Capítulo42
—¿Se enojó acaso? No creo... —Faustino se rascó la cabeza instintivamente.

Por supuesto que sabía que Ximena estaba enojada, pero con Larisa a su lado, no se atrevía a ir a consolarla. Viendo que el auto ya había arrancado y se alejaba lentamente, Faustino se sintió muy ansioso.

—Eres un verdadero tonto, seguramente está enojada porque no fuiste lo suficientemente leal —dijo Larisa pellizcando el brazo de Faustino.

—¿Ah, sí? —Faustino aún no había procesado la situación.

—Claro que sí. Ella te ayudó a salir del apuro y te dio más de diez veces el dinero por las hierbas, y tú a regañadientes aceptaste sus condiciones. ¿Cómo no va a estar enojada? A menos que sea por mí —dijo Larisa irritada.

—Sí, sí, seguramente la hice enojar. Entonces... ¿debería ir a disculparme? —preguntó Faustino, siguiéndole la corriente.

—Ve, ve. De todos modos, tengo hambre y voy a casa a comer. Recuerda disculparte apropiadamente —le recordó Larisa antes de irse a casa moviendo las caderas.

—¡Ximena, lo siento,
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