398. MI MARIDO ES UNA BESTIA

KATHERINE

Mis piernas por completo abiertas, sentada sobre sus muslos, mi coño cayó justo encima de ese duro eje.

—Mmm… —me estremecí con la calentura que desprendía, su gruñido retumbó por encima de mi cabeza, sus garras en mis caderas me urgían a cabalgarlo más íntimamente.

Sentía su lujuria palpitar entre mis pétalos abiertos.

—Sshhh… —gemí metiéndome en el pelaje de su pecho, oliendo ese aroma a cítricos dulces que me llevaba a desear locuras

—. Eres muy… muy grande en esta forma, yo no puedo… mmm, cariño, sshh… tan caliente… aahh…

Comenzó a dirigir mis movimientos, a dominar mis caderas, a obligarme a pasar toda mi empapada intimidad arriba y abajo, pintando mis jugos sobre esa polla gigantesca.

Lo peor de todo es que llegué a hacerlo por propia iniciativa.

Me aferré a sus pectorales y empecé a menearme sobre él, a calentarme por completo con ese juego retorcido, con solo la fricción de nuestros genitales.

—Ah, ah, ah… —mi boca entreabierta no paraba de jadear contra su torso.

El
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