque la vida de mi Lavinia dependía de eso.—Ya basta de resistirte. Si cooperas, todo esto se acabará pronto —la zarandeé un poco, apretando sus brazos maniatados, aguantando su hedor, más los gases del pantano que subían como huevos podridos.Iba dando pasos casi a rastras; prácticamente se cuela por entre una de las viejas tablas que cedió.—¡Ale
KATHERINEEn cuestión de segundos, lo tuve rodeándonos con los brazos, apretándonos contra su amplio pecho protectoramente.—Kath, no podemos perder tiempo. Cortarán el puente. Lavinia va a estar bien, confía en mí, amor, confía. No tengas miedo de ese lycan; es mi lobo y él te ama con todo su ser, ambos lo hacemos — me hizo esa confesión tan seria con prisas, acariciando mi mejilla mojada.El puente aún vibraba; parecía que esas desgraciadas no habían llegado al otro lado.No tenía tiempo para romanticismos, ahora tocaba supervivencia.Asentí, confiándole nuestras vidas. Hice todo lo que me dijo. Ya no tenía miedo de la bestia detrás del hombre.—¡No importa si lo ahorcas, no te vayas a soltar de mi espalda por nada en el mundo! —me rugió, su voz ya estaba cambiando.—¡Sí, sí! ¡Sostén bien a Lavinia, por favor! —le supliqué, subiéndome por sus músculos, mis piernas enredadas en su cintura y mis manos casi ahorcándolo por el cuello.Sentía la rara transformación bajo mi cuerpo, crecía
KATHERINELevanté bien la cabeza mirando a todos lados con curiosidad.El camino de piedra apenas se veía por el manto de hojas muertas que cubrían todo el suelo.La vieja mansión, más bien parecía una casona decrépita, con las altas estatuas de los tejadillos manchadas de negro y llenas de estiércol de aves.Me imagino que al morir mi “querido” padre, Rossella nunca más puso un pie aquí.—Elliot, ya me puedes bajar —le pedí con voz suave.Mis dedos picaban por acariciar la oreja peluda y cómica que se movía delante de mis ojos, pero aún me quedaban reservas con esta impresionante transformación.Con un gruñido bajo, avanzó un poco más por el jardín delantero, los canteros atestados de hierbas salvajes que me cubrirían y con mosquitos zumbando por la maleza.El croar de las ranas en el agua verde y estancada de una fuente cercana se podía escuchar muy claro.Elliot se acuclilló y así estiré mis pies hasta tocar los peldaños de las escaleras principales.—Sshh —siseé un poco, cojeando,
DUQUE THESIO—Señor, lo vi todo desde las sombras, por suerte no me había adentrado en el campamento. ¡Llegaron como una plaga y acabaron con nuestra gente! El Duque de Everhart estaba a la delantera…Escuchaba el reporte de mi soldado, dando vueltas como una bestia enjaulada por el despacho.Ni siquiera le dio tiempo de avisarle a Arthur de la retirada.La verdad es que en el fondo me alegro de que lo hayan asesinado y no tomado como rehén y testigo.Ahora puede ser perfectamente mi chivo expiatorio.Lo negaré todo, es mejor pasar por un Duque incompetente que estar relacionado con hechicería y los planes para joder a Elliot.—¡Maldición! —¡BAM!Pateé la silla con rabia.Tanto dinero invertido en materias primas y sobornos, lo que le robé a Elliot apenas me compensaba, se había ido en los estómagos de mis soldados.Temía que la gente del Regente me visitara en cualquier instante.Toc, toc, toc.Me congelé al escuchar los toques en la puerta.—Cállate —le hice señas al soldado y le in
DUQUE THESIODe regreso al primer piso, caminé rumbo al salón.Empujé la puerta para encontrármela de pie, observando el jardín por la ventana.Mis ojos se desviaron hacia el vestido ceñido que llevaba, atrevido como todo en ella.Las curvas sexis de sus caderas y su trasero me llevaban a imaginar tantas locuras placenteras bajo las sábanas de mi cama.—Querida, ¿he tardado mucho? —cerré la puerta y me acerqué con paso firme.Ella se volteó para darme una sonrisa coqueta.—No, su señoría, fue poco tiempo.La tomé de los hombros y me incliné a besarle las mejillas.Como siempre, pegué mis labios muy cerca de sus comisuras, casi al límite de besar esa suculenta boca.Brenda siempre giraba la cara; hoy me dejó salirme con la mía. —¿Te atendieron bien? ¿A qué debo tu visita repentina? Ven, siéntate… —No, espera, Thesio —me sostuvo la mano, sin querer sentarse—. Yo no soy una mujer de darle muchas vueltas a las cosas. Estoy aquí hoy para dar una respuesta a tu proposición, que espero aú