Ahora sabemos un poco de lo que Cassian vivió aquella noche, pero atentas porque esta es solo la primera parte. ¿Quieren saber que más ocurrió esa noche? Pronto lo sabremos.
La puerta se cierra detrás de nosotros con un sonido sordo, como el eco de una decisión que no tiene vuelta atrás.La elevo del suelo y sus piernas de inmediato rodean mi cintura, al tiempo que su vestido se eleva alimentando el deseo primitivo que corre por mi sangre. Sus brazos esbeltos están alrededor de mi cuello, mientras sus dedos se entierran en mi cabello.Sonrío contra su boca, porque sé que en este punto ella ya no está pensando. Ninguno de los dos lo está.Mis manos se deslizan por sus muslos firmes, acariciando la piel expuesta bajo la tela de su vestido. Es suave, adictiva, y cuando aprieto sus nalgas entre mis dedos, suelta un leve jadeo contra mis labios.Eso solo me enciende más.La pego contra el muro, sosteniéndola con mi cuerpo, con la fuerza que mi propia necesidad exige. Ella no protesta, al contrario, se pega más a mí, sintiendo mi erección contra su coño, se frota con descaro, al tiempo que roza su boca contra la mía con una provocación silenciosa que me hace per
Se arrodilla sobre la cama y sin pensarlo más, amarro sus muñecas con la corbata de manera que no pueda zafarse. Me alejo un poco, lo suficiente para admirar la imagen que ahora tengo frente a mí. Es la encarnación de la lujuria, la representación perfecta del deseo hecho carne. Sus pezones endurecidos, sus muslos abiertos, su mirada perdida todavía en la resaca de su orgasmo. Es una p*ta escultura de diosa hecha para mi deleite. Me acerco más a ella y paso la yema de mis dedos por su cuerpo, disfrutando de su temblor, de la forma en que su piel se eriza ante mi toque. Mi boca encuentra su cuello y mis dientes dejan marcas de mi pasión en su piel. En este momento es mía. Y esta noche, se lo haré saber de todas las formas posibles. Con calma, comienzo a desabrochar mi cinturón, dejando que el sonido del cuero deslizándose avive la tensión entre nosotros. Mis dedos trabajan el botón de mi pantalón con deliberada lentitud, disfrutando de cómo ella me observa con los labios entreabiert
Presiono sus muñecas atadas con mi corbata sobre su cabeza. Mientras doy un vistazo a su cuerpo.Su piel desnuda está marcada por mi boca, su pecho sube y baja con rapidez, sus labios están hinchados por mis besos y su mirada...«Joder» Su mirada es un maldito incendio. Un fuego que no deseo apagar. Me coloco sobre ella, mis manos recorren su cuerpo como si estuviera tallada en la maldita perfección. Deslizo mis dedos por la línea de sus costillas, bajo hasta sus caderas y separo sus muslos sintiendo el calor que emana de su cuerpo.Me inclino, atrapando su boca con la mía, devorándola con un beso feroz, profundo. La desesperación es mutua. Siento sus dedos cerrarse en puños contra la tela de la corbata que la mantiene atada, y sé que, si estuviera libre, estaría hundiendo sus manos en mi cabello, arañando mi espalda, aferrándose a mí como si supiera que esto es lo único real en este momento.Mi erección presiona contra su piel, marcándola, recordándole lo que está por venir. No h
Sus manos, que hace minutos estaban atadas, ahora recorren mi piel con una mezcla de necesidad y poder. Se aferra a mis hombros y a mi cuello. Mientras mi mirada se clava en la suya, mientras la tomo por la cintura con fuerza, obligándola a mantener un ritmo cada vez más frenético. Su respiración se mezcla con la mía, entre jadeos y gemidos contenidos, pero lo más adictivo es verla así: sobre mí, dominante y entregada a la vez. Ella no se quiebra. Ella se consume. Y con cada movimiento de su cuerpo sobre el mío, siento cómo se borra lo que la razón quiere imponernos.Mis labios encuentran su cuello, su clavícula, el hueco entre sus pechos. Me hundo en su piel, en su aroma, en su calor. Ella tiembla cuando muerdo suavemente su piel, cuando mis manos la sostienen con más fuerza, cuando le recuerdo con cada caricia quién está debajo de ella, quién es el que la está haciendo arder esta noche.Ella entierra las uñas en mi espalda y me arranca un gruñido desde lo más hondo de mi pecho. Mi re
