Capítulo47
Unos policías se acercaron para llevarse a Manolo y a su esposa a la fuerza.

—¡Señores policías, no… no por favor!—Manolo temblaba del miedo. Por más bravucón que fuera, no se atrevía a enfrentarse a la policía.

—¡Señores policías, no pueden acusar a inocentes! ¡Fue ese chico el que intentó manosear a mi nuera, y nosotros, en un arranque de coraje, lo golpeamos! ¡No pueden arrestarnos sin más, ¿acaso no les importa el uniforme que llevan?

Ana se tiraba al suelo, pataleaba y gritaba como si le hubieran hecho la peor injusticia del mundo.

La policía al mando, una mujer, ni se inmutó. Con un gesto de la mano, dijo con firmeza:

—¡Basta de teatro! Si tienen alguna queja, la presentarán en la comisaría. Si los hemos acusado injustamente, se les devolverá su buen nombre. ¡Llévenselos!

—¡No… no iré! ¡Suéltenme, no iré! ¡Son unos injustos!—Ana gritaba y se resistía con todas sus fuerzas, pero fue en vano. La llevaron a la patrulla junto con Manolo. Los dos estaban completamente aterrados.

—Por
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