NARRADORAAlzó la cabeza y rugió a los cielos, un sonido gutural salido del fondo de su garganta que espantó a los pájaros, escapando en bandadas por el depredador absoluto que estaba por aparecer.Alexia lo vio todo, un líquido turbio amarillo bajó por entre sus piernas; el olor a acre, a miedo, a muerte, se respiraba en el aire.Aun así, vio la última oportunidad de escapar, mientras Elliot lidiaba con todas esas nuevas sensaciones raras, que ya no reprimía y estaba dejando fluir como una presa por completo abierta.Se levantó con el orine escurriendo por sus muslos y comenzó a correr a trompicones, alejándose más y más de la bestia.Elliot cayó al suelo, apoyado en sus manos y rodillas; las uñas negras, incluso de los pies, se alargaban rompiendo las botas, duras, como cuchillas afiladas.La mandíbula se remodelaba, a punto de expandirse en un fiero hocico; la piel ardía como si estuviese en carne viva y los folículos pilosos se dilataban para dar paso al pelaje.Parecía inminente
NARRADORAAldo nunca pensó que viviría para ver algo tan extraordinario.La enorme pared de hielo y piedras, que le impidió la escapada a él y a Tomas, no era ningún obstáculo para un lycan.Miró hacia arriba, viéndolo escalar a pura fuerza bruta.Las garras de las patas se encajaban haciendo huecos en el hielo, y se impulsaba hacia arriba.En su espalda, atado a él, llevaba un saco hecho con restos de ropas de los cadáveres dejados en la lucha anterior, llenas de sangre y suciedad.Dentro, iba desmayada la valiosa hija del ama de llaves.No pudo resistir el dolor agonizante de los “arreglos” que le hizo el jornalero, para asegurarse de que no los delatara.Aldo lo vio saltar, ya en la cima, y arrojarse al vacío, varios metros mortales hasta el otro lado, perdiéndose de su visión.Cuánto poder.Ojalá pudiera salvar a su hembra, porque si ese poderoso ser perdía a su compañera de manera violenta, iba a sembrar caos en este reino.*****KATHERINE—¡MÁS DEPRISA! —le grité al jinete que l
NARRADORA—¿Se… señora? — la doncella se atrevió a dar un paso adelante, empujando suavemente la madera—. Lo lamento si duerme, es algo urgente, no sabemos si la Duque… ¡Aahhh!Gritó llevándose las manos a la boca cuando vio tendida a la nana Fiona sobre la alfombra, con un charco de sangre alrededor de su cabeza.El instinto la hizo moverse hacia adelante en vez de quedarse congelada o escapar.—¡Señora Fiona! —se arrojó de rodillas al lado del cuerpo inerte.Laura había sido voluntaria en el centro de tratamientos, sabía las cosas básicas.Estiró los dedos temblorosos, sus labios también temblaban. ¡Todo en ella se movía incontrolablemente!—Que esté viva, por todos los cielos, por favor, Sra. Fiona —las yemas frías tocaron el pulso en el costado del cuello.Luego de unos segundos, Laura cerró los ojos y unas lágrimas se escurrieron desde las esquinas.—¡¿QUÉ LE HICISTE A FIONA?! —el rugido de la Duquesa la hizo reaccionar.Laura abrió los ojos de golpe, para ver la expresión disto
NARRADORAEl impacto fue brutal; el aire de la mujer se escapó de sus pulmones con un jadeo ahogado mientras su cabeza chocaba contra la piedra.El dolor fue inmediato y cegador.Katherine sintió que el mundo giraba a su alrededor antes de desplomarse, sin fuerzas, sobre la mullida alfombra.Su visión se nublaba y desde el suelo, apenas pudo distinguir a Francis alejándose, una sombra que desaparecía por la puerta.*****Mientras tanto, Francis corría como un condenado por el pasillo, esquivando a algunas doncellas que revisaban las habitaciones, internándose en un área abandonada.El “tesoro” que se robó en las manos, directo hacia el ala de los difuntos Duques, donde casi nadie buscaba y se encontraba su boleto de salida de esta prisión.*****KATHERINE— ¡Señora! - en medio de mi nebulosa escuché un grito femenino que me llamaba y unas manos que intentaban incorporarme.Mis ojos algo turbios lograron concentrarse por un segundo.Era una doncella y dos mozos que me ayudaban, parece