Actualidad Perspectiva de Cassian El espectáculo principal en el club comienza y yo me recuesto contra el respaldo de este sillón de cuero, con la copa de whisky en la mano y la vista clavada en la pelinegra que se contonea delante de mí. Este club tiene excelentes bailarinas. Y la pelinegra tiene un cuerpo que muchos matarían por poseer. Piernas largas, piel bronceada, cintura estrecha y unos labios rojos que sin duda son provocativos. Ella lo sabe y se mueve como si tuviera el mundo rendido a sus pies. Como si pudiera hacer que cualquier hombre se arrastre por una noche de su atención. Pero yo no soy cualquier hombre. Y esta noche, nada de lo que hace me provoca. Pone una mano en su muslo, la otra en su cuello. Se acaricia lentamente, como si el espectáculo fuera solo para mí. Como si el calor de su piel pudiera arrancarme el deseo que no nace. Ella deja que su vestido se deslice apenas, mostrando la curva perfecta de sus senos mientras gira con gracia felina y se acerca más. Po
Perspectiva de Arielle.Me despierto con un gruñido bajo en el estómago. Uno que no es precisamente hambre, es una punzada incómoda que me recuerda que, aunque quisiera quedarme en esta cama hasta que Daniel regrese del extranjero, tengo que seguir respirando. Me estiro, y mi cuello cruje con un sonido seco que rompe el silencio de la habitación. —La habitación de mi esposo—. O, al menos, eso se supone que es.Pero esta no es mi casa. Esta mansión, con sus techos altos, molduras perfectas y el silencio sofocante, no se siente mía. Me siento como una intrusa en un museo privado de la familia Harrington. Como si fuese esa pieza decorativa que compraron solo porque podían hacerlo. El espacio a mi alrededor es perfecto, pero tan ajeno como la cama en la que dormí anoche, luego de pasar un largo rato sin poder conciliar el sueño y también esperando que Cassian volviera a casa.«¿A qué hora volvió?» pienso para mis adentros y luego me reprendo, porque a mi eso no me interesa, porque quien d
No sé si fue una buena idea aceptar que él me llevara. No cuando su sola presencia hace que mis sentidos estén alerta. No cuando el silencio entre nosotros parece tener filo.Cassian no dice nada al subir al auto, y yo tampoco. Nos sentamos sin mirarnos, como dos extraños que comparten más de lo que deberían. Sus dedos marcan el volante con una fuerza que no sé si es por costumbre o por la incomodidad que compartimos.Respiro hondo, pero lo hago lento para que no se dé cuenta, espero que comience a poner el vehículo en marcha, pero no lo hace. Y eso me obliga a girarme hacia él, lentamente.—¿No vas a arrancar? —pregunto, intentando que mi voz suene más firme de lo que me siento.—Para eso necesito que me digas primero a donde vamos —responde con esa maldita calma suya que me crispa los nervios.«Que tonta eres» me reprendo mentalmente.Cierro los ojos por un segundo. Porque claro que no puede leer mi mente. Por fortuna.—Al departamento de Rossy —respondo finalmente, mirando por la ve
Los labios de Cassian están peligrosamente cerca de los míos. Cierro los ojos por un instante, tragando el nudo que se forma en mi garganta. Puedo sentir su respiración rozando mi rostro, cálida, irregular, cargada de esa tensión que amenaza con consumirnos a ambos. Su aroma delicioso me envuelve, intenso y masculino. Me estoy perdiendo. Y entonces alguien pita. Un claxon nos arranca de ese instante como un latigazo. La luz del semáforo ha cambiado a verde. Cassian maldice por lo bajo y toma el volante, alejándose de mí. Sus manos se aferran con fuerza al volante y su gesto es más oscuro que nunca. Yo respiro con dificultad. Mi corazón golpea con fuerza en mi pecho. Como si hubiera estado a punto de caer en el abismo. Cuando la luz vuelve a ponerse en rojo, sus ojos se deslizan hacia mí. —¿Estás bien?—su voz es ronca, contenida, casi un gruñido. Niego con la cabeza. Es mentira. Claro que estoy bien. Pero algo dentro de mí desea esa atención, esa mirada fija en mi rostro como