KATHERINE Sudaba y sudaba; los dientes repiqueteaban dentro de mi boca de manera incontrolable, parecía que los segundos se convertían en horas.Escuchaba el traqueteo de las poleas pasando por las ruedas, el rozar del metal contra las piedras y la madera estremeciéndose.Solo fue un instante, y a mí me pareció un tiempo infinito.Cuando llegué al final del destino, el montaplatos o lo que fuera esta caja instalada, se detuvo.Me quedé tranquila, en silencio, solo oyendo mi propia respiración acelerada, jadeante y los sonidos del corazón golpeando contra mi pecho.Abrí un poco los ojos y sentía húmedas las pestañas; estiré la mano para accionar la palanca.Detrás de esas paredes metálicas quizás encontraría mi muerte; no lo sabía, pero ya no había vuelta atrás.Con un chirrido comenzaron a abrirse de nuevo.Me pegué más al fondo, luchando por liberarme de mis fantasmas, preparándome para dar guerra, pero nada de eso fue necesario.Afuera estaba medio oscuro, se veía como un subterrán
KATHERINEMe quedé por un segundo tendida sobre la tierra, recuperando la respiración, mirando a las copas lejanas de los árboles, metiendo oxígeno fresco a mis pulmones.Tosí un poco en voz baja y me incorporé, sentada.A mi lado el pozo de piedra por donde había salido.A lo lejos, se pintaba vagamente la silueta del castillo contra el cielo atardeciendo, los últimos rayos naranja del sol.Esta parecía ser alguna salida secreta de la morada del Duque.Me levanté, sin más tiempo que perder; cada segundo contaba.Limpié rápidamente la suciedad en las palmas de las manos, revisé ese sello rojo, concentrada; la señal no se había desvanecido y me llevaba a una dirección en esta intrincada arboleda.Desgarré los faldones de mi vestido con rabia, desechando varias capas, necesitaba más agilidad, casi me habían hecho tropezar varias veces y pesaba.Con los botines más libres, comencé mi carrera hacia el lugar donde se dibujaba la línea roja.*****Agazapada detrás de los arbustos, llevé la
KATHERINE—¡Cariño, cuidado! —la sostuve entre mis brazos, frenando el impacto.Jadeaba por la boca, por completo recostada a mí; podía sentir su corazoncito latiendo desbocado.—Nena, solo un poco más, hija, ya estamos cerca. No podemos detenernos —miré nerviosa hacia el camino transitado; no veía con claridad, pero sabía que los monstruos estaban allá afuera.Me agaché entonces frente a Lavinia, que no me podía ni hablar, recuperando el aliento.—Ma… má, estoy muy cansa…da… mamá… tengo… miedo —me echó los brazos al cuello, llorando de nuevo.Solo pude acariciar su cabecita y su espalda; me dolía el alma al ver las magulladuras en su rostro, esos cerdos hijos de puta no tuvieron compasión ni siquiera con una niña.—Mi vida, ya sé que estás cansada, pero no puedo cargarte, cariño, pesas mucho. Nunca escaparíamos —limpié sus lágrimas con mis dedos, besé con suavidad su frente sucia.Las dos éramos un desastre.—Solo un poco más, mi amor, te prometo que ya llegamos —hice por levantarme,
KATHERINE—¡No, no, dejen a mi hija, déjenla! ¡Pueden hacer conmigo lo que quieran, yo seré su rehén, yo!Me ofrecí, pero esa vieja bruja le hizo caso a su hijo y se fue a perseguir a Lavinia.—¡Déjame ir, déjame! ¡Aaahhh, maldito psicópata! —rugí cuando mi boca fue mordida.Sentí sus dientes haciéndome sangre el labio inferior para luego retirarse saboreándose.Me tenía atrapada contra el árbol, controlada; no podía escapar.—Así que estás dispuesta a lo que sea, Duquesita. ¿Y si te ofrezco un trato? Si te portas bien, quizás deje ir a tu mocosa —de repente, en medio de mi resistencia, me dijo esas palabras que me hicieron detenerme a mirarlo.Sabía que estaba jugando conmigo; entendía muy bien lo que me pediría a continuación.Había pasado por esta situación tantas veces.Por un plato de comida en días, por un sorbo de agua sucia, por algo que me diese calor para no morir congelada en mi celda… cuántas veces no me tuve que prostituir para sobrevivir.—Me estás mintiendo, no dejarás
