KATHERINE—¡Ven, acércate con Alexia, pero deja a ese monstruo atrás o no hay trato!Miré hacia Elliot; no parecía tener intenciones de dejarme ir.—Necesito hacer esto. No te preocupes, yo puedo hacerlo, yo puedo —le dije intentando apaciguarlo.No estaba nada feliz, se movía inquieto, gruñendo.—Además, no puedes subir al puente, pesas mucho; no aguantaría —le señalé otro punto lógico.No sabía bien cómo funcionaba eso de la transformación.Al final, tras mucha persuasión, puse mis pies sobre ese puente tambaleante.Era estrecho; llevaba a esa mujer sostenida frente a mi pecho.Ella intentaba todo el tiempo zafarse, pero no la dejaría, porque la vida de mi Lavinia dependía de eso.—Ya basta de resistirte. Si cooperas, todo esto se acabará pronto —la zarandeé un poco, apretando sus brazos maniatados, aguantando su hedor, más los gases del pantano que subían como huevos podridos.Iba dando pasos casi a rastras; prácticamente se cuela por entre una de las viejas tablas que cedió.—¡Ale
KATHERINEEn cuestión de segundos, lo tuve rodeándonos con los brazos, apretándonos contra su amplio pecho protectoramente.—Kath, no podemos perder tiempo. Cortarán el puente. Lavinia va a estar bien, confía en mí, amor, confía. No tengas miedo de ese lycan; es mi lobo y él te ama con todo su ser, ambos lo hacemos — me hizo esa confesión tan seria con prisas, acariciando mi mejilla mojada.El puente aún vibraba; parecía que esas desgraciadas no habían llegado al otro lado.No tenía tiempo para romanticismos, ahora tocaba supervivencia.Asentí, confiándole nuestras vidas. Hice todo lo que me dijo. Ya no tenía miedo de la bestia detrás del hombre.—¡No importa si lo ahorcas, no te vayas a soltar de mi espalda por nada en el mundo! —me rugió, su voz ya estaba cambiando.—¡Sí, sí! ¡Sostén bien a Lavinia, por favor! —le supliqué, subiéndome por sus músculos, mis piernas enredadas en su cintura y mis manos casi ahorcándolo por el cuello.Sentía la rara transformación bajo mi cuerpo, crecía
KATHERINELevanté bien la cabeza mirando a todos lados con curiosidad.El camino de piedra apenas se veía por el manto de hojas muertas que cubrían todo el suelo.La vieja mansión, más bien parecía una casona decrépita, con las altas estatuas de los tejadillos manchadas de negro y llenas de estiércol de aves.Me imagino que al morir mi “querido” padre, Rossella nunca más puso un pie aquí.—Elliot, ya me puedes bajar —le pedí con voz suave.Mis dedos picaban por acariciar la oreja peluda y cómica que se movía delante de mis ojos, pero aún me quedaban reservas con esta impresionante transformación.Con un gruñido bajo, avanzó un poco más por el jardín delantero, los canteros atestados de hierbas salvajes que me cubrirían y con mosquitos zumbando por la maleza.El croar de las ranas en el agua verde y estancada de una fuente cercana se podía escuchar muy claro.Elliot se acuclilló y así estiré mis pies hasta tocar los peldaños de las escaleras principales.—Sshh —siseé un poco, cojeando,
DUQUE THESIO—Señor, lo vi todo desde las sombras, por suerte no me había adentrado en el campamento. ¡Llegaron como una plaga y acabaron con nuestra gente! El Duque de Everhart estaba a la delantera…Escuchaba el reporte de mi soldado, dando vueltas como una bestia enjaulada por el despacho.Ni siquiera le dio tiempo de avisarle a Arthur de la retirada.La verdad es que en el fondo me alegro de que lo hayan asesinado y no tomado como rehén y testigo.Ahora puede ser perfectamente mi chivo expiatorio.Lo negaré todo, es mejor pasar por un Duque incompetente que estar relacionado con hechicería y los planes para joder a Elliot.—¡Maldición! —¡BAM!Pateé la silla con rabia.Tanto dinero invertido en materias primas y sobornos, lo que le robé a Elliot apenas me compensaba, se había ido en los estómagos de mis soldados.Temía que la gente del Regente me visitara en cualquier instante.Toc, toc, toc.Me congelé al escuchar los toques en la puerta.—Cállate —le hice señas al soldado y le in
