Capítulo36
—Rosalba, ¿qué es lo que necesitas?

Con el pulso acelerado, Faustino se dirigió a la habitación de Rosalba después de que ella lo llamara insistentemente. Al entrar, mantuvo la mirada baja, sin atreverse a encontrarse con sus ojos. Aunque el mobiliario era tan austero como el suyo propio —una mesa, una cama y una silla, todos de madera—el cuarto desprendía una fragancia agradable. La pulcritud y el orden contrastaban notablemente con el desorden habitual en la habitación de Faustino. A pesar de su sencillez, el espacio transmitía una sensación de calidez y cuidado que él no pudo evitar notar.

—¿Por qué te tardas tanto?—Rosalba estaba acostada en la cama, con un aspecto cansado, como si no hubiera descansado bien la noche anterior. Faustino sintió que el corazón se le iba a salir del pecho.

—Acabo de levantarme, todavía estaba medio dormido, me demoré un poco.

—Faustino, Rosalba te pregunta algo, ¿escuchaste algún ruido anoche?—Rosalba preguntó frunciendo el ceño.

—¿Algún ruido? No, no
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