KATHERINE Sudaba y sudaba; los dientes repiqueteaban dentro de mi boca de manera incontrolable, parecía que los segundos se convertían en horas.Escuchaba el traqueteo de las poleas pasando por las ruedas, el rozar del metal contra las piedras y la madera estremeciéndose.Solo fue un instante, y a mí me pareció un tiempo infinito.Cuando llegué al final del destino, el montaplatos o lo que fuera esta caja instalada, se detuvo.Me quedé tranquila, en silencio, solo oyendo mi propia respiración acelerada, jadeante y los sonidos del corazón golpeando contra mi pecho.Abrí un poco los ojos y sentía húmedas las pestañas; estiré la mano para accionar la palanca.Detrás de esas paredes metálicas quizás encontraría mi muerte; no lo sabía, pero ya no había vuelta atrás.Con un chirrido comenzaron a abrirse de nuevo.Me pegué más al fondo, luchando por liberarme de mis fantasmas, preparándome para dar guerra, pero nada de eso fue necesario.Afuera estaba medio oscuro, se veía como un subterrán
KATHERINEMe quedé por un segundo tendida sobre la tierra, recuperando la respiración, mirando a las copas lejanas de los árboles, metiendo oxígeno fresco a mis pulmones.Tosí un poco en voz baja y me incorporé, sentada.A mi lado el pozo de piedra por donde había salido.A lo lejos, se pintaba vagamente la silueta del castillo contra el cielo atardeciendo, los últimos rayos naranja del sol.Esta parecía ser alguna salida secreta de la morada del Duque.Me levanté, sin más tiempo que perder; cada segundo contaba.Limpié rápidamente la suciedad en las palmas de las manos, revisé ese sello rojo, concentrada; la señal no se había desvanecido y me llevaba a una dirección en esta intrincada arboleda.Desgarré los faldones de mi vestido con rabia, desechando varias capas, necesitaba más agilidad, casi me habían hecho tropezar varias veces y pesaba.Con los botines más libres, comencé mi carrera hacia el lugar donde se dibujaba la línea roja.*****Agazapada detrás de los arbustos, llevé la
KATHERINE—¡Cariño, cuidado! —la sostuve entre mis brazos, frenando el impacto.Jadeaba por la boca, por completo recostada a mí; podía sentir su corazoncito latiendo desbocado.—Nena, solo un poco más, hija, ya estamos cerca. No podemos detenernos —miré nerviosa hacia el camino transitado; no veía con claridad, pero sabía que los monstruos estaban allá afuera.Me agaché entonces frente a Lavinia, que no me podía ni hablar, recuperando el aliento.—Ma… má, estoy muy cansa…da… mamá… tengo… miedo —me echó los brazos al cuello, llorando de nuevo.Solo pude acariciar su cabecita y su espalda; me dolía el alma al ver las magulladuras en su rostro, esos cerdos hijos de puta no tuvieron compasión ni siquiera con una niña.—Mi vida, ya sé que estás cansada, pero no puedo cargarte, cariño, pesas mucho. Nunca escaparíamos —limpié sus lágrimas con mis dedos, besé con suavidad su frente sucia.Las dos éramos un desastre.—Solo un poco más, mi amor, te prometo que ya llegamos —hice por levantarme,
KATHERINE—¡No, no, dejen a mi hija, déjenla! ¡Pueden hacer conmigo lo que quieran, yo seré su rehén, yo!Me ofrecí, pero esa vieja bruja le hizo caso a su hijo y se fue a perseguir a Lavinia.—¡Déjame ir, déjame! ¡Aaahhh, maldito psicópata! —rugí cuando mi boca fue mordida.Sentí sus dientes haciéndome sangre el labio inferior para luego retirarse saboreándose.Me tenía atrapada contra el árbol, controlada; no podía escapar.—Así que estás dispuesta a lo que sea, Duquesita. ¿Y si te ofrezco un trato? Si te portas bien, quizás deje ir a tu mocosa —de repente, en medio de mi resistencia, me dijo esas palabras que me hicieron detenerme a mirarlo.Sabía que estaba jugando conmigo; entendía muy bien lo que me pediría a continuación.Había pasado por esta situación tantas veces.Por un plato de comida en días, por un sorbo de agua sucia, por algo que me diese calor para no morir congelada en mi celda… cuántas veces no me tuve que prostituir para sobrevivir.—Me estás mintiendo, no dejarás