DUQUE THESIODe regreso al primer piso, caminé rumbo al salón.Empujé la puerta para encontrármela de pie, observando el jardín por la ventana.Mis ojos se desviaron hacia el vestido ceñido que llevaba, atrevido como todo en ella.Las curvas sexis de sus caderas y su trasero me llevaban a imaginar tantas locuras placenteras bajo las sábanas de mi cama.—Querida, ¿he tardado mucho? —cerré la puerta y me acerqué con paso firme.Ella se volteó para darme una sonrisa coqueta.—No, su señoría, fue poco tiempo.La tomé de los hombros y me incliné a besarle las mejillas.Como siempre, pegué mis labios muy cerca de sus comisuras, casi al límite de besar esa suculenta boca.Brenda siempre giraba la cara; hoy me dejó salirme con la mía. —¿Te atendieron bien? ¿A qué debo tu visita repentina? Ven, siéntate… —No, espera, Thesio —me sostuvo la mano, sin querer sentarse—. Yo no soy una mujer de darle muchas vueltas a las cosas. Estoy aquí hoy para dar una respuesta a tu proposición, que espero aú
KATHERINE—Listo —clap, clap, clap.Sacudí mis manos mirando mi buena obra.No quedó impecable, pero sí bastante habitable y decente.Miré al pasillo, al buen chico que esperaba como un alumno a su profesora.—Ven, trae a la niña, cariño —le pedí y lo vi alzarse sobre sus poderosos cuartos traseros cargando con cuidado a la pequeña.Ahora que la adrenalina iba bajando, sus palabras de confesión en el puente regresaron a mi cabeza.Mientras lo veía entrar con algo de incomodidad por el marco estrecho y lo ayudaba, mis manos tocaron suavemente sus poderosos antebrazos.Elliot dice que esta criatura me ama, como él… ¿Acaso son seres independientes? ¿No es lo mismo? ¿Y me ama?¿Así, sin más, tan rápido? Amor para mí es una palabra muy seria.Mis ojos se cruzaron con los suyos lobunos y, por una tonta razón, comencé a ponerme nerviosa.Mi corazón se saltó un latido.—Hum —tosí con falsedad—. Acostémosla en la cama, encontré unos cambios de sábanas en el clóset. ¿Venías aquí a menudo?Le pr
KATHERINECon pantomimas, de nuevo entendí que deseaba arrojar la alfombra dentro del forro de tela al suelo, y el agua era para quitar el polvo de las frías baldosas.—Yo lo hago —me rugió cuando intenté ayudarlo— Bueno, bueno, salvajito, está bien…Presenciar la escena de ese enorme cosote pasando con torpeza un trapo mojado en el espacio frente a la chimenea, por poco causa que me ría en su cara a carcajadas.Se me escapó una risita al verlo fregar con ahínco, todo concentrado, como una sirvienta consumada.Subió entonces la cabeza para mirarme agraviado.—Yo… —disimulé la risa a duras penas—. Se te quedó un pedacito ahí.Le señalé el sitio donde se apoyaban sus rodillas, como toda una patrona… ¡y me hizo caso!Jajajaja, el Duque Doncello… ay, no, no, el Duque Bestiecita Friega Suelos, jajajaja…Las mejillas me dolían de aguantarme.Esta, se la guardo para el futuro junto con el rodeo de puercos.El calor del fuego evaporó enseguida el agua.No sé si por su fuerza, pero de verdad l
VALERIA — ¿Estás… estás segura Esther? – le pregunto con la voz quebrada. Mi corazón late apresurado, lleno de felicidad. — Muy segura Luna. Está embarazada. — ¿Por qué no he podido olerlo o su padre? – le pregunto preocupada. — Es muy reciente, quizás por eso, dele más días y debería percibir sus feromonas. Me responde y asiento, con los ojos nublados por las lágrimas. Soy la Luna de manada “Bosque de Otoño”. Hace tres años me casé con el hombre que amo con locura, a pesar de no ser mates destinados, mi Alfa Dorian. He dado todo por ser la Luna perfecta, el pilar al que pueda apoyarse, sin embargo, una sombra opaca mi matrimonio y era el tema del heredero. Nunca había podido salir embarazada y admito que no comparto mucho la cama con Dorian, pero sé que sus obligaciones de Alfa lo tienes demasiado ocupado y estresado. — Por favor, no le digas a nadie en la manada. Deseo sorprender a mi esposo. — Pierda cuidado Luna, no diré nada. ¡Felicidades! – me sonríe y le devuelvo la