379. EL LYCAN DEL DUQUE

NARRADORA

Alzó la cabeza y rugió a los cielos, un sonido gutural salido del fondo de su garganta que espantó a los pájaros, escapando en bandadas por el depredador absoluto que estaba por aparecer.

Alexia lo vio todo, un líquido turbio amarillo bajó por entre sus piernas; el olor a acre, a miedo, a muerte, se respiraba en el aire.

Aun así, vio la última oportunidad de escapar, mientras Elliot lidiaba con todas esas nuevas sensaciones raras, que ya no reprimía y estaba dejando fluir como una presa por completo abierta.

Se levantó con el orine escurriendo por sus muslos y comenzó a correr a trompicones, alejándose más y más de la bestia.

Elliot cayó al suelo, apoyado en sus manos y rodillas; las uñas negras, incluso de los pies, se alargaban rompiendo las botas, duras, como cuchillas afiladas.

La mandíbula se remodelaba, a punto de expandirse en un fiero hocico; la piel ardía como si estuviese en carne viva y los folículos pilosos se dilataban para dar paso al pelaje.

Parecía inminente
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