—Rosalba, ¿qué es lo que necesitas?Con el pulso acelerado, Faustino se dirigió a la habitación de Rosalba después de que ella lo llamara insistentemente. Al entrar, mantuvo la mirada baja, sin atreverse a encontrarse con sus ojos. Aunque el mobiliario era tan austero como el suyo propio —una mesa, una cama y una silla, todos de madera—el cuarto desprendía una fragancia agradable. La pulcritud y el orden contrastaban notablemente con el desorden habitual en la habitación de Faustino. A pesar de su sencillez, el espacio transmitía una sensación de calidez y cuidado que él no pudo evitar notar.—¿Por qué te tardas tanto?—Rosalba estaba acostada en la cama, con un aspecto cansado, como si no hubiera descansado bien la noche anterior. Faustino sintió que el corazón se le iba a salir del pecho.—Acabo de levantarme, todavía estaba medio dormido, me demoré un poco.—Faustino, Rosalba te pregunta algo, ¿escuchaste algún ruido anoche?—Rosalba preguntó frunciendo el ceño.—¿Algún ruido? No, no
—¡Huy, con tanto medicamento que trajeron, parece que el consultorio quebró!—Sí, ese tan tacaño, ¡se lo merece!—No les incumbe a ustedes—Faustino las ignoró y se abrió paso entre la multitud.—¡Faustino, por acá!—Larisa estaba ahí y al verlo, agitó la mano emocionada. Parecía haber olvidado por completo que Faustino la había hecho llorar el día anterior.La chica llevaba un vestido blanco con flores, pero su piel era más blanca que la tela. Su larga cola de caballo, que normalmente llevaba atada, ahora caía como una cascada sobre sus hombros. Con aquel flequillo, parecía una vecina inocente. A Faustino se le hizo agua la boca. Justo cuando iba a saludarla, vio la mirada fulminante de Federico.Después de fulminar a Faustino con la mirada, le gritó a Larisa:—¿Y a él qué lo llamas? ¿Estás aburrida o qué?Larisa hizo un puchero y bajó la cabeza sin decir nada. Faustino no dijo nada, solo le guiñó un ojo a Larisa como respuesta.—Quieres vender las hierbas, ¿verdad?Faustino reconoció e
—Te dije que te daría trescientos dólares por lástima, ¡porque tus padres murieron! ¡De lo contrario, ni siquiera me molestaría en recoger estas hierbas basura!—Miguel dijo esto sin temor.Ayer, mientras bebía con Federico, se enteró de que Faustino era un huérfano y que tenía problemas de fertilidad, además de vivir con un ciego.¿Cómo podía tenerle miedo a Faustino? ¡Tenía que vengarse por la paliza del día anterior!—¡Lástima de nada! ¡No necesito de tu lástima! —Faustino se enfureció.Sin pensarlo dos veces, agarró a Miguel por el cuello y le propinó una bofetada. Si no hubiera sido por Federico, Faustino le habría arrancado los dientes a Miguel. A pesar de eso, Miguel quedó con la cara hinchada y los ojos morados, tambaleándose y sin poder mantenerse en pie.—¡Faustino, estás más loco que una puta cabra! ¡Ándale y discúlpate con Miguel!—Federico gritó mientras sostenía a Miguel.—¿Quieres que me disculpe? ¿Fue él quien me insultó primero?—Miguel solo te dijo unas palabras, ¿por q
—Mercedes... Maybach...—Miguel se quedó boquiabierto. Frente a él estaba un auténtico automóvil de lujo, con un valor cercano al medio millón. ¡Era decenas de veces más costoso que su viejo y común Mercedes! Por un momento, se preguntó si aquella mujer sería alguien importante. Pero rápidamente descartó la idea. "No, seguro es solo una presumida que alquiló el auto para darse aires", pensó. "Tiene que ser eso. Es imposible que Faustino, un simple muchacho de la sierra, conozca a una mujer tan adinerada".Reconfortado por esta explicación que él mismo se dio, Miguel recuperó su confianza. El miedo se esfumó y, con paso decidido, se acercó al vehículo, alzando la voz:—¿Quién le dijo que se arrodillara y se disculpara?—¿Quién eres tú para decirle que se arrodillara?—¡Chanfle!Ximena se acercó con cara de pocos amigos y le dio una bofetada. Miguel quedó atónito. Ya lo había golpeado Faustino, ¡y ahora lo había golpeado una mujer! ¿Qué pasaba?Pero no era rival de Faustino, así que sacó