KATHERINEEl grito se quedó atascado en mi garganta.A penas fue un borrón, sus pasos retumbaron sobre la tierra, salió del bosque profundo, sus garras enormes estiradas hacia la espalda de Francis.Su rugido rajó la noche; el mundo entero pareció estremecerse.Al hombre que me acorralaba poco tiempo le dio para reaccionar.Su grito de agonía se escuchó cuando esa mano llena de un denso pelaje se aferró a su cuello, sosteniéndolo como un muñeco de trapo.Lo alejó de mí, alzándolo sobre su cabeza.Parecía un gigante frente a mis ojos; los suyos eran rojos, despiadados, como dos fríos rubíes.El estruendo me estremeció, me hizo caer de golpe contra el tronco, agarrándome las rodillas, pegándolas a mi pecho como protección.Temblaba, castañeando los dientes y solo veía en rojo, en carmesí, mientras la lluvia de sangre caía de las alturas.Despedazó el cuerpo de Francis entre sus garras; sus fauces abiertas no paraban de rugirle enardecidas, con odio visceral.Los órganos salieron volando
KATHERINEEsta era la situación más bizarra y loca de toda mi existencia.Sin embargo, me iba dando cuenta de que no parecía quererme hacer daño, o sea, ¿qué tanto debía lamerme y olfatearme para darme una mordidita?Me atreví a abrir una rendija de mis ojos; solo veía pelaje oscuro frente a mi mirada.El corazón me latía de prisa, y sentí el resoplido y la humedad de su nariz metida dentro … dentro de mi escote.Estaba sin palabras, ¿acaso me libré de un pervertido para encontrarme con otro?Una idea algo absurda atravesaba mi cerebro aturdido: debía salir de esta situación, buscar a Lavinia; si me iba a comer, que lo hiciera de una vez.Mi mano temblorosa fue subiendo centímetro a centímetro; me sentía tan pequeña con esa enorme bestia acechando sobre mí.Mis dedos se movían incontrolablemente, acercándose a su… su... ¿Dónde lo tocaba? ¿En el hocico?…No, no. ¿Y si abría de repente la boca? El recuerdo de esos caninos, la matanza, todo estaba muy fresco en mi mente…No llegaba a la
KATHERINELa tierra retumbaba bajo sus pasos, las copas oscuras de los árboles se veían tan cerca. Miré hacia arriba, a sus facciones bestiales.Olfateaba el aire y cambiaba la ruta.Sus peludas orejas se movían escuchando cada susurro de la noche.Tan poderoso… Es increíble que Elliot sea esta criatura.Un grito agudo que estremeció el bosque me provocó escalofríos en todo el cuerpo.—¡Es Lavinia, es nuestra hija! —le grité con el corazón en la boca, retorciéndome desesperadamente para mirar hacia el frente, donde los árboles se despejaban, mostrándome una vista que me heló la sangre en las venas.Había un puente colgante, rústico, construido con lianas y madera, que unía dos extremos lejanos y en el medio, una profunda depresión.Debajo, las aguas verdes del pantano se movían en apariencia quietas, pero sombras oscuras nadaban suavemente, pegadas a la superficie.Estaba infectado de caimanes y, ahora, sobre ese puente inestable, esa maldit4 bruja tenía retenida del brazo a mi hija
KATHERINE—¡Ven, acércate con Alexia, pero deja a ese monstruo atrás o no hay trato!Miré hacia Elliot; no parecía tener intenciones de dejarme ir.—Necesito hacer esto. No te preocupes, yo puedo hacerlo, yo puedo —le dije intentando apaciguarlo.No estaba nada feliz, se movía inquieto, gruñendo.—Además, no puedes subir al puente, pesas mucho; no aguantaría —le señalé otro punto lógico.No sabía bien cómo funcionaba eso de la transformación.Al final, tras mucha persuasión, puse mis pies sobre ese puente tambaleante.Era estrecho; llevaba a esa mujer sostenida frente a mi pecho.Ella intentaba todo el tiempo zafarse, pero no la dejaría, porque la vida de mi Lavinia dependía de eso.—Ya basta de resistirte. Si cooperas, todo esto se acabará pronto —la zarandeé un poco, apretando sus brazos maniatados, aguantando su hedor, más los gases del pantano que subían como huevos podridos.Iba dando pasos casi a rastras; prácticamente se cuela por entre una de las viejas tablas que cedió.—¡Ale