396. EL DUQUE DONCELLO

KATHERINE

Con pantomimas, de nuevo entendí que deseaba arrojar la alfombra dentro del forro de tela al suelo, y el agua era para quitar el polvo de las frías baldosas.

—Yo lo hago —me rugió cuando intenté ayudarlo— Bueno, bueno, salvajito, está bien…

Presenciar la escena de ese enorme cosote pasando con torpeza un trapo mojado en el espacio frente a la chimenea, por poco causa que me ría en su cara a carcajadas.

Se me escapó una risita al verlo fregar con ahínco, todo concentrado, como una sirvienta consumada.

Subió entonces la cabeza para mirarme agraviado.

—Yo… —disimulé la risa a duras penas—. Se te quedó un pedacito ahí.

Le señalé el sitio donde se apoyaban sus rodillas, como toda una patrona… ¡y me hizo caso!

Jajajaja, el Duque Doncello… ay, no, no, el Duque Bestiecita Friega Suelos, jajajaja…

Las mejillas me dolían de aguantarme.

Esta, se la guardo para el futuro junto con el rodeo de puercos.

El calor del fuego evaporó enseguida el agua.

No sé si por su fuerza, pero de verdad l
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