—¡Papá, no quiero terminar en la calle!—Miguel se sentó en el suelo y comenzó a llorar.—¡Entonces ve y pídeles perdón a la señorita y a su amigo! ¡O toda la familia terminaremos en la calle!—¡Sí, claro que sí!—Señorita Zambrano, sé que me equivoqué, no debí ser tan arrogante. Por favor, perdóneme...—Miguel, al darse cuenta de su error, se arrodilló frente a Ximena y Faustino, pidiendo perdón sin parar, incluso se abofeteó.—¿Qué está pasando?—Federico y los aldeanos se sorprendieron al ver el cambio de actitud de Miguel.Antes era tan arrogante, pero ahora estaba arrodillado y suplicando. No lo entendían.¡Faustino escuchó claramente! ¡Ximena era la nueva directora de Biovida! ¡Era una persona muy importante! Ayer, casi se había acostado con ella... Al pensar en esto, Faustino se sintió muy satisfecho.—Ahora que te arrepientes, ¿no crees que es demasiado tarde?—¿Dónde quedó tu arrogancia de antes?—Ximena miró a Miguel con frialdad.—Señorita Zambrano, me arrodillo ante Faustino y
Faustino, sin ganas de tratar con el oportunista de Federico, cedió ante la insistencia de Larisa: —No le doy importancia, señor alcalde. Le ruego que se retire.—¡Oye, esto no te incumbe! ¡Métete en tus asuntos!—Federico estaba molesto porque Faustino se había metido en su conversación con Ximena.—Alcalde Zamora, Faustino es mi mejor amigo y quiero que lo trates con respeto.—Ximena dijo sin rodeos.—¡Ay, caray!—Federico nunca esperó que Ximena defendiera tanto a Faustino. Estaba sudando frío. —Sí, sí, tienes razón...—Papá, qué vergüenza. Vete a casa.—Larisa le dijo a su padre con molestia.—Quédate aquí y aprovecha para acercarte más a Ximena —Federico, sin poder quedarse más tiempo, le dijo esto a Larisa antes de darse la vuelta y correr de regreso a casa.De repente, en toda la gran plaza solo quedaron Faustino, Ximena y Larisa.—Faustino, hoy debes mucho a la ayuda de Ximena, tienes que agradecerle apropiadamente —Larisa, viendo que Federico finalmente se había ido, inmediatament
—¿Se enojó acaso? No creo... —Faustino se rascó la cabeza instintivamente.Por supuesto que sabía que Ximena estaba enojada, pero con Larisa a su lado, no se atrevía a ir a consolarla. Viendo que el auto ya había arrancado y se alejaba lentamente, Faustino se sintió muy ansioso.—Eres un verdadero tonto, seguramente está enojada porque no fuiste lo suficientemente leal —dijo Larisa pellizcando el brazo de Faustino.—¿Ah, sí? —Faustino aún no había procesado la situación.—Claro que sí. Ella te ayudó a salir del apuro y te dio más de diez veces el dinero por las hierbas, y tú a regañadientes aceptaste sus condiciones. ¿Cómo no va a estar enojada? A menos que sea por mí —dijo Larisa irritada.—Sí, sí, seguramente la hice enojar. Entonces... ¿debería ir a disculparme? —preguntó Faustino, siguiéndole la corriente.—Ve, ve. De todos modos, tengo hambre y voy a casa a comer. Recuerda disculparte apropiadamente —le recordó Larisa antes de irse a casa moviendo las caderas.—¡Ximena, lo siento,
Pero cuando Faustino intentó ir más abajo, ¡Ximena lo empujó con fuerza!—¡No! ¡Ni de broma! Ya no puedes aprovecharte de mí, tienes novia. ¡Y la próxima vez que me veas, compórtate!Ximena respiró hondo y se arregló la ropa. Tenía la piel muy blanca, con un tono rosado como de durazno.—Te llevaré a casa y luego tendré que irme —dijo Ximena, sacudiendo su mano adolorida y arrancando el auto para dar la vuelta.—¿Vendrás mañana? —preguntó Faustino con cierta añoranza.Pensaba que Ximena era más fácil de complacer que Larisa y le gustaba pasar más tiempo con ella.—Mañana quizás no tenga tiempo, pero pasado mañana tal vez pueda venir. Si no tienes nada que hacer estos dos días, ayúdame a recolectar más hierbas medicinales. Pasado mañana vendré a recogerlas —dijo Ximena después de pensarlo un momento.—De acuerdo, pues pasado mañana puedes venir directamente a la clínica a buscarme —Faustino asintió con la cabeza. ...Larisa acababa de terminar de comer y se preparaba para subir a descan